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Un año después de Charlottesville: EEUU teme la normalización del racismo
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ante el fenómeno de la ansiedad blanca

Un año después de Charlottesville: EEUU teme la normalización del racismo

La extrema derecha había llamado a manifestarse frente a la Casa Blanca. La convocatoria ha sido un fracaso, pero el discurso de los supremacistas ha dejado de ser un fenómeno marginal

Foto: Supremacistas blancos y miembros de la Alt-Right marchan hacia la Casa Blanca bajo el eslogan 'Unir a la Derecha' en Washington, el 12 de agosto de 2018. (Reuters)
Supremacistas blancos y miembros de la Alt-Right marchan hacia la Casa Blanca bajo el eslogan 'Unir a la Derecha' en Washington, el 12 de agosto de 2018. (Reuters)

Estados Unidos ha pasado el fin de semana respirando los vapores venenosos del racismo. El aniversario de la violencia xenófoba en Charlottesville, hace un año, ha inspirado otra marcha radical en Washington, mucho más pequeña de lo que estaba previsto, y contramarchas de grupos izquierdistas. La fuerte presencia policial ha evitado incidentes violentos, pero la nación se mantuvo en vilo ante la visibilidad de un mensaje supremacista que hasta hace pocos años parecía destinado a los agujeros más oscuros de internet y al olvido.

Aparentemente las personas que organizaron la marcha de Charlottesville el año pasado, con antorchas y cánticos racistas, y que terminó en choques violentos y un atropello masivo que dejó una muerta, sólo han tenido problemas desde entonces. Gente como Jason Kessler, Matthew Heimbach o Andrew Cantwell, que presumía de arsenal, rojo de odio, ante las cámaras de Vice, y que ha terminado colaborando con el FBI, se las han visto con la justicia: han sido arrestados o están pendientes de juicio.

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El propio Kessler lideró ayer la marcha supremacista del Washington, bajo el eslógan “Unir a la Derecha 2”, a la cabeza de apenas dos docenas de personas: muy por debajo de las 400 que esperaban y a las que se había autorizado. El grupúsculo fue escoltado durante todo el camino en metro y a pie, hasta Lafayette Park, frente a la Casa Blanca, por un fuerte dispositivo policial. Las contramanifestaciones fueron mucho más abundantes y regaron a los racistas con insultos y cánticos. Hubo alguna escaramuza, humo, petardos, pero los agentes evitaron que se llegase a las manos. No hubo arrestados no heridos. Los supremacistas fueron de vuelta a Virginia en dos furgones policiales.

Sin embargo, pese a la presencia testimonial de los radicales, su campaña habría ganado visibilidad entre la opinión pública. “Un año después de que los nacionalistas blancos en Charlottesville cantasen ‘No nos reemplazaréis’, su mensaje ha sido adoptado y amplificado por las personalidades de Fox News”, escribe el reportero Adam Serwer, en The Atlantic. Se refiere a Tucker Carlson, presentador de Fox y baluarte del trumpismo. “Los países latinoamericanos están cambiando los resultados electorales de aquí forzando el cambio demográfico en este país”, dijo Carlson en julio, quitando importancia a los intentos rusos de influir en las elecciones de 2016.

Según Serwer, la idea que propagan los supremacistas blancos y las voces de Fox News es la misma: la raza blanca está perdiendo peso demográfico y poder, su modelo de civilización peligra, y hay que movilizarse contra el cambio que produce la inmigración, apoyada por los progresistas. Para Carlson, a la élite “le importan más los extranjeros que su propia gente”.

placeholder La polémica comentarista política Laura Ingraham durante la Convención Nacional Republicana en Ohio, en 2016. (Reuters)
La polémica comentarista política Laura Ingraham durante la Convención Nacional Republicana en Ohio, en 2016. (Reuters)

"A la mayoría no nos gusta"

Dos horas después de Carlson, a las diez de la noche, el programa de Laura Ingraham toca las mismas teclas. “La América que conocemos y amamos ya no existe”, declaró la presentadora hace una semana. “Los cambios demográficos masivos han sido impuestos al pueblo americano, y son cambios por los que ninguno de nosotros ha votado jamás, y a la mayoría no nos gusta”.

“En los programas más valorados del canal, las políticas de la ansiedad blanca se dan prácticamente cada día”, escriben en CNN News Tom Kludt y Brian Stelter. “Los presentadores e invitados advierten sobre los impactos de la inmigración y minimizan o se mofan de las perspectivas de la gente de color”. Según la agencia Nielsen, dedicada a medir las audiencias televisivas, el público de Fox es 100% blanco.

