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La 'guerra psicológica' contra Irán va camino de convertirse en una real
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ENFRENTAMIENTOS ENTRE ISRAEL E IRÁN EN SIRIA

La 'guerra psicológica' contra Irán va camino de convertirse en una real

Tras la salida estadounidense del acuerdo nuclear, el presidente iraní dejó ver que algunos intentan que Teherán pierda los nervios para poder culparles. Pero puede que haya mucho más en marcha

Foto: El presidente Hasan Rohaní habla en televisión sobre el acuerdo nuclear en Teherán, el pasado 8 de mayo. (Reuters)
El presidente Hasan Rohaní habla en televisión sobre el acuerdo nuclear en Teherán, el pasado 8 de mayo. (Reuters)

El pasado martes, después de que el presidente estadounidense Donald Trump abandonase unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán, el presidente iraní, Hasan Rohaní, hizo estas reveladoras declaraciones: “Esto es una guerra psicológica. No permitiremos que Trump gane”. Se refería al intento de hacer que Teherán perdiese los nervios y que se le pudiese responsabilizar del fracaso del acuerdo, especialmente en un momento en que el resto del mundo, empezando por la Unión Europea, trata desesperadamente de hacer funcionar una versión reducida del pacto. Los incidentes de esta madrugada pueden verse bajo esa lectura. El problema es que, en el camino, la guerra psicológica corre un serio riesgo de convertirse en una guerra real.

Lo sucedido la madrugada del jueves se veía venir. El mismo martes, las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) hablaban ya de “actividad irregular de las fuerzas iraníes en Siria” y se pusieron en “alerta elevada ante un ataque” inminente. Y el Departamento de Estado de EEUU avisó en su cuenta de Twitter de que los empleados del Gobierno debían solicitar permiso de antemano si deseaban viajar a la zona de los Altos del Golán.

Probablemente no cabía esperar otra cosa: horas antes, un bombardeo israelí con misiles contra posiciones iraníes en Siria había dejado 15 muertos, entre ellos ocho iraníes. Israel, que esperaba una respuesta, advirtió a las autoridades de los Altos del Golán de que “preparasen y abriesen los refugios”, según informó ese mismo martes la agencia Europa Press. Era, además, la segunda vez en menos de dos semanas que Israel lanzaba un ataque de estas características, tras el del pasado 29 de abril, en el que murieron 16 personas.

En aquel momento, Teherán aseguró que no se habían producido muertos, lo que fue interpretado como un intento por no dejarse arrastrar a un conflicto armado que no le beneficia en absoluto. La guerra, sin embargo, parece ser vista como inevitable por los líderes israelíes. Su posición es en cierto modo comprensible: la acumulación de fuerzas iraníes resulta inaceptable para Israel, que ve con preocupación cómo el régimen de Teherán extiende su influencia y capacidades a su alrededor. Hoy mismo, las Fuezas de Defensa Israelíes aseguraban en su cuenta de Twitter: “Las IDF no permitirán que la amenaza iraní se establezca en Siria. El régimen sirio será considerado responsable de todo lo que suceda en su territorio”. El pasado domingo, el primer ministro israelí, Benyamín Netanyahu, les dijo a los miembros de su Gobierno que estaba “decidido a bloquear la agresión iraní [contra Israel], incluso si ello implica luchar”, según informa 'The Guardian'. “Mejor ahora que más tarde. No queremos una escalada, pero estamos preparados para cualquier escenario”, subrayó.

Foto: Misiles lanzados por la artillería israelí hacia objetivos militares sirios hoy, jueves 10 de mayo de 2018, en los Altos del Golán. (EFE)

Este miércoles, de hecho, Netanyahu se encontraba en Moscú y se reunió con el presidente ruso, Vladímir Putin, a quien probablemente avisó de la operación que preparaba Israel. Rusia, en todo caso, sabía lo que se avecinaba. “Los rusos fueron informados de antemano de nuestro ataque mediante los mecanismos que tenemos establecidos”, ha confirmado el teniente coronel Jonathan Conricus, portavoz del Ejército israelí.

En este contexto, ¿por qué Irán habría lanzado un ataque que no solo no ha provocado víctimas israelíes, sino que claramente le perjudica? Asumiendo que las cosas hayan sucedido tal y como aseguran las autoridades israelíes, podría tratarse de un intento por parte de los halcones del régimen iraní —según las IDF, ha sido dirigido por el mismo Qassem Soleimani, el misterioso líder de la Guardia Revolucionaria— de agitar las aguas para acabar de hacer saltar por los aires un acuerdo nuclear en el que nunca han creído, y de paso llevarse por delante al reformista Rohaní, en su punto de mira desde hace mucho tiempo.

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¿Una operación de cambio de régimen?

