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Los hombres que tiraban ácido a la cara de miles de mujeres y niñas en la India
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Un café regentado solo por víctimas del ácido

Los hombres que tiraban ácido a la cara de miles de mujeres y niñas en la India

Europa no se libra de esta lacra: se calcula que podría haber 3.000 ataques con ácido al año. Las víctimas son casi siempre mujeres jóvenes

Foto: Dolly, una de las chicas del 'Sheroes', restaurante regentado por mujeres víctimas de ataques con ácido. (EFE)
Dolly, una de las chicas del 'Sheroes', restaurante regentado por mujeres víctimas de ataques con ácido. (EFE)

Todas las camareras de la cafetería Sheroes Hangout en Agra, a unos minutos a pie del Taj Mahal, recuerdan la fecha exacta del día en que sus vidas cambiaron para siempre. Para Dolly fue el 1 de julio de 2013, a las 10:30 de la mañana. Tenía trece años y estaba en casa jugando con sus hermanas: "Entró el hombre que me había pedido matrimonio y que yo había rechazado porque era muy mayor para mí (tenía 35 años). Me echó algo a la cara, ardía, como si fuera agua hirviendo, todo estaba oscuro, no veía, me dolía mucho y sentía cómo la piel se deshacía y se caían los trozos", recuerda tocándose las cicatrices que disimula con maquillaje.

Sheroes Hangout (el garito de las heroínas), es un refugio gestionado únicamente por supervivientes de ataques con ácido, un tipo de agresión de periodicidad casi diaria en el país. En India se registran al menos tres ataques con ácido a la semana (370 agresiones en 2015, según el informe anual de crímenes del Ministerio de Interior indio). Organizaciones humanitarias creen que la cifra real es mucho mayor. Acid Survivors Trust International (ASTI) estima que se producen alrededor de 1.000 agresiones con ácido al año.

Foto: La ley de adulterio ya es historia en India (EFE/Piyal Adhikary)

Las víctimas, casi siempre mujeres jóvenes, entre los doce y los veinte años. Los perpetradores, hombres rechazados que quieren desfigurar, avergonzar y empujar a la víctima a un aislamiento social extremo. "Las causas de estas agresiones son extremadamente complejas, sin embargo, un factor común en la gran mayoría de los casos es el género: las mujeres y las niñas son abrumadoramente el blanco de los ataques y los hombres son los atacantes", explica a este diario el director ejecutivo de ASTI, Jaf Shah. Se trata de "actos premeditados que están diseñado para desfigurar, mutilar y cegar, pero no para matar".

Desfigurar y avergonzar, no matar

"La intención es desfigurar, avergonzar y empujar a la víctima a un aislamiento social extremo", puesto que "cuando se agrede a una persona con ácido, los efectos son inmediatamente visibles". Por eso, "las lesiones, por lo general se dirigen a la cara y causan discapacidades que alteran la vida, incluida la desfiguración y la ceguera".

En el Sheroes (un juego de palabras entre she/ella y heroes), Kushboo, de 23 años, baila moviendo las caderas con la música del garito a todo volumen, mientras sirve dos cafés y un plato de 'paneer pakora' (queso fresco frito). Una de sus compañeras la mira con complicidad y se ríe. El día que la cambió la vida y desfiguró el rostro fue el 13 de abril de 2017. El agresor fue su padre: "Estaba celoso de mí", explica la joven, que sonríe todo el tiempo. Luce los ojos pintados de negro y un pintalabios rojo intenso que disimula las cicatrices que su padre marcó en su carne para siempre.

Las lesiones se dirigen a la cara y causan discapacidades como desfiguración y la ceguera

Explica que el progenitor "traficaba con mujeres" y "tenía tres esposas". Entró en su casa, en Madurai (sur de India), mientras ella, entonces de 21 años, su marido y su hija de dos años dormían. Eran las tres de la mañana. Arrojó el ácido a su cara y ella sintió como si cayera agua muy caliente. Su marido, Vinod, la llevó al hospital. Dice que es muy bueno y una de las compañeras asiente. “La ha cuidado mucho”.