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Entre las múltiples causas que se barajan para explicar la victoria de Donald Trump, está la ansiedad por el cambio demográfico en EEUU. La población blanca ha pasado de rondar el 90% en los años sesenta a un 62% actual. Dado que negros y latinos duplican, aproximadamente, la natalidad del blanco, la Oficina del Censo estima que los blancos serán menos de la mitad en 2045. Este hecho, mezclado con el declive económico de algunas regiones y la epidemia de los opiáceos, que afecta exclusivamente a caucásicos, podría haber preparado el terreno para la retórica anti-inmigración.

El presidente ha sido muchas veces acusado de practicar y fomentar una actitud xenófoba. La semana pasada la personalidad televisiva y antigua asesora de la Casa Blanca, Omarosa Manigault Newman, declaró en NBC News que había escuchado a Trump, en una grabación, decir la “palabra n” (es decir, "nigger" o "negrata", en referencia a la manera en que los esclavistas llamaban, despectivamente, a los esclavos en el sur de Estados Unidos). El peor insulto racista que se pueda proferir. Una palabra totalmente vedada, salvo en el uso cómico que hacen los propios afroamericanos como una forma de desactivar su terrible poder.

De ser cierto, sería una línea roja más, ya lejana, en el historial de comentarios racialmente cargados de Trump. La acusación de Newman, que no ha presentado pruebas, llega pocos días antes de que esta presente su libro: unas memorias sobre su brevísimo paso como asesora por la Casa Blanca, un puesto del que fue despedida por el jefe de gabinete del presidente, el general John Kelly. Newman, afroamericana, logró cierta fama al participar en el show The Apprentice, presentado por Donald Trump entre 2004 y 2015.

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El legado de Charlottesville

El presidente mencionó lo acaecido en la ciudad universitaria de Virginia. “Los disturbios en Charlottesville hace un año resultaron en muerte y división sin sentido”, tuiteó el sábado. “Condeno todo tipo de racismo y actos de violencia”. Su palabras fueron interpretadas como un eco de su falta de condena explícita a los supremacistas blancos. “Pienso que ambos bandos tienen culpa”, dijo el presidente hace un año, desatando una de las protestas más intensas contra su presidencia.

Las autoridades de Washington llevaban semanas planeando el dispositivo de seguridad de este domingo para evitar los enfrentamientos de marchas y contramarchas, antes, durante y después de las concentraciones. La capital tuvo presente los incidentes violentos que sucedieron en sus calles el día de la investidura de Donald Trump, el 20 de enero de 2017, cuando varios “antifascistas” se enfrentaron a la policía y hubo unos 200 detenidos.

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El sábado pasado la policía usó granadas aturdidoras para despejar las calles de Portland, en Oregon, durante el choque de dos manifestaciones radicales de signo contrario. Los agentes cargaron contra los llamados “antifascistas”, que se presentaron con actitud violenta. Un reportero local acabó hospitalizado, con la cabeza bañada en sangre, tran encajar el vuelo de un proyectil. La ciudad ya había padecido un episodio similar hace un mes.

Charlottesville también se preparó declarando el estado de emergencia por lo que pudiera pasar. La policía acordonó y cerró al tráfico un área de 15 bloques, donde se controlaba el acceso para asegurarse de que no pasar gente armada. El sábado, manifestantes de extrema izquierda increparon a los agentes y los acusaron de ir “mano a mano” con los supremacistas. La policía fue criticada el año pasado por haber tardado en actuar para evitar la violencia.

Esta ciudad progresista, que en 2014 fue nombrada la más feliz de Estados Unidos, eligió este año a la primera alcaldesa negra de su historia, Nikuyah Walker, que se encontraba entre quienes protestaron contra la ominosa marcha de los neonazis aquel día fatídico. Estos protestaban contra el intento de quitar los monumentos a los héroes confederados, que defendieron el sur esclavista, de los lugares públicos. Monumentos que siguen en pie.

Estados Unidos ha pasado el fin de semana respirando los vapores venenosos del racismo. El aniversario de la violencia xenófoba en Charlottesville, hace un año, ha inspirado otra marcha radical en Washington, mucho más pequeña de lo que estaba previsto, y contramarchas de grupos izquierdistas. La fuerte presencia policial ha evitado incidentes violentos, pero la nación se mantuvo en vilo ante la visibilidad de un mensaje supremacista que hasta hace pocos años parecía destinado a los agujeros más oscuros de internet y al olvido.

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