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Un Califato de solo dos kilómetros: así sobreviven hacinados los últimos del ISIS
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Un Califato de solo dos kilómetros: así sobreviven hacinados los últimos del ISIS

Encerrados en dos kilómetros cuadrados y ocultos en los túneles que han cavado para defenderse de los ataques aéreos, resisten unos pocos cientos de yihadistas, en su mayoría extranjeros

Foto: Mujeres con sus hijos llegan al campo de desplazados huyendo de los combates en Baghuz, último bastión del Estado Islámico en Siria. (J.M. López)
Mujeres con sus hijos llegan al campo de desplazados huyendo de los combates en Baghuz, último bastión del Estado Islámico en Siria. (J.M. López)

Desde lo alto de una colina, situada entre el río Éufrates y la frontera con Irak, se divisa la llanura que conduce hasta la aldea de Baghuz, el último bastión del Estado Islámico en Siria. Encerrados en 2 kilómetros cuadrados y ocultos en los túneles que han cavado para defenderse de los ataques aéreos, unos pocos cientos de yihadistas, en su mayoría extranjeros, resisten dentro de la localidad. Son los restos del Califato que en el pasado ocupó buena parte de Irak y Siria.

Hasta el frente llegan, exhaustos, heridos y hambrientos, los civiles que logran abandonar la población en medio de los combates. Los extremistas les utilizan como escudos humanos, también a sus propias familias. “Después de discutir mucho con mi marido conseguí que me dejara marchar con los niños. Ahora él continúa allí y sólo le espera la cárcel o la muerte. Mis hijos serán huérfanos del ISIS”, cuenta Lina. Mientras, los aviones de la coalición internacional liderada por EEUU continúan bombardeando Baghuz, un villorio que pronto quedará reducido a escombros.

La mayoría de los que llegaron a este lugar en el desierto de Siria en los últimos días son las familias de los yihadistas, sus múltiples esposas y numerosos hijos, mezclados con algunos habitantes originarios de la zona. Las mujeres proceden de lugares como Alepo y Mosul (Irak), pero también hay muchas de países europeos: británicas, alemanas, francesas o rusas.

Foto: Un miembro de las fuerzas especiales iraquíes abate a un suicida del Estado Islámico durante la batalla de Mosul, en marzo de 2017. (Reuters)
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En el horizonte aparecen más siluetas, en su mayoría mujeres y niños, llevando consigo todo lo que han podido salvar. Atrás dejan los recuerdos de la vida en el Califato que ahora se desmorona bajo sus pies. Hasta el frente ha llegado Mahmoud, de 15 años, con su familia. “Mi hijo fue herido en la pierna derecha por un proyectil de mortero hace dos semanas pero hasta ahora no hemos podido escapar, dentro de la ciudad ya no hay medicinas y la herida se le ha infectado”, se lamenta la madre, que perdió a su marido en el mismo ataque.

Desde que comenzó la ofensiva final contra el Estado Islámico en Siria miles de civiles han huido de la zona, un éxodo que continúa a través de este corredor abierto por las Fuerzas Democráticas Sirias, una alianza de milicias kurdas, árabes y cristianas que con ayuda de la coalición internacional pretende acabar con el último foco de resistencia yihadista.

Cada mañana un equipo de las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses llega en un convoy de vehículos blindados a este improvisado campo para desplazados y procede a la identificación de los recién llegados. Buscan miembros del Estado Islámico que hayan intentado huir camuflados entre la población civil. Después de ser registrados con un detector de metales, les toman las huellas dactilares, les fotografían y pasan una entrevista.

placeholder Mahmoud, de 15 años, descansa en lo alto de una colina donde ha llegado huyendo con su familia de los combates en Baghuz. (J.M.L.)
Mahmoud, de 15 años, descansa en lo alto de una colina donde ha llegado huyendo con su familia de los combates en Baghuz. (J.M.L.)

¿Dónde está el líder?

