Los finlandeses que han probado la renta básica: "Pude saltar a una vida normal"
Tras dos años proporcionando 560 euros mensuales a 2.000 personas, el Gobierno de Helsinki ha decidido cortar por lo sano. Los promotores de la idea creen que es demasiado pronto
Juha Järvinen es padre de seis hijos y artesano de profesión. Su mujer es enfermera, pero él llevaba cinco años parado tras la quiebra de su negocio, cuando a finales de 2016 recibió una carta que le cambiaría la vida. El Estado finlandés le comunicaba que le asignaba una renta básica de 560 euros mensuales durante dos años, la novedosa ayuda pública que consiste en dar dinero gratis y sin condiciones a los ciudadanos y que, por primera vez, Finlandia iba a experimentar con un grupo de 2.000 desocupados a escala nacional.
La noticia dio la vuelta al mundo. Expertos y economistas se interesaron por el experimento, en busca de respuestas a los graves retos que plantean temas como la creciente desigualdad social, la robotización o la precarización del mundo del trabajo. Sin embargo, el Gobierno de Helsinki ha decidido que no dará continuidad al proyecto. La razón está en que el Ejecutivo nórdico ha perdido la fe en las bondades de este sistema y prefiere explorar otras medidas menos costosas y que impliquen menos cambios a nivel fiscal.
Esto no significa que el experimento vaya a clausurarse de la noche a la mañana, sino, simplemente, que no se va a renovar. Los 2.000 finlandeses que como Järvinen llevan año y pico recibiendo la ayuda sin importar si trabajan o no seguirán percibiéndola hasta diciembre. Pero, a partir de esa fecha, ya no habrá más. El Gobierno ha decidido declinar la solicitud del KELA, el Instituto Nacional de Seguridad Social que está llevando a cabo el estudio y cuyo plan inicial era extenderlo a otros grupos sociales, como los autónomos o empleados, a partir de 2019.
Una historia personal de éxito
Aunque sólo vaya a durar dos años, a Järvinen, el experimento ya le ha valido la pena. Entrevistado por YLE, la televisión pública finlandesa, asegura que la renta básica le ha permitido "hacer el salto a una vida normal". El apoyo extra le ha impulsado a embarcarse en un nuevo proyecto de producción audiovisual que ya está empezando a funcionar y también planea junto a algunos colegas poner en marcha un hostal artístico en Kurikka, su pequeño pueblo del oeste del país. Calcula que, para cuando deje de cobrar la renta básica, sus nuevos proyectos ya estarán en pie y facturando.
Para él, la gran diferencia entre la renta básica y el subsidio por desempleo ha sido que la primera le da libertad para aceptar pequeños trabajos y, con las dos fuentes de ingresos y los nuevos contactos y confianza personal que implica el estar en activo, ha podido poner patas a los proyectos que tenía en la cabeza.
Por el contrario, con el subsidio por desempleo, se sentía como atrapado por el sistema. Si trabajaba, aunque fuera para proyectos pequeños y por pocas horas, perdía el derecho a la ayuda. Y no poder aceptar esos trabajos le hundía cada vez más en su situación de parado.
Por esto y, aunque todavía es pronto para sacar conclusiones, la decisión de no dar continuidad al estudio ha caído como un jarro de agua fría sobre el grupo de expertos que lo está llevando a cabo. "Dos años es un periodo demasiado corto para poder sacar conclusiones en un experimento tan grande. Deberíamos haber tenido más tiempo y más dinero para conseguir resultados fiables", declaraba hace poco Olli Kangas, el profesor que lidera el proyecto, en la televisión pública del país.
Lo cierto es que, a pesar de la amplia atención internacional recibida, el estudio levantó críticas desde el principio. A pesar de las recomendaciones de los expertos, que pedían más fondos, la prueba tuvo que ceñirse sólo a 2.000 ciudadanos, todos ellos desempleados, que fueron elegidos al azar. Eso sí, en caso de encontrar trabajo, seguirían percibiendo la ayuda.
La idea era incluir a trabajadores en activo en la segunda fase del experimento, a partir de enero de 2019. Pero esto ya no será posible, restando con ello validez a la prueba. Y es que, precisamente, una de las novedades más revolucionarias que plantea esta solución es que sea universal, es decir, para todos los ciudadanos, tanto si tienen empleo como si no.
Es un aspecto, de hecho, que hace que cuente con seguidores tanto a izquierda como a derecha. Los unos resaltan su importancia a la hora de sacar de la pobreza a aquellas personas que, en una economía de mercado, no pueden conseguir un trabajo por la razón que sea. Esto incluiría a ancianos, discapacitados, niños, padres o madres con niños pequeños, estudiantes o desempleados con dificultades para reinsertarse en la vida laboral.
