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El desarrollo descontrolado amenaza las joyas históricas de Myanmar
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deforestación, turismo y contaminación

El desarrollo descontrolado amenaza las joyas históricas de Myanmar

Lugares como Bagan, Amapaura o en lago Inle están agonizando por el desarrollo económico y turístico descontrolado en un país que inició una apertura al exterior en 2011

Foto: Monjes caminan por el puente de Amarapura, en Myanmar, el 21 de febrero de 2008. (Reuters)
Monjes caminan por el puente de Amarapura, en Myanmar, el 21 de febrero de 2008. (Reuters)

En las guías de viajes de Myanmar casi siempre se repite una imagen que hacer soñar a muchos de los turistas que visitan el país asiático: la bucólica estampa de los monjes budistas paseando en un atardecer púrpura por el puente de U Bein, el puente de teca más largo y antiguo del mundo. También conocido como puente de Amarapura, por el distrito en el que se sitúa, la estructura se construyó hacia 1850 y hoy es una de las joyas históricas del país. Sin embargo, sin lentes ni photoshop de por medio, la imagen en la realidad es algo diferente. Buena parte de los pilares están corroídos y las aguas del lago presentan un color verdoso. Aunque sigue siendo usado por los locales, por el puente pasean más turistas que monjes, mientras que la mayor parte de los pescadores se han marchado o han instalado piscifactorías en el lago. El ambiente no huele a la campiña que hacen imaginar las postales y a menudo tiene cierto aroma putrefacto.

Amarapura, como muchas otras de las joyas históricas y ecológicas del país, está agonizando por el desarrollo económico y turístico descontrolado en un país que inició una apertura al exterior en 2011 tras cinco décadas de férrea dictadura militar. “Todo está conectado. Aquí tenemos inundaciones más frecuentes, que afectan al puente, porque en el norte del país están deforestando todo”, asegura Maung Maung Oo, un activista medioambiental que vive cerca de Amarapura. “Y durante años las fábricas tiraron sus desechos al lago”.

Otros conocidos nombres están en la lista. Cerca de Amarapura, la ciudad histórica de Innwa, capital imperial de Birmania entre los siglos XIV y XIX, también está en peligro. “Las inundaciones están aumentando y la presión ha aumentado por ambos lados por los dos ríos que la rodean”, explica Maung Maung Oo. En los conocidos templos de Bagan, el Ministerio de Cultura ha empezado a prohibir escalar a algunas de las milenarias estructuras para evitar los daños provocados por el creciente número de turistas, aunque también por terremotos e inundaciones. En Yangon, la capital durante la época británica, muchos de los edificios coloniales están siendo derribados para dar paso a torres de oficinas.

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El desarrollo no afecta, sin embargo, sólo a monumentos históricos sino también a algunos de los lugares de mayor valor ecológico del país. Así, en el fotogénico lago Inle, los pescadores que atraen a miles de viajeros se están quedando sin peces que capturar. En Paleik, una de las zonas de marismas más importantes del país, el agua está desapareciendo. “Están bloqueando el paso del agua con carreteras”, explica Ko Banyar, un residente de la zona. “Si no hay agua, no hay marismas. Si no hay marismas, no hay pájaros”, asegura. Las playas de Ngapali se están quedando sin arena para que Singapur pueda seguir expandiéndose con islas artificiales. “Cada año, las comunidades se están enfrentando a problemas más serios que en buena parte están relacionados con un desarrollo que no está bien planeado”, asegura Witoon Permpongsacharoen, director de la Red para la Ecología y la Energía en el Mekong. “Y los más afectados por este tipo de desarrollo serán las comunidades pobres que dependen de recursos como el agua o la tierra”.

¿Un país bajo el agua?

En la calle 26 de Mandalay, una ajetreada avenida que conecta el palacio real con el río Irrawaddy, los edificios se amontonan uno tras otro y apenas dan un respiro a la vista. A la altura de la calle 83, la mayoría de las casas no supera las tres alturas pero muchas parecen nuevas. “Por aquí antes pasaba el río pero lo desviaron”, explica Maung Maung Oo. “La gente no es consciente de que si ese era su curso natural, algún día va a volver y todo se inundará”.

