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Moteles en Caracas: cuando los infectados de covid pasan a ser propiedad del Estado
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Más de 30 días encerrada esperando una PCR

Moteles en Caracas: cuando los infectados de covid pasan a ser propiedad del Estado

Según mandato presidencial, nadie que haya dado positivo puede pasar la cuarentena en casa. Cientos de pacientes, asintomáticos, han sido obligados a quedarse en moteles

Foto: Una jornada de desinfección dentro de un Centro de Diagnóstico Integral en Caracas. (EFE)
Una jornada de desinfección dentro de un Centro de Diagnóstico Integral en Caracas. (EFE)

"¿Qué estoy viendo ahorita? Lo único que puedo ver son las cuatro paredes del cuarto, el televisor y la luz del día por una ventana con rejas", dice Ana* a través de una nota de voz de WhatsApp. De fondo, se escuchan unos niños. En ese cuarto son tres huéspedes: ella, de 26 años de edad, y sus hijos pequeños. Están allí encerrados desde hace más de un mes cuando los llevaron, junto con otras 37 personas, en un autobús de la flota del metro de Caracas. Todos llegaron por una misma razón: durante un rastreo casa a casa, dieron positivo en una prueba rápida de covid-19.

Ana es asintomática, como los demás. Es vecina del municipio Los Salias de los altos mirandinos, un área montañosa, fresca y húmeda, donde hay varias ciudades dormitorio a 25 kilómetros de Caracas, recorriendo la carretera Panamericana. El lugar de reclusión es uno de los atractivos de la zona: un motel.

Foto: Unas mujeres pelan papas en Lima, Perú. (EFE)

La carretera Panamericana fue construida en 1956 y, décadas más tarde, se pobló de moteles, muchos de ellos con acomodación por horas para encuentros discretos, de quitar y poner. Con los años y la diversificación de la clientela, algunos se han transformado en moteles temáticos, cada uno decorado según un catálogo 'soft porn' de clichés que se ha ido desvencijando a medida que la emergencia económica y humanitaria de Venezuela acabó limitando también el acceso a algunos placeres.

En uno de esos establecimientos se encuentra Ana. “Los médicos están muy, muy pendientes de nosotros. No entran a las habitaciones. Solo por la ventanilla nos hablan. Por ahí también nos pasan la comida y las medicinas. Ese es el único contacto que tenemos con la gente”, dice.

Pasar el covid aislado en casa está prohibido y los medios de comunicación animan a “denunciar” los casos para sacarlos de sus casas

Lo que ella llama 'ventanilla' son, en realidad, las bandejas rodantes por las que, en la era prepandemia, huéspedes en poca ropa pedían 'room service' sin hacer contacto visual con los empleados del motel. Donde ahora se van acumulando los pacientes son cuartos diseñados para resguardar identidades, para encuentros que caducan, no para confinarse semanas o meses. No son resorts ni hospitales de campaña, son cápsulas para impacientes.

El Estado venezolano ejerce una especie de 'propiedad mixta' sobre los pacientes de covid-19. Lo anunció Nicolás Maduro el 7 de abril de 2020, cuando ordenó hospitalizar a todos los casos positivos de coronavirus. “Es una orden que doy, tenemos que avanzar a la hospitalización del 100% de los casos”, dijo. La medida buscaba evitar que los familiares se contagiaran. En ese momento, se registraban 40 casos. A día de hoy, se superan los 40.000, según cálculos oficiales.

Desde entonces, pasar la enfermedad aislado en casa significa contravenir un mandato presidencial y los medios de comunicación oficiales animan a “denunciar” los casos positivos para sacarlos de sus casas. Meses después de su orden, Maduro dijo con entusiasmo que Venezuela era “el único país del mundo” en que el Estado se encargaba completamente de los pacientes. Fiebre, cansancio, tos y silencio se convirtieron en los síntomas del virus venezolano.

Arepas crudas, PCR escasas

Los llaman “hoteles sanitarios”. Inicialmente, recibían a los venezolanos repatriados para cumplir una cuarentena preventiva. Ahora, reciben pacientes asintomáticos de transmisión comunitaria. Héctor Rodríguez, gobernador de Miranda, dijo el 5 de julio que en el estado (que abarca cuatro municipios de la Gran Caracas) han habilitado 37 hoteles: “Cada 30 personas tienen un dirigente político, un médico y un funcionario de seguridad, policía o efectivo de la Guardia Nacional Bolivariana que está las 24 horas atendiendo”. El medio 'Efecto Cocuyo' especifica que 10 de estos hoteles son cinco estrellas.

