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¿Una autocracia en la UE? El “Viktador” Orbán abre camino a los ultranacionalismos
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ante las elecciones europeas de 2019

¿Una autocracia en la UE? El “Viktador” Orbán abre camino a los ultranacionalismos

Las elecciones en Italia despertaron del letargo a la ultraderecha y los ultranacionalistas. Orbán les vuelve a dar alas de cara a una cita clave: las elecciones europeas que se celebran en un año

Foto: Viktor Orbán celebra el resultado de las elecciones en Budapest, Hungría. (Reuters)
Viktor Orbán celebra el resultado de las elecciones en Budapest, Hungría. (Reuters)

Una “democracia iliberal” (sic), sin límites reales entre los poderes. Una Hungría dirigida por un hombre fuerte, al frente de un partido único. Una Europa cristiana, nacionalista y sin inmigrantes. Una UE de países, sin peso de Bruselas. Estas son las promesas que encarna Viktor Orbán, con las que este domingo ha logrado su cuarto mandato (y tercero consecutivo) al frente de Hungría, con una contundente “super mayoría” que le permitirá cambiar la constitución magiar a su antojo y continuar su deriva autoritaria.

“Hemos ganado (…) Hemos conseguido poder defender Hungría”, celebró Orbán tras conocer los resultados de unas elecciones en la que la alta participación, cercana al 70%, obligó a cerrar los colegios electorales más tarde de lo previsto. Pese a la expectativas de que la (muy dividida) oposición lograra comerle terreno, el Fidesz ha obtenido el 49% de los votos, con lo que se ha asegurado 133 escaños de los 199 en liza, más de dos tercios de la cámara que prometen otros cuatro años de involución democrática en Hungría.

No hay corrupción, ni problemas sociales latentes bajo la mejoría económica que hagan mella al político más camaleónico y maleable de la Unión Europea. Orbán ha pasado de ser el prometedor opositor al régimen comunista que insuflaba esperanza a los liberales europeos durante los estertores de la Unión Soviética a convertirse en una seria amenaza para el consenso democrático y liberal que ha caracterizado la construcción de la Unión Europea en los últimos sesenta años.

Orbán ha demostrado que su retórica populista, ultranacionalista y xenófoba está para quedarse. Jobbik, el principal partido de la oposición que tradicionalmente era considerado de ultraderecha pero que ha virado a posiciones más centristas para desmarcarse del Fidesz solo ha conseguido menos de la mitad de sus apoyo, un 20 %. En Hungría cerca del 70% de los electores se han decantado por la derecha/ultraderecha. Solo un 12% votó al Partido Socialista, tercera fuerza.

Foto: El primer ministro húngaro Víktor Orbán se dirige a sus seguidores tras la victoria en Budapest. (Reuters)

El primer ministro magiar cuenta con el respaldo de una población que, pese a que se ha visto enormemente beneficiada por su acceso a la Unión Europea y el influjo de fondos europeos en la economía magiar, rechaza las políticas impulsadas desde Bruselas, Berlín y París. Prima ante todo una identidad tradicional y nacionalista, y que rechaza la llegada de inmigrantes, cabeza de turco en estos comicios.

La receta de Orbán suena familiar a todos aquellos que hayan seguido la política europea, pero también mundial, en el último lustro. No en vano el ex asesor que cimentó la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, Steven Bannon, le considera un “héroe”. Y los analistas no se cansan de incluir al primer ministro magiar en la lista de “hombres fuertes” que parecen dispuestos a marcar el curso de la política mundial, como Vladimir Putin, con el que Orbán flirtea.

Orbán cuenta con el respaldo de una población que se ha visto enormemente beneficiada por su acceso a la UE pero que rechaza las políticas impulsadas desde Bruselas

La victoria del Movimiento Cinco Estrellas y de La Liga en las recientes elecciones en Italia despertó del letargo a la ultraderecha y los ultranacionalistas europeos, que aún se estaban lamiendo las heridas tras la victoria de Emmanuel Macron en Francia frente a Marine Le Pen y la de Mark Rutte en Holanda con Geert Wilders en segundo lugar. Ahora Orbán les vuelve a dar alas, de cara a una cita fundamental: las elecciones europeas que se celebran en un año.“La inversión de los valores y la inmigración en masa defendidos por la UE son de nuevo rechazados. Los nacionales (nacionalistas) pueden ser mayoritarios en Europa en las próximas elecciones europeas de 2019”, ha escrito personalmente Le Pen en Twitter.

