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Reconstruyendo la agonía de Jonestown: así fue "el mayor suicidio colectivo" de la historia
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más de 900 personas murieron envenenadas

Reconstruyendo la agonía de Jonestown: así fue "el mayor suicidio colectivo" de la historia

Hace 40 años se consumó el "suicidio revolucionario" fraguado por Jim Jones, líder de un culto religioso nacido al calor de los movimientos contraculturales en Estados Unidos

Foto: Vista aérea de los cadáveres de Jonestown. (Gobierno de Estados Unidos)
Vista aérea de los cadáveres de Jonestown. (Gobierno de Estados Unidos)

"Acabemos con esto ya. Acabemos con la agonía". Éstas fueron las últimas palabras que oyeron más de 900 personas antes de morir envenenadas con cianuro en mitad de una recóndita selva tropical hace 40 años. Quien las pronunciaba era Jim Jones, líder de un culto religioso basado en los principios de una sociedad utópica que pasaría a la historia como instigador del "mayor suicidio colectivo" nunca visto.

El Templo del Pueblo nació en los años cincuenta al calor de los movimientos contraculturales que durante la Guerra Fría surgieron en Estados Unidos. "Buscaba un lugar donde se luchara por la justicia y se desera un mundo mejor. Por eso me uní", recuerda en declaraciones a la 'BBC' Laura Johnston Kohl, una de las pocas supervivientes de la masacre de Guyana que entró en la comunidad atraída por sus ideales de solidaridad e igualdad racial.

placeholder Portada de la revista 'Newskeek' tras el fatídico suceso.
Portada de la revista 'Newskeek' tras el fatídico suceso.

"Mi vida estaba en crisis, tuve un matrimonio fallido y estaba buscando un lugar donde hacer política en un ambiente más seguro después de una serie de malas decisiones", explica Kohl, que a sus 22 años ya había sentido el gas lacrimógeno en sus ojos tras manifestarse contra la guerra de Vietnam y había trabajado codo a codo con las Panteras Negras. La comunidad "socialista apostólica" de Redwood Valley, en el norte de California, fue su escapatoria.

La quimérica colectividad se autoabastecía y suministraba atención médica a sus miembros. Todo parecía listo para sobrevivir al "apocalipsis nuclear" que había pronosticado el carismático predicador. Sólo faltaba un lugar donde empezar una nueva vida lejos de la belicosa Costa Este. La elección fue Guyana, una antigua colonia británica situada junto a Venezuela, donde casi un millar de adeptos se trasladaron para construir "un paraíso socialista", según había descrito Jones.

Jonestown se fundó en Guyana porque allí "hablaban inglés y no iba a generar problemas con la inmigración de las personas que quisieran unirse al proyecto", explica Kohl. Su líder defendía el proyecto como "un lugar dedicado a vivir por el socialismo, por la equidad económica y racial", de acuerdo a las grabaciones intervenidas por el FBI. Pero fue precisamente la vigilancia de los servicios de inteligencia el elemento que tornó en histeria su idealismo.

"Mi vida estaba en crisis, tuve un matrimonio fallido y estaba buscando hacer política en un ambiente más seguro después de tomar malas decisiones"

Tal y como explican décadas más tarde quienes fueran sus acólitos, Jones endureció su discurso refiriéndose a los agentes de la CIA como "traidores" y "cerdos capitalistas". Paralelamente, comenzó a organizar "noches blancas" mediante las que simulaba "suicidios revolucionarios". Daba otras tres opciones además de la muerte: exiliarse a la Unión Soviética, huir hacia la selva o quedarse en Jonestown para luchar "contra los invasores".

El detonante de un "suicidio revolucionario"

En octubre de 1978, llegaron a oídos del congresista californiano Leo Ryan las denuncias de algunos disidentes que calificaban como "lavado de cerebro" la doctrina de Jim Jones, a quien acusaron de fraude, tráfico de drogas y de armas. Un mes más tarde, el político se trasladó junto a periodistas y familiares de los afectados a Georgetown, capital del país caribeño, para comprobar por su propio pie si las acusaciones eran ciertas. "Con la inminencia de la visita, Jones comenzó a hablar en un tono fatalista", rememora Kohl.

placeholder Una señal marca todavía hoy la entrada de Jonestown. (Reuters)
Una señal marca todavía hoy la entrada de Jonestown. (Reuters)

Después de sortear las reticencias iniciales, consiguieron acceso al recinto y constataron que "contrariamente" a lo que transmitía la opinión pública, "nadie moría de hambre, sino que todos los miembros parecían bastante saludables", en palabras de Charles Krause, un reportero del 'Washington Post' que formaba parte de la comitiva. No obstante, mientras pasaban la noche a las puertas de la ciudad, una docena de personas se les acercaron para suplicarles volver a Estados Unidos.

El congresista se ofreció a llevarles en su avioneta rumbo a Georgetown, pero antes de que la delegación despegara sufrió una emboscada a manos de fieles encolerizados que acabaron con la vida de Ryan y otras cuatro personas. Simultáneamente, Jim Jones invocaba el ritual que había ensayado decenas de veces ante la inminente llegada de "los invasores". La disolución del cianuro en el ponche consumó un "suicidio revolucionario" que se saldó con 918 víctimas, incluidos los asesinatos en la pista de aterrizaje y la muerte del propio mesías.

"Acabemos con esto ya. Acabemos con la agonía". Éstas fueron las últimas palabras que oyeron más de 900 personas antes de morir envenenadas con cianuro en mitad de una recóndita selva tropical hace 40 años. Quien las pronunciaba era Jim Jones, líder de un culto religioso basado en los principios de una sociedad utópica que pasaría a la historia como instigador del "mayor suicidio colectivo" nunca visto.

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