No es el caso del de Ana: “Lo que sí no es muy bueno son los desayunos y cenas. Son arepas o empanadas de maíz amarillo que casi siempre vienen crudas. Esa harina hay que saberla cocinar y me imagino que como preparan para mucha gente, las sacan rápido. Las empanadas son duras, duras, duras, incomibles. El miércoles, nos mandaron tortilla española, pero las papas venían crudas. El tetero, porque mandan alimento a los niños, a veces llega dañado”.

placeholder Una mujer camina frente a un aviso que promueve medidas de protección en Caracas. (EFE)
Una mujer camina frente a un aviso que promueve medidas de protección en Caracas. (EFE)

A estos confinados les dan comida, pero no agua. “Mi familia me auxilia y me trae agua”, dice Ana. Cuando no logran desayunar ni cenar, el papá de los niños intenta llevarles pan. “Es rudo. En estos días, llegaron las arepas crudas y el papá de los niños no pudo pasar porque él vive en Caracas y la vía estaba trancada por la cuarentena. Los niños lloraban porque tenían hambre”.

Semanas esperando una PCR

“El trato no es malo, pero tampoco tan bueno. Cuando nos ingresaron, nos dijeron que los familiares nos podían traer cosas en un horario comprendido de dos a tres de la tarde. Te dan desayuno, almuerzo y cena, pero la comida llega fría y no es la cantidad adecuada para una persona”, cuenta por su parte Mariela*, confinada desde el 17 de agosto en un hotel del municipio Chacao, en Caracas. “Aquí hay más de 200 personas”, dice. En su comunidad, un sector popular de la capital venezolana, varios vecinos tenían el virus y en una tanda de pruebas rápidas, la de ella salió positiva. 10 días después, todavía espera el resultado de la PCR que confirme su contagio.

El día que llegaron al motel, a Ana y a sus acompañantes les recomendaron que se prepararan psicológicamente para pasar 15 días allí. Llevan más de 30. Ana y sus hijos no han sido dados de alta porque no han llegado los resultados de la segunda prueba PCR, que debe dar negativa según el protocolo para considerar que un paciente ha superado la enfermedad.

“Llegamos un viernes y el lunes nos hicieron la primera PCR. Se tardó seis días el resultado positivo", explica Ana, que recuerda los días y las fechas con la memoria tallada en piedra de los condenados. De la segunda PCR, ni señas: están esperando el resultado desde el 7 de agosto. Lo mismo pasa en otros moteles donde los asintomáticos han protestado con cacerolazos.

El 11 de agosto, Venezuela superó los 1.000 casos diarios de coronavirus según el registro oficial. Días después, la cifra comenzó a bajar mientras hospitales, clínicas y conversaciones se llenaban de casos e historias de contagios y muertes. Para el diputado opositor y médico José Manuel Olivares, la causa no es la disminución de casos sino de la capacidad para realizar y analizar las PCR. “A pesar de que siempre ha sido un misterio cuántas PCR están procesando, estos números evidencian que se están quedando sin pruebas o sin capacidad de procesarlas. A la gente no la engañan”, escribió en su cuenta de Twitter desde su exilio colombiano.

Pero las PCR no escasean para todos. “Cuando Cilia me quiere dar un beso, me dice ‘contamíname’. Nos hacemos la prueba de PCR y cuando da negativo lo hacemos. Nos cuidamos”, dijo Maduro el 17 de agosto sobre su método de prevención conyugal.

Los dueños de los moteles no pueden negarse

'3 horas, $5. Amanecer matrimonial, $10', dice un letrero pegado en la taquilla de la recepción de un pequeño motel al noreste de Caracas, en una zona residencial.
A mediados de agosto, un mensaje sin autor rodó por los grupos de WhatsApp de los vecinos informando de que ese hotel sería “sanitario”: “Están asintomáticos, salieron positivos por la prueba rápida y están en espera de los resultados de la PCR para ser ubicados en otros espacios. El hotel no se va a tomar completamente, solo un piso. El hotel va a estar funcionando, abierto al público en general, los trabajadores van a realizar diariamente desinfección (…) En nombre de Dios, esperamos poder contar con ustedes. Los camaradas que deseen apoyar son bienvenidos”.

Una estantería de madera bloquea el paso a un pasillo largo, pintado en tono beis convaleciente. De ahí en adelante está el covid-19. “Ellos están aislados de nosotros. Entraron por otra puerta, que no es la principal”, dice un empleado del hotel.

