Ilustración de Donald Trump

Cartografía de una masacre electoral: así volverá la izquierda a crear un nuevo Trump

En 2016, la demócrata Iowa protagonizó el giro político más dramático en las elecciones que coronaron a Trump como 45 presidente de EEUU. El 3 de noviembre, todo parece indicar que seguirá así, evidenciando una realidad incómoda que muchos progresistas siguen sin querer reconocer: su gran desconexión con la América profunda (y los peligros políticos que eso conlleva).

Texto
Kike Andrés Pretel
Carlos Barragán
Formato
Laura Martín
Carlos Muñoz
Luis Rodríguez
S

i todavía hay alguien que busca el epicentro sentimental de la debacle electoral demócrata la noche del 8 de noviembre de 2016, no tienen más que mirar a Iowa. A 1.600 kilómetros de la Casa Blanca, este estado rural de inviernos feroces y llanuras interminables se ha convertido en una de las grandes paradojas de la política contemporánea. En términos prácticos, su poder e influencia son marginales. Pero, simbólicamente, es una bomba de relojería ideológica.

Aquel día, Trump arrolló cómodamente a Hillary Clinton con 10 puntos de ventaja. Y -si la pandemia lo permite- hará lo propio con Joe Biden el próximo 3 de noviembre, a quien aventaja por dos dígitos en las encuestas estatales, según el compilado más reciente de FiveThirtyEight (55% vs 45%). ¿Por qué unos granjeros cristianos del medio oeste respaldan convencidos a un magnate inmobiliario de Nueva York? La respuesta revela el desafío existencial al que se enfrenta la izquierda estadounidense: su brutal cortocircuito con el electorado de la América profunda. Uno de los factores que están alimentando la brutal polarización que amenaza con desestabilizar al país.

“El pueblo de Iowa no está contento con la dirección que está tomando este país y no le gusta la arrogancia del ‘establishment’ de Washington”

El lugar del que se sale

De Iowa son el cazador más famoso de la historia de EEUU, Buffalo Bill; el presentador más popular en la historia de EEUU, Johnny Carlson, y el héroe más americano de EEUU, John Wayne, -en versión cowboy y versión soldado-. Pero, en realidad, ese hecho es casi anecdótico en sus biografías puesto que Iowa carece de cualquier tipo de glamour o personalidad definida. Es más un paisaje, una sensación o un tópico. Algo que se usa más para definir lo que no se es. “Hollywood es ese lugar en el que los de Iowa se confunden unos a otros con estrellas de cine”, resumía el humorista Fred Allen. Como se empeñó Clint Easwood en contarnos en ‘Los Puentes de Madison’, allí nunca pasa nada. En definitiva, Iowa es el lugar del que se sale. Donde no se brilla.

Tras el triunfo de Trump, los sofisticados periódicos de las grandes ciudades, todavía en shock, mandaron a sus mejores periodistas para descifrar este acertijo. Analizaron el declive económico de una región que se queda sin jóvenes, escribieron sobre la revancha del hombre blanco, rural y sin estudios y trataron de explicar que la distancia entre Iowa y el Capitolio son mucho más que 15 horas de carretera.

“El pueblo de Iowa no está contento con la dirección que está tomando este país y no le gusta la arrogancia del ‘establishment’ de Washington”

Pocos lo resumieron mejor que el entonces gobernador del estado, el republicano Terry Branstad, quien no necesitó ni 24 horas para hacer su autopsia. “El pueblo de Iowa no está contento con la dirección que está tomando este país y no le gusta la arrogancia del ‘establishment’ de Washington”, aseguró Branstad. “Quieren que alguien se ocupe de eso y lo corrija, y Donald Trump ha captado el mensaje”.

