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Los 'chalecos amarillos' de Ecuador no le hacen gracia al presidente de las sonrisas
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UNA SEMANA DE VIOLENTAS PROTESTAS

Los 'chalecos amarillos' de Ecuador no le hacen gracia al presidente de las sonrisas

Una semana de disturbios y saqueos por un alza en los precios de la gasolina se ha saldado con varios muertos y cientos de detenidos. El presidente denuncia un golpe de Estado para derrocarlo

Foto: Manifestaciones en Ecuador por medidas económicas tras acuerdo con el FMI. (EFE)
Manifestaciones en Ecuador por medidas económicas tras acuerdo con el FMI. (EFE)

Hubo un tiempo en que era difícil ver a Lenin Moreno sin una sonrisa en los labios. Tras quedar en silla de ruedas a los 46 años por un robo a mano armada, superó el trauma con el humor, materia sobre la que ha escrito varios libros, dictado conferencias y organizado risoterapias. En última instancia, le abrió las puertas de la política. Su carisma risueño y afable como vicepresidente de Ecuador (2007-2013) fue el contrapunto perfecto que necesitaba el irascible Rafael Correa para afianzar su Revolución Ciudadana. Desde que en mayo de 2017 llegó a la presidencia, Moreno ha tratado de llevar los vaivenes del poder entre chistes y ocurrencias. Hasta esta semana.

Colegios cerrados, carreteras cortadas, supermercados desabastecidos, industrias bajo mínimos, enfrentamientos, disturbios, saqueos, estado de excepción, al menos dos muertos y casi 800 detenidos. Este es el balance de una semana de huelgas y manifestaciones que ha terminado con Quito sitiada por manifestantes, el país bajo toque de queda y un Moreno serio como nunca lo había estado en sus 66 años.

El pasado miércoles, la séptima jornada de paros, una multitud de 20.000 manifestantes -en su mayoría del tradicionalmente reivindicativo movimiento indígena- se concentraron en el centro histórico de la capital ecuatoriana llegados de la sierra y la Amazonia. Llevaban días caminando, cientos de kilómetros en muchos casos, dejando un reguero de altercados por el camino, incluyendo un tanque del ejército en llamas.

Llegaron a Quito con un fin claro: derrocar al presidente si se niega a retirar su paquete de ajustes económicos, que contempla la eliminación del subsidio al combustible. Esta medida ha impactado directamente en el precio de la gasolina que pagan los ecuatorianos quienes, como otras sociedades petroleras, consideran que tras décadas de subsidio tienen un derecho adquirido. Ecuador, que recientemente anunció su inminente retiro de la OPEP en 2020, produce unos 548.000 barriles por día (bpd) de crudo y cuenta con una importante refinería en Esmeraldas, ambos pilares clave de la economía andina.

Al igual que sucedió en Francia​, el sector del transporte fue el primero en movilizarse. Y a estos se sumaron las protestas indígenas

Las medidas de Moreno responden a un acuerdo entre el gobierno y el Fondo Monetario Internacional, por el cual se prestaba a Ecuador 4.209 millones de dólares en tres años a cambio de tomar acciones para reducir el creciente déficit fiscal. El precio del galón de (3,78 litros) de diésel pasó de 0,94 euros a 2,07 euros, mientras que la gasolina 'extra' subió de 1,68 euros a 2,09 euros por galón.

El mandatario denuncia una conspiración para dar un golpe de Estado y sus dectractores responden que se ha vendido al FMI. Al igual que sucedió en Francia con la crisis de los chalecos amarillos, el sector del transporte fue el primero en movilizarse. Y a estos se sumaron, masiva y descontroladamente, las protestas indígenas.

¡Tenemos que luchar!

"¡Fuera Moreno, fuera!". Desde que el pasado lunes llegaran los comuneros, esta ha sido la consigna más coreada en las calles de Quito. Según se sucedían las horas, aumentaba la crispación en los alrededores de la Asamblea Nacional, donde el martes se reunían manifestantes de toda la geografía ecuatoriana.

María Campo, quien ha llegado desde Otavalo, en el norte del país, tiene 40 años y seis hijos. No quiere enseñar su rostro, pero sí protestar contra el Gobierno porque ha subido la gasolina. "No trabajamos en oficina, trabajamos en el campo y ya no nos alcanza la plata". Es la queja común de los agricultores que, como María, viven del maíz, habas o quínoa. Un incremento tan significativo en algo tan cotidiano como el combustible los deja aún más pobres.

Las marchas llegaron hasta la sede legislativa. Un pequeño grupo de indígenas invadió el edificio durante casi una hora, disparando la tensión entre manifestantes y fuerzas de seguridad. Comenzaron a escucharse - y sentirse - los proyectiles de gas lacrimógeno. Cientos de personas corrían alejándose con ardor en los ojos y la piel. Detonaciones en las calles aledañas. La policía desalojaba a los manifestantes que habían roto el cerco de seguridad, mientras la turbamulta les atacaba con piedras y cócteles molotov.

Fuera, entre nubes de gas y estampidas, vendedores ambulantes ofrecían a un equipo de El Confidencial "cigarros y mascarillas antibombas a 25 centavos". Una bruma picante se adueñó del paisaje quiteño. A escasos metros del cerco de contención, varios indígenas cortaban árboles de un parque y hacían hogueras para combatir con el humo el ardor de los gases. Otros cortaban con machetes los columpios, balancines o tirolinas de la zona de juegos infantiles para construir armas improvisadas. El reproche de algún manifestante hacia esas actitudes se ahogó en el silencio. "¡Tenemos que luchar!", clamaba un encapuchado cuando le preguntamos por qué tumbaba el tronco.