Negarse a las peticiones gubernamentales no es una opción recomendada para dueños de moteles

Hace tres semanas, un funcionario de la gobernación de Miranda contactó a los dueños para pedirles ceder espacios para pacientes con covid-19. Negarse a las peticiones gubernamentales no es una opción recomendada para el empresario privado. “Nos dicen que son estudiantes [internacionales] de medicina integral comunitaria, pero no sabemos más nada, ni de dónde vienen. Hay dos médicos que no los dejan poner un pie afuera de la habitación. Hoy es el primer día que duermen aquí y el desayuno les llegó como a las 11 de la mañana. Tarde, pero les llegó”.

Manuel Rodríguez, dueño del hotel, envió un mensaje por WhatsApp para calmar algunos miedos: “Son atendidos y vigilados 24 horas por personal médico. Ellos no pueden salir de su habitación hasta cumplir la cuarentena. El personal del hotel está pendiente de que esto último se cumpla, por nuestra salud y la de la comunidad. Invito a la comunidad a dejar de lado las posiciones encontradas”.

Mientras los estudiantes internacionales cumplen la distancia social obligatoria, al hotel entran y salen clientes que pagan por intimidad: cinco dólares las tres horas.

Tratamiento y limbo

A Ana le dan dos pastillas de cloroquina por cinco días a las ocho de la noche. A Mariela, ivermectina cada 48 horas por 10 días, vitamina C y aspirina todos los días. El esquema de medicamentos que usa el Gobierno venezolano no es uniforme y se aleja de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.

La cloroquina y la hidroxicloroquina, fármacos genéricos que se usan para tratar la malaria o la artritis reumatoide, fueron desaconsejadas por la OMS para el tratamiento del covid-19. Sobre la ivermectina, un antiparasitario usado en animales y humanos, también hay dudas científicas de calibre.

Foto: (Montaje: EC)

Mariela dice que no hubiera podido negarse a ir al hotel. “Era una medida obligatoria”. Pero, aunque estaría más cómoda en casa, se siente más segura allí por las medicinas que, de manera preventiva, le da el Gobierno venezolano porque los resultados de su primera prueba PCR ni siquiera están listos. A Mariela no le han ofrecido ninguna información sobre la ivermectina: ni posibles efectos secundarios, ni su origen ni las polémicas sobre su uso. La toma sin saber si la necesita o si le hará bien. La toma porque es obligatorio.

En Venezuela, solo dos instituciones públicas analizan las PCR: ambas, en la Gran Caracas. Ningún laboratorio privado tiene permiso para hacerlas. En Colombia, por ejemplo, hay 53 laboratorios autorizados para analizar PCR. Según el diputado Olivares, Venezuela podría tener 16 laboratorios procesando pruebas, pero prefiere centralizar la información y, en consecuencia, las cifras de contagio.

Los médicos nos dijeron que tenemos derecho de tomar sol, pero la persona que es como representante de la parte política no nos deja

Las denuncias en redes sociales sobre la tardanza de los resultados de las PCR son cada vez más frecuentes y se agravan mientras las muestras son tomadas en lugares lejanos a Caracas. También se conoce sobre pruebas extraviadas o resultados que jamás llegan.

“Varias veces nos han dicho que hay pruebas que se pierden. La prueba duele, te meten un hisopo. A mí me rompieron la nariz y eso era sangre y sangre. No nos dejan ni asomarnos a la puerta. Los médicos nos dijeron que tenemos derecho de tomar sol, pero la persona que es como representante de la parte política no nos deja”, dice Ana, agotada. Al motel sigue llegando gente que no sabe cuándo podrá salir al sol. "Ahorita está 'full".

*Los nombres usados en este reportaje son ficticios para proteger a los implicados.

"¿Qué estoy viendo ahorita? Lo único que puedo ver son las cuatro paredes del cuarto, el televisor y la luz del día por una ventana con rejas", dice Ana* a través de una nota de voz de WhatsApp. De fondo, se escuchan unos niños. En ese cuarto son tres huéspedes: ella, de 26 años de edad, y sus hijos pequeños. Están allí encerrados desde hace más de un mes cuando los llevaron, junto con otras 37 personas, en un autobús de la flota del metro de Caracas. Todos llegaron por una misma razón: durante un rastreo casa a casa, dieron positivo en una prueba rápida de covid-19.

Nicolás Maduro OMS
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