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La isla que no está en ningún mapa: el plan secreto de Japón para crear armas químicas
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OKUNOSHIMA, LA 'FÁBRICA' NIPONA

La isla que no está en ningún mapa: el plan secreto de Japón para crear armas químicas

¿Se imaginan un lugar que fuera imposible de localizar en los planos? Eso ocurrió durante varias décadas con una pequeña localidad de Japón donde se jugaba a ser dioses

Foto: La isla que nunca existió: el plan secreto de Japón para fabricar armas químicas. (CC/Wikimedia Commons)
La isla que nunca existió: el plan secreto de Japón para fabricar armas químicas. (CC/Wikimedia Commons)

Okunoshima es una isla más de las centenares que hay repartidas por todo el planeta. Un lugar aislado, de no muy sencillo acceso y desconocido para muchos a nivel internacional que, durante siglos, tan solo fue un tranquilo poblado donde la agricultura y la pesca se convirtieron en la forma de vida de los moradores locales. Pero es mucho más que eso: durante varias décadas fue una base secreta para Japón, una isla que nunca existió.

Todo cambió a comienzos del siglo XX. Hasta entonces, solo se trataba de una pequeña isla en la que varias familias vivían en la más absoluta tranquilidad. Pero el comienzo de la Guerra Ruso-Japonesa provocó que algo cambiara: su estratégica posición al oeste de Japón, en pleno Mar Interior de Seto, provocó que los nipones decidieran blindarla hasta con diez fuertes. Pronto, se convirtió en un área militarizada de gran importancia.

Foto: Así es Hashima, la isla fantasma de Japón: una ciudad sin vida en mitad del Pacífico. (CC/Wikimedia Commons)

Pese a que el conflicto solo duró un año, allí quedaron las fortificaciones que, tras acabar la I Guerra Mundial, encontraron una nueva razón de ser. Poco a poco, el auge de las armas químicas fue tomando cada vez más fuerza, algo que las grandes potencias trataron de detener en 1925: con la firma del Protocolo de Ginebra se generaba cierta tranquilidad, pues se prohibía el uso de este tipo de armamento en cualquier conflicto... pero no su fabricación ni su almacenamiento.

Así, en el más absoluto secreto, Japón puso en marcha un plan. El país asiático estaba convencido de Estados Unidos y otros países de Europa habían comenzado a fabricar armas químicas y, pese a no poder atacar de ellas, no quiso quedarse atrás en cambio de que alguien rompiera el protocolo y, así, poder responder al mismo nivel. Fue en 1927 cuando puso en marcha un proyecto secreto dentro de Okunoshima: fabricar seis kilotones de gas mostaza y gas lacrimógeno.

placeholder El centro en el que se instaló la fábrica de creación de armas químicas. (CC/Wikimedia Commons)
El centro en el que se instaló la fábrica de creación de armas químicas. (CC/Wikimedia Commons)

El proyecto fue tan secreto que ni tan siquiera los habitantes de la isla fueron conscientes de qué es lo que se estaba fabricando allí. Solo un puñado de altos cargos de Japón sabían que la antigua planta procesadora para la conservación de los peces locales se había convertido en un reactor nuclear. Evidentemente, el movimiento militar en la zona se incrementó, pero el silencio al respecto hizo que nadie llegara a sospechar de lo que en realidad estaba ocurriendo.

Tal era el secreto que, incluso, Japón llevó a cabo una estrategia nunca antes hecha: borró Okunoshima de sus mapas. El país asiático eliminó cualquier registro de la isla por lo que, a nivel internacional, ese pedazo de tierra no existía. Nadie sabía de su presencia y, los pocos que lo sabían, nada conocían con respecto a la creación de armas químicas. Solo el alto nivel de extrañas enfermedades de trabajadores hacía sospechar de que nada nuevo ocurría ahí.

Fue al término de la II Guerra Mundial cuando Japón reculó drásticamente: no solo destruyó todos los documentos que confirmaban la existencia de este proyecto, sino que vertió, enterró y quemó los seis kilotones de gases mostaza y lacrimógeno que fabricó en la 'isla perdida'. Sería ya en la década de los sesenta cuando el país nipón reconoció la existencia de este plan secreto, con ayudas económicas a las familias de las víctimas y con la creación de un museo para recordar lo sucedido.

A día de hoy, es un lugar que puede ser visitado y que, incluso, cuenta con un hotel. Su gran característica en la actualidad es el amplio número de conejos que viven en libertad en la zona que, curiosamente, está prohibido cazar. ¿El motivo? Los conejos fueron los animales sobre los que se practicaron las pruebas químicas para ver sus resultados. Ahora, son el recordatorio de todo aquello que el ser humano no tiene que hacer: una advertencia de la fragilidad del mundo.

Okunoshima es una isla más de las centenares que hay repartidas por todo el planeta. Un lugar aislado, de no muy sencillo acceso y desconocido para muchos a nivel internacional que, durante siglos, tan solo fue un tranquilo poblado donde la agricultura y la pesca se convirtieron en la forma de vida de los moradores locales. Pero es mucho más que eso: durante varias décadas fue una base secreta para Japón, una isla que nunca existió.

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