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Esta mujer vivió más de dos años en la copa de un árbol para que no lo talaran
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RESISTIÓ VIENTOS DE 150 KILÓMETROS/HORA

Esta mujer vivió más de dos años en la copa de un árbol para que no lo talaran

Subió voluntaria a una secuoya de 55 metros de altura pensando en que estaría allí una o dos semanas, pero permaneció 738 días consecutivos sin bajar

Foto: Julia Hill, en lo alto de la secuoya en la que pasó más de dos años de su vida (Foto: Flickr/Idee Contagiose)
Julia Hill, en lo alto de la secuoya en la que pasó más de dos años de su vida (Foto: Flickr/Idee Contagiose)

Julia Hill es una eminencia en el entorno de los activistas medioambientales. Su nombre, unido al de su apodo 'butterfly' (mariposa), es uno de los más importantes en la historia de la lucha en favor de la naturaleza. Y no es para menos: se pasó más de dos años viviendo en la copa de una secuoya milenaria para evitar que fuera talada. Y lo consiguió.

El 10 de diciembre de 1997, Julia se subió a un árbol de 55 metros de altura. Se ofreció voluntaria para frenar la tala de un grupo de secuoyas milenarias, pensando que estaría una semana o dos en la copa del árbol. Sin embargo, no bajó hasta 738 días después, el 18 de diciembre de 1999, convertida ya en toda una heroína.

Durante el primer año tuvo que mantenerse sobre una plataforma de dos metros de largo por uno de ancho, aunque después pudo montar "un segundo piso" en las alturas. Le subían la comida cada día por medio de una cuerda y pasaba parte de los días atendiendo a los medios de comunicación que querían contar su historia. Pero, cuando colgaba el teléfono que utilizaba para las entrevistas, estaba completamente sola junto a Luna, el nombre que puso a la secuoya.

Dos años sola

Julia Hill ha contado a la BBC cómo fue su durísima experiencia: "Había mucha humedad y hacía frío. Aun con la lona de plástico que me servía de techo y paredes, hasta la niebla penetraba y la lluvia encontraba pequeños agujeros por donde gotear desde las ramas a la plataforma". Tuvo que enfrentarse a vientos de más de 150 kilómetros por hora colgada a una altura como la de un edificio de 18 pisos.

Julia pasó 738 días en lo alto de una secuoya, a 55 metros de altura, como si estuviera a la intemperie en un edificio de 18 pisos

Sus recuerdos son una mezcla de dolor y orgullo: "Soportar el peor invierno registrado en la historia a 18 pisos de altura, en una pequeña plataforma en el cielo, me desafió en todos los aspectos. Mi deseo de sentir calor y secarme, el miedo a morir. Fui llevada al límite de todos los posibles temores que tenía. Y fue a través de esa experiencia como evolucioné como un ser humano".

Julia sufrió la ira de la empresa maderera a la que se enfrentó: cortaron su suministro de alimentos, hicieron sonar bocinas día y noche para que no pudiera dormir y trataron de que abandonara su protesta por todos los medios. Recuerda que "soy un ser humano. Hubo momentos en los que dije 'no aguanto más'. Momentos en los que me enrosqué en posición fetal a llorar, diciendo no puedo más, ni un minuto más". Pero resistió.

Su descenso fue recogido por decenas de televisiones, que contaron al mundo su proeza. No bajó del árbol hasta que consiguió que no lo cortaran: fue gracias a la colecta que otros activistas realizaron y con la que consiguieron 50.000 dólares (unos 45.000 euros) con los que pagar a la maderera que era dueña de los terrenos. Así lograron salvar a la secuoya y a un parque de unos 12.000 metros cuadrados.

Cuando bajó, Julia cayó al suelo: "Fue una sensación extraordinaria cuando toqué tierra por primera vez. La gente pensó que había caído porque mis músculos no eran lo suficientemente fuertes. Pero, en realidad, caí al suelo porque las emociones, la energía y todas las sensaciones eran tan profundas que no me podía mantener en pie". Hoy sigue siendo una activista por la naturaleza y los derechos medioambientales y recuerda su historia con orgullo en el libro 'El legado de Luna: la historia de un árbol, una mujer y la lucha para salvar las secuoyas'.

Julia Hill es una eminencia en el entorno de los activistas medioambientales. Su nombre, unido al de su apodo 'butterfly' (mariposa), es uno de los más importantes en la historia de la lucha en favor de la naturaleza. Y no es para menos: se pasó más de dos años viviendo en la copa de una secuoya milenaria para evitar que fuera talada. Y lo consiguió.

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