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Confesiones de un policía de Nueva York: "Tengo miedo de hacer mi trabajo"
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Se siente como un chivo expiatorio

Confesiones de un policía de Nueva York: "Tengo miedo de hacer mi trabajo"

"Yo estoy de acuerdo con las manifestaciones pacíficas. Usted puede manifestarse todo lo que quiera, pero sin violencia"

Foto: Un agente de la Policía de Nueva York. (Reuters)
Un agente de la Policía de Nueva York. (Reuters)

El asesinato de George Floyd, estrangulado con una rodilla mientras suplicaba por su vida durante casi nueve minutos, fue un crimen tan abominable que las emociones tomaron las calles en estampida. No se trataba, ni mucho menos, del primer homicidio de este tipo, y quizás el alto desempleo y la frustración de los meses de confinamiento aportaron su inercia a la mayor ola de protestas y disturbios de los últimos cincuenta años en Estados Unidos.

En medio del frenesí de marchas y exigencias, nos hemos olvidado de preguntar a una pieza clave de este drama: los policías que, de la noche a la mañana, dicen haber sido mancillados por el mal comportamiento de algunos compañeros y denigrados por una sociedad entregada a la redención y al efecto catarsis; a hacer de ellos el chivo expiatorio, la fuente de todos los problemas de violencia y racismo.

Foto: Oficiales de policía en Nueva York, durante las protestas por la muerte de George Floyd. (Reuters)

La sensibilidad policial no es anecdótica. De su moral depende la seguridad en las calles. Literalmente: si la Policía se siente abandonada o vilipendiada, baja la guardia, el crimen aumenta y la gente muere. Varios estudios han probado este vínculo y ahora lo podemos ver con nuestros propios ojos en Nueva York, donde los tiroteos se han triplicado en julio con respecto al mismo periodo de 2019 y los homicidios han subido un 60%. El Confidencial ha hablado con uno de ellos. Un policía latino que patrulla las calles y ha estado en primera línea durante las protestas.

“Había experimentado este clima, pero no a este nivel”, dice el agente, al que llamaremos con el seudónimo de Andrés, dado que prefiere guardar el anonimato. “El odio a la policía ha aumentado. La gente cree que vamos a reaccionar mal y a matar a una persona. No entienden que uno es humano y que está ahí para ayudarlos, no para hacer daño. Aún así nos llaman más que antes”.

El odio a la policía ha aumentado. La gente no entiende que uno es humano y que está ahí para ayudarlos, no para hacer daño

La imagen del cuerpo no pasa, comprensiblemente, por su mejor momento. En las primeras semanas de protestas hemos visto a la Policía golpear a manifestantes, empujarlos por la espalda, rociarlos con espray de pimienta o lanzar un todoterreno a través de una multitud. 'The New York Times' recopiló 60 vídeos de casos como estos. Abusos que, según Andrés, son reales, pero solo representan una porción de la actuación policial. “Sí hay policías que han cometido abusos. Yo lo he visto. No lo voy a negar. Pero no todos somos iguales. Desgraciadamente la gente generaliza”.

El policía dice echar de menos los vídeos que muestran lo contrario: el lanzamiento de botellas, fuegos artificiales y cócteles molotov contra los agentes, el robo sistemático de negocios o la destrucción de sus coches. En la primera semana de protestas, una cincuentena de vehículos policiales fueron dañados o destruidos. Trece de ellos calcinados. En las semanas siguientes, más de 300 solo en Nueva York.

Foto: Un coche de policía, delante de la puerta del hotel Trump en Washington. (Reuters)

“Yo estoy de acuerdo con las manifestaciones pacíficas. Usted puede manifestarse todo lo que quiera, pero sin violencia”, dice Andrés. “Pero la gente hacía lo contrario. Vandalismo, reventaban los negocios... Era todo un desastre. Nosotros tratábamos de seguir los protocolos. Cuidándome yo, cuidando a otros compañeros para que no les pase nada. Uno hace su trabajo y quiere volver a casa con sus seres queridos”.

En sus escasos ratos libres, si ponía las noticias, no reconocía lo que había visto en persona algunas horas antes. “Lo que dicen los medios no es la verdad. Dicen que las personas protestaron pero que la policía empezó a golpear. Y, o bien no estaban ahí y no vieron lo que pasó en realidad, o bien no dicen la verdad. La prensa solo se centra en que si la policía hizo esto y lo otro”.

Nosotros tratábamos de seguir los protocolos. Uno hace su trabajo y quiere volver a casa con sus seres queridos

El agente dice que hay una diferencia generacional en el seno del departamento: los abusos, así como los ocasionales chascarrillos racistas entre compañeros, suelen ser cosas de los veteranos, que fueron entrenados de otra manera. “Los policías nuevos son más conscientes de que no se pueden hacer las cosas que se hacían antes”, dice Andrés.

Sea como fuere, la imagen del cuerpo ha empeorado, como dice un informe de la fiscal general del Estado, Letitia James, en el que pide potenciar la transparencia y más opciones para procesar a los agentes acusados de mala conducta. “La Policía no debería de vigilarse a sí misma, punto. Y requiere cambio y requiere reforma”, dijo James. “¿Por qué se trata a esta agencia de manera tan diferente a todas las demás?”

