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Una madre camina 600 kilómetros con sus tres hijas para escapar del coronavirus
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CON UNA DE ELLAS SOBRE SU ESPALDA

Una madre camina 600 kilómetros con sus tres hijas para escapar del coronavirus

La terrible hazaña de una mujer peruana que tuvo que recorrer el país andando para poder volver a su casa en la Amazonía y huir del covid-19

Foto: La familia Tambo tuvo que recorrer 600 kilómetros entre carreteras y caminos (EFE/Paolo Aguilar)
La familia Tambo tuvo que recorrer 600 kilómetros entre carreteras y caminos (EFE/Paolo Aguilar)

La vida de la familia Tambo parecía ver la luz. Amelie, la hija mayor, había conseguido una beca para estudiar en la Universidad Científica del Sur, un prestigioso centro universitario de Lima. Así que su madre hizo las maletas y, junto a sus otras dos hijas pequeñas, se trasladó desde Chaparnaranja, un remoto pueblo amazónico, a la capital de Perú. Allí alquilarían una habitación para todas y la madre conseguiría dinero trabajando en un restaurante.

Sin embargo, los sueños no han tardado en saltar por los aires. La llegada del coronavirus a Perú ha acabado con sus esperanzas: en un país donde casi el 70 por ciento de la población trabaja en la economía sumergida, el confinamiento provocó primero la desaparición de la mayoría de los empleos y, después, que muchas familias se hayan visto sin dinero para pagar el alquiler ni su alimentación.

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Así que María, Amelie y las otras dos pequeñas, Yacira y Melec, decidieron regresar a su aldea a casi 600 kilómetros de distancia en la región amazónica de Ucayali. Pero con el transporte público clausurado, la única opción de hacerlo fue caminando, una opción desesperada pero que se convirtió en su única posibilidad: "Sé el peligro en el que estoy poniendo a mis hijos, pero no tengo otra opción. O muero tratando de salir de aquí o muero de hambre en mi habitación".

Un viaje duro y peligroso

María fue contando su historia a la CNN, mientras recorría carreteras y caminos. Un viaje épico y peligroso que tuvo que realizar llevando sobre su espalda a la más pequeña, Melec, y tratando de cuidar de Yacira, de solo 7 años. Y, si la distancia ya de por sí provocaba un viaje muy duro, la orografía del terreno lo hizo aún más: tuvieron que superar una parte de la región de los Andes a gran altitud antes de alcanzar la selva amazónica.

placeholder El Congreso peruano se plantea levantar las restricciones o ahondar en la crisis económica (EFE/Paolo Aguilar)
El Congreso peruano se plantea levantar las restricciones o ahondar en la crisis económica (EFE/Paolo Aguilar)

Entre medias encontraron algún gesto de solidaridad: un conductor les ofreció algo de comida, un camionero se ofreció a llevarlas entre dos pueblos cuando se encontraban en plenas montañas a más de 4.500 metros de altitud. Pero, el resto del tiempo, María y sus tres hijas caminaron y caminaron para volver a casa lo antes posible.

Además de los peligros de la carretera, la familia Tambo también tuvo que sortear los puntos de control de la policía peruana que tratan de evitar los desplazamientos entre las distintas provincias del país. María tuvo que mentir en algún caso para poder seguir adelante: estaba dispuesta a hacer lo que hiciera falta por salvar a los suyos.

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Después de siete largos días y casi 500 kilómetros recorridos, María y sus hijas llegaron a la región de Ucayali, donde viven los indígenas Ashaninka. Sin embargo, la entrada en ese territorio estaba prohibida por el coronavirus y la familia Tambo tuvo que volver a negociar: las dejarían pasar a cambio de que las cuatro mujeres se aislaran durante 14 días.

Finalmente, María, Amelie, Yacira y Melec llegaron a casa. Destrozadas, pero felices. Kafet, el padre de familia, y el abuelo fueron a recibirlas, pero a pesar de la inmensa alegría que les proporcionó su regreso, guardaron las distancias: nadie podía abrazarse por el covid-19. María Tambo reconoce que "fue muy difícil, sufrimos mucho", y tiene claro que no quiere volver a Lima: "Pensé que moriría allí con mis hijas".

La vida de la familia Tambo parecía ver la luz. Amelie, la hija mayor, había conseguido una beca para estudiar en la Universidad Científica del Sur, un prestigioso centro universitario de Lima. Así que su madre hizo las maletas y, junto a sus otras dos hijas pequeñas, se trasladó desde Chaparnaranja, un remoto pueblo amazónico, a la capital de Perú. Allí alquilarían una habitación para todas y la madre conseguiría dinero trabajando en un restaurante.

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