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La verdadera receta de la vacuna de Putin: nacionalismo, propaganda y mucho humo
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LAS CRÍTICAS POR SU GESTIÓN SE LE ACUMULAN

La verdadera receta de la vacuna de Putin: nacionalismo, propaganda y mucho humo

El anuncio del presidente ruso sobre la primera vacuna registrada contra el covid-19 ha hecho arquear la ceja al resto del mundo. Nadie espera nada de Moscú a nivel científico o médico

Foto: Rusia, el primer país en registrar una vacuna contra el coronavirus. (Reuters)
Rusia, el primer país en registrar una vacuna contra el coronavirus. (Reuters)

Si la carrera por la vacuna contra el coronavirus fuese una maratón, lo que Rusia hizo este martes equivale a presentarse en la línea de meta media hora antes que el resto de participantes, sin haber sudado una gota, con toda la pinta de haber cogido el metro y sin embargo autodeclarándose el vencedor de la competición.

Este martes, el presidente ruso, Vladimir Putin, se dirigió con semblante serio a todos los ministros de su gabinete por videoconferencia y les anunció —o más bien, al resto del planeta— que Rusia había aprobado la primera vacuna del mundo contra el covid-19, bautizada como Sputnik V en un claro intento por reeditar una carrera geopolítica, ya no para conquistar el espacio sino para acabar con una pandemia que ha matado a más de 737.000 personas.

Foto: (Foto: Reuters)

Hace un par de semanas, Kirill Dmitriev, jefe del Russian Direct Investment Fund, el fondo que está financiando la investigación para la vacuna, lo advirtió: “Estamos ante un momento como el del Sputnik”, en referencia al primer satélite jamás puesto en órbita, en 1957. "Los estadounidenses se sorprendieron cuando escucharon el pitido del Sputnik y lo mismo ocurrirá con la vacuna: Rusia la tendrá primero".

Pese a las ínfulas lunáticas del anuncio, nadie fuera de Moscú lo ha tomado en serio. Pronto todo espectador relevante ha girado la cabeza para seguir a los verdaderos competidores de esta carrera por la vacuna, que ahora mismo están en China, Estados Unidos y Europa.

Si lo que pretendía Putin era dar un golpe de efecto y poner a Rusia en el mapa, no lo ha logrado. Lo único a lo que apunta el anuncio es a la desesperación del líder ruso.

La vacuna Gam-COVID-Vac

Actualmente hay dos enfoques principales sobre cómo hacer una vacuna contra el SARS-CoV-2 que desarrolle una inmunidad duradera. El primero es usar una forma atenuada del virus, mediante partes de su ARN, y la otra es utilizar un vector —habitualmente otro virus— al que se le ha quitado la capacidad de replicarse pero que puede lograr aflorar en nuestro organismo los mecanismos necesarios para defenderse del covid-19.

De las del primer tipo (ARN) la más prometedora ahora mismo es la de la empresa estadounidense Moderna; de las del segundo tipo (vector viral no replicante) la china CanSino Biologics o la vacuna de la Universidad de Oxford y Astra Zeneca lideran todas las apuestas. Como muchas otras competidoras en esta carrera, ambas están basadas en adenovirus, patógenos leves como los que provocan el resfriado. La vacuna rusa sigue exactamente este manual de instrucciones, tanto que varias empresas y centros de investigación de Canadá, Reino Unido y EEUU acusaron el mes pasado al Kremlin de 'hackear' sus servidores en busca de información sensible sobre vacunas.

Algunos prototipos, como el de CanSino, están basados en un adenovirus 5 (Ad5) y otros en un adenovirus 26, como la vacuna que desarrolla Johnson & Johnson. La apuesta rusa ha tirado por el camino del medio y emplea ambos adenovirus, el 5 y el 26. "En general, la idea detrás de la vacuna no parece ser extraña en absoluto, solo los plazos de desarrollo", opina en su blog de 'Science' el experto en desarrollo de fármacos Derek Lowe, que tilda el anuncio ruso de "truco publicitario" que "inspira pena más que respeto".

placeholder Vladimir Putin, anunciando la aprobación de la vacuna. (Reuters)
Vladimir Putin, anunciando la aprobación de la vacuna. (Reuters)

La jugada es muy parecida a la que protagonizaron hace varias semanas, cuando Moscú aprobó el primer medicamento para el tratamiento del covid-19. El fármaco se llamaba Avifavir y pronto se destapó que solo era una versión genérica del favipiravir, un antigripal japonés que sonó mucho en los primeros meses de la pandemia —la empresa Fujifilm tiene la patente— pero pronto se descartó por su baja efectividad y cuantiosos efectos secundarios.

