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Mike Pence: 3,99 años de lealtad total para acabar como enemigo público del trumpismo
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LA CAÍDA DEL VICEPRESIDENTE

Mike Pence: 3,99 años de lealtad total para acabar como enemigo público del trumpismo

El veterano político de Indiana intentó evitar la confrontación con Trump durante todo su mandato, pero una única negativa fue suficiente para desatar la ira del presidente.

Foto: El vicepresidente estadounidense, Mike Pence, durante la confirmación de la victoria del presidente electo, Joe Biden.
El vicepresidente estadounidense, Mike Pence, durante la confirmación de la victoria del presidente electo, Joe Biden.

Cuando el entonces candidato republicano a la presidencia Donald Trump eligió en 2016 a Mike Pence como su compañero de fórmula, el partido emitió un suspiro de alivio. He aquí un futuro vicepresidente con credenciales sólidas, un "cristiano, conservador y republicano, en ese orden". Una frase que el propio Pence se había asegurado de convertir en su eslogan personal. El veterano político y exgobernador de Indiana serviría de puente entre la revolución 'outsider' del trumpismo y las bases de apoyo republicanas más tradicionales, entre ellas grandes números de votantes evangélicos que podrían haber sentido rechazo por un candidato acostumbrado al lenguaje más profano y que se había divorciado en dos ocasiones. Analistas conservadores incluso llegaron a predecir (o desear ingenuamente) que ante la aparente incapacidad de Trump de gobernar, su segundo al mando podría terminar convirtiéndose en el auténtico poder en la sombra.

Nada podía estar más lejos de la realidad. Desde el día de la inauguración presidencial, lejos de convertirse en el poder en la sombra de Trump, Pence se volvió su sombra. Lo que el presidente hacía, él lo defendía. Lo que sus detractores consideraban injustificable, él se encargaba de justificarlo. Esto, a la vez que se mantenía firme en un discurso pulcro y calculado con el que evitaba involucrarse en las frecuentes polémicas del mandatario. Un delicado camino por la cuerda floja entre los abismos del trumpismo descontrolado y la confrontación con su superior que le permitieron, proverbialmente, estar en misa y repicando: mostrar lealtad constante al presidente sin abandonar su apariencia de político conservador modelo. De este modo, trataba de allanarse un camino hacia el que más que probablemente, de acuerdo con analistas estadounidenses, fuera su verdadero objetivo: perfilarse como el candidato ideal a la presidencia para las elecciones de 2024.

La última prueba fue la más difícil, pero parecía dispuesto a enfrentarla. Desde la derrota de Trump frente a Biden, Pence se mantuvo firme en el puesto de copiloto del carro de las acusaciones de robo electoral que dirigía su líder. "Vamos a seguir luchando hasta que se cuente cada voto legal. Vamos a seguir luchando hasta que se elimine todo voto ilegal", aseguró el vicepresidente durante un discurso ante jóvenes votantes republicanos en Palm Beach, Florida, el pasado 22 de diciembre. También instó a su público a "permanecer en la lucha" contra el fraude electoral.

Solo dejó de cumplir la voluntad de su superior cuando, en última instancia, éste le solicitó públicamente que violara la Constitución estadounidense e interviniera en el proceso de confirmación presidencial —tradicionalmente ceremonial y que nunca, hasta el asalto al Capitolio de este viernes, había resultado polémico— de Joe Biden.

"Mi juramento de apoyar y defender la Constitución me impide reclamar autoridad unilateral para determinar qué votos electorales deben contarse y cuáles no", indicó el vicepresidente en una carta al Congreso tras días de presiones por parte de Trump. Una respuesta que no debía sorprender a nadie, pues no existe precedente alguno ni base legal que permitiera a Pence cumplir con la petición del presidente. Un grupo conservador incluso llegó a gastar, según Bloomberg, 25 mil dólares en publicidad en Fox News con el único objetivo de convencer al mandatario de que esta decisión no comprometía la lealtad de Pence. Para gran parte de los republicanos esto significaba sentido común. ¿Para Trump y sus seguidores? Alta traición.

Poco antes del asalto violento y caótico al Capitolio, el magnate republicano señaló directamente al vicepresidente como si los casi cuatro años de lealtad absoluta que se había esforzado en demostrar no hubieran existido. "Mike Pence no tuvo la valentía de hacer lo que debería haber hecho para proteger a nuestro país y a nuestra Constitución", publicó el mandatario en un tuit que más adelante fue eliminado de la plataforma por graves violaciones de la política de integridad cívica de Twitter. Los manifestantes trumpistas no dudaron: el vicepresidente era ahora su enemigo. Cánticos contra Mike Pence fueron entonados por los partidarios del presidente mientras el edificio en el que se encontraba era asaltado. El supuestamente segundo hombre más poderoso de Estados Unidos tuvo que ser evacuado y protegido por las fuerzas del Servicio Secreto mientras duraba la tormenta.

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Foto: Reuters

Pence, aparentemente, no debía de dar crédito a lo que estaba ocurriendo. Jim Inhofe, senador republicano por Oklahoma, aseguró que nunca había visto al vicepresidente, al que ha conocido durante décadas y con quien mantiene una cercana amistad, tan furioso. "Tuve una larga conversación con él", declaró al periódico local Tulsa World. "'Después de todo lo que he hecho por él...', decía". Ahora, tras haber cumplido su labor constitucional confirmando a Biden como el próximo presidente estadounidense, el exgobernador se dispone a abandonar la vicepresidencia con su imagen destrozada ante las bases trumpistas. Su propósito de reconciliar los dos bandos en la inminente batalla por el alma del Partido Republicano (un 45% de los votantes del partido respalda el asalto al Capitolio, un 43% lo rechaza) destruido por un presidente que sólo necesita un "no" para olvidar los enésimos "síes" del pasado.

Cuando el entonces candidato republicano a la presidencia Donald Trump eligió en 2016 a Mike Pence como su compañero de fórmula, el partido emitió un suspiro de alivio. He aquí un futuro vicepresidente con credenciales sólidas, un "cristiano, conservador y republicano, en ese orden". Una frase que el propio Pence se había asegurado de convertir en su eslogan personal. El veterano político y exgobernador de Indiana serviría de puente entre la revolución 'outsider' del trumpismo y las bases de apoyo republicanas más tradicionales, entre ellas grandes números de votantes evangélicos que podrían haber sentido rechazo por un candidato acostumbrado al lenguaje más profano y que se había divorciado en dos ocasiones. Analistas conservadores incluso llegaron a predecir (o desear ingenuamente) que ante la aparente incapacidad de Trump de gobernar, su segundo al mando podría terminar convirtiéndose en el auténtico poder en la sombra.

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