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Bye Bye Macri: el 'kirchnerismo' regresa a Argentina con la victoria de Fernández
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la izquierda regresa al poder con un 48%

Bye Bye Macri: el 'kirchnerismo' regresa a Argentina con la victoria de Fernández

Fernández, que lleva como candidata a la Vicepresidencia a la exmandataria Cristina Fernández, no necesitará una segunda vuelta prevista para el 24 de noviembre

Foto: Alberto Fernández, junto a Cristina Fernandez de Kirchner. (Reuters)
Alberto Fernández, junto a Cristina Fernandez de Kirchner. (Reuters)

Después de las elecciones primarias argentinas del 11 de agosto, Mauricio Macri parecía otra persona. Una distinta de aquella que tanto se había opuesto a hacer lo que llamaba "política tradicional" o, simplemente, “política”. Siempre había manifestado que no le gustaban las movilizaciones ciudadanas y sociales porque creía en la "mayoría silenciosa": esa que no sale a la calle, pero vota igual. Esa que le había dado el triunfo en 2015.

De repente, Macri, estando quince puntos por debajo de su adversario Alberto Fernández, decidió cambiar la estrategia. Salió a la calle -una práctica netamente vinculada al peronismo y a las organizaciones sociales- para mostrarse a "su gente". Fueron 30 actos en 30 días. Quería demostrar que el resultado de las primarias, que vaticinaban la victoria del candidato 'kirchnerista', podía revertirse. Pero sus actos no mostraron a la mayoría silenciosa, sino a la minoría hablante. La misma que lo había votado. Por eso en las elecciones generales de este domingo los resultados han sido contundentes. Y han decretado el fin del gobierno de Mauricio Macri, el hombre que había llegado para "cambiar la Argentina".

Alberto Fernández, nuevo presidente de Argentina

El candidato 'kirchnerista', Alberto Fernández, ha ganado las elecciones presidenciales sin necesidad de celebrar una segunda vuelta. Fernández, del Frente de Todos, ha obtenido el 48,10%, mientras que Macri, de Juntos por el Cambio, se ha adjudicado el 40,3%, según el recuento inicial. La ley electoral establece que un candidato gana en primera vuelta si supera el 45% de los votos.

El escrutinio provisional de las elecciones celebradas el domingo, que tuvieron un 80,81 % de participación, es responsabilidad del Ministerio del Interior y, aunque no tiene validez legal, tiene valor informativo sobre el resultado de la elección el mismo día de los comicios. El recuento definitivo, que hará la Justicia electoral a partir del martes próximo, es el que tiene peso legal para confirmar los resultados.

Nadar para morir en la orilla

Ni siquiera con un candidato del peronismo (de derecha) a la vicepresidencia, Macri ha podido revertir el resultado adverso. Logró recortar la diferencia -de 15 puntos en las primarias a una de 7 puntos en las generales este domingo- pero no lo suficiente para forzar una segunda vuelta.

Para muchos ciudadanos, han sido años de incumplimiento de promesas. Los índices económicos son peores que cuando el empresario asumió el poder. La sociedad sufre las consecuencias de la crisis con índices sociales que, aunque el cliché dice que "los números son fríos", se reflejan en la vida cotidiana de muchas familias trabajadoras y de clase media. El Gobierno de Mauricio Macri tampoco logró realizar el que había sido su lema político principal de "Unir a los argentinos". Hoy, la sociedad sigue dividida por una polarización extrema que algunos comienzan a llamar "la grieta".

Foto: Mauricio Macri. (Reuters)

El hartazgo de buena parte de la población se expresó en el voto a la fórmula peronista encabezada por Fernández, un candidatoelegido por Cristina Fernández Kirchner -sin su apoyo no hubiera ganado-pero que se inclina, al menos 'a priori', hacia algo distinto al 'kirchnerismo' tradicional. Fernández, de perfil más moderado, logró sumar a la campaña a peronistas que, con diferencias profundas, habían salido del 'kirchnerismo'. Aunque su crecimiento con respecto a las elecciones primarias fue de apenas 100.000 votos, le alcanzó para ganar en la primera vuelta electoral.

Ahora, este hombre de sesenta años que empezó su militancia en la rama estudiantil del peronismo a los 14, espera el día: el ansiado 10 de diciembre en el que se pondrá la banda presidencial y tomará las riendas del país.

Peronismo 'liberal-progresista'

Alberto Fernández no es un peronista más. Ligado a la estructura del poderoso Partido Justicialista -la mayor fuerza peronista- se ha definido como el iniciador del "liberalismo progresista" dentro de esa formación. "Me siento un liberal de izquierda. Un liberal progresista. Creo mucho en las libertades individuales. Creo mucho en las libertades ciudadanas y creo que el Estado debe estar muy presente para equilibrar lo que el mercado desequilibra. Así me siento. Y soy un peronista. Estoy inaugurando la rama del liberalismo progresista peronista".