¿La dirección económica, política, social? Pónganle el apellido que quieran pero quédense sobre todo con el concepto de “arrogancia”, porque es clave en todo lo que les vamos a contar. Porque si Texas es el ejemplo perfecto de la incapacidad de los republicanos para digerir el cóctel demográfico, cultural y económico que va a marcar el futuro de Estados Unidos, Iowa es la otra cara de la moneda. El lienzo de los desatinos demócratas que aspiran a gobernar un país que ni ellos mismos comprenden.

La guerra fría de la identidad

Iowa ha sido durante años un clásico ‘estado púrpura’, esas regiones flexibles ideológicamente donde, según la elección, un votante demócrata puede votar republicano y viceversa. Con una mezcla de granjeros conservadores, trabajadores fabriles (‘blue collar workers’) y oficinistas urbanos (‘white collar workers’), Iowa cojeó consistentemente del lado republicano hasta 1988 respaldando al candidato del ‘Great Old Party’ (el viejo gran partido) en 17 de las 21 elecciones presidenciales celebradas hasta entonces en el siglo XX.

Evolución del voto presidencial en Iowa 2000-2016

Fuente: Secretaría de Estado de Iowa

Republicanos Demócratas Otros
Para la izquierda, triunfar en estados como Iowa era un cable a tierra. Un recordatorio de que el partido no es tan aburguesado y elitista como insisten sus críticos

Pero desde finales de los 80, el creciente voto obrero y urbano invirtió la tendencia de la derecha rural. Los aspirantes demócratas se impusieron en seis de las últimas ocho elecciones, incluyendo dos contundentes victorias de Barack Obama en 2008 y 2012. Para la izquierda, triunfar en estados como Iowa era un cable a tierra. Un recordatorio de que el partido no es tan aburguesado y elitista como insisten sus críticos.

Pero el descontento estaba allí. Latía (y late) en ese inmenso país olvidado al que los estadounidenses se refieren románticamente como ‘heartlands’ y honestamente como ‘fly over states’. Pedazos de tierra que solo ves a 30.000 pies de altitud cuando vuelas de costa a costa. “Ese corazón del país que todavía guarda una pureza mítica, como si volviésemos al mundo antiguo: las vastas extensiones despobladas, el aire cristalino y la vida práctica e independiente de los pioneros”, lo describía Argemino Barro en un reciente reportaje para El Confidencial.

Para la izquierda, triunfar en estados como Iowa era un cable a tierra. Un recordatorio de que el partido no es tan aburguesado y elitista como insisten sus críticos

Allí se ha instalado una desconfianza atávica hacia la globalización, la economía digital y los burócratas de Washington. Un combo difuso al que culpan de haberse llevado su prosperidad a expensas de unas costas elitistas que amasan el poder político, el dominio tecnológico y la influencia cultural. Las suspicacias son recíprocas. En las grandes ciudades se resienten que un tradicionalismo paleto, sobrerrepresentado en las instituciones que lastra el avance de la nación. Este es el bosquejo de dos bloques enfrentados en una ‘guerra fría’ íntima de la que depende el futuro ideológico de Estados Unidos. Estas son las claves:

01. La clave ideológica: una gran mentira

Si echamos un vistazo rápido al mapa electoral de los condados de Iowa en las presidenciales de 2016 nos costará distinguirlo del de 1980. Viendo esa cuadrícula tan coloreada de rojo, nadie pensaría que hasta hace cuatro años era un estado que ambos partidos consideraban “disputado”.

Trump le sacó 150.000 votos de ventaja a Hillary Clinton, quien obtuvo allí los peores resultados de un aspirante demócrata en casi cuarenta años. Las cifras son humillantes: los demócratas perdieron en torno a una docena de condados que no habían votado republicano desde Ronald Reagan, dos que no lo hacían desde la gran ola roja de Richard Nixon en 1972 y uno, Dubuque, que no había votado a los elefantes desde 1956. La exsecretaria de Estado apenas ganó en las áreas metropolitanas y ciudades universitarias.