Ahora, pese al anuncio de Putin de que Rusia es el primer país en aprobar una vacuna contra el coronavirus, en la carrera de las vacunas que están siendo desarrolladas la Gam-COVID-Vac estaría muy lejos de las posiciones de cabeza que actualmente ocupan CanSino Moderna, Oxford o la alemana BioNTech, que está produciendo su vacuna junto a Pfizer. Todas estas están ya en fase III, es decir, siendo administradas a un gran número de personas para certificar que la vacuna protege contra el virus y no genera ningún efecto secundario a largo plazo.

Se saltaron muchos pasos

Técnicamente, la vacuna de Putin estaría entre las fases I y II, dado que se habría administrado a solo un número reducido de personas. Según Moscú, a unos cien voluntarios, incluyendo a una de las dos hijas de Putin; según el ensayo clínico registrado, y del que todavía no hay datos, a unas 38 personas en dos tandas. De hecho, el propio ensayo clínico preveía terminar sobre el 15 de agosto, pero incluso sin haberse difundido los resultados o aparecer —como sus rivales— en alguna publicación científica, Rusia se ha lanzado a la piscina y la ha registrado antes incluso de comenzar la fase III.

Todo lo que sabemos es que, según un comunicado del Ministerio de Defensa ruso, los 18 soldados que probaron la vacuna en esa primera tanda no han sufrido ningún percance serio. "A los 28 días de la vacunación, los signos vitales de los voluntarios permanecieron dentro de niveles normales", concretaba. Lo habitual en este tipo de desarrollos es esperar entre tres y seis meses antes de pasar a la fase III de la vacuna, dado que algunos efectos secundarios pueden aflorar varias semanas después de la inyección.

Es también lo que están haciendo el resto de competidores, por ello —y pese a que muchas de estas fórmulas han sido probadas con anterioridad para otros usos— ninguna farmacéutica se ha atrevido a garantizar una vacuna eficaz y segura en el mercado hasta finales de 2020 o comienzos de 2021.

Rusia, sencillamente, ha optado por saltarse todos estos pasos.

"La probabilidad de que Rusia haya tomado algún atajo para anunciar la vacuna antes, sumado a que las instituciones que deben testear y aprobar dicha vacuna tienen poca credibilidad y muy poca independencia, nos obliga a tomarnos con mucha cautela este tipo de noticias", asegura a El Confidencial Nicu Popescu, director del programa de Wider Europe en el European Council on Foreign Relations. "Hasta que no pasen unos meses, el mundo no sabrá si esta vacuna rusa funciona o no".

Un centro científico desconocido

Isabel Sola, investigadora en coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología, lidera actualmente uno de los proyectos españoles de posible vacuna contra el SARS-CoV-2. Como el resto del mundo académico, Sola comparte las sospechas con respecto a la vacuna rusa. "La verdad que es difícil analizar este caso porque apenas hay información y por eso todo se ha recibido con mucho escepticismo", explica. "No hay nada publicado y ni siquiera sabemos en qué fase están, así es imposible fiarse y no es como funciona la ciencia".

De nuevo, no es tanto la vacuna en sí sino todo lo que rodea a su desarrollo, que oficialmente empezó el 17 de junio, mucho más tarde que sus competidores. "De lo poco que sabemos, todo según sus notas de prensa, es que usa el adenovirus 26 que vehiculiza la proteína S" o 'spike', uno de los marcadores que alertan al organismo de que el virus ha entrado en el edificio. "Esto podría cuadrar porque no es la única vacuna en proceso que sigue este camino, por ejemplo, la que está desarrollando Johnson & Johnson es igual y sus resultados han sido bastante prometedores", añade Sola.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin. (Reuters)

Otro factor alimenta la suspicacia sobre la vacuna y sobre las acusaciones de que Rusia ha podido obtener parte de la investigación de forma ilícita. En un mundo donde impera la colaboración —no solo entre científicos sino también con la industria, con farmacéuticas aliándose con universidades o empresas para facilitar la producción de las vacunas— todo lo que rodea a la Gam-COVID-Vac sale de un único organismo: el Instituto de Investigación Gamaleya, nombrado en honor a Nikolay Gamaleya, un médico y microbiólogo pionero que logró erradicar la viruela de la Rusia de principios del siglo XX.