Abolir la Policía

La presión social se ha manifestado en las llamadas a “desfinanciar” o incluso a “abolir” la Policía. Demandas que llaman a minimizar los recursos y la autoridad de los agentes, beneficiados por el endurecimiento de las leyes del Código Penal de los años noventa y a diversificar la respuesta a las emergencias. En lugar de mandar siempre un coche patrulla, en algunos casos podrían funcionar mejor los psicólogos o los servicios sociales, al estilo de lo que se hace ya en algunas ciudades.

El Ayuntamiento, impelido por una parte de la opinión pública y rodeado hasta hace dos semanas por un campamento de protesta, ha tomado medidas: ha recortado un 17% el presupuesto de 6.000 millones de dólares del departamento y ha prohibido técnicas polémicas, como la llave de estrangulamiento y la posibilidad de inmovilizar a un sospechoso colocándole la pierna en el pecho o en la espalda. Lo cual no ha sentado bien en el gremio.

placeholder Un manifestante frente a agentes antidisturbios de la policía de Nueva York. (Reuters)
Un manifestante frente a agentes antidisturbios de la policía de Nueva York. (Reuters)

Joe Giacalone, expolicía y profesor de la universidad CUNY, dijo al canal CBS que estas medidas pueden tener dos consecuencias. Por un lado disuadirán a la Policía de hacer su trabajo, por ejemplo a la hora de arrestar o de perseguir a un sospechoso y, por otro, estimularán la utilización de otras técnicas violentas. “Vamos a ver un aumento del uso de instrumentos no letales como los taser, la porra o el spray de pimienta. Van a incapacitar a la gente antes de ponerle las esposas”.

El jefe de policía de Nueva York, Terence Monahan, ha dicho que la prohibición de poner la pierna en el pecho o la espalda es “una locura”: una forma de maniatar a los policías, que lidian a diario con criminales violentos y necesitan esta opción. Diferentes sindicatos del cuerpo han protestado y han hecho presión entre bastidores para que el alcalde no aprobase estas leyes. Ningún miembro del departamento de Policía estuvo presente durante la ceremonia de la firma.

Las reformas, junto al clima de desconfianza hacia los agentes, que allí donde van suelen ser espiados y grabados con el móvil como si fueran a matar a alguien, han afectado a su moral y a su rutina de trabajo. “Los criminales saben que pueden hacer cosas que antes no podían”, dice Andrés. “Nadie se va a dejar arrestar, ¿cierto? Si el policía, durante el forcejeo, le pone la pierna encima a otra persona, en el pecho o en la espalda, puede ir a la cárcel. Y sinceramente yo no quiero ir a la cárcel. Ahora uno se lo piensa mejor. No hace lo que hacía antes, así que no voy a ser tan activo a la hora de arrestar a alguien, por el miedo que uno tiene”.

Si el policía, durante el forcejeo, le pone la pierna encima a otra persona puede ir a la cárcel. Ahora uno se lo piensa mejor. No hace lo que hacía antes

He aquí una de las razones, quizás la más importante, del aumento desproporcionado de los tiroteos y los homicidios en Nueva York: una ciudad que ha tenido el mes de junio más violento desde 1996. Los policías se han vuelto tímidos, han perdido las ganas de defender a una sociedad que los ve más como unos matones que como unos protectores. Y al mismo tiempo, usan esta actitud como herramienta de fuerza: ya que somos tan malos, a ver qué hacéis sin nosotros.

Las llamadas a “desfinanciar” la Policía han generado conflicto en el Ayuntamiento. Algunos concejales se quejan de que estas demandas vienen de fuera, de grupos activistas o de congresistas de Washington. Y de los barrios adinerados de la ciudad, como Park Slope, en Brooklyn, o zonas de Manhattan. Vecindarios estables y prósperos, sin apenas crimen, que por tanto no tendrían que pagar el precio de un recorte en las fuerzas de seguridad.

“No podemos permitir que personas de fuera de nuestra comunidad nos sermoneen sobre nuestras vidas negras y sobre lo que necesitamos”, declaró Daneek Miller, concejal de Queens y copresidente del Caucus Negro, Latino y Asiático. “La gente negra quiere estar segura, como todo el mundo, simplemente queremos que se nos respete”.

Cuando Nueva York fue presa, cada noche durante un mes, de las explosiones de fuegos artificiales en las calles y en los patios interiores, la Policía optó por observarlos desde sus coches patrulla. “No vamos a hacer lo que hacíamos antes. ¿Cómo vamos a dispersar a la gente?”, dice Andrés. “No queremos meternos en problemas. Que revienten todo lo que quieran reventar porque no podemos hacer nada, desgraciadamente. Porque todo nos lo impugnan y todo lo que hacemos está mal. Para qué meternos en problemas”.

El asesinato de George Floyd, estrangulado con una rodilla mientras suplicaba por su vida durante casi nueve minutos, fue un crimen tan abominable que las emociones tomaron las calles en estampida. No se trataba, ni mucho menos, del primer homicidio de este tipo, y quizás el alto desempleo y la frustración de los meses de confinamiento aportaron su inercia a la mayor ola de protestas y disturbios de los últimos cincuenta años en Estados Unidos.

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