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¿Por qué desangraron a Sor Inés? La policía sospecha que la degollaron para un ritual
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la pista de la brujería en áfrica

¿Por qué desangraron a Sor Inés? La policía sospecha que la degollaron para un ritual

El ocultismo está asentado en República Centroafricana y se acusa de brujería a ancianas —como la monja burgalesa—, cuya sangre es codiciada por sus propiedades sobrenaturales

Foto: La misionera española Blanca Nieves Sancho Lope, en el centro y a la derecha.
La misionera española Blanca Nieves Sancho Lope, en el centro y a la derecha.

El pasado domingo, la misionera española Blanca Nieves Sancho Lope —Sor Inés, como se hacía llamar por su afiliación a la pequeña congregación francesa de las Hijas de Jesús de Massac Seran— iba de regreso a su casa en la aldea de Nola, en una zona de minas y diamantes en el extremo sureste de República Centroafricana. Nadie la volvió a ver. Por la mañana, la religiosa había acudido a la parroquia situada cerca de su vivienda, donde a las dos de la tarde había ayudado a celebrar la misa del día.

Horas después, sobre las cinco, un hombre que ejercía como “guardián” de la casa se percató de la ausencia de la monja y llamó al comisario del pueblo para avisar de lo sucedido. La noticia llegó así a los obispos en la zona y a la misión Minusca, autorizada en 2014 por el Consejo de Seguridad de la ONU para intentar evitar una guerra civil en el país, sin que ello se haya logrado completamente. En estas circunstancias —que El Confidencial pudo reconstruir gracias a testimonios de fuentes en el terreno—, ya siendo de noche, el cadáver fue identificado en un descampado en el que había sido abandonado a la intemperie. Nadie supo, en la inmediatez, relatar cómo se produjo al salvaje asesinato de la mujer de 76 años, burgalesa de nacimiento y también con nacionalidad francesa.

Foto: Imagen de archivo de un grupo de monjas misioneras. (EFE)

El cuerpo de Sor Inés lo encontraron escondido entre la maleza, a poca distancia de la casa en la que vivía en Nola. Otro detalle llamó de inmediato la atención. A pesar de su violenta muerte —fue degollada, no decapitada, como se aseguró en un primer momento—, en el lugar del asesinato no había sangre en el suelo, “solo algunos rastros en su cuerpo”, según han confirmado diversas fuentes a este medio. Este detalle ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que sus asesinos la desangrasen a propósito.

¿Por qué? El primer indicio llegó desde Bangui. El miércoles, a dos horas de camino del lugar de los hechos, en la capital centroafricana, Fridolin Ngoulou, director del medio digital 'RJDH', pidió que uno de sus redactores investigara el asunto y contactó al magistrado encargado del caso, el fiscal de la localidad de Berberati, Alexandre Mathurin Mokpem. Según esta fuente, es posible que "los atacantes se hayan llevado la sangre de la víctima porque no han quedado rastros en el suelo junto al cuerpo”.

“Este tipo de prácticas se asemeja a aquellas empleadas a menudo en los crímenes rituales en la región”, añadió el fiscal. “La noticia nos sorprendió, pues sería la primera vez que atacan a una religiosa. Pero lo cierto es que ha habido otros casos. El año pasado, por ejemplo, condenaron a unos asesinos a quienes la policía sorprendió 'in fraganti’ actuando en la zona”, explica Ngoulou a El Confidencial. La Minusca ya ha mandado a un equipo a la zona para investigar los hechos, capitaneado por un militar francés.

Según otra fuente humanitaria con años de experiencia en el país, se han registrado varios casos parecidos en la zona. Los atacantes desangran a sus víctimas para utilizar el líquido vital en rituales. "El ocultismo y la brujería están muy asentados en República Centroafricana y muchas veces las personas a las que acusan de ser brujas son ancianas. Puede ser que a esta mujer que tenía 76 años, si estaba en buena forma, como suele ser el caso de las monjas, la mataran porque pensaran que tenía alguna fuerza especial. Podrían haberse apoderado de su sangre para bebérsela o para algún sortilegio con el objeto de apoderarse de su fuerza".

