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Dispuesto a matar pero no a morir: la saga de Salah Abdeslam acaba en 20 años de cárcel
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SU DETENCIÓN DISPARÓ LOS ATENTADOS DE BRUSELAS

Dispuesto a matar pero no a morir: la saga de Salah Abdeslam acaba en 20 años de cárcel

La justicia belga ha condenado al yihadista superviviente de los atentados de París por el tiroteo con el que trató de evitar su detención. Seguirán más sentencias por sus otros crímenes

Foto: Salah Abdeslam (abajo, izquierda) y su cómplice Hamza Attou, captados por la cámara de seguridad de una gasolinera durante su huida de París a Bruselas tras los atentados, el 14 de noviembre de 2015. (Reuters)
Salah Abdeslam (abajo, izquierda) y su cómplice Hamza Attou, captados por la cámara de seguridad de una gasolinera durante su huida de París a Bruselas tras los atentados, el 14 de noviembre de 2015. (Reuters)

Fue el terrorista más buscado de Europa. Tenía que suicidarse tras la matanza que el 13 de noviembre de 2015 dejó a París conmocionada y con 130 almas menos. Pero no lo hizo. Logró cruzar la frontera francesa en coche sin ser detectado. Se dijo de él que había escapado de la Policía belga escondido en un armario. Y que se había refugiado en Siria. Estuvo a punto de ser localizado por error en su primer escondrijo belga, pero escapó por los pelos. Y cuando las fuerzas de seguridad finalmente dieron con él, volvió a recurrir a las armas para tratar una vez más seguir con su gran escapada.

El 15 de marzo de 2016, Salah Absdelam se atrincheró, junto a sus cómplices Sofien Ayari y Mohamed Belkaid, en una vivienda del distrito de bruselense de Forest. Belkaid no sobrevivió, pero Absdelam y Ayari se dieron a la fuga, hiriendo a tres agentes en su huida y poniendo otra vez en evidencia a las fuerzas de seguridad belga. No lograron llegar lejos: tres días después se les localizó en el conflictivo Molenbeek que vio crecer a Abdeslam. Allí es donde se forjó su fama de juerguista y mujeriego, donde bebía alcohol y fumaba marihuana, alejado de los preceptos islámicos.

Foto: Salah Abdeslam en una imagen de archivo.
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El barrio donde se enclavaba “Les Beguines”, el bar que regentaba su hermano, Brahim Absdeslam, aspirante a combatiente extranjero en Siria, kamikaze y pieza clave de la masacre de París. El local había sido cerrado por consumo y venta de estupefacientes, una falta más en el historial de delitos de poca monta de ambos parientes.

Apenas a cinco kilómetros, bajo fuerte medidas de seguridad, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea se encontraban reunidos ese mismo día en que comenzó el nuevo tiroteo en Molenbeek. Aquel hombre del que se decía que ya no tenía nada que perder, no quiso perder la vida, ni tampoco su libertad. Y todo, pese a que se temía que, acosado y perseguido, culminara su labor de “mártir” atentando en Bélgica. La tensión durante aquellos largos meses que estuvo desaparecido se podía cortar con un cuchillo, la gente se quedaba más en casa, se extremó la prudencia en lugares públicos y se canceló un partido España-Bélgica.

placeholder Salah Abdeslam en una imagen de archivo.
Salah Abdeslam en una imagen de archivo.

Un tiroteo fatídico

El responsable logístico de los atentados de París logró sobrevivir, pero no eludir a la justicia. Aquel 18 de marzo, Absdeslam fue detenido. Hoy, la justicia belga le ha sentenciado a dos décadas de cárcel solo por este tiroteo, al considerar probados sus vínculos con el terrorismo y su intención de matar a los policías que participaron en el operativo. "No hay ninguna duda sobre su arraigo en el radicalismo", afirma la sentencia, dictada en ausencia.

Cuando Absdeslam fue apresado, Bélgica respiró con alivio. El brutal golpe a la capital parisina puso pronto en evidencia lo que ya era un secreto a voces: el país con más jóvenes per capita que viajaron hasta Siria para luchar para la creación de un Califato islamista tenía un serio problema con la radicalización. El ya conocido problema de contrabando de armas, unido a la frustración de muchos jóvenes nacidos en suelo belga, a menudo de origen magrebí, pero sin raíces firmes, es un peligroso caldo de cultivo.

Foto: El pasaporte de Ibrahim El Bakraoui, en una imagen obtenida por el diario turco 'Daily Sabah'

Pero la tranquilidad duró poco. Apenas tres días después, Bruselas se despertó con la sangre derramada en el suelo que vio nacer o crecer a otros cuatro jóvenes. Khalid El Bakraoui se hizo explotar en la estación de metro de Maalbeek, cercana a las instituciones europeas. Ibrahim El Bakraoui y Najim Laachraoui se suicidaron en la terminal de salidas del principal aeropuerto de Bruselas. Mohamed Abrini, que les acompañaba con una maleta-bomba, se encuentra aún detenido. 32 personas fueron asesinadas.

La ausencia de las víctimas fue contestada con más militares en las calles. Pero la pregunta fundamental, la verdadera, sigue sin respuesta: ¿Por qué? Incluso si fuera capaz de explicarlo no parece que Abdeslam, el yihadista que dudó, vaya a dar la clave, puesto que apenas pronuncia palabra desde que fue trasladado en abril de 2017 a una prisión francesa.

Fue el terrorista más buscado de Europa. Tenía que suicidarse tras la matanza que el 13 de noviembre de 2015 dejó a París conmocionada y con 130 almas menos. Pero no lo hizo. Logró cruzar la frontera francesa en coche sin ser detectado. Se dijo de él que había escapado de la Policía belga escondido en un armario. Y que se había refugiado en Siria. Estuvo a punto de ser localizado por error en su primer escondrijo belga, pero escapó por los pelos. Y cuando las fuerzas de seguridad finalmente dieron con él, volvió a recurrir a las armas para tratar una vez más seguir con su gran escapada.

Atentados de Bruselas Najim Laachraoui Bélgica
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