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Brexit, Trump y Berlín: palos en las ruedas de la locomotora alemana
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Brexit, Trump y Berlín: palos en las ruedas de la locomotora alemana

Las previsiones de crecimiento se han rebajado a la baja. Expertos advierten de que en el cuarto trimestre Alemania podría haber entrado en recesión técnica

Foto: La canciller Angela Merkel, durante la apertura de una fábrica en Grevenbroich. (Reuters)
La canciller Angela Merkel, durante la apertura de una fábrica en Grevenbroich. (Reuters)

Es Donald Trump y su guerra comercial. Es el caos del Brexit. Es la ralentización de China. Es la incertidumbre global. Y, sí, es también la parálisis del Gobierno alemán, con una Angela Merkel con la mano en la manilla de la puerta y una gran coalición que solo permanece en pie porque cualquier otra opción parece peor. Todos estos factores son palos en las ruedas de la locomotora europea. La economía alemana está mostrando signos de flaqueza con tantos frentes abiertos y amenaza con un enfriamiento que puede hacer que parte de la UE se resfríe.

Alemania podría estar mañana mismo en recesión técnica. Tras la contracción del 0,2% del tercer trimestre de 2018, muchos expertos están alertando de que los últimos tres meses del pasado ejercicio no fueron buenos en la primera economía europea. Mañana tiene previsto anunciar su dato preeliminar del producto interior bruto (PIB) para el conjunto del año la Oficina Federal de Estadística (Destatis), lo que permitiría ver su estimación del cuarto trimestre.

Si se confirman las peores previsiones, Alemania habría entrado, sin hacer apenas ruido, en recesión. Tras nueve años de crecimiento ininterrumpido, en ocasiones sorprendentemente dinámico. A pesar de la envidiable situación de su mercado laboral. A pesar de la fortaleza de su industria. A pesar del dinamismo del consumo interno. A pesar de sus cuentas saneadas y sus ingresos fiscales en máximos. Dejando, de paso, desnortada la eurozona en un momento de gran incertidumbre política, con el Banco Central Europeo (BCE) a contrapié —desmantelando su programa de compra de deuda— y un notable pesimismo en los mercados financieros.

Algunos datos económicos llevaban meses, sin embargo, advirtiendo de que algo se estaba torciendo en la economía alemana. En diciembre, el índice de confianza empresarial del Instituto Ifo, uno de los indicadores más seguidos para tomar la temperatura del país, encadenó su cuarto mes a la baja. Cayó hasta su valor mínimo en dos años. La producción industrial, por su parte, retrocedió un 0,5 y un 1,9% en octubre y noviembre, respectivamente. El DAX 30, el selectivo de la bolsa de Fráncfort, se dejó un 18% el año pasado. La encuesta de final de año del Instituto de la Economía Alemana (IW) concluía que los actores de 21 de los 48 sectores económicos veían la situación actual peor que en el año anterior, cuando a finales de 2017 eran solo dos. Tan solo siete miraban 2019 con optimismo, cuando hace 12 meses eran 26.

Foto: Un corredor pasa por delante de la planta de Volkswagen en Wolfsburg, Alemania. (Reuters)

Preocupaciones y riesgos bajistas

Los expertos habían visto venir el enfriamiento de la mayor economía europea. La mayoría insiste en que las perspectivas no son tan sólidas como hace un año, pero que no estamos asistiendo al derrumbe de Alemania. El presidente del IW afirmaba recientemente a la televisión exterior alemana Deutsche Welle que "hay arena en la transmisión" de la locomotora europea, "pero que no hay ningún desplome". El PIB alemán seguirá creciendo este año, según todas las estimaciones, a pesar del tropezón invernal. No obstante, a tasas más moderadas. Además, el optimismo de los últimos años ha desaparecido. "Lamentablemente, predominan actualmente las preocupaciones y los riesgos bajistas", apuntó el presidente de la Cámara Alemana de Industria y Comercio (DIHK), Eric Schweitzer.

La mayoría insiste en que las perspectivas no son tan sólidas como hace un año, pero no estamos asistiendo al derrumbe de Alemania

En los últimos meses, los principales institutos económicos del país, el Bundesbank y el propio Gobierno alemán habían rebajado de forma significativa sus previsiones de crecimiento para 2018 y 2019. En general, se ha pasado de situar el repunte del PIB este año en el entorno del 2% a acotarlo sobre el 1,5%. Esta es la cifra más reciente que ha pronosticado el propio Ministerio de Economía, muy prudente en sus cálculos, aunque algunos la rebajan hasta el 1,1%, como el Instituto Ifo. El banco central alemán ha advertido de que los "riesgos a la baja" se van a cebar con el crecimiento.

