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Un argentino cruza el Atlántico solo en un velero para reencontrarse con su familia
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MÁS DE 9.000 KILÓMETROS EN SOLITARIO

Un argentino cruza el Atlántico solo en un velero para reencontrarse con su familia

El coronavirus le dejó aislado en Europa y se las ingenió para poder volver a ver a sus padres tras la pandemia, después de una gran aventura

Foto: Juan Manuel Ballestero cruzó el Atlántico en solitario durante 82 días en su velero (Foto: Facebook)
Juan Manuel Ballestero cruzó el Atlántico en solitario durante 82 días en su velero (Foto: Facebook)

A Juan Manuel Ballestero, un aventurero argentino de 47 años, la pandemia le pilló a 10.000 kilómetros de su casa. Se había comprado un velero en Barcelona y viajaba por el archipiélago de Madeira cuando, una tras otra, comenzaron a cerrarse las fronteras de diferentes países. Era el mes de marzo y su embarcación se convirtió en su hogar sobre el agua.

Estaba a más de 9.000 kilómetros de su casa y separado de sus padres por un océano. Pero eso no le impidió tomar la decisión más arriesgada de su vida: cruzaría el Atlántico en solitario con su recién estrenado velero con tal de poder regresar a Argentina y cuidar de sus padres. Tienen 82 y 90 años, respectivamente, y eran personas de riesgo de las que había que estar pendiente.

Foto: La familia Tambo tuvo que recorrer 600 kilómetros entre carreteras y caminos (EFE/Paolo Aguilar)

Juan Manuel confiesa a la BBC que, por un momento, pensó en lo peor: "Si este era un virus imparable, era la última opción que tenía de volver a verlos". Así que se hizo con una radio de alta frecuencia, un sistema que le permite identificar objetos cercanos y varias cartas náuticas y se hizo a la mar. Tenía por delante varias semanas de navegación en solitario.

No era la primera vez

Este aventurero ya sabía lo que es cruzar el Atlántico, ya que hizo el trayecto entre Barcelona y Mar del Plata en el año 2010 en otra aventura. Pero esta vez iba a ser diferente: no podía hacer escalas en diferentes puertos debido a la pandemia, por lo que dibujó su trayecto de forma que solo parara en una ocasión: sería en Cabo Verde, en África, para cargar combustible por si necesitara navegar con el motor en algún momento de la travesía.

Sin embargo, no pudo ni acercarse. Cuando fue a entrar en las aguas territoriales de esta excolonia portuguesa, una embarcación de la policía se lo prohibió e, incluso, llegó a embestir su velero. No fue el único susto que se llevó en la costa de África: tras poner rumbo hacia Argentina definitivamente, fue perseguido por unos piratas, pero logró despistarlos cambiando de rumbo y aprovechando la oscuridad de la noche.

Juan Manuel Ballestero recuerda que su peor momento fue a mitad de la travesía entre África y América, en el momento en el que el viento desapareció. Pasó una semana varado y comenzó a temer por su vida ya que los alimentos y el agua que llevaba a bordo eran limitados: "Encerrado en un mundo de calma, quietud y silencio me sentí un ser muy pequeño. Después de unos días, estaba perdiendo la cordura. Quedas encerrado con tu mente. Es cuando más la tienes que controlar".

Llevaba 160 latas de alimento para la travesía: lentejas, alubias con chorizo, atún, frutas en conserva, etc.

Después de 10 días de calma volvió el viento y pudo retomar la travesía, pero aún le quedaba un último susto: una ola gigante que dio la vuelta al velero. La suerte quiso que ya estuviera cerca de Brasil y pudiera llegar a la ciudad de Vitória para poder hacer algunos arreglos. Ya solo quedaba el tramo final, aunque tendría que hacerlo con algunos moratones producto del vuelco.

Finamente, después de 82 días de travesía, Juan Manuel llegó al puerto de Mar del Plata, donde aún tuvo que esperar tres días más sin salir de su velero. Después, pudo volver a abrazar a sus padres justo a tiempo para celebrar el día del padre que se celebra en América en el mes de junio. Lo recibieron como un héroe, exactamente lo que eso: no todo el mundo es capaz de cruzar el Atlántico en solitario en medio de una pandemia.

A Juan Manuel Ballestero, un aventurero argentino de 47 años, la pandemia le pilló a 10.000 kilómetros de su casa. Se había comprado un velero en Barcelona y viajaba por el archipiélago de Madeira cuando, una tras otra, comenzaron a cerrarse las fronteras de diferentes países. Era el mes de marzo y su embarcación se convirtió en su hogar sobre el agua.

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