Moneda corriente

El obispo Juan José Aguirre, afincado en República Centroafricana desde hace 40 años y uno de los poquísimos religiosos españoles que hay en la zona, no descarta ninguna hipótesis, pero considera que el hecho de que no hubiese rastro de sangre hace “ganar fuerza” a la posibilidad de que Sor Inés haya sido víctima de personas que quisieron traficar con su líquido vital para fines rituales o de brujería. “Desgraciadamente, es algo corriente en la zona, sobre todo en la búsqueda de diamantes. Estos rituales consisten en echar sangre 'pura' sobre montículos de grava extraída de ríos, antes de hacerlos pasar por una mallas muy finas para ver si hay diamantes allí”, dice Aguirre.

El obispo Juan José Aguirre considera que “gana fuerza” la posibilidad de que haya sido víctima del tráfico de sangre para fines rituales o brujería

“En Camerún [país fronterizo de República Centroafricana], lo hemos visto ya muchas veces. Son bandidos y criminales que comercian con seres humanos. Es otro mundo, o submundo, que tenemos aquí en África”, añade el sacerdote español, perteneciente a la congregación de los misioneros combonianos y titular de la diócesis de Bangassú. “No me atrevería a hablar de persecución directa, pero sí pone el acento sobre la precariedad en que vive la gente que está aquí. Los sacerdotes y las religiosas sufren la misma violencia que la gente común”, destaca el nuncio (embajador) del Vaticano en el país, Santiago De Wit Guzmán.

“Es cierto, estamos todavía en estado de 'shock”, comenta a El Confidencial el obispo Denis Dkofiagbenyadzi, quien el martes ofició el funeral de Sor Inés en Berbérati. “Pero también estamos esperando el resultado de la investigación”, añade. “Nuestra superiora ha salido de viaje hacia Nola para recoger toda la información de primera mano. Está incomunicada y regresará en tres días”, explica otra monja de las Hijas de Jesús de Massac Seran, la pequeña congregación francesa a la que pertenecía Sor Inés.

“Es muy duro de aceptar y entender. Motivaciones para acabar con ella no había ninguna. Ni tampoco mucho que robar en su casa”, añade De Wit Guzmán, que no quiere validar ninguna hipótesis antes de que acaben las pesquisas. “Además, Minusca tuvo que hacer frente esta semana a la matanza de más de 30 personas en el norte del país”, aclara el nuncio valenciano sobre esta misión de la ONU, integrada en República Centroafricana, mayormente, por soldados marroquíes.

En guerra

Porque esa es otra circunstancia sobre el asesinato de Sor Inés. El haber ocurrido en “el escenario de una de las catástrofes humanitarias más desatendidas y olvidadas por la comunidad internacional, fruto de un conflicto civil que continúa desde 2013”, como recuerda Sofia Mastrostefano, especialista en África de la Fundación Colegio de Defensa de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). “Solo cabe mencionar que uno de los firmantes de los acuerdos de paz de febrero pasado es Bi Sidi Souleymane, jefe de las milicias 3R y al que ahora la ONU acusa de ser el responsable de la última matanza de civiles”, explica Mastrostefano, al hacer hincapié en sus temores de que esto pueda suscitar una nueva ola de violencia.

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“Sucede que la República Centroafricana fue conquistada hace seis años por un grupo de mercenarios venidos de Chad y pagados por los países del Golfo. Estos mercenarios se fueron convirtiendo en 14 señores de la guerra”, denuncia, por su parte, el obispo Aguirre. “La mayoría de ellos son de otros países. Por ejemplo, en mi diócesis [Bangassú], muchos de los milicianos son originarios de Níger, pertenecen a una etnia que se llama fulani y son de esos que están viviendo los efectos devastadores de la desertificación en el Sahel, lo que está provocando desplazamientos migratorios hacia el sur de África”, agrega.

La situación en República Centroafricana es una catástrofe que hace palidecer: 14 milicias registradas, 590.000 refugiados centroafricanos huidos a otros países, 640.000 desplazados internos, una esperanza de vida que no supera los 48 años —de las más bajas del planeta— y una economía totalmente arruinada a pesar de las riquezas del país. Además de conflictos que, no obstante, no desaniman a las decenas de misioneros que han decidido entregar sus vidas a este país y sus habitantes.

El pasado domingo, la misionera española Blanca Nieves Sancho Lope —Sor Inés, como se hacía llamar por su afiliación a la pequeña congregación francesa de las Hijas de Jesús de Massac Seran— iba de regreso a su casa en la aldea de Nola, en una zona de minas y diamantes en el extremo sureste de República Centroafricana. Nadie la volvió a ver. Por la mañana, la religiosa había acudido a la parroquia situada cerca de su vivienda, donde a las dos de la tarde había ayudado a celebrar la misa del día.

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