El yihadista con derecho a nacionalidad española que organiza matanzas en el Sahel
La historia de Abu Adnan Walid al Sahraui, que ha militado en media docena de organizaciones armadas, es la historia del propio yihadismo en este rincón de África
Es un hombre que lo ha sido todo en la lucha armada en el norte de África. Militó en el Frente Polisario. Fue comandante militar en Al Qaeda en el Magreb, y participó en las sucesivas fusiones y coaliciones de grupos yihadistas en África Occidental, como el Muyao o Al Murabitoun. Es el fundador y líder del Estado Islámico en el Gran Sáhara. Y es español. Al menos tendría el derecho legal a solicitar la nacionalidad española, de no mediar el pequeño detalle de que se trata de un terrorista.
Esto, claro está, si las escasas informaciones disponibles sobre Adnan Abu Walid al Sahraui son correctas, y, como se cree, nació en El Aaiún a principios de los años setenta, cuando el Sáhara Occidental era todavía una provincia española. Sus padres habrían abandonado el territorio tras la invasión marroquí como parte del éxodo saharaui, instalándose en los campos de refugiados alrededor de Tindouf. Algunas fuentes vinculan a Al Sahraui —cuyo nombre real es Lehbib Uld Ali Uld Said Uld Yumani— con un antiguo procurador saharaui en las Cortes españolas franquistas, Hatri Uld Said Uld Yumani, que sería su abuelo.
No obstante, algunos expertos restan importancia a este detalle. “Considerarle español es mucho decir; a diferencia de lo que ocurre con otras figuras de la yihad en la región, que yo sepa no existe una bibliografía oficial del personaje”, señala Sergio Altuna, investigador asociado en el Programa de Terrorismo Global del Real Instituto Elcano. “Si, como ocurre con otros personajes, hubiera decidido hacer mayor hincapié en sus orígenes en la España colonial, podría haber incluido la 'kunya' [el apelativo onomástico] 'al-Andalusi', que no pocos yihadistas llevan aun sin haber nacido en España”, explica.
Sea como sea, Al Sahraui es hoy una figura clave en el panorama yihadista en el Sahel. Como líder del Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS, por sus siglas en inglés), su nombre cobró notoriedad internacional cuando reivindicó la emboscada que acabó con la vida de cuatro soldados estadounidenses y otros cuatro nigerinos en Tongo Tongo, en la frontera entre Níger y Mali, en octubre de 2017. Meses después, el Departamento del Tesoro le incluyó en su lista de sanciones internacionales, a las que se unieron al poco las de Naciones Unidas.
“Su influencia es muy grande, no solo en la región en general, sino en la militancia islamista en particular”, asegura Altuna. “No debemos olvidar que antes de convertirse en emir de su grupo actual, Al Sahraui militó como cuadro en diferentes estructuras bajo el paraguas de AQMI y mantiene a buen seguro contactos de alto nivel con su antigua organización”, recuerda.
Tras cumplir la mayoría de edad en los campos de refugiados en Tindouf, Al Sahraui se integró en las filas del Frente Polisario, que le proporcionó instrucción militar. También recibió formación universitaria en Argelia. Pero en un momento dado empezó a sentirse atraído por las ideas islamistas y trabó contacto con la rama magrebí de Al Qaeda, que pronto empezaría a extender sus tentáculos por el Sahel, bajo el liderazgo del mítico Mokhtar Belmokhtar.
Secuestros, fugas y emboscadas
Al Sahraui pronto llamaría la atención de los especialistas en antiterrorismo: fue uno de los arquitectos de la creación en 2011 del Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (Muyao), con el propósito explícito de extender la lucha yihadista en otras áreas del continente fuera del alcance de AQMI. Ya se había erigido en portavoz de la organización cuando esta llevó a cabo a finales de año el secuestro en Tindouf de dos cooperantes españoles y una italiana, que serían liberados nueve meses después en Mali, tras el pago de un rescate millonario y la liberación de varios militantes encarcelados.