Durante su campaña, de hecho, remitió no solo a los clásicos de la identidad peronista y a su participación clave en el gobierno de Néstor Kirchner y en el primero de Cristina, sino también al expresidente Raúl Alfonsín, de la Unión Cívica Radical y quien intentó inscribir a su partido en la socialdemocracia. Se trataba no solo de ganar voto 'radical' -hoy buena parte de ese voto está con Macri y escorado a la derecha-, sino también de atraer a esa identidad que, en Argentina, nunca ha tenido un solo partido que la exprese.

Foto: Un trabajador sentado al lado de una imagen de Juan Domingo Perón y su mujer Eva. (Reuters)

"Desde sus inicios existe una relación tensa entre peronismo e izquierda. Las distintas vertientes de la izquierda, incluyendo las más moderadas, han sido históricamente reticentes al carácter personalista, reformista y estatalista del peronismo", asegura Sol Montero, experta en discurso político y docente de la Universidad Nacional de San Martín, en una entrevista con El Confidencial. Montero asegura que “en los años 80, con el auge democrático hubo intentos de renovación peronista en clave progresista y democrática".

Alberto Fernández forma parte de esa experiencia heredera del alfonsinismo que recogió las demandas de democratización del movimiento. Sin embargo, el progresismo argentino es una tradición transversal que no ha encontrado una expresión partidaria propia. Fernández ha manifestado intenciones de renovar aquel proyecto de peronismo democrático que toma las banderas de la justicia social sin abandonar los ideales de institucionalidad y Estado de Derecho. Para eso, su desafío será intra y extrapartidario: por un lado, ordenar un peronismo que hasta hace poco estaba disperso y con fuertes disputas internas sin caer en personalismos, pero asegurando la autoridad presidencial; por otro, dar señales de diálogo y negociación con los distintos actores sociales en juego en vistas a un gran acuerdo nacional”.

Ya no hay batalla cultural que valga con una economía al borde del colapso

En términos sociales, la agenda progresista tiene un objetivo claro: reducir la pobreza. Esa era, de hecho, la propuesta de Mauricio Macri, una propuesta a todas luces incumplida. Culpabilizando a la “coyuntura internacional”, Macri eludió su compromiso de conseguir la “pobreza cero”. Sus políticas aumentaron la pobreza y reafirmaron e incrementaron la desigualdad. Serán puntos centrales en un gobierno de Fernández, que se propone como tarea urgente el crecimiento económico, pero también un nuevo marco de justicia distributiva.

El macrismo fracasó en términos de crecimiento: las inversiones prometidas no llegaron. Al gobierno de Fernández se le pedirá que comience a coser la enorme fractura social del país entre los que tienen recursos y los que no los tienen. Se necesita trabajo y se necesita productividad. El marco económico, dicen los analistas, es muy complejo. La herencia que recibe del gobierno de Macri no es nada buena.

"Alberto Fernández quiere representar un peronismo amplio, pero con gestos progresistas. Resulta difícil pensar un progresismo sin recursos, al menos desde lo socioeconómico, y las demandas más acuciantes son de ese rubro. Ya no hay batalla cultural que valga con una economía al borde del colapso", sostiene Fernando Manuel Suárez, politólogo y docente en la Universidad de Buenos Aires.

¿Hacia la legalización del aborto?

Pero el desarrollo de una "agenda progresista" no se reduce al ámbito económico. Una de las reivindicaciones que han encendido el debate en Argentina es la legalización del aborto, un reclamo del movimiento feminista y muchas mujeres argentinas. Fernández ya ha asegurado que avanzará en ese camino. Al mismo tiempo, se le presenta el desafío de tender puentes con algunos actores ciudadanos y sociales que se oponen a específicamente a la legalización del aborto, pero que no necesariamente se oponen a un gobierno progresista en términos económico-sociales. Es decir: deberá diferenciar a los opositores a estas iniciativas cuando lo son solo por derecha o cuando lo son por creencias específicas en algunas materias.

La Iglesia Católica, pero también las cada vez más importantes iglesias evangélicas, tienen posiciones claras contra el aborto (y, en algunos casos, han hecho una presión realmente poderosa para evitar el proyecto de Ley), a la vez que expresan no solo religiosidades y posiciones culturales presentes en la sociedad, sino también una contención social importante en tiempos de crisis. Pero no todas las congregaciones piensan lo mismo. El desafío de Fernández será conseguir que, aprobando medidas progresistas en lo social y simbólico, no se le escapen apoyos vinculados a este tipo de grupos sociales, culturales y religiosos.