Cómo votaron los condados de Iowa. Elecciones presidenciales de 2008, 2012 y 2016

Fuente: Secretaría de Estado de Iowa

Republicanos Demócratas

En 2008, Obama sacó en Iowa un margen de casi 10 puntos sobre el exsenador John McCain. Ganó en 42 de los 99 condados, muchos rurales en el oeste con larga tradición republicana que le habían dado la victoria por la mínima a George W. Bush cuatro años antes.

Obama fue el candidato presidencial más votado de la historia en Iowa, uno de los estados menos diversos de EEUU -más de un 90% de blancos- y menos formados. Mitchell County fue el condado más blanco del país (99.27%) en dar su respaldo al primer presidente negro.

Cuatro años más tarde, Obama volvió a llevarse Iowa, pero esta vez con la mitad de margen. El mapa muestra la reconquista republicana del oeste y la pérdida de 15 condados. Un aviso de que la estrategia demócrata empezaba a hacer cortocircuito en la América profunda.

En 2016, Trump arrasó en Iowa. Reconquistó 31 condados en manos demócratas, incluyendo núcleos industriales y rurales de la frontera este que define el cauce del río Mississippi de tradición más progresista. Hillary apenas retuvo 6 de los 99 condados.

2008 Barack Obama
2012 Barack Obama
2016 Donald Trump
Los mismos blancos sin diploma fueron instrumentales para que Obama se convirtiera en 2008 en el candidato presidencial más votado de la historia de Iowa

La explicación más básica del descalabro tiene que ver con la demografía. Iowa es uno de los diez estados menos diversos del país y su población es más del 90% blanca -en su mayoría descendientes de alemanes y europeos del norte-, una proporción que apenas se ha movido unos puntos en las dos últimas décadas. Es, además, profundamente religioso -en su mayoría protestante- y, pese a que tiene buenas tasas de escolarización, sus mejores estudiantes acaban abandonando el estado, lo que hace que el electorado esté menos formado proporcionalmente.

Pero eso no explica que Trump, con más de 800.000 votos en 2016, se quedara a 20.000 sufragios de superar el registro histórico de su detestado predecesor. Los mismos blancos sin diploma fueron instrumentales para que Obama se convirtiera en 2008 en el candidato presidencial más votado de la historia de Iowa. De hecho, Mitchell County fue el condado más blanco del país (99.27%) en dar su respaldo al primer presidente negro. ¿Hay racismo en Iowa? Sí. Histórico y contemporáneo. Pero la raza no fue el elemento clave en el vuelco electoral.

Los mismos blancos sin diploma fueron instrumentales para que Obama se convirtiera en 2008 en el candidato presidencial más votado de la historia de Iowa

El exsenador de Illinois le ganó en 2008 al senador John McCain por casi 10 puntos y repitió victoria -con la mitad de holgura- en su reelección en 2012. Pero cuando parecía encaminado a consolidar su tendencia azul, Trump ganó allí con más margen que en Texas, supuesto bastión de los conservadores norteamericanos. Como muestra el mapa electoral, entre 2008 y 2012, el azul urbano ya se batía en retirada de las conservadoras llanuras del oeste. ¿Qué sucedió en esa década?

Pues la explicación, como siempre, es compleja y multifactorial. Pero, en esfuerzo simplificador para contextualizar la situación, destacamos un dato: Twitter comenzó operaciones en marzo de 2006 (y Trump no se haría una cuenta hasta 2009). Es decir, hablamos de una era previa a las grandes burbujas ideológicas, al debate en compartimentos estancos y a la desinformación masiva y personalizada. Un breve espacio de tiempo en el que las redes sociales eran todavía infantiles e inocuas. El mensaje demócrata se ha hecho más radical en lo económico y más arcano en lo ideológico, enzarzado en discusiones bizantinas sobre identidad, raza o género. En un debate cómo este, ¿dónde caben las opiniones de unos obreros blancos sin estudios del medio oeste americano?

