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Un arma, un marine y un padre: así fue el secuestro aéreo más largo del mundo
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SE CUMPLEN 50 AÑOS DEL CASO

Un arma, un marine y un padre: así fue el secuestro aéreo más largo del mundo

Un joven italiano de 20 años, condecorado en la guerra de Vietnam, decidió tomarse la justicia por su mano al tomar por la fuerza el control de un avión que terminó en Roma

Foto: Casi veinte horas de secuestro del TWA 85, el más largo de todos los tiempos. (Reuters)
Casi veinte horas de secuestro del TWA 85, el más largo de todos los tiempos. (Reuters)

El reloj marcaba poco más de las 01:30 horas de la madrugada del 31 de octubre de 1969. Cuarenta personas comenzaban a embarcar en el vuelo 85 de Trans World Airlines, sin saber que iban a ser protagonistas involuntarios de un hito que, a la postre, iba a pasar a la historia: iban a formar parte del secuestro de avión más largo de todos los tiempos, con 18 horas y 22 minutos. Ahora, se cumplen cincuenta años del día que Raffaele Minichiello decidió llevar a cabo su plan.

El TWA85 se disponía a cubrir el último tramo de su ruta, entre Los Ángeles y San Francisco, después haber despegado en Baltimore y haber hecho un par de paradas en St. Louis y Kansas City. Llevaban pocos minutos en el aire cuando un pasajero, curiosamente miembro de la banda de música Harpers Bizarre, cayó en la cuenta de algo: otro de los ocupantes del avión, vestido con ropa de camuflaje, llevaba algo que sobresalía de su mochila. Solo tardó unos minutos en saber qué era.

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Ya con la aeronave en el aire, ese hombre con un aparato extraño a la espalda se levantó: se trataban de Raffaele Minichiello, quien se dirigió en dirección a la cabina del avión. Tras pasar las cortinas, una azafata le interrumpió el camino, preguntándole dónde iba. Su respuesta fue sencilla: iba a secuestrar el avión y quería que el piloto lo supiera. Echando mano a su mochila, sacó un rifle M1 completamente cargado: pese a la amabilidad que mostraba, el arma hacía temer lo peor.

Tras entrar en la cabina, Minichiello avisó de que no haría daño a nadie siempre y cuando cumplieran con su única exigencia: que el avión volara hacia Nueva York. El secuestrador y los tres pilotos de cabina acordaron repostar en Denver para conseguir legar a la costa este, donde Minichiello les explicó que liberaría a todos los pasajeros del avión. Dicho y hecho, todos menos los pilotos y el secuestrador abandonaron el avión, que repostó combustible suficiente para seguir con su plan.

Ya otra vez en el aire, el secuestrador explicaría a los pilotos cuál era su verdadero plan: tratar de llegar a su Italia natal. Obligado a irse de Nápoles con solo 12 años tras un terremoto que devastó su casa, la familia Minichiello decidió probar fortuna en EEUU, pero la guerra se cruzó en su camino: el conflicto bélico de Vietnam le llevó a coger su fusil, donde incluso fue condecorado con la 'Cruz al Valor'. Años después de aquello, solo quería volver a su país... pero los tres pilotos del avión no tenían permiso para hacer vuelos internacionales.

Así, cuando la aeronave llegó al aeropuerto JFK, se tomaron dos decisiones principales: sustituir al trío de pilotos por otros tres con posibilidades de volar hasta Italia y repostar el suficiente combustible para poder volar hasta allí. Pero mientras se llevaban a cabo ambas acciones, el FBI tomó posiciones para recuperar el avión. Raffaele descubrió la estrategia y pidió a los pilotos que hicieran despegar el avión sin terminar de cargar todo el carburante. Al menos, evitó la detención.

Huida final en un coche

Eso provocó que tuviera que volver a repostar en Bangor (Maine), un pequeño aeropuerto donde llenó el depósito para hacer su vuelo hacia Europa. Tras más de nueve horas de secuestro, los pilotos confirmaban que tampoco llegarían a Italia, por lo que hubo que hacer otra parada para recargar combustible, en este caso, en Irlanda. Solo 120 minutos después, tras 18 horas y 22 minutos del secuestro de avión más largo del mundo, llegaba al aeropuerto de Fiumicino, en Roma, donde le esperaba un coche.

El vehículo fue seguido por otros cuatro, donde las autoridades esperaban que llegara a su destino para proceder a su detención. Buscaban un lugar alejado para evitar que, en caso de hacer uso de su arma, pudiera haber daños colaterales. Pero tras varios minutos de conducción, al llegar a un punto del camino rodeado de vegetación, Minichiello pidió al conductor que detuviera el coche: tras abrir la puerta, salió corriendo campo a través, logrando dar esquinazo a las autoridades.

Dinero desaparecido

Sería al día siguiente cuando, tras refugiarse en una iglesia cercana, el párroco local le reconocería y daría aviso a las autoridades. Tras detenerle, la primera pregunta era clara: ¿por qué había secuestrado un avión? La respuesta, sencilla: durante su estancia en el frente logró reunir 800 dólares, que envío a su fondo de ahorro en los Marines. Al llegar a EEUU, le avisaron de que su padre estaba gravemente enfermo en Roma... pero parte de su dinero había desaparecido.

Al comprobar su saldo, solo aparecían 600 dólares, que le eran insuficientes para coger el vuelo de regreso a Italia. Pese a reclamar el dinero que le faltaba, las autoridades no le hicieron caso, por lo que decidió tomarse la justicia por su mano y secuestrar un avión que le permitiera llegar a ver a su padre. Fue juzgado en Italia y condenado a siete años y medio de prisión, donde fue llegó a ser considerado por la opinión popular como un héroe.

Cincuenta años después del secuestro de avión más largo del mundo, Raffaele Minichiello vive entre Roma y Washington. En el año 2009, el grupo de pelotones de Marines del que formó parte organizó un encuentro con los pasajeros del vuelo TWA85, con el objetivo de disculparse con ellos por lo que una vez hizo. Eso sí, a día de hoy ya no utiliza aviones comerciales: prefiere desplazarse en vuelos privados con los tardar menos de 18 horas y 22 minutos en ir desde EEUU a Italia.

El reloj marcaba poco más de las 01:30 horas de la madrugada del 31 de octubre de 1969. Cuarenta personas comenzaban a embarcar en el vuelo 85 de Trans World Airlines, sin saber que iban a ser protagonistas involuntarios de un hito que, a la postre, iba a pasar a la historia: iban a formar parte del secuestro de avión más largo de todos los tiempos, con 18 horas y 22 minutos. Ahora, se cumplen cincuenta años del día que Raffaele Minichiello decidió llevar a cabo su plan.

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