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Del éxito australiano al descalabro inglés: el dispar resultado del segundo confinamiento
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Del éxito australiano al descalabro inglés: el dispar resultado del segundo confinamiento

Muchos países siguieron la estela de Israel con restricciones severas y breves. Ahora Reino Unido e Irlanda se enfrentan a una avalancha de casos, e Israel a un tercer cierre

Foto: Foto: Reuters/Toby Melville
Foto: Reuters/Toby Melville

La llegada de lo que se ha considerado de manera convencional la tercera ola ha provocado que se vuelva a poner sobre la mesa la posibilidad no solo de endurecer las restricciones, sino también de llevar a cabo nuevos confinamientos domiciliarios. Castilla y León, por ejemplo, lo solicitó esta semana; una posibilidad descartada por el Gobierno, que considera que las medidas vigentes son proporcionadas.

Durante los últimos meses, especialmente entre mediados de octubre y noviembre, fueron cada vez más los países, sobre todo europeos, que abrazaron un endurecimiento semejante al de marzo para combatir la segunda y la tercera olas. O, mejor dicho, semejante a las propias medidas que se habían puesto en marcha durante la primera fase de la pandemia. En la mayor parte de casos, este nuevo confinamiento equivalía a cerrar comercios no esenciales, prohibir reuniones y pedir a la población que se quedase en casa.

En países como Reino Unido o Irlanda, a un segundo confinamiento los ha acompañado un rebrote agudo y rápido

Los resultados, no obstante, han sido muy diferentes en cada país, aunque haya tendencias claras. No cabe duda de que los confinamientos funcionan (casi) siempre, pero solo a la hora de reducir el impacto en el corto plazo. La principal pregunta es qué ocurre una vez se reabre todo. El caso de Reino Unido, que ha llevado esta semana a que Boris Johnson decrete un cierre estricto, así como el de otros países que en su momento popularizaron la medida, como Israel, muestran que a un segundo confinamiento duro puede acompañarlo un rebrote espectacular o que en el medio plazo hayan tenido que volver a tomar medidas restrictivas.

En algunos de estos países está comenzando a ocurrir aquello que la epidemióloga Devi Sridhar describió como "un ciclo de confinamientos", en el que los cierres y aperturas se suceden cada vez con más velocidad; la consecuencia de que estos no sean lo suficientemente prolongados para reducir casi hasta cero los contagios. El proceso seguido en muchos países es el de confinamientos cada vez más cortos y, por lo tanto, con un impacto menor, que provoca que el retorno a la normalidad sea cada vez más breve, pero también que la incertidumbre y las urgencias económicas sean mayores.

Israel

A mediados de octubre, Israel era uno de los países a seguir gracias a su aplicación de un segundo confinamiento estricto exitoso, la principal inspiración para muchos estados europeos. El primer ministro del país, Benjamin Netanyahu, consideró "un gran éxito" la medida, y la velocidad con la que los contagios comenzaron a reducirse sorprendió a las propias autoridades sanitarias del país.

"Cuando se impuso el segundo confinamiento, muchos mostraron su escepticismo, en parte porque era menos estricto y porque la gente contempló las normas menos que en el primero", analizó el científico del Instituto Weissmann Eran Segal. En el segundo confinamiento israelí se cerraron los establecimientos no esenciales y los ciudadanos solo podían desplazarse a un kilómetro de distancia. "Pero funcionó: la realidad es que los casos se redujeron más rápido que en el primer confinamiento", en apenas 10 días. La duración de este confinamiento inspiró la idea del confinamiento "corto y estricto" que muchos han defendido desde entonces.

Y, sin embargo, el número de casos a siete días ha aumentado de manera casi vertical desde el 14 de diciembre, cuando superó por primera vez desde mediados de octubre los 200 y hoy se sitúa en su récord histórico. Ello ha llevado a Israel, uno de los países más avanzados en su campaña de vacunación, a un tercer confinamiento. Este martes, Netanyahu aseguraba que se encuentran "en estado de emergencia" y achacaba a la variante británica la explicación de este retroceso.

Australia

Uno de los países que más estables se han mostrado a lo largo de los meses, quizá porque la situación climatológica del país austral sea muy diferente a la del hemisferio norte. La segunda ola australiana, mucho más letal y extendida que la primera, comenzó en Melbourne (Victoria) y condujo a un largo confinamiento de cuatro meses, que concluyó el 26 de octubre cuando se alcanzaron los 0 casos nuevos.

Desde entonces, Australia se ha centrado en contener los brotes con cierres puntuales (como el de noviembre en los estados del sur) y promover nuevas medidas como la utilización de mascarillas en espacios cerrados. El 20 de diciembre, por ejemplo, se redujeron las reuniones familiares a 10 personas y se estableció un cierre de cinco días en la zona de Northern Beaches en Sydney.

Reino Unido

El 31 de octubre, el primer ministro británico Boris Johnson anunció cuatro semanas de confinamiento, en las que se cerraron pubs, restaurantes y otros establecimientos no esenciales y se prohibían las reuniones en lugares cerrados. La medida comenzó a mostrar sus efectos a mediados de noviembre, cuando el número de casos a siete días se redujo por primera vez desde principios de octubre.

