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La polarización electoral aviva el tsunami de bancarrotas y paro que amenaza a EEUU
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La polarización electoral aviva el tsunami de bancarrotas y paro que amenaza a EEUU

EEUU necesita urgentemente un rescate económico. Empresas, corporaciones, familias y desempleados esperan un acuerdo político que parece imposible antes de las elecciones

Foto: Un seguidor del presidente estadounidense, Donald Trump. (EFE)
Un seguidor del presidente estadounidense, Donald Trump. (EFE)

El tejido económico de Estados Unidos necesita, desde hace meses y con urgencia, un segundo rescate público. Esta es, quizás, de las pocas cosas en las que demócratas y republicanos están de acuerdo. Técnicamente, la recuperación del batacazo de la primavera ya ha comenzado; pero millones de personas continúan desempleadas desde marzo -sin seguro médico y sin poder pagar el alquiler o la hipoteca-, las empresas deambulan a tientas y los estados se endeudan. El objetivo está claro, pero cómo llegar a él es motivo de un esgrima ideológico interminable.

“Las negociaciones para el paquete de ayudas por el covid están avanzando”, tuiteó el presidente de EEUU, Donald Trump, el pasado viernes, tres días después de haber anunciado que no se discutiría nada hasta después de las elecciones. La voltereta del comandante en jefe vino junto a una nueva oferta: 1,8 billones de dólares en ayudas. Los demócratas, sin embargo, no están convencidos. Tampoco los republicanos.

Foto: Diseño: Pablo L. Learte.

El paquete “es un paso adelante y dos hacia atrás”, dijo la demócrata Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes. “En este punto, aún tenemos desacuerdos en muchas prioridades”. Los progresistas, entre otras cosas, consideran la cantidad insuficiente; ellos exigen 2,2 billones en total y una mayor atención a las necesidades de los 50 estados, los trabajadores y la lucha contra el covid.

Los conservadores, por su parte, buscan un paquete más pequeño que el propuesto por el presidente. Menos de un billón de dólares y sin la misma abundancia para las familias que plantea la oposición demócrata. Se niegan a restablecer el extra semanal de 600 dólares al subsidio del paro, a extender las ayudas a los inmigrantes indocumentados y a permitir que el seguro sanitario público financie el aborto. Los republicanos exigen, también, incluir una legislación que proteja a las empresas de las demandas de sus trabajadores relacionadas con los contagios de coronavirus.

En otras medidas, los partidos coinciden: las familias de clase media o baja recibirían otro cheque de ayuda de 1.200 dólares. También se destinarían partidas para sostener a las aerolíneas, uno de los sectores más perjudicados por la caída en picado del tráfico aéreo; habría presupuesto extra para las pruebas de covid-19 y un programa que proteja la capacidad de las empresas para seguir pagando salarios.

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Foto: EFE.

El domingo por la tarde, la Casa Blanca ha presentado otra propuesta: un "mini-plan" de 130.000 millones de dólares para ayudar urgentemente a las pequeñas empresas. “Ha llegado el momento de unirse y de votar inmediatamente una ley que nos permita gastar fondos disponibles del programa de ayuda a las pequeñas empresas, mientras continuamos trabajando juntos en un paquete de ayudas más grande”, dijo en un comunicado Mark Meadows, jefe de gabinete de la Casa Blanca.

Paro y bancarrota

Los estímulos aprobados en marzo han ido agotándose o caducando; aún así, no parece que las dos partes hayan acercado posturas. El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ha reconocido que es difícil alcanzar un acuerdo en un clima tan polarizado a menos de un mes de las elecciones. “Me gustaría ver que vamos más allá, como hicimos en marzo y abril, pero creo que es improbable en las próximas tres semanas”.

Mientras tanto, unos 2,4 millones de norteamericanos llevan en paro más de seis meses; una cifra que no deja de subir, según Axios, poniendo en riesgo toda la recuperación económica. “Cuanta más gente esté desempleada, más deterioran los activos y ahorros, y eso empieza realmente a impactar el consumo y su capacidad de gastar”, dice al portal Gabriel Chodorow-Reich, profesor de economía de Harvard.

