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'Home schooling', el PIN parental definitivo: si no te gusta el cole, llévate a tu hijo a casa
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'Home schooling', el PIN parental definitivo: si no te gusta el cole, llévate a tu hijo a casa

La opción de educar a los hijos en casa está disponible para cualquiera en EEUU. Los motivos por los que cada vez más familias optan por este camino son muy variados

Foto: Niños en una escuela de Madrid. (EFE)
Niños en una escuela de Madrid. (EFE)

Cuando tenía 7 años, la única hija de Kelley King estudió la Ruta de la Seda. Durante las lecciones, que consistieron sobre todo en lecturas variadas de la época, escuchaba música antigua de China, India y Persia; ella misma pudo practicar partituras sencillas en el arpa. La niña confeccionó mandalas en la arena, fabricó papel en el estilo de la época y dibujó con el pincel chino pequeños cuadros y alambicadas letras.

Hubo charlas sobre los inventos y descubrimientos que esas civilizaciones realizaron en ciencia, escritura y matemáticas. En gimnasia, aprendió un poco de Tai Chi, Yoga y danza al estilo Bollywood. Cuando terminaron las semanas dedicadas a la Ruta de la Seda, la jovencísima estudiante preparó un menú adaptado a la gastronomía de la zona que degustó con un grupo de amigos. La velada culminó con el visionado del documental titulado “Siguiendo la huella de Marco Polo”.

Foto:  Montaje: EC.

Si esta descripción suena al colegio soñado para tus hijos, es porque es exactamente eso: un colegio soñado. Un curriculum diseñado a medida para los gustos y preferencias de su hija por la propia Kelley King, profesional liberal que vive en un barrio de clase media alta en Los Ángeles. Ella misma le dio clases durante cuatro años, desde los 5 a los 9. Además de convertirse en profesora, se puede decir que el hogar de los King se convirtió, literalmente, en un colegio privado.

Tu casa, un colegio

Registrarse como colegio privado, aunque sea con un solo alumno que es tu propio hijo, es una de las varias opciones que ofrece el estado de California para los padres que no quieren matricular a sus hijos en un colegio tradicional. La operación es tan sencilla como firmar un documento legal y entregar un curriculum completo por curso a un comité asesor.

Otra opción es contratar a un tutor particular que esté aprobado por el estado. Incluso, se puede seguir una vía semipública y matricularse en “centros de estudios independientes” respaldados por el distrito escolar. Son centros sin aulas presenciales, que proporcionan un profesor-guía que diseña y controla el desarrollo del curriculum con reuniones mensuales. Reciben, además, financiación pública de unos 1.000 dólares por curso y familia que se pueden utilizar para pagar clases extra escolares voluntarias, ofrecidas en una multitud de centros privados 'ad hoc' aprobados por el estado. Abundan los grupos y comunidades de padres que por una cuota anual comparten recursos, experiencias y organizan viajes culturales.

“Existe la percepción de que es algo que solo familias con medios económicos se pueden permitir, pero lo que suele suceder es que estas familias sacrifican dinero por tiempo. A menudo uno de los dos progenitores se queda en casa y deja de trabajar. Esto supone una bajada importante del nivel adquisitivo”, explica Brenna Gibson, directora de uno de estos centros que ofrecen clases a alumnos que no van al colegio, al El Confidencial. Su asociación Urban Homeschoolers, que fundó en 2009 en Los Ángeles, tiene registradas unas 200 familias.

Salirse de la norma

Actualmente, se calcula que unos dos millones de niños estadounidenses siguen alguna de estas opciones de escolarización doméstica en todo el país. Un número que no deja de subir. Los motivos por los que los padres optan por este estilo educativa son muchos y variados y las investigaciones indican que no hay un perfil ideológico, económico o racial determinado entre las familias que siguen esta ruta.

Desde la adolescente con ansiedad para la que el día a día del instituto es una tortura, hasta el niño con habilidades especiales que solo quiere aprender sobre la Segunda Guerra Mundial y detesta repasar por enésima vez la tabla de multiplicar, pasando por familias con creencias religiosas o políticas tan arraigadas que encuentran que un curriculum común, laico y estandarizado atenta contra su libertad personal.

Foto: Protesta contra la islamofobia de estudiantes musulmanes en la Universidad de San Diego, California, el 23 de noviembre de 2015 (Reuters).