02. La distorsión demográfica: un futuro a la fuga

Encajonado entre los ríos Mississippi y el Missouri, Iowa tiene más extensión que Grecia (casi 150.000 kilómetros cuadrados) y apenas un tercio de su población (3,1 millones de habitantes). Tan solo 14 de los 100 condados de Iowa superan los 10.000 habitantes y apenas cuenta con tres ciudades de más de 100.000, incluyendo la capital Des Moines. Lo poco que crece el estado (sumará 200.000 habitantes más para 2030) se concentra en los núcleos urbanos.

Algunos estrategas demócratas han llegado a valorar si es rentable invertir recursos electorales en Iowa que, por su perfil envejecido, blanco y poco educado, tiene menos potencial de futuro para la izquierda que, por ejemplo, el Cinturón del Sol, con población joven en auge y grandes comunidades de migrantes. Al fin y al cabo, este estado apenas rinde seis votos en el Colegio Electoral, un 2% de los 270 que se necesitan para ser presidente. Esto es menos de la mitad que hace un siglo, fruto de la inexorable pendiente demográfica y económica de la región.

Evolución de los votos de Iowa en el Colegio Electoral entre 1920-2020

Fuente: Archivos nacionales

Republicanos Demócratas Predicción 2020

Esta decadencia está muy ligada a la ‘fuga de cerebros’, un fenómeno que el estado colidera con Dakota del Norte y que limita el potencial de estas regiones para reinventarse. Iowa es el rey en el llamado ‘Corn Belt’ (Cinturón de Maíz) que agrupa a las grandes potencias agrícolas del país. Es el mayor productor de maíz, de cerdo y de huevos en Estados Unidos. También de soja y etanol. Pero con todos estos guarismos, el agro tan solo aporta un 5% del producto interno bruto local -pese a que ocupa el 85% del territorio-. La manufactura tradicional, con un 18%, seguido por el sector financiero y asegurador, son los verdaderos motores económicos de la región. Y con estas perspectivas laborales, muchos jóvenes deciden emigrar. Un efecto que se ve gráficamente al comparar la estructura demográfica de Iowa con California, un estado 10 veces más poblado y 16 veces más rico.

Pirámide poblacional de Iowa vs California

Fuente: Censo EEUU 2018

Hombres Mujeres

Iowa es uno de los estados más afectados por la ‘fuga de cerebros’. Su pirámide poblacional se estrecha en la franja de los 20 años, mostrando la migración de los jóvenes a otros estados para estudiar o trabajar.

La pirámide de California, con una población 10 veces más numerosa y una economía 16 veces más grande, está más equilibrada. El incremento en las franjas a partir de 20-25 años muestran la llegada de mano de obra joven y estudiantes cualificados.

2020 Iowa
2020 California

Podemos ver cómo la pirámide del estado rural se estrecha por el centro como una botella aplastada. El corte se produce justo después de la franja de 20 años, cuando los jóvenes deciden mudarse para estudiar o trabajar en otro estado, y comienza a subir después de los 40-45 años. En el tope, una población cada vez más envejecida sobre una base cada vez más frágil. En California, el panorama es más equilibrado, con un influjo de jóvenes a partir de los 20-25 años que progresivamente se va suavizando. Esto hace al estado costero un promedio de dos años más joven, lo que implica más mano de obra cualificada y más ingresos fiscales.

Por eso, la campaña electoral de Trump en 2016, con sus promesas (cumplidas) de remodelar el tratado de libre comercio con México y Canadá y plantar cara a la expansión comercial china sonaron en estos estados como una apuesta a futuro. Solo la prosperidad retiene a los jóvenes. Y solo los jóvenes retienen la prosperidad.

03. El factor Hillary: masacre progresista en Dubuque

Pero miremos el mapa de Iowa de nuevo. De los 31 condados que pasaron de votar a Obama por Trump, el más simbólico es Dubuque. Un condado de 10.000 votantes en la frontera este que define el cauce del río Mississippi que no votaba por un republicano desde que Dwigh Eisenhower estaba en la papeleta en 1956. Esta zona de clase trabajadora católica pasó de dar a Obama 15 puntos de ventaja sobre Mitt Romney a respaldar a Trump por 1,2 puntos frente a Hillay Clinton. ¿Más de 60 décadas de inercia progresista y, de repente, un súbito despertar conservador?