Dolly y Kushboo atienden las mesas del Sheroes Hangout junto a otras compañeras de rostro desfigurado. El objetivo del restaurante es que las víctimas rehagan su vida tanto psicológica como económicamente, para evitar el ostracismo -parte voluntario, por la vergüenza de las cicatrices y el horror, parte forzado por la sociedad- que hace que dejen los estudios o sus trabajos y que terminen con su vida "detenida" encerradas en casa.

Así, el Sheroes es una oportunidad para que retomen sus carreras pero también para que compartan vivencias con personas que han sufrido lo mismo que ellas y se sientan así acompañadas. "Kushboo llegó muy asustada, no hablaba con nadie y en este tiempo ha cambiado, parece otra persona", asegura una compañera.

Un arma accesible y barata

En la mayoría de países, el ácido es un arma accesible y muy barata. Colombia registra unos 100 ataques con ácido al año (uno de los ratios per cápita más altos), y unas 400 mujeres serían desfiguradas al año en Pakistán por sus esposos o suegros según ASTI, aunque solo se han documentado oficialmente unos 1.500 casos en los últimos 10 años. En Bangladés se contabilizaron 400 casos en 2002 (no hay cifras oficiales más recientes) y en Uganda se produjeron 382 ataques entre 1985 y 2011. Camboya, que en 2000 registraba cerca de medio centenar de agresiones con ácido, ha logrado disminuir las cifras hasta 17 entre 2017 y 2018, según Human Rights Watch (HRW).

"Países como India, Pakistán, Camboya, Colombia o el Reino Unido han aprobado leyes para controlar la venta de tales sustancias, pero en la práctica la aplicación de la legislación sigue siendo muy débil", sostiene Shah, quien explica que, pese a las nuevas regulaciones del Gobierno indio, el ácido todavía se puede adquirir fácilmente en Delhi: "En las tiendas no se verifica quien lo compra y si esto sucede en la capital y centro político de la India, es muy probable que ocurra en otros estados".

Para paliar el problema, en India el Tribunal Supremo ha intentado limitar la venta de productos corrosivos, pero no basta. Productos como el Agua Fuerte (ácido clorhídrico), que se usa para limpiar, pueden abrasar la carne humana y está disponible en cualquier tienda general por unos 33 céntimos, recoge en un reportaje la revista The Atlantic.

Algunos países han aprobado leyes para controlar la venta, pero en la práctica la aplicación de la legislación sigue siendo muy débil

"En Camboya, los agresores obtienen el ácido en tiendas de baterías de móviles, en plantaciones caucho, donde se usa para procesar el material, o en orfebrerías, que lo usan en el grabado de joyas", explica a El Confidencial Julia Bleckner, investigadora para Asia en HRW y autora del informe “Lo que se siente en el infierno”, sobre las agresiones con ácido en ese país.

3.000 agresiones en Europa

Europa no se libra del problema. Según ASTI, las cifras de ataques con ácido podrían incluso alcanzar los 3.000 al año. En Italia se registraron 17 agresiones con ácido en 2016. Uno de los casos más conocidos es el de la modelo italiana Gessica Notaro, finalista del concurso Miss Italia 2007, a la que su exnovio roció con ácido en 2017, cuando tenía 28 años, para vengarse de su ruptura. En España, el pasado mayo una chica de 17 años fue agredida con ácido en Caspe, Zaragoza.

Un caso que se sale del patrón es el de las crecientes agresiones con ácido en Reino Unido de los últimos años, una de las naciones con más ataques registrados, según la organización Acid Survivors Trust International, con Londres como zona cero. En 2016, solo en la capital británica tuvieron lugar 454 ataques con sustancias corrosivas, según cifras de la policía londinense, pero la mayoría de los casos relacionados con pandillas y delincuencia común, en los que se han empezado a usar el ácido como arma.