“Hungría ha votado con el corazón y la cabeza, ignorando las amenazas de Bruselas y los miles de millones de (el magnate y némesis política de Orbán, George) Soros”, ha dicho Matteo Salvini, líder de la Lega. Salvini ha mostrado su deseo de encontrarse pronto con político húngaro, una vez que logre acceder al puesto de primer ministro italiano. Esta perspectiva, la de ver a la tercera economía de la eurozona en manos del candidato que ha copiado sin tapujos el “America First” de Trump -“Los italianos primero”-, provoca escalofríos en buena parte de la Unión Europea. Pero, a la vista de los últimos resultados, está claro que sus tesis ganan cada vez más terreno en el continente.

Sin duda, las consecuencias más directas de las elecciones húngaras se dejarán sentir en la esfera de influencia de Orbán: sus vecinos Eslovaquia, Polonia y República Checa, con los que forma el conocido como Grupo de Visegrado, y Austria, donde la ultraderecha ya forma parte del Gobierno. Polonia es un motivo de preocupación claro para la Unión Europea, puesto que el gobierno del partido Ley y Justicia (PiS), comandado a la sombra por Jarosław Kaczynski, camina también por la senda del autoritarismo. Y Varsovia y Budapest no esconden sus sinergías.

Foto: El primer ministro húngaro Viktor Orbán saluda durante el mítin de su cierre de campaña en Szekesfehervar, el 6 de abril de 2018. (Reuters)

"El camino y la lucha de los húngaros y los polacos son los mismos, su meta es la de construir y defender nuestro hogar, Europa Central, y mantenerla como nacional y cristiana", dijo Orbán poco antes de los comicios. También ha prometido que 2018 será un año en el que dará una “gran batalla” en la Unión Europea. Orbán no solo aspira a cambiar la Constitución y el sistema húngaro, también pretende que Europa se adapte a su visión, compartida por Polonia y tantos otros. Precisamente hoy el presidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, se ha desplazado a Varsovia para abordar con el Gobierno polaco la situación del proceso abierto contra el país, por el deterioro del Estado de Derecho. Mal día para ello.

La victoria de Orbán, al que los críticos le llaman “Viktador”, son malas noticias para la Unión Europea. El bloque ya mostró la falta de capacidad de sus líderes para reaccionar con contundencia y celeridad ante las amenazas económicas durante la crisis del euro, así como para proteger a sus ciudadanos, especialmente los más vulnerables, de sus efectos. Fragmentado el consenso social sobre el que se construyeron los sistemas democráticos y del Estado del Bienestar europeos (cesión del poder a cambio de protección y prosperidad), ¿Será ahora capaz de cortarle el paso a los caballos de Troya que amenazan con destruirla o cambiarla radicalmente desde dentro?

La pregunta tendrá que ser respondida por los líderes europeos pro-democracia, tradicionalmente poco resolutivos en su toma de decisiones colectivas, en un momento en que tienen varios frentes abiertos de gran envergadura, desde el Brexit a Italia, pasando por la tan necesaria reforma de la UE. Una mayor responsabilidad recae sobre los que, como Angela Merkel o Mariano Rajoy, pertenecen al Partido Popular Europeo.Hasta ahora el grupo ha amparado a Orbán como si se tratara de un miembro rebelde entre sus filas. Con Bruselas lidiando con Polonia y la apertura de un proceso contra Hungría por su deriva autoritaria cada vez más cerca, este discurso se hace cada vez más insostenible.

Una “democracia iliberal” (sic), sin límites reales entre los poderes. Una Hungría dirigida por un hombre fuerte, al frente de un partido único. Una Europa cristiana, nacionalista y sin inmigrantes. Una UE de países, sin peso de Bruselas. Estas son las promesas que encarna Viktor Orbán, con las que este domingo ha logrado su cuarto mandato (y tercero consecutivo) al frente de Hungría, con una contundente “super mayoría” que le permitirá cambiar la constitución magiar a su antojo y continuar su deriva autoritaria.

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