Mapa electoral del condado de Dubuque en 2016

Fuente: Secretaría de Estado de Iowa

El condado de Dubuque no votaba republicano desde 1956. Sin embargo, los márgenes de Trump muestran un vuelco sin precedentes hacia los republicanos. Obama ganó 7 de los 14 distritos rurales del condado, Clinton ganó 0.

Mientras Trump logró mantener o aumentar la participación de las áreas rurales, Clinton no logró motivar ni a los bastiones demócratas urbanos, ni a las jóvenes ciudades universitarias. De hecho, la candidata no logró mejorar los votos netos para los demócratas en ninguno de los 13 distritos de Dubuque.

2016 Desplazamiento del margen total hacia Trump
2016 Cambio en la evolución del voto de 2012 a 2016
Los mismos blancos sin diploma fueron instrumentales para que Obama se convirtiera en 2008 en el candidato presidencial más votado de la historia de Iowa

Este condado es un microcosmos ideal para decodificar la inesperada elección presidencial de 2016: un electorado rural electrizado por Trump, un electorado obrero decepcionado con los demócratas y un electorado joven desmotivado por Hillary Clinton. La magnitud de esta combinación en Dubuque fue épica. Clinton llegó a perder un 25% de apoyo respecto a Obama en los distritos metropolitanos -demócratas frustrados o indecisos-, mientras que la participación bajó ligeramente en los distritos más jóvenes, con los que la exprimera dama nunca conectó.

En paralelo, los distritos rurales reconocieron en Trump a su campeón ecléctico dispuesto a romper todas las convenciones y agitar Washington. En algunos distritos rurales, como el precinto de Bernard, el trasvase llegó a ser de 46 puntos a favor de los republicanos. Mientras Obama ganó 7 de los 14 distritos rurales de Dubuque, Clinton ganó 0. De hecho, Clinton no logró mejorar los votos netos para los demócratas en ninguno de los 13 distritos electorales del condado.

Los mismos blancos sin diploma fueron instrumentales para que Obama se convirtiera en 2008 en el candidato presidencial más votado de la historia de Iowa

La ‘masacre electoral’ de Dubuque define claramente los tres retos que los demócratas no han querido o no han sabido atajar: 1) Obsesionados con ganar en las grandes ciudades, jóvenes y tecnificadas, los demócratas han marginado en su discurso a la clase trabajadora y rural. 2) Si insisten en presentar aspirantes que no motivan a sus bases y no conectan con los indecisos, difícilmente podrán recuperar estos estados que seguirán siendo claves muchas décadas. 3) No se trata solo de la economía. Dubuque pasó de tener la tasa de paro más alta en EEUU (23%) a comienzos de los 80 a menos del 2% cuando Trump logró la victoria. Existe un factor emocional.

Una parte de la izquierda estadounidense parece dispuesta a esperar a que las grandes tendencias macro -unas costas y grandes urbes cada vez más diversas, jóvenes y pobladas- terminen por decantar la balanza a su favor. En 2045, los blancos se convertirán en minoría en Estados Unidos, algo que sucederá mucho antes en pesos pesados electorales como Texas. Pero el cambio no será uniforme y Iowa -como muchos otros estados del interior- seguirán siendo blancos y rurales durante mucho tiempo. Puede que Biden y los demócratas no cuenten -ni necesiten, según las encuestas- el voto de Iowa en este elección. Pero si algo muestra el fenómeno Trump es lo rápido que puede cambiar el mapa electoral de un condado, de un estado y de un país. Si a estas alturas los demócratas no han aprendido de esta historia, es que se merecen volver a repetirla.