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Los sectores más afectados son la hostelería y el ocio, que juntos han perdido más de 7 millones de empleos con respecto al mes de febrero. Una realidad cruda que se ve en ciudades como Nueva York donde, desde el mes de marzo, han cerrado ya más de 1.000 restaurantes. El progresivo desconfinamiento ha permitido a los supervivientes llenar sus patios y sus terrazas, y, desde finales de septiembre, también un 25% de sus espacios interiores. Pero no es suficiente. Casi el 90% de los negocios no fueron capaces de pagar el alquiler en agosto.

Lo mismo sucede con el mercado del entretenimiento. La prestigiosa Ópera del Met estará cerrada esta temporada y la que viene, como mínimo; los teatros, una de las mayores atracciones turísticas de la ciudad, no planean abrir hasta mayo. Los cines y las salas de conciertos siguen igualmente cerrados y decenas de cadenas tradicionales, como las tiendas de ropa de True Religion, J Crew, Nieman Marcus o JC Penney, la corporación de alquiler de coches Hertz, las cafeterías de Le Pain Quotidian o los gimnasios de 24 Hour Fitness y Town Sports International han caído fuera de juego en la mayor ola de bancarrotas de la última década.

La recuperación sigue en curso, pero se está ralentizando. Al principio de la pandemia se destruyeron más de 20 millones de empleos en solo un mes. El paro, que estaba en 3,5%, subió al 14,7% en abril. En mayo bajó al 13,3%, en junio al 11,1% y ha seguido haciéndolo en fracciones cada vez más pequeñas hasta el actual 7,9%. Dado que los empleos más castigados son también los peor pagados, y estos suelen estar desempeñados en mayor proporción por las minorías éticas, el paro entre afroamericanos es superior: del 12,1% y del 10,3% entre los hispanos.

La debacle se nota de los hogares, en las grandes corporaciones y en las maltrechas cuentas públicos del Gobierno central y de los 50 estados. La deuda federal está a punto de alcanzar el tamaño del PIB estadounidense, unas proporciones que no se veían desde la Segunda Guerra Mundial. Aún así, algunas estimaciones, como las del banco Goldman Sachs, dicen que el daño de la pandemia ha podido ser mucho peor y que la rápida recuperación del empleo y el PIB, que podría expandirse más de un 20% el segundo trimestre, reflejan esperanza.

Foto: (iStock)

Infraestructuras, como siempre

Los candidatos a la Casa Blanca, Donald Trump y Joe Biden, tienden sendos planes económicos para sacar al país de este bache, y algún que otro punto en común: los dos aspirantes quieren aprobar un plan de inversión masiva en infraestructuras. En el caso del republicano, ya era una promesa que hizo en 2016 y que se habría quedado pendiente. Trump ha tanteado mezclar este plan con los estímulos en tiempos de pandemia, aunque sin aportar demasiados detalles.

De lado demócrata, Biden propone un proyecto de 1,3 billones de dólares en el que la reconstrucción económica estaría basada en la renovación de las infraestructuras siguiendo criterios ecológicos: todo en uno. El plan quiere elevar el uso de energía solar, anular los subsidios a los combustibles fósiles, adaptar puertos y carreteras a los efectos del cambio climático, invertir en el desarrollo de energías renovables, modernizar escuelas y hacer que el 40% de los beneficios del plan se concentren en zonas humildes del país.

La pandemia ha creado un agujero en las cuentas del país, y con él la oportunidad de reconstruirlo. Dos visiones que chocan en las cámaras del Capitolio de Washington, y cuyos baches solo pueden ser superados a partir de las elecciones del 3 de noviembre.

El tejido económico de Estados Unidos necesita, desde hace meses y con urgencia, un segundo rescate público. Esta es, quizás, de las pocas cosas en las que demócratas y republicanos están de acuerdo. Técnicamente, la recuperación del batacazo de la primavera ya ha comenzado; pero millones de personas continúan desempleadas desde marzo -sin seguro médico y sin poder pagar el alquiler o la hipoteca-, las empresas deambulan a tientas y los estados se endeudan. El objetivo está claro, pero cómo llegar a él es motivo de un esgrima ideológico interminable.

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