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Brasil vota dominado por el odio
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el país agoniza de nuevo por la polarización

Brasil vota dominado por el odio

La mayoría de los votos se fundamentan más en la adherencia, por odio o por fervor, al movimiento bolsonarista o al petista, que en el apoyo a propuestas. Brasil se polariza al extremo

Foto: El candidato presidencial Jair Bolsonaro tras ser apuñalado durante un mitin en Juiz de Fora, Minas Gerais, Brasil, el 6 de septiembre de 2018. (Reuters)
El candidato presidencial Jair Bolsonaro tras ser apuñalado durante un mitin en Juiz de Fora, Minas Gerais, Brasil, el 6 de septiembre de 2018. (Reuters)

Brasil, con un tamaño casi continental, es un país de extremos que agoniza de nuevo por la polarización. A tan solo dos días de las elecciones, la población tiembla con cada nuevo resultado que arrojan los sondeos. La tensión está servida entre la extrema derecha y el anti-petismo (rechazo al Partido de los Trabajadores, PT, posicionado a la izquierda), con Luiz Inácio Lula da Silva como principal referente, encarcelado por corrupción.

El odio al petismo, que ha gobernado el país durante casi 13 años, ha originado el fervor que hoy enaltece a Jair Bolsonaro (Partido Social Liberal, PSL), capitán del ejército en la reserva que durante los últimos 27 años ejerció como diputado federal. Un tercio de la población ya abraza el eslogan del candidato de la extrema derecha “Brasil por encima de todo y Dios por encima de todos”. Pero Bolsonaro no es solo el candidato más popular para ganar la primera ronda de las elecciones (36% de intenciones de voto), también es el más rechazado, el 45% de la población no le votaría bajo ningún concepto.

Acusado de racista, homófobo y machista, no tiene pelos en la lengua para defender el régimen militar y afirmar que no gobernará para las minorías. Su principal adversario le sigue con 9 puntos de diferencia. Fernando Haddad - antiguo alcalde de São Paulo nombrado hace tres semanas candidato del PT a la presidencia por el propio Lula cuando su campaña política fue anulada. Haddad está más o menos estable con 22% en intención de voto, pero con una tasa de rechazo creciente que pasó de de 32% para 40% en la última semana.

Mientras Bolsonaro tiene como estandarte de campaña la legalización del porte de armas para mejorar la seguridad, Haddad propone una política de rastreamiento de las armas ilegales para retirarlas de circulación. Cuando el candidato de la extrema derecha afirma que es necesario llevar a los venezolanos a campamentos de refugiados, el petista, propone imparcialidad y mediación para contribuir a solucionar la crisis de su vecino. Donde el primero ve un gasto desmesurado en la sanidad pública, el segundo propone aumentar el presupuesto para perseguir una cobertura universal.

Foto: Sara Winter, antigua líder de Femen en Brasil, ahora partidaria de Jair Bolsonario

En derechos laborales, Bolsonaro defiende la reforma y flexibilización de la ley de trabajo, mientras Haddad se opone por considerar que solo beneficia al empresario. En educación, el PSL propone militarizar las escuelas para garantizar la disciplina, mientras el PT pretende aumentar las guarderías y los programas de docencia, entre otras medidas. La polarización de sus propuestas es tangible, según los posicionamientos de los candidatos recogidos por la plataforma PolitiQuem. No obstante, la mayoría de los votos de estas elecciones se fundamentan más en la adherencia, por odio o por fervor, al movimiento bolsonarista o al petista, que en el apoyo a propuestas de gobierno.

Una gran parte de la elite, que prefiere guardar el privilegio blanco de acceso a la universidad, condena a Lula por el aumento de la clase media

De cumplirse las estimaciones de los últimos sondeos de los centros de estadística Datafolha e Ibope, publicados en el 5 y 6 de octubre respectivamente, Bolsonario y Haddad ganarían las primeras votaciones de este domingo. Se mantendría así la polarización actual hasta el segundo turno del 28 de octubre, con una previsión de victoria de Bolsonaro con 44% sobre 43% de Haddad. Un agonizante escenario para quien rechaza tanto al PT como a Bolsonaro, que se vería entre la espada y la pared para votar en la segunda vuelta.

Aunque Bolsonaro, considerado por muchos como una alternativa para la renovación política, ha absorbido a una buena mayoría del electorado anti-petista, otra buena parte se divide entre los otros 11 candidatos. Con un atisbo de esperanza para vencer a la polarización, el electorado que no apoya ni a Bolsonaro ni a Haddad, lanzó un manifiesto en redes pidiendo la unión de los tres candidatos que le siguen en orden de popularidad Ciro Gomes, Geraldo Alckmin y Marina Silva, en una única candidatura bajo el nombre de Alcirina.