Myanmar está conectada al agua. Como en la mayor parte de los países del sur y sureste de Asia, los monzones marcan el pulso vital del país. Los ríos también son un elemento de identidad territorial. El río Irrawaddy, en cuyas riberas se concentra la etnia bamar que conforma la mayor parte de la población del país, atraviesa el país como una espina dorsal de norte a sur en una línea de más de 2.000 kilómetros y redistribuye agua y sedimentos, fundamentales para la agricultura, a buena parte de la población. El río Salween, que recorre una zona del país fragmentada en diferentes grupos tribales, muchos con sus propias guerrillas, se ha convertido en uno de los últimos motivos de disputa después de que varias presas fueran anunciadas en su curso.

placeholder Un hombre pesca en el lago Taungthaman, en Amarapura, cerca de Mandalay. (Reuters)
Un hombre pesca en el lago Taungthaman, en Amarapura, cerca de Mandalay. (Reuters)

“Myanmar es uno de los países en los que los eventos relacionados con el agua y las inundaciones son más importantes”, asegura Vanessa Lamb, investigadora en geografía de la Universidad de Melbourne. “Las inundaciones no son necesariamente algo negativo”, asegura la académica, quien está estudiando este fenómeno en una de las partes del río Salween.

Sin embargo, el agua ya no se comporta de la forma que solía. Las inundaciones incontroladas se han vuelto más habituales, seguidas por periodos de sequía. En 2015, las fuertes lluvias del monzón se llevaron la vida de más de 100 personas y afectaron a casi dos millones de personas. Meses después, el Niño trajo las peores sequías que se han vivido en el país en cinco siglos. Activistas y académicos aseguran que estos eventos extremos son peores en aquellas zonas donde el desarrollo es más rápido. “En la zona de Mandalay el problema es especialmente grave porque han bloqueado pasos naturales del agua y ésta va a fluir igualmente. Encontrará la manera de hacerlo , pero será de forma más destructiva”, añade Aunt Myint, académico de la Renewable Energy Association Myanmar (REAM).

Sin embargo, otro tipo de desarrollo, el de las redes sociales, les está dando nuevas herramientas para ser escuchados. Durante meses, Maung Maung Oo publicó artículos en los medios locales e hizo presión a través de sus redes sociales hasta que forzó al Gobierno local a tomar acciones. “Conseguimos que dejaran de echar agua contaminada en el lago [de Amarapura]. Pero no han solucionado el problema del todo. Muchas fábricas siguen sin tratar el agua y la tiran a otro lado”, asegura. Maung Maung Oo, junto con otros activistas esparcidos por todo el país, está ahora recogiendo información sobre la degradación de sus comunidades para obligar al Gobierno a priorizar los impactos sociales y medioambientales de los proyectos que aprueban. “Nuestros problemas se agravan cada día porque la ley no se aplica”, asegura el activista. “Les estamos dando datos y pruebas para que no puedan seguir mirando a otro lado”.

En las guías de viajes de Myanmar casi siempre se repite una imagen que hacer soñar a muchos de los turistas que visitan el país asiático: la bucólica estampa de los monjes budistas paseando en un atardecer púrpura por el puente de U Bein, el puente de teca más largo y antiguo del mundo. También conocido como puente de Amarapura, por el distrito en el que se sitúa, la estructura se construyó hacia 1850 y hoy es una de las joyas históricas del país. Sin embargo, sin lentes ni photoshop de por medio, la imagen en la realidad es algo diferente. Buena parte de los pilares están corroídos y las aguas del lago presentan un color verdoso. Aunque sigue siendo usado por los locales, por el puente pasean más turistas que monjes, mientras que la mayor parte de los pescadores se han marchado o han instalado piscifactorías en el lago. El ambiente no huele a la campiña que hacen imaginar las postales y a menudo tiene cierto aroma putrefacto.

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