'Rastreadores de covid': La pandemia está acelerando la crisis de la democracia
Pablo Pombo se sumerge en la prensa internacional y selecciona los artículos imprescindibles para estar bien informado sobre la pandemia. Una 'newsletter' diaria solo para suscriptores
Nada está garantizado, tampoco la democracia. Por debajo de la agitada incertidumbre de nuestras vidas, puede estar dándose un movimiento tectónico histórico. El cambio tecnológico generó un desafío enorme para los sistemas políticos occidentales. Amenaza de declive. Crisis. Ahora, la pandemia dispara todos los riesgos. La crisis sanitaria restringe la libertad. La crisis económica golpea la igualdad. La desinformación y el populismo golpean la fraternidad. Lo que ocurra mañana dependerá de nosotros.
Crisis de legitimidad. Auge de la desinformación. Estados Unidos, primera democracia del mundo. Primer debate electoral, un espanto. Máxima polarización. Preludio de choque inminente. Indicador también de la pérdida general de calidad en las democracias occidentales. Conviene leerse este texto de Yascha Mounk uno de los intelectuales más robustos de la generación que maduró con el cambio de siglo. Publicado en 'The Atlantic' y titulado “La crisis que viene de la legitimidad”.
“Es fácil socavar la confianza del público en las elecciones (...) manipularlo a favor de un candidato es mucho más difícil (...) Independientemente de quién gane las elecciones, es probable que millones de estadounidenses duden de que el resultado sea justo. La legitimidad de la democracia estadounidense puede enfrentarse a una de las mayores pruebas que se recuerdan”.
¿Cómo hemos llegado a este punto? En buena medida, a través del cambio tecnológico y la expansión viral de la desinformación. “Nuestro ecosistema de información está girando hacia la irrealidad”. Falta muy poco para un salto enorme en el campo de la propaganda. La entrada de la inteligencia artificial llevará la desinformación a otro nivel. También en 'The Atlantic'. “La oferta de desinformación será pronto infinita”.
Desconfianza de la clase media. El cambio tecnológico no basta para erosionar la democracia. Hace falta una degradación de las condiciones materiales, del nivel de vida en la capa de la sociedad que sostiene el sistema político. La crisis económica generada por la pandemia ya está golpeando a la clase media.
'Wall Street Journal': “Sin trabajo y con deudas: el covid debilita las finanzas de la clase media. La pandemia está causando estragos en los hogares de los trabajadores administrativos que están cargados de préstamos”.
Si algo demuestra la historia, es que cuando el sistema deja de funcionar para la clase media, la clase media pierde confianza en el sistema.
Populismo y soledad. Otro motivo, psicológico, puede estar acelerando el deterioro de la democracia: la soledad. Esto del 'Financial Times' merece atención, es brillante: “¿Por qué la soledad alimenta al populismo?”.
“La soledad va a crecer inevitablemente a medida que encaremos la segunda ola y vuelvan las restricciones. El impacto no será solo para las personas mayores (...) recientes estudios demuestran que uno de cada cuatro adultos de UK se sintió solo durante el confinamiento”. ¿Quiénes se han sentido más solos? Los jóvenes de 18 a 29 años y los trabajadores con menos ingresos.
El artículo sostiene que los populistas manipulan la soledad para instalar las peores formas de división, remueven el miedo, la ansiedad y la inseguridad, manipulan las diferencias religiosas y étnicas, para ganar respaldo y lealtad.
El texto se corona con una reflexión de Hannah Arendt: “El aislamiento y la falta de relaciones sociales (...) la experiencia de no pertenecer al mundo para nada (...) el redescubrimiento del sentido y del respeto de uno mismo por medio de la entrega del yo individual a la ideología (...) es la esencia del gobierno totalitario”.
Conspiranoia, el otro virus. 'The Economist'. “Las protestas anticonfinamiento, secuestradas por los teóricos de la conspiración”. “La incertidumbre y la confusión sobre la naturaleza y los riesgos del virus facilitan que las teorías de la conspiración, que lo abarcan todo, resulten superficialmente atractivas. Y, por supuesto, se vean reforzados por publicistas de alto perfil, como el presidente Jair Bolsonaro de Brasil y, sobre todo, el propio Trump”.
Estas protestas contienen tres peligros. “Primero: pueden ser explotadas por fuerzas políticas [extrema derecha]”. “Segundo: alimentan y amplían el ámbito de las guerras culturales, dividiendo más la sociedad, cuando tendría que estar más unida”. Y “tercero: pueden desacreditar quejas perfectamente razonables sobre la respuesta a la pandemia”. “En todos los países, las respuestas de los gobiernos requieren escrutinio y, a menudo, protesta”.
Finalmente, el odio. En todo Occidente, cada vez más en toda Europa. 'The Guardian'. “Uno de cada tres niños de UK ha escuchado comentarios racistas en su escuela”. Nuestra sociedad debería pensar en esto. “Casi la mitad —el 46%— dice que ha sufrido 'bullying'. De ellos, casi tres cuartas partes dijeron que habían sufrido ansiedad, seis de cada 10, que les provocó no ir a la escuela o desear no ir”.
Bajo la misma cabecera, otro titular: “Portugal registra un aumento de la violencia racista a medida que aumenta la extrema derecha”. Ataques y amenazas de muerte a diputados, académicos y activistas.
Nada está garantizado, tampoco la democracia. Por debajo de la agitada incertidumbre de nuestras vidas, puede estar dándose un movimiento tectónico histórico. El cambio tecnológico generó un desafío enorme para los sistemas políticos occidentales. Amenaza de declive. Crisis. Ahora, la pandemia dispara todos los riesgos. La crisis sanitaria restringe la libertad. La crisis económica golpea la igualdad. La desinformación y el populismo golpean la fraternidad. Lo que ocurra mañana dependerá de nosotros.