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El último naufragio en el Estrecho: 30 "sin papeles" se ahogan a las puertas de Melilla
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363 muertos en 2018, más del doble que en 2017

El último naufragio en el Estrecho: 30 "sin papeles" se ahogan a las puertas de Melilla

La OIM calcula que 363 “sin papeles” se han ahogado en 2018 en el Estrecho y en el Mar de Alborán, el doble de todo el año pasado. 41.594 inmigrantes han llegado a España en lo que va de año, la cifra más alta desde que Interior mide el flujo

Foto: Imagen del naufragio de la lancha semirrígida extraída de un vídeo grabado desde un pesquero marroquí.
Imagen del naufragio de la lancha semirrígida extraída de un vídeo grabado desde un pesquero marroquí.

Son cada vez más numerosos y mueren más en el intento de alcanzar las costas españolas. Algunos se agarran desesperados a la quilla de lo que fue una lancha semirrígida, otros intentan nadar hacia el pesquero, mientras que los más afortunados, ya a bordo, se tumban en exhaustos en el puente o beben el té caliente que les sirven los marineros para recuperarse de la hipotermia. Una mujer bastante entera repite en francés a sus rescatadores: “muchas gracias, gracias hermanos”.

El patrón de la embarcación también da las gracias, pero a Alá. Repite “Alá Ajbar” (Dios es grande) mientras contempla a los subsaharianos que ha arrancado a las aguas. A lo lejos flota, sin embargo, el cuerpo sin vida de uno de sus compañeros de infortunio. El capitán se expresa en "tamazight", la lengua del Rif, aunque de vez en cuando suelta una frase en darija, el dialecto árabe de los marroquíes, para indignarse ante “los que hacen negocio con seres humanos”.

Un miembro de la tripulación del pesquero marroquí grabó el naufragio de una patera que naufragó en la tarde del lunes no muy lejos de Nador, la ciudad colindante a Melilla, en el noreste de Marruecos. El barco logró rescatar con vida a 31 “sin papeles” subsaharianos que esa misma madrugada habían zarpado rumbo a las costas del este de Andalucía. Les trasladó a Beni Enzar, el puerto de Nador.

La Marina Real marroquí recogió después del Mediterráneo los cuerpos sin vida de once “sin papeles” que viajaban a bordo de esa misma lancha. Los trasladó al depósito de cadáveres del hospital Hassani de Nador. El balance provisional de víctimas mortales se queda corto, según las ONG como Caminando Fronteras o Pro Derechos Humanos. Sostienen que es de unos 34 ahogados aunque, por ahora, solo se haya recuperado una decena de cuerpos y los demás estén desaparecidos.

El que salió con vida de esta expedición malogrado fue el piloto de la lancha semirrígida. Es maliense, tiene tan solo 18 años, y a bordo llevaba a compatriotas suyos junto con guineanos y marfileños. Está detenido y ha sido puesto a disposición judicial.

España se ha convertido en la principal puerta de entrada en la UE de la inmigración africana y árabe, por delante Grecia y de Italia

La treintena de ahogados de este último naufragio se añaden a los 363 muertos contabilizados por la Organización Internacional de Migraciones (OIM), una agencia de Naciones Unidas, desde principios de este año. Son ya más del doble que en todo 2017 (145), el triple que en 2016 (116) y multiplican por siete a las víctimas mortales de 2015 (49). El 0,9% de los inmigrantes que atraviesan ahora el Mediterráneo Occidental fallecen en el intento, según la OIM. La tasa de mortandad era hace un año de solo el 0,7%. Aun así la peligrosidad del Mediterráneo hispano-magrebí es muy inferior a la del central, el Estrecho de Sicilia, que se tragó a 1.260 “sin papeles” en los nueve primeros meses de 2018.

Los muertos aumentan en paralelo al auge del flujo migratorio. El pasado 30 de septiembre España batió su récord de llegada de inmigrantes hasta ahora establecido en el año 2006, el de la crisis de los cayucos que, procedentes de África Occidental, desembarcaban en Canarias. Ese año llegaron 41.180 inmigrantes a España, sobre todo al archipiélago.

En los nueve primeros meses de 2018 son ya 41.594 los acogidos, según el último balance publicado por el Ministerio del Interior que prevé que en diciembre rebasarán los 50.000. España se ha convertido así en la principal puerta de entrada en la Unión Europea de la inmigración africana y árabe, por delante Grecia y de Italia. El incremento de la inmigración es mucho más acentuado por mar (+196,6% con relación a 2017) que por tierra, saltando las vallas de Ceuta y Melilla, (+4,2%).

placeholder Agentes marroquíes trasladan el cadáver de un migrante que intentó cruzar a España en la playa de Belyounech. (Reuters)
Agentes marroquíes trasladan el cadáver de un migrante que intentó cruzar a España en la playa de Belyounech. (Reuters)

Lo que no figura en los cuadros que Interior hace públicos es que se ha producido un cambio en la composición por nacionalidades de la inmigración irregular. En enero los marroquíes solo representaban el 16,9% de los que llegaban por mar, pero en agosto ya se situaban en el 22% y en la primera quincena de septiembre en el 37%, según las estadísticas que Interior no desvela.

El fuerte incremento es revelador de las turbulencias que atraviesa Marruecos, donde no solo los jóvenes díscolos o en paro aspiran a marcharse a España y hasta se concentraron dos fines de semana de septiembre en las playas de Alhucemas, Martil o Rincón para reivindicar ese derecho. La semana pasada se subió, por ejemplo, a la patera Ali Hababa, de 20 años, jugador del equipo juvenil de Olympic Club de Safi. Hace un par de meses, en agosto, fue la futbolista Meriem Bouhib la que, tras jugar un torneo con su equipo de Safi en L’Alcudia (Valencia), decidió quedarse en España. Ella mismo lo confirmó a través de las redes sociales.

El episodio migratorio más llamativo de los últimos tiempos fue el desvelado ayer por la agencia EFE. Nada menos que unas 2.500 de las 15.000 temporeras marroquíes contratadas para recoger la fresa en Huelva a principios de año no regresaron a Marruecos cuando expiró su contrato. Algunas desaparecieron incluso al poner pie en Algeciras.

Son cada vez más numerosos y mueren más en el intento de alcanzar las costas españolas. Algunos se agarran desesperados a la quilla de lo que fue una lancha semirrígida, otros intentan nadar hacia el pesquero, mientras que los más afortunados, ya a bordo, se tumban en exhaustos en el puente o beben el té caliente que les sirven los marineros para recuperarse de la hipotermia. Una mujer bastante entera repite en francés a sus rescatadores: “muchas gracias, gracias hermanos”.

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