Pero la cosa va aún más allá: el pasado 5 de mayo tuvo lugar en Washington la llamada Convención por la Libertad de Irán, un evento organizado por un oscuro grupo denominado los Mojahedin-e-Khalq (MeK), 'los muyahidines del pueblo'. Esta organización disidente, incluida en la lista de grupos terroristas del Departamento de Estado hasta 2012, goza hoy de cierta influencia en algunos círculos políticos de la capital estadounidense. Y su líder, Maryam Rajavi, dejó clara cuál es su posición respecto al acuerdo nuclear: “Erradicar la amenaza nuclear y terrorista del régimen clerical significa librarse del régimen en su totalidad”.

Pero lo más relevante fue la presencia de su orador estrella: Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York… y actualmente abogado de Donald Trump. Algo que no ha sorprendido demasiado a los conocedores del tema: según un artículo de 'Politico Magazine', Giuliani ha recibido regularmente pagos de los MeK durante años, de unos 20.000 dólares por cada acto de la organización, y probablemente fondos adicionales por abogar por su eliminación de las listas de terrorismo. Y de acuerdo con una investigación del diario 'Financial Times' de 2011, Giuliani no es el único político que se ha beneficiado durante años de las arcas del MeK: también lo han hecho el senador demócrata Howard Dean, el general retirado Wesley Clark, el exsecretario de Seguridad Nacional Tom Rigde y el asesor de Seguridad Nacional del presidente Obama, Jim Jones. Y sobre todo un nombre: John Bolton, el nuevo asesor de Seguridad Nacional de Trump.

placeholder Rudolph Giuliani, en la convención de los Mojahedin-e-Khalk. (Fuente: web de los MeK)
Rudolph Giuliani, en la convención de los Mojahedin-e-Khalk. (Fuente: web de los MeK)

Las simpatías de Bolton por los MeK son bien conocidas, igual que su hostilidad hacia el régimen de los ayatolás. En 2015 escribió una columna de opinión en el 'New York Times' titulada “Para impedir la bomba de Irán, bombardeen Irán”, en la que abogaba por una operación militar en el país como alternativa al acuerdo nuclear. Y en julio de 2017, Bolton declaró ante una audiencia de miembros de los MeK en París: “El resultado de la revisión de la política del presidente [Trump] debería ser determinar que la revolución del Ayatolá Jomeini de 1979 no dure hasta su 40º aniversario. La política declarada de Estados Unidos debería ser el derrocamiento del régimen de los mulás en Teherán”. Y concluyó con estas palabras: “Por eso, antes de 2019, estaremos celebrándolo en Teherán”.

Jason Rezaian, excorresponsal del diario 'Washington Post' en Irán —que fue encarcelado durante casi un año bajo falsas acusaciones de espionaje—, escribía a finales de marzo: “En los siete años en que viví en Irán, mucha gente expresó críticas hacia el aparato gobernante, con gran riesgo personal. En todo este tiempo, sin embargo, nunca encontré a una persona que pensase que el MeK debería, o podría, presentar una alternativa viable”. Y subrayaba: “Darle al MeK una voz en la Casa Blanca es una idea terrible. Con John Bolton, tienen a alguien que lo hará por ellos”.

Foto: Iraníes exiliados protestan contra el régimen presidido por Hasan Rohaní frente a la embajada de Irán en Londres, el 2 de enero de 2018. (Reuters)

Los movimientos en Washington, de hecho, empiezan a recordar mucho a los del año 2005, cuando varios miembros de la Administración Bush —especialmente Donald Rumsfeld y, sobre todo, Dick Cheney— estaban determinados a iniciar una guerra con Irán, algo que probablemente solo impidió la debacle de la invasión de Irak. En ese sentido, las palabras de Giuliani en el evento del 5 de mayo fueron muy significativas: “Tenemos un presidente duro. Tenemos un presidente que está tan comprometido con el cambio de régimen como nosotros”, aseguró. ¿Estaba exagerando para anotarse puntos frente a sus benefactores, o de verdad lo que Trump tiene en mente es un derrocamiento de los líderes actuales de Irán? De ser así, lo que se prepara es una guerra probablemente más devastadora que las que hemos visto hasta la fecha en Oriente Medio en lo que va de siglo.

Tras el anuncio de Trump sobre el acuerdo nuclear, el investigador Karim Sadjadpour, del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, aseguró: “Al retirarse del acuerdo, Trump incrementa la posibilidad de tres eventos diferentes pero similarmente cataclísmicos: una guerra iraní, una bomba iraní o la implosión del régimen iraní”. Ahora mismo, las tres cosas parecen más cerca que nunca.

El pasado martes, después de que el presidente estadounidense Donald Trump abandonase unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán, el presidente iraní, Hasan Rohaní, hizo estas reveladoras declaraciones: “Esto es una guerra psicológica. No permitiremos que Trump gane”. Se refería al intento de hacer que Teherán perdiese los nervios y que se le pudiese responsabilizar del fracaso del acuerdo, especialmente en un momento en que el resto del mundo, empezando por la Unión Europea, trata desesperadamente de hacer funcionar una versión reducida del pacto. Los incidentes de esta madrugada pueden verse bajo esa lectura. El problema es que, en el camino, la guerra psicológica corre un serio riesgo de convertirse en una guerra real.

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