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Tres consecuencias que el positivo de Trump puede tener para el resto del mundo
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EUROPEAN COUNCIL ON FOREIGN RELATIONS

Tres consecuencias que el positivo de Trump puede tener para el resto del mundo

Parece que la Administración Trump es política e intelectualmente incapaz de tomarse la enfermedad en serio e implementar un plan eficaz contra la pandemia

Foto: Donald Trump dirigiéndose al hospital militar por precaución. (Reuters)
Donald Trump dirigiéndose al hospital militar por precaución. (Reuters)

La noticia de que tanto Donald Trump como su esposa han contraído el coronavirus parece ser la primera de muchas sorpresas en este recién estrenado mes de octubre. Para un líder político, una enfermedad es tanto un reto personal como un reto institucional para asegurar que siga la continuidad y la confianza en el gobierno. El presidente de Estados Unidos también es una preocupación para todo el mundo. A nivel personal solo podemos desearle una rápida recuperación. Pero, ¿cómo debería ver el resto del mundo los riesgos institucionales de la enfermedad del presidente?

La propia idea de que el presidente haya contraído el coronavirus no es por sí sola desestabilizadora. Institucionalmente, el gobierno de EEUU tiene un plan de sucesión impresionante desarrollado en su 25 enmienda. Probablemente sea el mayor de cualquier país en el mundo. Ha funcionado en el pasado, especialmente durante la Administración de George W. Bush, cuando el presidente tuvo que ser sedado durante dos colonoscopias. En las actuales circunstancias, Trump no lidera el gobierno de Estados Unidos realmente, él se dedica a interrumpirlo durante intervalos medio aleatorios. Por lo tanto, su ausencia podría aumentar de forma paradójica la coherencia y la consistencia de la política norteamericana.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters)
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Esta extraña observación lleva implícito el mensaje de que lo verdaderamente desestabilizador de la administración Trump no son sus políticas, sino él: su impredecibilidad, sus estallidos de furia, los innecesarios ataques a los aliados y su ego. En ese sentido, la preocupación de los gobiernos extranjeros tendrá su efecto en la frágil psique del presidente. Es una visión prácticamente universal la idea de que los gobiernos en Europa piensan que Trump no es un personaje estable, más en el sentido de un niño que de un loco. Pero como cualquier padre sabe, encerrar a un niño en una habitación durante dos semanas no conduce a un buen comportamiento.

Por lo tanto, se presentan tres posibilidades, a cada cual más peligrosa.

-Trump hace cuarentena en la Casa Blanca durante los próximos 10-14 días exudando odio y frustración en Twitter. Esto podría producir fácilmente diatribas épicas dirigidas a cualquier objetivo que pase por su pantalla de televisión, incluyendo posiblemente aliados europeos y estadounidenses.

-En su aislamiento relativo, podría convertirse aún más paranoico sobre la elección y crear dudas y sembrar discordia sobre el caos postelectoral. Esto podría tener un impacto desestabilizador en la democracia estadounidense e, incluso, provocar enfrentamientos en las calles en la víspera de las elecciones.

-Trump echará de menos no poder hacer mitines en persona. En su intento desesperado por captar la atención insistirá en políticas más extremas para conseguir salir en los titulares de nuevo. Esto podría implicar el reinicio de la guerra comercial con China como castigo por iniciar el coronavirus o centrar sus problemas en Europa.

Trump es política e intelectualmente incapaz de tomarse la enfermedad en serio e implementar un plan eficaz contra la pandemia

El hecho de que el presidente haya contraído coronavirus seis meses después de que empezara la pandemia (pese a haber dicho hace 10 días que es muy difícil que alguien lo coja) también reforzará la idea de que la respuesta de EEUU ha sido, como poco, incompetente. Parece que la Administración Trump es política e intelectualmente incapaz de tomarse la enfermedad en serio e implementar un plan eficaz contra la pandemia incluso en la misma casa de Trump. La incompetencia se ha vuelto el eje central en el pensamiento de los europeos hacia la respuesta estadounidense contra el covid. Ha dañado la imagen de Estados Unidos y su capacidad para liderar de forma global y le ha dejado claro al mundo cómo de marcadas están las líneas ideológicas en el país.

Foto: Foto: Reuters

Probablemente, el efecto en la carrera presidencial, a la que la prensa presta gran parte de atención, sea menos grave sobre todo asumiendo que la enfermedad del presidente no va más lejos. La campaña de Trump se quedará atrapada durante dos semanas en la Casa Blanca y los focos se volverán a poner en su mala gestión de la pandemia. Sin embargo, las probabilidades de cada candidato se han mantenido estables durante una pandemia global, una fuerte recesión, enfrentamientos violentos y el resurgimiento de grupos de blancos supremacistas.

Las opiniones hacia Trump, tanto a favor como en contra, están fuertemente arraigadas y solo podría cambiar con algo tan extraño como que se convirtiera al islam. Cualquier simpatía que pueda generar su enfermedad será poca en comparación con la imagen de debilidad y vulnerabilidad que va a mostrar. El atractivo central de Trump siempre ha sido una imagen de fuerza y vitalidad de macho alfa. Pero nunca ha buscado recibir simpatía. Podemos esperar que la Casa Blanca se dedique a quitar importancia a las condiciones médicas del presidente incluso aunque esté a punto de morir.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Jeremy Shapiro y titulado 'Three dangers Trump's covid poses the world'

La noticia de que tanto Donald Trump como su esposa han contraído el coronavirus parece ser la primera de muchas sorpresas en este recién estrenado mes de octubre. Para un líder político, una enfermedad es tanto un reto personal como un reto institucional para asegurar que siga la continuidad y la confianza en el gobierno. El presidente de Estados Unidos también es una preocupación para todo el mundo. A nivel personal solo podemos desearle una rápida recuperación. Pero, ¿cómo debería ver el resto del mundo los riesgos institucionales de la enfermedad del presidente?