Foto: La urbanización alicantina donde una empresa presuntamente vinculada al presidente Lenin Moreno adquirió un apartamento en 2016. (Montaje: E. Villarino)

La Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE), la mayor agrupación indígena del país, se desmarcó rápidamente de los actos vandálicos y negó que sus miembros estuvieran detrás de los saqueos durante las protestas. También once federaciones del transporte entre taxistas y conductores de autobús anunciaron que abandonaban las calles "por falta de garantías operacionales" y no se responsabilizaban por los destrozos de los que estaban siendo testigos en los últimos días.

"¡Moreno, a-se-si-no!", era la respuesta casi al unísono a cada uno de los sonoros proyectiles de gas, cuya estela humeante veíamos mientras mirábamos al cielo.

Toque de queda

La Asamblea Nacional era el escenario previo a la jornada de paro general del miércoles. El Palacio Presidencial de Carondelet está en la cabeza de todos. "Hay toque de queda, no tenemos mucho tiempo, pasen la voz a los dirigentes para organizarnos para mañana. Rápido que nos cortan la luz", vociferaba una mujer en jarras subida en una camioneta a las afueras de la sede legislativa. Las redes sociales confirmaban poco después de la decisión del Ejecutivo: toque de queda parcial desde las 20.00 pm hasta las 5.00 am en zonas próximas a edificios gubernamentales. El orden se había roto desde hace días.

El presidente Moreno trasladó temporalmente la sede del Gobierno nacional a la ciudad costera Guayaquil, lo que ha resentido el ambiente en la capital. La calle quiteña sigue convulsa y le reprocha el abandono. "La mayoría de ellos venía por mí", se justificó Moreno en una entrevista telefónica con la cadena británica BBC aludiendo a la cuestión de la seguridad. La mudanza tiene una gran carga simbólica. En los diez años previos a la llegada de Correa al poder, el país vio pasar a siete presidentes. Algunos, enfrentando protestas similares a estas, fueron derrocados por aislarse en Quito. Algo que seguramente pasó por la mente de Moreno al tomar esta decisión.

"El sátrapa de Maduro ha activado junto con Correa su plan de desestabilización", se excusaba Lenin Moreno

El mandatario ecuatoriano acusa directamente al expresidente Correa y su aliado venezolano Nicolás Maduro de conspirar contra su Gobierno e incitar a la violencia en las calles para derribarlo. "El sátrapa de Maduro ha activado junto con Correa su plan de desestabilización, son los corruptos que han sentido los pasos de la justicia cercándolos para que respondan, ellos son quienes están detrás de este intento de golpe de Estado", dijo durante un mensaje a la ciudadanía, asegurando que el ataque a la sede de la Contraloría del Estado en Quito tenía como objetivo eliminar pruebas de las diez causas abiertas por corrupción durante su mandato.

Foto: Indígenas toman la asamblea nacional de Ecuador. (EFE) Opinión

Correa, enemigo mediático y político de Moreno desde que dejó el cargo, no oculta su animadversión por su sucesor y es muy activo en las redes sociales reclamando un adelanto electoral. Pero niega con rotundidad cualquier responsabilidad por los episodios que vive el país sudamericano. "Ahora nos llaman golpistas, cuando los que destrozaron la Constitución y la democracia fueron siempre ellos, cuando hemos tenido dos años de la peor persecución política", le contestó Correa, al que Moreno se refiere como el “prófugo de la justicia”.

El ambiente político está cada vez más enrarecido y ninguno de los sectores enfrentados parece dispuesto a ceder. El presidente ha manifestado que no renunciará bajo ninguna circunstancia y la CONAIE, la mayor agrupación indígena del país, insisten en que no pararán hasta que Moreno derogue el decreto de los combustibles.

"Hemos demostrado al mundo que el pueblo indígena y el pueblo ecuatoriano somo un solo puño, y en el lugar que nos ha dado la historia, hemos hecho temblar al poder. Nuestra palabra está puesta: esto no para hasta que el FMI salga de Ecuador", dijo la CONAIE en un combativo comunicado el jueves.

Si no hay un lugar para la negociación, ni tampoco un punto de encuentro para el diálogo, la situación puede volverse extremadamente caótica. Se está generando una tormenta perfecta cuyo rumbo es desconocido. Es impredecible lo que pueda suceder. De momento, continúa el estado de excepción.

Hubo un tiempo en que era difícil ver a Lenin Moreno sin una sonrisa en los labios. Tras quedar en silla de ruedas a los 46 años por un robo a mano armada, superó el trauma con el humor, materia sobre la que ha escrito varios libros, dictado conferencias y organizado risoterapias. En última instancia, le abrió las puertas de la política. Su carisma risueño y afable como vicepresidente de Ecuador (2007-2013) fue el contrapunto perfecto que necesitaba el irascible Rafael Correa para afianzar su Revolución Ciudadana. Desde que en mayo de 2017 llegó a la presidencia, Moreno ha tratado de llevar los vaivenes del poder entre chistes y ocurrencias. Hasta esta semana.

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