"Los buenos tiempos se han acabado", sentenció recientemente el presidente de la Asociación de la Industria Alemana (BDI), Dieter Kempf. Poco después, el ministro de Finanzas, Olaf Scholz, aseguraba en una línea similar que "los años de las vacas gordas" se habían acabado. "Los buenos tiempos en los que el Estado siempre recaudaba más de lo previsto se acaban", indicó el pasado fin de semana el socialdemócrata en una entrevista al 'Bild am Sonntag'.

Brexit, Trump y el Gobierno alemán

Los grandes motivos que lastran el crecimiento alemán son los mismos que están afectando a la economía global. Según Kempf, "el mayor riesgo a corto plazo es el Brexit". El presidente de la BDI, que es un influyente 'lobby' industrial, considera que una salida desordenada de Reino Unido de la UE creará "incertidumbres enormes" para la economía y el comercio. "La economía británica afrontará la amenaza directa de una recesión, lo que indirectamente afectará a Alemania", explicó. Holger Bingmann, presidente de la asociación de mayoristas y exportadores BGA, apunta que el Brexit es el "problema más urgente de la economía alemana".

Luego está la imprevisible guerra comercial desatada por Trump. Una escalada de las tensiones entre Estados Unidos y China, los aranceles al acero y quién sabe si a los vehículos europeos podrían hacer "descarrilar" la economía alemana, en opinión de Bingmann. Las medidas proteccionistas que está adoptando Washington contra China y la UE tienen un "gran potencial explosivo", agregó el presidente de la BGA. En este mismo sentido, Kempf también considera que este conflicto puede "amenazar la producción y limitar notablemente a medio plazo el comercio y el desarrollo económico".

Foto: El presidente Trump durante una reunión para analizar la situación en la frontera con Opinión

También hay un evidente elemento nacional. El Gobierno alemán no funciona. La canciller está debilitada con sus últimas derrotas electorales y el anuncio de su marcha por etapas. Su partido, que ha cedido varios puntos en los sondeos, está además fracturado tras las primarias para buscar un nuevo presidente (donde se impuso por la mínima la delfín de Merkel, Annegret Kramp-Karrenbauer). Sus socios bávaros han dado más quebraderos de cabeza que apoyos desde que echó a andar el Ejecutivo el pasado marzo. Y el Partido Socialdemócrata (SPD), el socio minoritario de la coalición de gobierno, sigue cayendo en barrena en las encuestas rumbo a la insignificancia.

"La gran coalición no aporta actualmente ningún impulso al crecimiento, más bien al contrario", considera Ingo Kramer, presidente de la patronal alemana, la BDA. El crecimiento de 2018 se ha logrado "a pesar" del Gobierno alemán, a su juicio. Kempf, del 'lobby' de la industria, y Schweitzer, del gremio exportador, echan también de menos el apoyo de Berlín a la economía.

El sector del motor

Además, otros factores están frenando la economía alemana. El parón de China ha afectado a los exportadores alemanes. La fuerte sequía de este verano ha dañado también a múltiples sectores, de la agricultura al muy extendido transporte fluvial, lo que ha obligado a recortar la producción en muchas empresas y elevado el precio de los combustibles que se transportan en barcazas. Pero sobre todo pesan aquí las dificultades del sector del motor, que ha sufrido serios contratiempos con los nuevos estándares europeos de emisiones de gases contaminantes que entraron en vigor en septiembre. La puntilla para el sector, que emplea a 800.000 personas en Alemania y es el primer exportador del país, podría venir de Trump. Schweitzer advierte de "que la amenaza de los aranceles a los coches sigue sobre la mesa".

Mirando más a largo plazo, varios expertos han señalado que Alemania podría toparse con serios problemas estructurales más allá del cambio de década. Las disrupciones en el sector del motor son uno de ellos, con la llegada de nuevos actores, de Google a Tesla, y el viraje hacia los coches eléctricos, los vehículos autónomos y los turismos compartidos. También se ha alertado sobre el fin de la bonanza en su mercado laboral. La jubilación de la numerosa generación nacida durante el milagro económico alemán a lo largo de la próxima década llevará a una reducción notable de la masa laboral, lo que podría crear cuellos de botella en el sector productivo y tensionar las cuentas públicas por el aumento del gasto en pensiones.

Es Donald Trump y su guerra comercial. Es el caos del Brexit. Es la ralentización de China. Es la incertidumbre global. Y, sí, es también la parálisis del Gobierno alemán, con una Angela Merkel con la mano en la manilla de la puerta y una gran coalición que solo permanece en pie porque cualquier otra opción parece peor. Todos estos factores son palos en las ruedas de la locomotora europea. La economía alemana está mostrando signos de flaqueza con tantos frentes abiertos y amenaza con un enfriamiento que puede hacer que parte de la UE se resfríe.

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