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África, la nueva encrucijada del tráfico mundial de heroína
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LA 'RUTA DEL SUR' GANA TRACCIÓN

África, la nueva encrucijada del tráfico mundial de heroína

El estrechamiento de la vigilancia en la ruta de los Balcanes ha llevado a muchos traficantes a optar por el continente africano. El viaje es más costoso y mucho más largo, pero merece la pena

Foto: Varios heroinómanos consumen esta droga en una chabola en Huruma, Nairobi, en julio de 2015. (Reuters)
Varios heroinómanos consumen esta droga en una chabola en Huruma, Nairobi, en julio de 2015. (Reuters)

Los investigadores que luchan contra el crimen organizado saben que no pueden relajarse: cuando las autoridades consiguen desmantelar un sistema o una técnica delictiva, o simplemente las circunstancias cambian, los grupos criminales aprenden, evolucionan y se adaptan a la nueva situación. Es lo que ha sucedido con el tráfico de heroína. La producción se encuentra en máximos históricos gracias al caos en Afganistán: el año pasado, la Oficina de la ONU para la Droga y el Delito (UNODC) detectó un aumento del 65% respecto al anterior, con una cosecha estimada en 10.500 toneladas, la cifra más alta desde que esta institución empezó a vigilar la producción mundial hace dos décadas.

Al mismo tiempo, la demanda en Europa vuelve a crecer, alimentada por unos años de suministro abundante y barato y por unas sociedades con amplias franjas de población golpeadas por la crisis económica. En medio se encuentra un país, Turquía, que debido a su posición geográfica única ha servido durante muchos años de bisagra para el flujo de estupefacientes hacia el oeste. Pero la guerra de Siria lo ha cambiado todo: la vigilancia de fronteras derivada de la lucha (tardía) contra el yihadismo y la llegada de refugiados a territorio turco ha asfixiado la tradicional 'ruta de los Balcanes', obligando a los narcotraficantes a encontrar nuevas vías para transportar su producto a Europa. La solución es mucho más larga y costosa, pero sigue mereciendo la pena: llevarla a África.

Foto: Un soldado somalí mira los cadáveres de presuntos militantes de Al Shabaab abatidos durante un ataque suicida frente al hotel Nasahablood en Mogadiscio, en junio de 2016. (Reuters)

“Algunos opiáceos afganos son traficados hasta Europa a través de la llamada 'ruta sur', que va de Afganistán y Pakistán (y parcialmente a la República Islámica de Irán) para un envío subsecuente a los países del Golfo y África Oriental y desde allí su tráfico a Europa, o bien directamente por avión o a través del sur y oeste de África por aire o mar”, señala el último informe anual sobre drogas de la ONU. Además, “los países de África central y occidental y del norte de África se han afianzado como centro de las incautaciones mundiales de fármacos opioides; en 2016, el 87% del total mundial se concentró en esos países”, según el documento.

Una vez en los puertos paquistaníes, la droga es cargada en 'dhows', las embarcaciones tradicionales del Golfo Arábigo, que la llevan hasta barcos más grandes en alta mar cuya función es navegar las turbulentas aguas del Índico, esquivando por igual a los piratas y a los barcos de la Fuerza Marítima Combinada internacional que patrulla la zona. Este tráfico está generando enormes problemas para el continente, donde un consumo hasta entonces marginal y limitado a los puntos más turísticos, como Zanzíbar, está aumentando en la mayoría de los puertos y las grandes ciudades.

Consumo y corrupción

“El este y sur de África tienen un mercado de consumo mucho mayor de lo que normalmente se reconoce”, afirma un estudio de Enact, un think tank dedicado a promover la respuesta africana a la amenaza del crimen organizado transnacional. Pese a que los traficantes tratan de llevar toda la droga posible hacia los mercados europeos, mucho más lucrativos que los africanos, “este mercado local consigue parte de su suministro de un 'goteo' del tránsito comercial, a través de pagos en especie a conductores, pescadores, la policía, etc., y a través de robos a pequeña escala de grandes alijos”, señala la investigación. Como resultado, África está experimentando el incremento más pronunciado en el uso de heroína en todo el mundo.

Pero además, este flujo está ayudando a corromper a las autoridades y sociedades locales. “Los traficantes de heroína que usan esta ruta de tránsito necesitan lograr que esos puertos sean permeables, y asegurar que sus bienes ilícitos no sean ni incautados ni vinculados a juicios criminales contra ellos. Con el tiempo, estas transacciones han evolucionado de diferentes formas a lo largo de la costa [oriental africana]. En Kenia, los narcotraficantes han decidido hacer campaña directamente para cargos políticos. En Mozambique, los traficantes de droga han consolidado su control sobre el mercado en un 'quid pro quo' notablemente resiliente y duradero con la elite política”, afirma el estudio de Enact. La heroína es ya el segundo producto de exportación de ese último país.

Foto: Varios policías controlan un paso fronterizo en Mozambique, en 2015. (EFE)

“En Mozambique el tráfico está controlado por familias poderosas y regulado de forma encubierta por el Frelimo, el partido gobernante ex-marxista”, indica el semanario The Economist en un artículo publicado en su último número. “A cambio de donaciones políticas y favores personales, el Frelimo garantiza a los traficantes protección contra los arrestos. El partido también expide permisos que permiten a los contrabandistas importar y exportar bienes sin detección en el puerto de Nacala”, afirma, añadiendo que “no se ha producido ningún arresto de figuras importantes por narcotráfico en Mozambique”. Pero esto acaba resultando un serio problema para el país, puesto que no sólo miembros del Gobierno, sino también la creciente insurgencia yihadista de Sunna Swahili en el norte, se beneficia de este negocio.

Mientras tanto, nuevas comunidades de adictos están surgiendo en lugares Kenia, Sudáfrica y la República Democrática del Congo. Otro problema que añadir a la larga lista que acumula el continente.

Los investigadores que luchan contra el crimen organizado saben que no pueden relajarse: cuando las autoridades consiguen desmantelar un sistema o una técnica delictiva, o simplemente las circunstancias cambian, los grupos criminales aprenden, evolucionan y se adaptan a la nueva situación. Es lo que ha sucedido con el tráfico de heroína. La producción se encuentra en máximos históricos gracias al caos en Afganistán: el año pasado, la Oficina de la ONU para la Droga y el Delito (UNODC) detectó un aumento del 65% respecto al anterior, con una cosecha estimada en 10.500 toneladas, la cifra más alta desde que esta institución empezó a vigilar la producción mundial hace dos décadas.

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