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¿Quién teme a Robert Biedron? El alcalde ateo y gay que quiere presidir Polonia
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las encuestas le sitúan entre los favoritos

¿Quién teme a Robert Biedron? El alcalde ateo y gay que quiere presidir Polonia

Biedron, un político que rompe los esquemas de la conservadora Polonia, se lanzó a las calles donde tantas veces le habían escupido y llamado “maricón”. Y se ganó a la gente

Foto: Robert Biedron, el primer alcalde abiertamente gay de Polonia, durante su ceremonia de juramento en Slupsk. (EFE)
Robert Biedron, el primer alcalde abiertamente gay de Polonia, durante su ceremonia de juramento en Slupsk. (EFE)

En el año 2011 había en el Parlamento polaco dos diputados negros, uno transexual y uno gay, así que se podría pensar que la fervorosamente católica Polonia era una sociedad inclusiva, que aceptaba la diferencia y la asimilaba. Sin embargo, la transexual Anna Grodzka fue llamada en el hemiciclo “cosa”, “cara de boxeador” y más de una vez, con la intención de herirla, “señor”; por su parte, el joven diputado homosexual Robert Biedron fue golpeado, según él mismo recuerda en una entrevista con la BBC, “cuatro o cinco veces” en la calle.

Al acabar la legislatura, Biedron, originario de una región famosa por su cristal hecho a mano -transparente, delicado y extraordinariamente fuerte- decidió que parte de su trabajo estaba precisamente en las calles donde tantas veces le habían escupido y llamado “maricón”, así que se presentó a la alcaldía de Slupsk, una ciudad de 100.000 habitantes cerca de la costa Báltica. “Me gasté en la campaña unos mil euros, cuando mis competidores disponían de sumas 20 ó 30 veces mayores. No tenía vallas publicitarias, no tenía afiches, simplemente me ponía de pie en la calle y hablaba con la gente. Eso fue suficiente. Gané”, dice el propio Biedron, hoy de 42 años, en su cuenta de Twitter.

En una sola legislatura logró reducir la deuda municipal, hizo de Slupsk una de las ciudades polacas más seguras y prósperas, construyó un nuevo teatro, más viviendas sociales de las que ya existían y se bajó el sueldo para ser el alcalde de ciudad peor pagado de todo el país. Su iniciativa de instalar un gran sofá rojo en la Plaza Mayor para que cualquier vecino pudiese hablar con él de cualquier tema -”me convertí en una especie de confesor”- y su irresistible carisma le hicieron ganar la aprobación del 93% de sus conciudadanos.

placeholder Biedron conversa con sus vecinos en un sofá rojo (Foto del Ayuntamiento de Slupsk)
Biedron conversa con sus vecinos en un sofá rojo (Foto del Ayuntamiento de Slupsk)

Ya no le escupen por la calle, se acercan a estrechar su mano, se fotografían con él y las bodas en el consistorio se suelen convertir en una pequeña fiesta cívica. “Cada vez que caso a una pareja me siento feliz por ellos pero también siento envidia por no poder hacer lo mismo con la mía”, asegura Biedron, que vive desde hace años con su prometido y desearía poder casarse algún día en suelo polaco. En un país donde la “Marcha del Orgullo Gay” ha sido imposible hasta hace poco, algo así parece un sueño improbable. “Pero yo”, dice Biedron, “soy un soñador”. En el año 2020 habrá elecciones presidenciales en Polonia y el sueño del alcalde de Slupsk es convertirse en el próximo presidente polaco.

Gay y ateo frente a la Polonia católica y ultraconservadora

Para definir a Robert Biedron basta con hacer una lista de los tópicos que se asocian con los políticos polacos y buscar los antónimos: en un país con un Gobierno católico, homófobo, nacionalista, conservador y xenófobo, Biedron se declara ateo, abiertamente gay, antinacionalista -aunque patriota-, progresista y desea que su ciudad acogiese más trabajadores extranjeros. Es joven, elegante, le gusta el trato cercano y quienes han trabajado con él hablan del “efecto Biedron”, que deja a sus interlocutores con la sensación de haber hablado con alguien serio y simpático a la vez.

Su hábil uso de las redes sociales contrasta con los usos de algunos de sus rivales, que se declaran orgullosamente analfabetos digitales. Su imagen elegante y sofisticada no aparece solo en los semanarios políticos, sino también en revistas de moda y estilo. Alguien le comparó con Emmanuel Macron y desde entonces la prensa europea repite ese cliché para intentar resumir la figura de un político inusual, de gran proyección y con la aureola de un gran cambio.

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Biedron

La candidatura de Biedron ha sido incubada durante los últimos seis meses y cristalizará en febrero de 2019, cuando se haga oficial. Las encuestas le sitúan en tercera posición, por detrás del actual Presidente, Andrzej Duda, y de Donald Tusk, que fue primer ministro y ahora preside el Consejo Europeo. Pero, se preguntan todas las portadas de Polonia: ¿de verdad puede un gay convertirse en el presidente de Polonia?

"Me presento para ganar"

La fuerza de Biedron puede ser también su punto débil. “En este país”, asegura a El Confidencial Kasia, una vecina de Slupsk de 34 años, “se vota a los candidatos, no a los programas. Nadie conoce bien los programas políticos. Se vota a las personas según su imagen pública y lo que se dice de ellos, especialmente si es un candidato a Presidente”. La imagen del alcalde de Slupsk, a quien se ha acusado de promover un “populismo positivo”, se sustenta en gran parte en la simpatía que despierta. Es imposible encontrar una foto de Biedron en la que no estén sonriendo, tanto él como sus acompañantes.