La historia de Al Sahraui es pues, hasta cierto punto, la historia de la yihad en el Sahel. Estaba allí cuando el Muyao participó en la toma yihadista del norte de Mali en 2012, que motivó la intervención internacional liderada por Francia en el país. También cuando la organización se unió a una facción llamada Signatarios por la Sangre para crear Al Morabitun (Los Almorávides), en ese momento la más formidable coalición yihadista jamás vista en el norte de África. En 2014, se le dio erróneamente por muerto en un ataque de la fuerza aérea francesa.
A raíz de la proclamación del Califato en Mosul, Al Sahraui declaró su lealtad al Estado Islámico en mayo de 2015, lo que condujo a un enfrentamiento con Belmokhtar, que reiteró la vinculación de su grupo con Al Qaeda. “No ha sido elegido por el Consejo de la Shura de Al Morabitun. Se ha autoproclamado emir”, afirmó Belmokhtar en un comunicado. Según expertos antiterroristas de EEUU, partidarios de Belmokhtar trataron de asesinar a Al Sahraui, que se desligó de la organización para crear el Estado Islámico en el Gran Sáhara.
“Teniendo en cuenta el calado, la duración y la extensión regional de su militancia, no tengo elementos para describirle como un líder carismático, pero con el paso del tiempo ha llegado a conformar un grupo bastante heterogéneo de militantes de distintas etnias y procedencias, lo cual pondría de manifiesto que, efectivamente, nos encontramos ante una figura con algo especial”, indica Altuna. “Su origen saharaui, sus años junto a Belmokhtar y su participación en el proyecto de construcción de un Estado islámico en el norte de Mali a principios de esta década sin duda le han granjeado la lealtad de un buen número de comunidades en la banda del Sáhara-Sahel, mediante múltiples estrategias: alianzas por parentesco, criminalidad organizada, suplantación del Estado, etc., algo fundamental en un entorno tan vasto y tan heterogéneo socialmente hablando. Prueba de ello es la diversidad de militantes que forman su grupo”, comenta, aunque subraya que los combatientes bajo su mando se estiman entre 200 y 300, una cifra relativamente moderada.
Pese a ello, el grupo ha estado muy activo. En 2016, hizo un llamamiento a atacar al personal de Naciones Unidas en el Sáhara Occidental, y a turistas occidentales, miembros de las fuerzas de seguridad y empresas extranjeras en Marruecos. Poco después, la organización lanzó dos ataques contra puestos policiales fronterizos en Burkina Fasso y orquestó un intento fallido de liberar a presos yihadistas de una cárcel de alta seguridad en la capital de Níger. Tras la notoriedad conseguida con estas acciones, el ISIS reconoció al grupo de Al Sahraui como su filial en el Sahel. Desde entonces, la organización ha llevado a cabo más de una docena de ataques adicionales en ambos países y en Mali, algunos de ellos bastante letales.
En agosto de 2018, el ejército francés mató a Mohamed 'Atinka' Ag Almouner, un importante lugarteniente de Al Sahraui que había liderado la emboscada de Tongo Tongo. Un duro golpe para el 'batallón saheliano' del ISIS, pero insuficiente para detener al hombre que, hoy por hoy, rige los destinos de la insurgencia yihadista en este rincón de África. “El combate seguirá hasta la victoria, gracias a la protección de Dios”, declaró Al Sahraui en 2013. Nada hace pensar que haya cambiado de postura desde entonces.
Es un hombre que lo ha sido todo en la lucha armada en el norte de África. Militó en el Frente Polisario. Fue comandante militar en Al Qaeda en el Magreb, y participó en las sucesivas fusiones y coaliciones de grupos yihadistas en África Occidental, como el Muyao o Al Murabitoun. Es el fundador y líder del Estado Islámico en el Gran Sáhara. Y es español. Al menos tendría el derecho legal a solicitar la nacionalidad española, de no mediar el pequeño detalle de que se trata de un terrorista.
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