Incentivo para emprender
"Estas personas necesitan algún tipo de apoyo para participar plenamente en la sociedad. De lo contrario, hay una gran probabilidad de que caigan en la pobreza", resalta Joona-Hermanni Mäkinen, codirector del think tank económico Parecon Finland en una entrevista con El Confidencial.
Pero la renta básica universal no sólo despierta interés por los beneficios que podría conllevar para los más desfavorecidos. También gusta la libertad que puede dar a todos los ciudadanos, que al saber que cuentan con ese dinero extra, fijo y sin condiciones, podrían lanzarse y crear su propio negocio. Por otro lado, con la robotización a la vuelta de la esquina y el cambio hacia un entorno laboral cada vez más inestable, la renta básica también podría significar un apoyo importante para los trabajadores por cuenta propia, por proyectos, a tiempo parcial o quienes perciben sueldos muy escasos.
Uno de los problemas a los que se enfrenta Finlandia, es precisamente, que ciertos trabajos ofrecen una paga tan baja que a algunos ciudadanos les compensa más seguir desempleados. Si aceptan el empleo, pierden la subvención estatal, que, en ocasiones, es incluso más alta que el sueldo que se les ofrece. Con la renta básica, en cambio, esto no pasaría: los ciudadanos la seguirían percibiendo aunque encuentren trabajo.
El hecho de contar con ese dinero les estimularía a aceptar trabajos poco remunerados. Pero esta idea no convence a todos y, los más críticos, como Mäkinen, lamentan que éste haya sido uno de los principales motivos que llevó al Gobierno, que está formado por una coalición de centro-derecha, a probar la medida.
"El experimento finlandés ha sido un ejemplo de cómo no se debe llevar a cabo una prueba de renta básica universal", asegura este experto, que, en el libro 'Hyvinvointivaltion vastaisku' ('El Estado del Bienestar contraataca'), analiza cómo debería adaptarse el sistema de seguridad social a los tiempos que corren.
En su opinión, para que un ensayo de este tipo tenga éxito "debe ser amplio y continuado" e "incluir a participantes de todos los grupos sociales". Además, "que el Gobierno no lo apoyaba completamente, estuvo claro desde el principio, puesto que, simultáneamente, ha impulsado medidas para recortar los subsidios sociales y controlar más a los desempleados", remarca.
Mäkinen se refiere a la nueva ley, introducida hace poco por el Ejecutivo finlandés, que obliga a los parados a trabajar al menos 18 horas o seguir algún tipo de formación al trimestre si no quieren sufrir un pequeño recorte del 4,65% en su prestación. Es una medida que sigue el modelo de Dinamarca y que algunos sectores aplauden al considerar que demasiados parados hacen muy pocos esfuerzos para encontrar trabajo. Pero otros critican la falta de cursos formativos de calidad disponibles y la precipitación con que se ha puesto en marcha la reforma.
Lo que está claro es que, con un Estado del bienestar mucho más fuerte si se compara con el de otras latitudes, muchos finlandeses concuerdan en que hay que modificar el sistema para adaptarlo a las nuevas circunstancias. Pero el dilema está en cómo hacerlo, qué puntos hay que cambiar y qué medidas hay que tomar para conseguir una estructura más moderna, eficiente y que no penalice a los más vulnerables.
La de la renta básica es sólo una de las opciones que se contemplan. Los estudiosos esperan tener listas las conclusiones a finales de 2019. Y a pesar de no ser todo lo amplios y ambiciosos que algunos esperaban, los resultados del experimento podrían arrojar algo de luz sobre su viabilidad.
Por pequeña y parcial que sea la muestra, Finlandia cuenta, al menos, con 2.000 ciudadanos que han probado de verdad la renta básica y cuya experiencia servirá para ilustrar con algunos datos un debate que promete seguir en la agenda política y económica muchos años más.
Juha Järvinen es padre de seis hijos y artesano de profesión. Su mujer es enfermera, pero él llevaba cinco años parado tras la quiebra de su negocio, cuando a finales de 2016 recibió una carta que le cambiaría la vida. El Estado finlandés le comunicaba que le asignaba una renta básica de 560 euros mensuales durante dos años, la novedosa ayuda pública que consiste en dar dinero gratis y sin condiciones a los ciudadanos y que, por primera vez, Finlandia iba a experimentar con un grupo de 2.000 desocupados a escala nacional.
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