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Los misiles rusos de Turquía quitan el sueño a Europa
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EL ÚLTIMO GOLPE A LA OTAN

Los misiles rusos de Turquía quitan el sueño a Europa

Es el último golpe a una OTAN que vive momentos de zozobra​. Las compras militares de Turquía a Rusia preocupan, y mucho, en Washington y en Bruselas

Foto: Militares rusos cerca de misiles S-400 tras su despliegue cerca de Kaliningrado. (Reuters)
Militares rusos cerca de misiles S-400 tras su despliegue cerca de Kaliningrado. (Reuters)

Las últimas compras militares de Turquía preocupan y mucho en Washington, en Bruselas y en muchas otras capitales europeas y han acrecentado más si cabe la grieta entre numerosos miembros de la OTAN y Ankara. El Gobierno de Erdogan completó hace unos días la adquisición de unidades del sistema de misiles defensivos tierra aire S-400, diseñados y fabricados en Rusia y que utilizan otros países como China, India y Arabia Saudí. Unos sistemas que llegarán a su territorio, dijo el ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, en el mes de julio, pero cuyo acuerdo de compra se llevaba negociando desde hace tiempo para disgusto de las potencias occidentales.

Haber comprado misiles rusos integrando una Alianza precisamente contrapuesta a Moscú no parece contrariar a Turquía. En plena cumbre de los 70 años de la firma del primer tratado del Atlántico Norte, celebrada en la misma Washington, Cavusoglu explicó sin ambages que su país “no debe elegir entre Rusia y los otros, las relaciones con Rusia no son una alternativa”. En un mundo cada vez más multipolar, impulsado por el aislacionismo trumpiano, estas declaraciones cada vez son menos cacofónicas.

El deshielo entre Turquía y Rusia avanza al mismo ritmo que las esperanzas de que la primera integre en algún momento la Unión Europea. Desde marzo Turquía contempla facilitar la entrada de ciudadanos rusos a su territorio sin visa, tal y como hace con los europeos, una medida que Rusia ya aplica a los ciudadanos turcos. Los enemigos históricos se alían en contraposición a Washington y a las democracias liberales.

Estados Unidos puso de su parte para tratar de frenar este acuerdo. Como principal actor y director de la OTAN, utilizó la amenaza radical de expulsar a Turquía del programa de aviones militares F-35. Los generales estadounidenses argumentaron en el Congreso que sería un sinsentido vender aviones de tan alta tecnología para integrarlos en un arsenal con armas antiaéreas rusas. Que la información sensible de los F-35 pudiera ser cruzada con los sistemas del S-400 quita el sueño en el Pentágono. Ankara no ha pestañeado.

Foto: Cadetes de la Fuerza Aérea Turca marchan durante una ceremonia de graduación en la Academia Militar, en Estambul. (Reuters)

Si bien ofrece una comisión mixta para asegurarse de que no habrá trasvase de información, Ankara ha utilizado una estrategia maestra al culpar de la compra de misiles a Rusia, en última instancia, a Barack Obama. Turquía argumenta que el acuerdo al que llegó con la anterior Administración para hacerse con misiles Patriot era un “mal acuerdo”. No veremos a Trump defender un acuerdo de Obama.

Este es el último golpe a una OTAN que vive momentos de zozobra principalmente por los continuos desplantes de Estados Unidos. El presidente Trump exige a los socios de la Alianza que aumenten su gasto en defensa -muchos se quedan lejos del compromiso del 2% de PIB que marcan los tratados- mientras presiona a quienes no cumplen: EEUU no puede estar defendiendo siempre a los miembros que menos se impliquen (Trump dixit). Un sobreentendido de esta afirmación es que los miembros deben dejar su dinero dentro de las empresas de los países OTAN, preferencialmente estadounidenses. También eso ha dolido a Estados Unidos: se abre la puerta, si no se expulsa a Turquía, a comprar armamento a terceros países.