Los yihadistas no renuncian a una solución negociada. Esta consistiría en una liberación de prisioneros, entre los cuales podría estar el periodista británico John Cantlie, secuestrado en Siria en 2012, a cambio de que les proporcionen un paso seguro hacia la provincia de Idlib, donde resisten los últimos grupos salafistas/yihadistas que combaten contra el régimen de Bashar al Assad. Una solicitud que hasta ahora ha sido rechazada.

En juego esta también encontrar vivo o muerto a Abu Bakr al-Baghdadi, autoproclamado califa en la mezquita al-Nuri de Mosul a mediados de 2014 y líder del Estado Islámico, que supuestamente habría sufrido un intento de asesinato por yihadistas extranjeros hace unos meses. Se cree que permaneció en Baghuz por un tiempo, pero ahora podría estar en Irak, tras cruzar la porosa frontera que conduce a la provincia de Al Anbar.

Lejos todavía de rendirse, lo que han hecho sus militantes en Irak es cambiar de estrategia para volver a sus orígenes como grupo insurgente. La organización, que llegó a controlar un tercio del país y amplias zonas de Siria, se reduce ahora a células yihadistas con capacidad de cometer atentados y crear el caos entre la población.

Vestidas de negro de los pies a la cabeza y con sus rostros cubiertos para proteger su identidad, las mujeres continúan llegando al campo. Pocas son las que reconocen ser esposas de un yihadista. Roqiya es de Gaziantep, ella y su marido son turcos. “Cuando mi esposo se unió al ISIS yo decidí venir con él, hace 4 años, luego murió en un ataque aéreo y yo ahora estoy sola con mis tres hijos”, relata desde el interior de su tienda. La situación para las familias de combatientes extranjeros es todavía peor ya que las instituciones no las reconocen. “No hay futuro para mi, solo dios sabe hasta cuando tendré que vivir así”, se lamenta amargamente.

placeholder Lina, de 17 años, sostiene uno de sus hijos en brazos en el campo de desplazados donde han llegado huyendo de los combates en Baghuz. (J.M. López)
Lina, de 17 años, sostiene uno de sus hijos en brazos en el campo de desplazados donde han llegado huyendo de los combates en Baghuz. (J.M. López)

Cuando Lina contrajo matrimonio a los 14 años con un miembro del Estado Islámico en Raqqa -la que fue la 'capital' del Califato en Siria- no podía imaginar que, tres años después, estaría viviendo en una tienda de campaña con sus dos hijos. “Fue una decisión de mis padres porque nuestra situación económica era muy mala en aquellos momentos”, explica la muchacha mientras sostiene en brazos a su bebé. “Al principio mi vida fue bien pero luego él se casó dos veces más y comenzaron los problemas”, sentencia.

A la espera de ser trasladados en camiones a un campo para desplazados mayor, en Al Hol, las condiciones aquí son muy duras. La poca comida que hay es la que reparten las tropas estadounidenses y no hay tiendas de campaña para todos. Decenas de hoyos excavados en la tierra rompen la monotonía de este paisaje lunar: sirven de refugio contra el viento para los que tienen que dormir al raso soportando temperaturas que rozan los cero grados por la noche.

El fin del Estado Islámico esta cada vez más cerca en Siria. En el último mes los yihadistas han visto reducido su territorio de tres aldeas a una. A medida que el cerco se estrecha incluso aquellos que se unieron al Califato en sus primeros días tratan de salvarse.

Desde lo alto de una colina, situada entre el río Éufrates y la frontera con Irak, se divisa la llanura que conduce hasta la aldea de Baghuz, el último bastión del Estado Islámico en Siria. Encerrados en 2 kilómetros cuadrados y ocultos en los túneles que han cavado para defenderse de los ataques aéreos, unos pocos cientos de yihadistas, en su mayoría extranjeros, resisten dentro de la localidad. Son los restos del Califato que en el pasado ocupó buena parte de Irak y Siria.

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