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"Mi antepasado fundó Odesa": Oleg de Ribas, la memoria española en el sur de Ucrania
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el almirante ribas estableció la ciudad en 1794

"Mi antepasado fundó Odesa": Oleg de Ribas, la memoria española en el sur de Ucrania

Un descendiente del almirante José de Ribas rastrea datos de su historia y lucha para que sus restos sean trasladados algún día desde San Petersburgo a esta ciudad ucraniana

Foto: El periodista e historiador Oleg Ribas, junto a la foto de su antepasado el almirante José de Ribas. (Javier Arcenillas)
El periodista e historiador Oleg Ribas, junto a la foto de su antepasado el almirante José de Ribas. (Javier Arcenillas)

Odesa, al sur de Ucrania, es en verano el balneario principal de los habitantes de este país. Sus playas, abarrotadas de comercios y chiringuitos con música electrónica, acogen a los miles de turistas vacacionales que escapan de otras urbes del interior para darse un chapuzón. Tiempo atrás, barcos de carga y efectivos militares transitaban las mismas aguas en lo que se consideraba el mayor puerto estratégico del Mar Negro. Las famosas escalinatas que daban a él, además, fueron inmortalizadas en 1925 por Serguéi M. Eisenstein en 'El Acorazado Potemkin', dotándolas de un simbolismo y un reconocimiento universal. A pocos metros de ellas, en la plaza de Catalina II, permanece la estatua de uno de sus personajes clave, José de Ribas y Boyons, almirante napolitano con linaje español que en 1794 fundó esta ciudad de cerca de un millón de habitantes.

A muchos les suena. Aunque solo sea porque una de las calles principales, donde emplean las tardes entre franquicias de ropa y bares, lleva desde 1811 su apellido: Derybasivs'ka. Pero uno de los que más conoce su historia es Oleg de Ribas, descendiente directo de sexta generación, según calcula. Este periodista y etnógrafo de 57 años aparece entre la muchedumbre un día de julio con un bronceado poco habitual entre sus paisanos y su último libro bajo el brazo. Se titula 'El favorito' e indaga en uno de los episodios ocultos de sus ancestros. Sin hablar ni una palabra de español y con un inglés escaso -que deberá ser complementado más adelante por correo electrónico-, Oleg cuenta cómo José de Ribas fue en su tiempo el amante favorito de la emperatriz rusa Catalina La Grande, a la que se le dedica la plaza mencionada. “Se baraja la posibilidad, incluso, de que le envenenaran por eso”, indica.

placeholder Retrato de José de Ribas y Boyons
Retrato de José de Ribas y Boyons

Para enterarse de ese desenlace que adelanta su lejano familiar hay que rebuscar en su historia. Nacido en Nápoles en 1749, José de Ribas provenía de una familia noble catalana. En la ciudad italiana se enroló a los 16 años en el ejército. Pronto ascendió. Y a los veinte años, según la información que presta el instituto con su nombre, se presentó en Livorno al Conde Alekséi Orlov, hermano del amante de la emperatriz Catalina La Grande. Este lo acogió como ayudante e intérprete. Escaló puestos con rapidez. A principios de los setenta ya se había establecido en Rusia como capitán en el Cuerpo de Cadetes de Tierra y ya estaba inmerso en la guerra ruso-turca que se libró entre 1768 y 1774.

Un linaje agitado

Dos años después, establecido en San Petesburgo, contrajo matrimonio con Anastasia Ivánovna Sokolova, hija ilegítima del entonces ministro de construcciones. En 1783 dirige una incursión, junto al príncipe Grigori Potemkin, para anexionar la península de Crimea al imperio. Y en la siguiente batalla contra Turquía (que duró de 1787 a 1792) desempeña un destacado papel. “Liderando una flota de cosacos y granaderos, en 1789 tomó la fortaleza otomana de Hadzhibey. Un lustro más tarde, bajo las órdenes de la emperatriz, levantó Odesa en ese mismo enclave”, explica el deudo de aquel árbol genealógico. “La dirigió durante dos años. Modernizó el puerto, construyó iglesias, edificios y otras instituciones”, enumera frente a la escultura de bronce que lo homenajea, instalada en 1994 por el bicentenario de la fundación y en la que José de Ribas porta una pala y un plano en cada mano. Cae un sol directo que espanta a los transeúntes. En meses de invierno, esta luz se transforma en una bruma gélida que suele descender los cero grados centígrados.

placeholder Una mujer alimenta a las gaviotas en la playa de Langeron en Odesa, en diciembre de 2016. (Reuters)
Una mujer alimenta a las gaviotas en la playa de Langeron en Odesa, en diciembre de 2016. (Reuters)

“Puede que los historiadores discutan cuánto hizo por la ciudad por el poco tiempo que pasó en ella, pero lo que está claro es que le dio una gran bocanada de aire fresco”, sentencia uno de las pocas personas vivas que mantiene su apellido. Como estudioso de su familia, Oleg data en el siglo XI a sus parientes más lejanos. “No hay duda de que la familia De Ribas y Boyons es de raza española y de que a mediados del XVIII vivieron en Barcelona hasta que, por su pertenencia a la nobleza, se mudaron a Italia. Miguel de Ribas, su padre, era funcionario de la Corte. Por eso, José de Ribas nació en Nápoles en 1751”, señala, contradiciendo la fecha registrada en los archivos de la organización que mantiene su memoria y la que aparece en su tumba: 1750.

Sirvió a este país hasta su deceso, en 1800. Antes, ejerció de Gobernador de Odesa entre 1794 y 1796, cuando su población rondaba los 4.500 habitantes. Le reclamaron en el este y allí murió. Por eso, a pesar de labrarse su reputación al sur de la actual Ucrania, sus huesos reposan en el cementerio luterano Smolensk de San Petersburgo. Algo que aún escuece entre sus descendientes. “En los años noventa me uní a una iniciativa para trasladar los restos aquí y escribí una carta, pero la respuesta fue negativa”, comenta Oleg. El conflicto en la región oriental de Ucrania y la unificación exprés de Crimea a Rusia hace cuatro años no han mejorado la situación. “La verdad, veo las posibilidades muy escasas y a veces dudo de que tengamos más derecho que ellos a alojar sus cenizas. Tarde o temprano, sin embargo, creo que ocurrirá”, reflexiona entre miles de veraneantes que, quizás sin saber de quién habla, inmortalizan con sus cámaras la famosa escalinata.

Odesa, al sur de Ucrania, es en verano el balneario principal de los habitantes de este país. Sus playas, abarrotadas de comercios y chiringuitos con música electrónica, acogen a los miles de turistas vacacionales que escapan de otras urbes del interior para darse un chapuzón. Tiempo atrás, barcos de carga y efectivos militares transitaban las mismas aguas en lo que se consideraba el mayor puerto estratégico del Mar Negro. Las famosas escalinatas que daban a él, además, fueron inmortalizadas en 1925 por Serguéi M. Eisenstein en 'El Acorazado Potemkin', dotándolas de un simbolismo y un reconocimiento universal. A pocos metros de ellas, en la plaza de Catalina II, permanece la estatua de uno de sus personajes clave, José de Ribas y Boyons, almirante napolitano con linaje español que en 1794 fundó esta ciudad de cerca de un millón de habitantes.

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