El retorno a la relativa normalidad comenzó a principios de diciembre, y en cuestión de días los casos se volvieron a disparar hasta el punto de que este pasado martes Johnson anunció el retorno a las restricciones más duras del otoño. Aunque se ha intentado explicar esta variación debido a la variante británica, muchos expertos coinciden en que este factor no puede explicar el cambio tan rápido de tendencia y que pudo haber otros en funcionamiento como la reapertura en fechas muy cercanas a la Navidad, que contribuye aún más al efecto de tormenta perfecta que esta ha tenido en otros países.

Irlanda

Un país con una evolución muy similar a la de sus vecinos ingleses. A mediados de octubre, el Gobierno decidió poner en marcha un confinamiento más estricto que duró entre el 21 de octubre y el 1 de diciembre. Alrededor de seis semanas que terminaron coincidiendo con el inicio del periodo festivo. Los colegios permanecieron abiertos, aunque se prohibieron las reuniones familiares y se cerró el comercio no esencial, con la posibilidad para la restauración de ofrecer comida para llevar.

La evolución ha sido muy parecida a la de Reino Unido, incluso más acentuada. Desde comienzos de año, Irlanda ha entrado en un tercer confinamiento estricto que durará hasta finales de enero, con las mismas restricciones que en el otoño. Como ha indicado Micheál Martin, Taoiseach (jefe de Gobierno) irlandés, "el virus se extiende a una velocidad que ha superado nuestras peores predicciones".

Francia

El 29 de octubre, y siguiendo la estela inglesa, el presidente francés, Emmanuel Macron, decretó un segundo confinamiento nacional en el que la población solo podría abandonar sus hogares para trabajar o por razones médicas. Los colegios seguirían abiertos, pero la restauración cerró. El primer plazo para el cierre debía terminar a finales de noviembre, y desde entonces se ha producido una progresiva desescalada que concluyó a mediados de diciembre; eso sí, con la adopción de nuevas medidas como un toque de queda a partir de las ocho de la noche.

La evolución francesa ha sido mucho más amable que la de las islas británicas, y parece haberse estabilizado en alrededor de 200 casos nuevos al día desde finales de noviembre. Recientemente, el ministro de salud Olivier Véran confirmaba que su intención era evitar a toda costa un nuevo confinamiento con cierre de negocios, pero no descartaba la posibilidad "porque no puedo predecir el futuro". Francia mantendrá el toque de queda al menos hasta finales de enero y ha retrasado la reapertura de restauración, cines y teatros.

Alemania

En la misma línea que Francia y Reino Unido, Alemania impuso a finales de octubre un confinamiento que implicaba el cierre completo de la hostelería y los espacios culturales, así como la prohibición de reuniones de más de 10 personas, que comenzó a matizarse a finales de noviembre. La evolución de Alemania es peculiar, pues nunca consiguieron reducir significativamente el ritmo de contagios (como sí ocurrió en Reino Unido) y el retorno a la supuesta normalidad provocó un repunte de casos que se superpuso a la no desaparecida segunda ola.

El resultado, una nueva serie de restricciones que se pusieron en marcha a mediados de diciembre y que debían durar, en principio, hasta el 10 de enero. Estas contemplaban el cierre de tiendas y de colegios. Sin embargo, esta misma semana el Gobierno ha decidido extender el cierre otras tres semanas más hasta finales de enero, clausura de colegios incluida. "Estamos en una nueva situación y debemos tener mucho cuidado", ha manifestado Angela Merkel.

Austria

Otro de esos países que, al igual que Reino Unido o Irlanda, han caído rápidamente en un tercer confinamiento tras la relajación del segundo. A comienzos de diciembre, el país centroeuropeo alivió algunas de las medidas que habían estado en vigor durante las tres semanas anteriores, como el cierre de los colegios y de las tiendas. El 8 de diciembre, estas reabrieron.

En cuestión de días, la situación volvió a descontrolarse y el 22 de diciembre Austria batía su récord de contagios. Apenas unos días antes se había vuelto a plantear un nuevo cierre desde el 26, en plenas navidades, hasta el 18 de enero. Austria es el país en el que más rápido se ha pasado de un segundo a un tercer cierre, con apenas 11 días de descanso.

Grecia

El aumento de casos obligó a tomar medidas el día 7 con vistas a una desescalada que debía empezar a finales de este mes. Sin embargo, el plazo se ha ido alargando con relativas relajaciones, de forma que los griegos han pasado unas navidades con la mayor parte del comercio cerrado. Este dos de enero se decretó un nuevo endurecimiento de las medidas hasta el día 11.

La llegada de lo que se ha considerado de manera convencional la tercera ola ha provocado que se vuelva a poner sobre la mesa la posibilidad no solo de endurecer las restricciones, sino también de llevar a cabo nuevos confinamientos domiciliarios. Castilla y León, por ejemplo, lo solicitó esta semana; una posibilidad descartada por el Gobierno, que considera que las medidas vigentes son proporcionadas.

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