La campaña que ha puesto en marcha y que ya ha registrado 760.000 seguidores, se basa en donaciones particulares y en grupos de voluntarios que trabajan al estilo de la campaña del estadounidense Barack Obama, promoviendo los encuentros entre vecinos y el puerta a puerta entre personas de una misma comunidad. Hasta ahora, Biedron parece sentirse igual de a gusto en la portada de una revista para hombres, una reunión de vecinos o en un concierto de rock. Y siempre parece genuino. Pero, según señalan algunos, existe el peligro de que el gran electorado le perciba como un gran tipo, alguien simpático a quien sería genial tener como alcalde pero jamás como a un presidente.

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Biedron y su compañero sentimental en una foto compartida por el alcalde en su Instagram

La figura presidencial en Polonia tiene un poder que va más allá de los representativo. El presidente tiene, y en ocasiones ha ejercido, el poder de vetar leyes y reconvenir al ejecutivo cuando considere que se está actuando contra la voluntad popular o los intereses nacionales. Aleksander Kwasniewski, que fue el segundo presidente de la Polonia democrática y sucedió a Lech Walesa en 1995, ha apadrinado la candidatura de Biedron. Por su parte, el alcalde de Slupsk insiste en que, si bien los derechos civiles son uno de los principales puntos en su agenda, no se trata de una candidatura identificada únicamente con ello.

“El bien individual”, compatible con el “bien común”, dice en su página web, “es lo que hace a una sociedad avanzar y a sus ciudadanos vivir bien”. Una puntualización inédita hasta ahora en el discurso de los grandes partidos polacos, que hacen bandera del “bien nacional” y de la “unidad del pueblo” como consignas para atraer votos y que no suelen dirigirse a las minorías en busca de apoyo. A quienes piensen que lo suyo es un simple experimento o una intentona de atraer electorado para presentarse a las legislativas más adelante, Biedron les lanza un mensaje: “Me presento para ganar”.

Un padre maltratador y pocos horizontes

Si cuando era diputado del Parlamento se tuvo que enfrentar con matones callejeros, cuando era niño Robert Biedron se tuvo que enfrentar con prácticamente todo el mundo, empezando por su padre. Un maestro de escuela alcohólico que le golpeaba “con todo lo que tenía a mano” y que le aterrorizaba, a él y a sus cuatro hermanos, con su humor imprevisible. “Volvía a casa borracho y era imposible saber si ese día habría paliza o no y quién le tocaría, a mí a mis hermanos o a mi madre”. En su libro “Po prad” (“contra la corriente”), Biedron cuenta cómo ni siquiera sus hermanos le comprendían y se peleaba con uno de ellos en el patio de la escuela casi a diario.

placeholder Reacción en el parlamento polaco en 2011 a la declaración homófoba de Walesa (EFE)
Reacción en el parlamento polaco en 2011 a la declaración homófoba de Walesa (EFE)

Sus padres tenían que acudir constantemente a la escuela para responder de las travesuras del joven Biedron, que nunca fue un buen estudiante y se dedicaba a callejear en busca de camorra con un grupo de amigos. Cuando siendo un adolescente se declaró a un amigo, éste llamó a su madre por teléfono para decirle que Robert era “eso” y fue, recuerda, una de las dos veces que la vio llorar. La otra fue al morir su marido. En los Cárpatos polacos, la región donde se crió Biedron, la escasez de horizontes empujaba a muchos polacos a migrar en la década de los 80. Sus padres emigraron a Estados Unidos pero regresaron más tarde, incapaces de adaptarse a la vida americana y para entonces el raro, el problemático, el inquieto Robert ya había iniciado su carrera política.

Nadie puede acusar a Robert Biedron de haber tenido una vida fácil. Su relato de una infancia asfixiante, con padres violentos y hermanos que le ignoraban no le da más legitimidad como político, pero sí ayuda a definirle como persona. Cuando ocupó su escaño en 2011, Gazeta Wyborcza, el principal periódico polaco, informó de que Lech Walesa afirmó que “los homosexuales deberían sentarse detrás de un muro, o incluso fuera del Parlamento”.

Hace poco, el histórico líder de Solidaridad celebró su 75 cumpleaños y recibió un documento con la felicitación de representantes de todos los países de la Unión Europea excepto los primeros ministros de Hungría y Polonia. En vez de vengarse por la ofensa de hace años, Biedron compartió en Twitter una foto del documento con los espacios en blanco reservados a Morawiecki y a Orbán : “faltan dos firmas, adivinen de quién...”. Consciente tal vez de que el pasado no debe olvidarse, aunque sea doloroso, Robert Biedron se prepara para dar el mayor salto hacia de su vida e intentar ser el Presidente de Polonia.

En el año 2011 había en el Parlamento polaco dos diputados negros, uno transexual y uno gay, así que se podría pensar que la fervorosamente católica Polonia era una sociedad inclusiva, que aceptaba la diferencia y la asimilaba. Sin embargo, la transexual Anna Grodzka fue llamada en el hemiciclo “cosa”, “cara de boxeador” y más de una vez, con la intención de herirla, “señor”; por su parte, el joven diputado homosexual Robert Biedron fue golpeado, según él mismo recuerda en una entrevista con la BBC, “cuatro o cinco veces” en la calle.

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