En un manifiesto este grupo declaró que "tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias". Pero los candidatos apelados, con ideas políticas bastante opuestas, ni siquiera se manifestaron sobre la propuesta. A pesar del creciente rechazo, Haddad cuenta con el numeroso apoyo del electorado más pobre, que vio sus condiciones de vida mejorar con la llegada de Lula al poder, no quiere entregar su voto a nadie que no sea el PT".

placeholder Simpatizantes de Jair Bolsonaro durante una marcha en defensa de su candidato en Río de Janeiro. (Reuters)
Simpatizantes de Jair Bolsonaro durante una marcha en defensa de su candidato en Río de Janeiro. (Reuters)

Lula, que defiende que la única ‘cuadrilla’ que él creó fue la que sacó a 36 millones de brasileños de la pobreza, figuraba como favorito con 36% de intención de voto, cuando su candidatura desde la cárcel fue anulada. En ese momento superaba con 18 puntos de ventaja a Bolsonaro. La popularidad del ex-presidente era capaz de hacer frente al odio de la oposición y a las acusaciones de corrupción que llovían sobre su gobierno y el de su sucesora Dilma Rousseff, que fue expulsada en 2016 por impeachment antes de terminar su segundo mandato.

Pero el actual candidato petista Haddad -que repite como un mantra todas las conquistas del ‘lulismo’- no cuenta ni con la misma simpatía que su mentor ni un carisma discursivo de nivel para hacer frente a la aglomeración de acusaciones que recibe en los debates presidenciales.

Esta semana, el juez Sergio Moro -el mismo que sentenció la prisión de expresidente- ordenó publicar un informe confidencial con declaraciones del antiguo ministro de Hacienda, Antonio Palocci, también preso por corrupción. Palocci, a cambio de beneficios y de reducción de pena, colaboró con la investigación afirmando que Lula estaba al tanto de ciertos esquemas de corrupción durante su gobierno, que él mismo desviaba dinero de la publicidad de la Petrobras para el PT y que la campaña de Dilma costó más de lo oficialmente declarado, entre otras informaciones sobre las que el PT cuestiona no solo la veracidad, sino la intencionalidad de sacarlas a la luz en este momento electoral.

Pero este partido de izquierdas no es únicamente detestado por las acusaciones de corrupción. Una gran parte de la elite, que prefiere guardar el privilegio blanco de acceso a la universidad o no quiere sentarse junto a una persona negra en un vuelo de avión, lo condena -aunque en silencio- por haber creado un aumento de la clase media en el país.

placeholder El candidato del PT Fernando Haddad habla con periodistas durante una rueda de prensa en Sao Paulo. (Reuters)
El candidato del PT Fernando Haddad habla con periodistas durante una rueda de prensa en Sao Paulo. (Reuters)

Bolsonaro no ha hecho más que frotarse las manos con esta situación. El candidato, que fue objeto de multitudinarias manifestaciones en su contra y otras menos numerosas a su favor el domingo 29 de septiembre, salió ese mismo día del hospital donde se recuperaba del navajazo de un opositor. Esta semana declaró que, a pesar de haber estado durante semanas ausente, no comparecerá al último debate presidencial por recomendaciones médicas. El candidato de la extrema derecha -que prefiere evitar las preguntas sobre economía o sobre políticas públicas- puede permitirse el lujo de hacer campaña solo desde redes sociales, defender suprematismos de género o raza, o enaltecer a torturadores de la dictadura, que, incluso así, continúa aumentando su fervoroso grupo de seguidores.

El anti-petismo y la preocupación por “el voto útil” son argumentos tan enraizados en la actual campaña electoral que el candidato de extrema derecha se dibuja como favorito para ganar la presidencia.

En un contexto electoral totalmente polarizado y determinado por el odio y el fervor, el pesimismo se apodera de la mayoría de la población brasileña (88%) que afirma sentirse insegura con el futuro del país, triste, con rabia o con más miedo que esperanza, según la encuesta Datafolha publicada esta semana.

Brasil, con un tamaño casi continental, es un país de extremos que agoniza de nuevo por la polarización. A tan solo dos días de las elecciones, la población tiembla con cada nuevo resultado que arrojan los sondeos. La tensión está servida entre la extrema derecha y el anti-petismo (rechazo al Partido de los Trabajadores, PT, posicionado a la izquierda), con Luiz Inácio Lula da Silva como principal referente, encarcelado por corrupción.

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