Los ataques en Londres no siguen el patrón: se trata de un arma de pandillas y utilizada en robos

Entre las cifras de víctimas se encuentran miles de rostros y vidas rotas, como las de las camareras de la cafetería Sheroes Hangout en Agra. Ritu, de 20 años y que rechazó a un primo, Rupa, a la que la esposa de su padre desfiguró el rostro, Geeta, de 23 años, cuyo error fue dar a luz a dos niñas y no a un varón, o Neetu, a quien el ácido desfiguró el rostro con tan solo tres años, cuando su padre lo arrojó a la cara de su madre mientras dormía junto a sus dos hijos, ella y un bebé de meses, que murió por las heridas. Todas ellas lucen una camiseta blanca que por delante reza "Tu sonrisa es tu belleza" y por detrás dice "Stop Acid attacks". Todas ríen mucho. Parecen felices.

Detrás de esta iniciativa se encuentra la organización Chhanv, fundada por el activista indio Alok Dixit, expareja de una superviviente de ataque de ácido y exmodelo, con la que tiene un hijo. Pusieron en marcha cafeterías como esta en Noida, Lucknow y Agra, y han creado una base de datos de supervivientes de ataques de ácido en India.

Miles de euros en operaciones

El horror de la opinión pública ante estos ataques logró marcar el rumbo de la legislación india, que desde 2013 cataloga los ataques de ácido como delito con penas de hasta 10 años de prisión. Hasta entonces, se trataban como delitos menores, como un hurto, por lo que las penas se limitaban a dos o tres meses de prisión.

El Gobierno indio ofrece una ayuda de 300.000 rupias a las víctimas de ataques de ácido, pero el dinero no llega para cubrir las entre seis y ocho operaciones de cirugía necesarias para reconstruir una cara desfigurada. Bleckner, de HRW, explica que "aunque en Camboya se ha reducido el número de agresiones, es importante recordar que, tras los ataques, las víctimas tienen necesidades de por vida. Sin embargo, puesto que el problema se percibe como si estuviera resuelto, muchas víctimas camboyanas se están quedando sin la atención necesaria".

Foto: Agente de la Policía Local de Zaragoza (Policía de Zaragoza)

En Europa, donde según ASTI se producirían unas 3.000 agresiones con ácido al año, el coste económico de los ataques podría ascender a más de 200 millones de euros.

"En la calle nos miran con asco"

Sobre la pared azul de este restaurante de Agra están escritos, en negro, los nombres de sus trabajadoras. De ellos sobresale la escultura de unas alas. Dolly dice que aquí se siente a gusto: "Es distinto que en la calle, donde hay gente nos mira con un poco de asco". Sabe que tiene todo una vida por delante y quiere vivirla. Su sueño es ser doctora o bailarina.

A otras chicas que hayan sufrido lo mismo que ella le gustaría decirles: "Que vivan, que no se encierren en sus casas, vuestra vida es más importante que unas cicatrices". Kushboo también tiene un mensaje, "en especial para los chicos", puntualiza, "me gustaría que supieran el dolor que hemos pasado para que no cometan nunca más estos ataques".

Todas las camareras de la cafetería Sheroes Hangout en Agra, a unos minutos a pie del Taj Mahal, recuerdan la fecha exacta del día en que sus vidas cambiaron para siempre. Para Dolly fue el 1 de julio de 2013, a las 10:30 de la mañana. Tenía trece años y estaba en casa jugando con sus hermanas: "Entró el hombre que me había pedido matrimonio y que yo había rechazado porque era muy mayor para mí (tenía 35 años). Me echó algo a la cara, ardía, como si fuera agua hirviendo, todo estaba oscuro, no veía, me dolía mucho y sentía cómo la piel se deshacía y se caían los trozos", recuerda tocándose las cicatrices que disimula con maquillaje.

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