Los últimos logros internacionales del centro datan de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, cuando hicieron grandes contribuciones a vacunas contra la brucelosis o la disentería. Pero hace décadas que se descolgaron. "Sinceramente no conozco el instituto que está desarrollando la vacuna rusa y, de nuevo, como apenas hay información es difícil ir más allá", reconoce Sola. "Pero lo que sí puedo decir es que Rusia no es una gran potencia en el campo de la biomedicina y que no tengo constancia de ningún grupo ruso que destaque en el estudio de los coronavirus".

Vladimir Putin ha ordenado que empiece la producción de esta vacuna con el objetivo de empezar a vacunar en masa a sus ciudadanos en octubre, empezando por los trabajadores sanitarios: "Sé que funciona de forma bastante efectiva, forma una inmunidad estable", ha declarado el presidente ruso. En realidad, no lo sabe. No se sabe nada aún sobre los efectos inmunogénicos de la vacuna, sobre la duración de la inmunidad y, lo más importante, sobre si es segura.

"El coronavirus le ha complicado la agenda a Putin. Él pensaba que en 2020 relanzaría el putinismo como modelo, pero le ha salido el tiro por la culata"

Buscar el golpe de efecto

Es sabido que Putin prefiere crear terremotos a sufrirlos, pero este último año prácticamente solo ha recibido malas noticias. Y la explicación a la rapidez con la que han anunciado la nueva vacuna podría estar detrás de estas pequeñas catástrofes que, sumadas juntas, ponen en riesgo la estabilidad del sistema a largo plazo. "El coronavirus le ha complicado la agenda a Putin. Él pensaba que en 2020 lanzaría un referéndum para reforzar su legitimidad y relanzar el putinismo como modelo, pero le ha salido el tiro por la culata", asegura a este diario Nicolás de Pedro, investigador sénior del Institute for Statecraft de Londres.

La mala gestión de la pandemia a nivel nacional —más de 15.000 muertes según datos oficiales— se ha sumado al estancamiento económico y a la corrupción endémica que perseguía al país, que lleva tiempo sin esbozar confianza en el futuro. Pero el coronavirus no lo es todo: las recientes protestas en Khabarovsk, una región a 8.000 kilómetros de Moscú en donde miles de personas salían a las calles a gritar "abajo el zar" tras el arresto del gobernador Sergei Furgal, han añadido otra piedra a la mochila del Kremlin.

Este cóctel molotov de problemas explican el reciente batacazo en las encuestas. Según la agencia independiente Levada Center, el presidente de Rusia ha registrado una caída continuada desde su máximo histórico del 89% —tras la invasión de Crimea en 2014— hasta el 58% el pasado mes de mayo. Y, en esa precaria situación, Putin y el putinismo necesitan un golpe de efecto. Necesitan su Sputnik particular.

Foto: Logos de WeChat y TikTok. (Reuters) Opinión

"Como Putin no tiene nada muy ilusionante que ofrecer a sus ciudadanos, llegar los primeros a la vacuna sería un golpe de efecto mundial que les permitiría luchar contra la narrativa actual y decir: somos un gran país, hemos conseguido ser los primeros", afirma el analista español.

Por supuesto, Rusia no es el único país que quiere ser el primero en encontrar una vacuna. No hay sistema político que rechace la popularidad —y legitimidad, siempre importante para el putinismo— que provoca ser el primero en llegar a la meta geopolítica en la carrera por la vacuna. Sin embargo, a diferencia de otros países, el anuncio de la vacuna por parte de Moscú ha sido recibido con cautela, escepticismo o, directamente, desprecio en las principales capitales del mundo. "Es normal que haya dudas. Es la contrapartida de usar la mentira como arma estratégica durante años", recalca De Pedro. "Si en vez de Rusia este anuncio lo hace Japón, todos estaríamos seguros de que funciona. Pero con Rusia queda esa duda. Ni siquiera los propios rusos se lo creerán del todo".

Si la carrera por la vacuna contra el coronavirus fuese una maratón, lo que Rusia hizo este martes equivale a presentarse en la línea de meta media hora antes que el resto de participantes, sin haber sudado una gota, con toda la pinta de haber cogido el metro y sin embargo autodeclarándose el vencedor de la competición.

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