“Para muchos de nosotros, entre los que me incluyo, es una manera de salirse del encasillamiento oficial, creando estudiantes más proactivos, que buscan sus intereses, con curiosidad y un deseo de aprender, y no de sentarse a recibir pasivamente lo que sea que les dice una sola persona”, añade Gibson.

El auge antivacunas

En muchos casos, como en el de la hija de Kelley King, es una opción temporal. Tras pasar los primeros cuatro años con su madre como profesora, la niña volvió al colegio “tradicional” en cuarto de primaria. “La idea de volver a un colegio era importante para nosotros”. En su caso, los motivos fueron familiares ya que necesitaba estar fuera de casa para atender a sus padres. "En la escuela no me permitían llevarme a mi hija conmigo: ausencias de más tres días sin justificar por causas médicas me exponían a multas e incluso riesgo de cárcel. Ellos mismos me sugirieron la opción de hacer educación en casa durante ese tiempo”, explica a El Confidencial.

Sin embargo, las autoridades son conscientes de que la reciente subida del número de niños que han dejado las aulas de toda la vida tiene mucho que ver, en el caso de California, con la aprobación de una ley que obliga a seguir el calendario oficial de vacunaciones para poderse matricular en el colegio público. Hasta 2016, cuando se aprobó la medida, los niños podían ir al colegio aunque no estuvieran vacunados. Ahora solo se permite no estarlo por estricta prescripción médica. Y, desde entonces, muchas familias radicalmente antivacunas han optado por sacarlos del colegio y enseñarles en casa.

En todo caso, la opción de dar clases a tus hijos en casa, con más o menos supervisión estatal, no resulta chocante (más allá de un momentáneo levantamiento de cejas) en una sociedad moldeada en la iniciativa personal y la libertad a ultranza del individuo frente a la autoridad (sea para defenderse con armas o para decidir cuándo vacunar a los hijos). El curriculum escolar estadounidense facilita las cosas, porque los estudiantes no suelen memorizar contenido, apenas hay exámenes hasta secundaria y, en realidad, no hay una lista de materias que “dominar” que los padres de los alumnos sin escolarizar tengan que demostrar haber cubierto.

Foto: Alumnos de Primaria de camino al colegio (EFE)

“Casi diría que hay un exceso de libertad”, considera King. “Depende de los estados. Otros son mucho más estrictos. En California, la verdad, puedes hacer casi lo que quieras. Yo sabía que lo estaba haciendo bien, soy una profesional con educación superior y he tenido la posibilidad de invertir un montón de dinero y tiempo en diseñar un curriculum y comprar todo el material necesario”. Material que incluye, en su caso, una biblioteca digna de un erudito y un presupuesto similar al de pagar un colegio privado, con clases de montar a caballo y visitas a museos, teatros y ópera.

Objeción de conciencia para la educación sexual

Por el contrario, las familias que siguen el camino de la educación pública tienen que aceptar el curriculum en bloque. Existe una excepción en el terreno de la educación sexual: desde 2016, con la aprobación de la California Healthy Youth Act, que estableció esta materia como parte obligada del curriculum de ciencias. El colegio no tiene que pedir permiso ni avisar de que se va a impartir la asignatura, pero los padres tienen derecho a exigir ver el contenido previamente y pueden solicitar por escrito que sus hijos se ausenten.

Recientemente, algunos grupos conservadores han querido ampararse en esta ley para excluir a sus hijos de un nuevo enfoque educativo aprobado a nivel estatal que propone familiarizar a los alumnos más pequeños de primaria con las ideas de identidad y orientación sexual. Un comité del Senado acaba de rechazar esta propuesta, insistiendo en que la posibilidad de “exclusión voluntaria” (opt out en inglés) solo es aplicable a la materia de salud sexual que se imparte en secundaria.

La educación pública, en cualquier otro aspecto, es de “o lo tomas o lo dejas”. Hay libertad total para dejar de tomar el rancho, pero no se puede tomar solo parte de ese rancho. Y, para la mayoría de familias sin tiempo, energía o ganas para diseñar curriculums, la opción es tomarlo.

Cuando tenía 7 años, la única hija de Kelley King estudió la Ruta de la Seda. Durante las lecciones, que consistieron sobre todo en lecturas variadas de la época, escuchaba música antigua de China, India y Persia; ella misma pudo practicar partituras sencillas en el arpa. La niña confeccionó mandalas en la arena, fabricó papel en el estilo de la época y dibujó con el pincel chino pequeños cuadros y alambicadas letras.

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