Sri Lanka, Myanmar, Filipinas... Cuando Facebook alienta genocidios y matanzas
Nada más fácil que difundir mensajes de odio en la red social, que, pese a sus promesas, ha reaccionado tarde y mal en varios países de Asia donde ha servido de plataforma para la violencia
Desde hace unos días, cuando se intenta entrar en el perfil de Facebook del general birmano Min Aung Hlaing el enlace aparece roto. “Esta página no está disponible. Es posible que el enlace que has seguido sea incorrecto o que se haya eliminado la página”, avisa la red social. Sin embargo, Min Aung Hlaing no se ha dado de baja de la red social; ha sido la propia compañía de Mark Zuckerberg quien la ha eliminado después de que un informe de Naciones Unidas pidiera que se investigara al militar por el posible genocidio de los rohingya, una minoría musulmana que el año pasado tuvo que huir a la vecina Bangladesh tras una campaña de represión lanzada por el ejército que Min Aung Hlaing lidera.
Para muchos, la medida llega demasiado tarde después de que Facebook observara impasible durante años cómo se utilizaban sus perfiles para alimentar el odio racial en Myanmar y en otros países de la zona. El propio Min Aung Hlaing era una de las figuras clave que echaba leña al fuego en Facebook. “Se ha exagerado al decir que el número de 'bengalíes' huyendo hacia Bangladesh es muy grande”, aseguraba el general en su perfil el pasado mes de octubre, en medio de la crisis que hizo huir a más de 700.000 refugiados al país vecino de Bangladesh. El general recordaba además a menudo que el gobierno considera a los rohingyas inmigrantes ilegales procedentes de Bangladesh y que desde 1982 la ley de ciudadanía les ha negado la nacionalidad. “Cuando la región cayó bajo el colonialismo británico en 1824, bengalíes de Bengala entraron como mano de obra agrícola. […] Esos bengalíes se quedaron de forma permanente en la región. Y después su población creció gradualmente”, aseguraba en el mismo post.
Myanmar no es el único país en el que Facebook está en el punto de mira por permitir que la incitación al odio campe a sus anchas en posts y comentarios. El pasado mes de abril, una investigación de The New York Times denunció que Facebook había sido clave en los ataques contra musulmanes registrados en varias ciudades de Sri Lanka entre febrero y marzo. El mismo gobierno fue consciente del papel de estas plataformas y bloqueó varias redes sociales durante 72 horas para evitar que la violencia se expandiera aún más.
Sin embargo, en Sri Lanka no era un fenómeno nuevo. Así, un estudio de 2014 del Centro para Políticas Alternativas señalaba que este tipo de mensajes en Sri Lanka, un país que salió en 2009 de una guerra civil que ha durado décadas, han sido frecuentes durante los últimos años dirigidos principalmente contra los musulmanes y que “una cantidad considerable de la incitación al odio en las redes sociales en Sri Lanka ocurre en Facebook”.
En Filipinas, el país del mundo donde los internautas pasan más tiempo en redes sociales del mundo, según la consultora ‘We are social’, el presidente Rodrigo Duterte utilizó la red social para ganar las elecciones y para mantener su popularidad en medio de una dura campaña de represión contra las drogas que se ha cobrado miles de víctimas. Cuando Rappler, uno de los principales medios independientes del país, denunció el entonces candidato había utilizado Facebook para alimentar mensajes de odio contra sus opositores, su directora, Maria Ressa, sufrió semanas de acoso en Facebook en las que recibió hasta 90 mensajes por hora, muchos con amenazas de muerte o deseándole que fuera violada, según denunció a Bloomberg.
Conectividad peligrosa
Hace apenas siete años, tener una cuenta de Facebook en Myanmar era una rareza. El acceso a la red se limitaba prácticamente a unos pocos internet cafés, donde la conexión era lenta y la mirada inquisitiva del encargado era constante. Prácticamente nadie tenía un teléfono móvil y un número temporal podía costar miles de dólares. Hoy la situación es la contraria. Las calles están llenas de tiendas de teléfonos móviles y los birmanos, sobre todo los que viven en las ciudades, pasan horas delante de la pantalla.
Internet tiene aún una penetración limitada en el país -aproximadamente un 27% de la población tiene acceso-, pero entre los usuarios hay una aplicación que triunfa: Facebook. Y no es casualidad. Myanmar es uno de los países en desarrollo en los que Facebook ha aplicado su programa internet.org, una agresiva estrategia por la que la compañía estadounidense busca expandir el uso de la red social en países en desarrollo. “Para compartir el conocimiento e inspiración de Internet con el mundo, Internet.org está lidiando con los problemas de accesibilidad, asequibilidad y conciencia, con la esperanza de que algún día todo el mundo esté conectado”, asegura la empresa en la web del proyecto. Así, Facebook ha ofrecido en estos países la aplicación Free Basics que permite acceder de forma gratuita a ciertos contenidos de internet, aunque siempre a través de Facebook. En la mayor parte de los países en los que se ha implementado, como Myanmar, Indonesia, o Filipinas, Facebook se ha convertido en sinónimo de internet.
Sin embargo, la estrategia no ha ido acompañada de los medios suficientes para controlar los contenidos que se comparten, especialmente en los idiomas locales. Así, una investigación de Reuters publicada en agosto encontró más de mil publicaciones en la red social con contenido que incitaba al odio contra los rohingyas en Myanmar, meses después de que Mark Zuckerberg asegurara en el Senado de Estados Unidos que su empresa estaba tomando cartas en el asunto y contratando personal birmano para detectar este tipo de posts.
Facebook había publicado además el año pasado un comunicado en el que aseguraban que tenían una política de tolerancia cero hacia este tipo de contenido. “Nos oponemos a la incitación al odio en todas sus formas y no la permitimos en nuestra plataforma”, aseguraba el comunicado. Facebook define la incitación al odio como “un ataque directo a las personas basado en características protegidas - raza, etnicidad, origen nacional, afiliación religiosa, orientación sexual, sexo, género, identidad de género y enfermedades o discapacidades serias”. Sin embargo, según Reuters, la empresa no tenía a nadie contratado dentro del país en agosto y el control se realizaba fundamentalmente a través de una empresas subcontratada. En Sri Lanka, el Centro para Políticas Alternativas ha denunciado que la red social apenas aplicó sus estándares sobre incitación al odio durante las semanas de los incidentes.
Sin embargo, en un mundo en el que las opciones en internet son infinitas, es difícil frenar el mensaje. Y Min Aung Hlaing las ha encontrado rápido. Tras ver su cuenta cancelada, el general abrió un nuevo perfil en la red social de origen ruso VK. En sólo unos días ha superado los 30.000 seguidores.
Desde hace unos días, cuando se intenta entrar en el perfil de Facebook del general birmano Min Aung Hlaing el enlace aparece roto. “Esta página no está disponible. Es posible que el enlace que has seguido sea incorrecto o que se haya eliminado la página”, avisa la red social. Sin embargo, Min Aung Hlaing no se ha dado de baja de la red social; ha sido la propia compañía de Mark Zuckerberg quien la ha eliminado después de que un informe de Naciones Unidas pidiera que se investigara al militar por el posible genocidio de los rohingya, una minoría musulmana que el año pasado tuvo que huir a la vecina Bangladesh tras una campaña de represión lanzada por el ejército que Min Aung Hlaing lidera.
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