El marco latinoamericano

El gobierno de Fernández actuará en un marco regional diferente al que encontraron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Éstos se desarrollaron en un espacio latinoamericano con gobiernos "amigos" -la “ola progresista” latinoamericana-, pero hoy la región es un mosaico roto de proyectos disímiles. Chile acaba de vivir una de las convulsiones políticas más profundas de los últimos años y es gobernada por la derecha. Brasil tiene a Bolsonaro dirigiendo un proceso político marcado por una derecha agresiva (nacionalista en lo político, macartista y antiprogresista en lo cultural, y neoliberal en lo económico). El proceso venezolano derivó en una dictadura, que pocos en el espacio progresista estarían dispuestos a apoyar. Mientras, Bolivia vive momentos tensos tras la reelección de Evo Morales y Ecuador es sacudida por protestas frente al ajuste de Lenin Moreno.

Foto: La bandera nacional de Chile ondea en Santiago. (EFE)

Fernández ya baraja algunos nombres posibles para la Cancillería. El que suena más fuerte, hasta ahora, es el de Felipe Solá, un experimentado político peronista (fue gobernador de la Provincia de Buenos Aires), que lo ha acompañado en algunos viajes que marcan claramente la que se pretende como identidad internacional de su gobierno. También suenan otros nombres, como el de Jorge Argüello, un hombre del peronismo con una extensa carrera diplomática. Solá, el que parece ser el hombre con más oportunidades hasta este momento, ha estado junto a Fernández en lo que puede denominarse una "pequeña gira socialdemócrata europea". Se reunió con Pedro Sánchez en España y con Antonio Costa en Lisboa. Además, Solá ha acompañado a Fernández en su visita a dos países latinoamericanos: Bolivia, gobernada por Evo Morales, y Perú, gobernada por el liberal centrista Martín Vizcarra.

El que dice que nos vamos a aislar del mundo quiere contribuir a la idea de Alberto Fernández-Venezuela (…). No hay nada más diferente a la realidad

Las definiciones de Solá han sido elocuentes: aseguró que Portugal demostró la posibilidad de gobernar sin los mandatos más férreos del FMI, sostuvo que encontró en Pedro Sánchez a un presidente firme y amigo de Argentina, y afirmó que Bolivia demostró que es posible crecer y distribuir la riqueza.

Para despejar toda duda sobre el gobierno venezolano, dijo: “El que dice que nos vamos a aislar del mundo quiere contribuir a la idea de Alberto Fernández-Venezuela (…). No hay nada más diferente a la realidad”.

No se van

Mientras Macri hacía campaña con su famoso “Sí se puede” (dar vuelta la elección), el kirchnerismo decretó una frase: “Se van”. Era, también, una revancha frente al "No vuelven más", que los sectores del macrismo habían lanzado en 2015, el año en el que Macri parecía tener un poder arrollador. Pero el kirchnerismo -junto a otros sectores peronistas- ha vuelto. Y así como el "no vuelven más" era falso, también lo es el "se van". El macrismo se va del gobierno, pero no de la sociedad. La derechización de ciertos debates sociales y la posición antiperonista de una parte de la ciudadanía argentina, son dos aspectos que, al menos por ahora, no dejarán de estar ahí. Estaban, de hecho, antes del macrismo.

"La presidencia de Macri deja a los argentinos una herencia que trasciende los condicionamientos económicos causados por su impericia. De ese legado, sobresale una 'derechización' de la sociedad que se expresa en la activación política de una minoría intensa que no solo se identifica en su oposición férrea al peronismo, sino en su defensa de valores y prácticas ligadas a la derecha", explica Sergio Morresi, Doctor en Ciencia Política y especialista en el estudio de las formaciones políticas de derecha en Argentina.

Lo que resta es saber si el macrismo seguirá siendo la fuerza política que aglutine a la derecha o si, por el contrario, ese campo también tendrá una recomposición.

El día de mañana

El proceso electoral argentino ha terminado. Ahora, sin embargo, empieza la tarea más difícil. Alberto Fernández se prepara para gobernar en un momento en el que la economía argentina sigue dando muestras de fragilidad. El gobierno acaba de anunciar que los ciudadanos argentinos solo podrán comprar 200 dólares por mes, endureciendo así el cepo cambiario. La inflación sigue siendo elevada y los índices de pobreza y desocupación no descienden.

Empieza ahora el camino de la transición. Mientras Macri comienza a quitarse el traje de presidente, Alberto Fernández empieza a ponérselo. Todos esperan que, desde hoy hasta el 10 de diciembre -el día de la asunción del nuevo presidente- haya cada vez más calma. La transición ordenada es también una necesidad. Y es una demanda social. La política tendrá que hacerse cargo.

Después de las elecciones primarias argentinas del 11 de agosto, Mauricio Macri parecía otra persona. Una distinta de aquella que tanto se había opuesto a hacer lo que llamaba "política tradicional" o, simplemente, “política”. Siempre había manifestado que no le gustaban las movilizaciones ciudadanas y sociales porque creía en la "mayoría silenciosa": esa que no sale a la calle, pero vota igual. Esa que le había dado el triunfo en 2015.

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