El último enfrentamiento entre Washington y Ankara puede ser un grave error estratégico -perder influencia en un aliado tan cercano a Oriente Próximo-, pero para la UE es un verdadero quebradero de cabeza, además de una situación a la que se ha visto arrastrada sin razón forzosa. “No creo que un distanciamiento de Turquía de la OTAN sea el escenario más posible”, contemporiza Constantinos Filis, director de investigación del Instituto de Relaciones Internacionales (IDIS), “sin embargo, las disputas son indicativas del mal ambiente entre las dos partes”.

El debilitamiento de la OTAN y la falta de colaboración desde la Casa Blanca hace que Berlín y París insinúen planes para una mayor integración europea en materia de Defensa. Esto sería un paso enorme para un continente que hasta hace menos de un siglo estaba en guerra total de manera constante… aunque también un paso lejano en el tiempo.

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Las reticencias de los mayores Gobiernos del continente son las que frenan este proceso, en parte por los recelos históricos entre las potencias, el histórico PULSO francoalemán, aunque también por la pujanza de los movimientos y partidos soberanistas y populistas que crecen a caballo de los errores de la integración europea.

Esta nueva decisión de Turquía, que la coloca más cerca de la órbita de Putin, podría ayudar a acercar a las capitales en este asunto, aunque para Filis no será tan influyente como esperan los europeístas: “La integración europea en el sector de la Defensa depende de consideraciones políticas y económicas”, explica, “no estoy seguro de que los estados miembros específicos estén interesados ​​en aumentar drásticamente su presupuesto de defensa”. “Desde un punto de vista político”, añade el politólogo, “parece además que la OTAN no apoyará tal iniciativa y dentro de los países europeos Estados Unidos cuenta con grandes apoyos. Si la UE avanza con la profundización de la cooperación en el sector de defensa, será solo de forma parcial, entre algunos estados miembros”.

Y si en Washington escuece y en Bruselas inquieta, en Grecia tiemblan ante el desplazamiento de Ankara hacia el unilateralismo o la alineación con Rusia. Cada vez que Turquía vira hacia posiciones alejadas de la OTAN, sale progresivamente de la esfera europea, donde Atenas, a pesar de su menor tamaño, tiene más posibilidades de frenar a un rival a la puerta de su casa que cada vez más reclama soberanía sobre islas del Egeo y viola su espacio aéreo sin que pueda hacer nada para persuadirlo.

placeholder Soldados del ejército alemán durante una maniobras en Bergen, Alemania. (Reuters)
Soldados del ejército alemán durante una maniobras en Bergen, Alemania. (Reuters)

“A Grecia no le interesa ver que Turquía se aleja de la OTAN (tampoco a la UE)", añade Filis. "Si eso sucede será menos predecible y nada creíble como aliado... y tendrá menos razones para no actuar de una manera aún más asertiva y revisionista en el Egeo. Además Grecia quiere tener una orientación más hacia Occidente, algo que choca con las turbulentas relaciones con Ankara”.

Según Endy Zemenides, del Hellenic American Leadership Council, think tank con base en Estados Unidos, Turquía y Estados Unidos están ahora en una fase de desafío en la que Ankara considera que Washington “parpadeará” primero. Para Zemenides la estrategia de “seducción” a Turquía no ha servido, y ahora Occidente tiene que dejar claro a Erdogan que, en términos comerciales y de seguridad, “su mordisco será mucho peor que su ladrido”.

Mientras, algunos analistas, entre ellos Zemenides, contemplan que la batalla por Turquía está perdida pues, como dice Aykan Erdemir, exmiembro del Parlamento turco, “el corazón de Erdogan está con Rusia”.

Las últimas compras militares de Turquía preocupan y mucho en Washington, en Bruselas y en muchas otras capitales europeas y han acrecentado más si cabe la grieta entre numerosos miembros de la OTAN y Ankara. El Gobierno de Erdogan completó hace unos días la adquisición de unidades del sistema de misiles defensivos tierra aire S-400, diseñados y fabricados en Rusia y que utilizan otros países como China, India y Arabia Saudí. Unos sistemas que llegarán a su territorio, dijo el ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, en el mes de julio, pero cuyo acuerdo de compra se llevaba negociando desde hace tiempo para disgusto de las potencias occidentales.

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