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El fin del tabú sobre el uso de armas químicas en el mundo
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¿Cómo es posible que assad siga utilizándolas?

El fin del tabú sobre el uso de armas químicas en el mundo

La inacción de Obama cuando Al Assad utilizó gas en 2013 “rompió 100 años de tabú". La guerra química en Siria está cambiando el modo de plantear los conflictos del futuro

Foto: Un hombre carga con el cadáver de un niño tras un ataque químico en el pueblo de Jan Sheikun, en la zona rebelde de Idlib. (Reuters)
Un hombre carga con el cadáver de un niño tras un ataque químico en el pueblo de Jan Sheikun, en la zona rebelde de Idlib. (Reuters)

Los paramédicos arrancan rápidamente la ropa del paciente mientras rocían con agua su cuerpo, rostro y pelo para eliminar los restos de material químico. La víctima, tendida sobre una camilla, hace repetidos esfuerzos por respirar. Este hombre es uno de los afectados por el último ataque químico en Siria, en la ciudad de Saraqib (Idlib), donde helicópteros del ejército sirio lanzaron el pasado domingo barriles bomba cargados con gas cloro. Según los datos publicados por Amnistía Internacional, 11 personas tuvieron que ser atendidas de urgencia. “Mientras conducía, comencé a sentir falta de aire”, relata uno de los testigos, “no podía respirar y también me picaban los ojos. Sentí náuseas, como si fuera a vomitar”.

Este ha sido el sexto ataque químico en Siria en los últimos 30 días, según ha publicado el Departamento de Estado de EEUU, y el número 196 de todas las agresiones de este tipo que han tenido lugar desde 2011, según el recuento de SAMS -La Asociación Médica Sirio Americana-. Los Cascos Blancos -las patrullas de rescate en la zona opositora- aseguran que la reciente ofensiva química ha provocado 47 heridos en lo que llevamos de año. En 2018, el régimen sirio ha acelerado el uso de este material contra los enclaves opositores más resistentes de Siria, como Idlib o Guta, ante la previsión de un alto el fuego tras la próxima ronda de negociaciones.

Los primeros indicios del uso de gases tóxicos por las fuerzas gubernamentales datan de diciembre de 2012 en Homs. Desde entonces, Al Assad ha utilizado ininterrumpidamente sustancias prohibidas por la legislación internacional. La masacre más atroz tuvo lugar en Guta, en agosto de 2013, en un ataque en el que murieron más de 1.000 personas; o en Jan Sheijun, en abril de 2017, cuando perdieron la vida más de 80. Pero en los últimos años el Gobierno sirio se ha unido a la Convención de Armas Químicas en 2013, ha declarado y permitido la destrucción de su arsenal en 2014, ha facilitado misiones conjuntas de la OPCW -Organización para la Prohibición de las Armas Químicas- en su territorio, así que, ¿por qué a día de hoy Al Assad sigue haciendo uso del arma más letal, y de manera impune, contra su población?

placeholder Víctimas del ataque con armas químicas al pueblo de Jan Sheijun, en la zona rebelde de Idlib, Siria. (Reuters)
Víctimas del ataque con armas químicas al pueblo de Jan Sheijun, en la zona rebelde de Idlib, Siria. (Reuters)

La finalidad táctica de las armas químicas

“Las armas químicas son muy efectivas porque en zonas urbanizadas llegan a cualquier parte”, revela a El Confidencial Hamish de Bretton-Gordon, experto en armamento químico y asesor de ONGs en Siria. “Guta y Saraqib, y otras áreas rebeldes, están plagadas de edificios derruidos, donde los rebeldes pueden esconderse fácilmente. Estas munición química les fuerzan a exponerse en un limbo abierto -espacio exterior-, donde entonces pueden ser agredidos con armamento convencional”. Es decir, los gases tóxicos consiguen que los insurgentes, pero también la población local, salgan de los sótanos y túneles defensivos que han construido en los últimos años.

Los agentes más utilizados en la guerra química siria han sido el gas sarín, incluido en la lista del desarme de 2014; y el gas cloro, no declarado, debido a su principal propiedad en el saneamiento de aguas. Es por ello que las reservas de gas cloro son más abundantes en el país y también son menos letales. “El gas cloro es una efectiva arma de terror”, mantiene a El Confidencial Eliot Higgins, investigador del equipo de Bellingcat, “para aterrorizar a la población local por su apoyo a los grupos opositores”. Es una herramienta de castigo pero también se sirve de fines tácticos. “Los ataques de los últimos días se han producido precisamente en áreas de importante actividad militar”, sigue Higgins. El régimen sirio pretende asfixiar los últimos bastiones de la oposición mediante el lanzamiento de gases tóxicos.

La incapacidad de la comunidad internacional

El gas consigue que los insurgentes, pero también los civiles, salgan de los sótanos y túneles que han construido

Al día siguiente del ataque con gas cloro en Saraqib, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas volvió a dar cuenta de la ineficacia de su mecanismo de investigación. Las posiciones enfrentadas de Estados Unidos y Rusia demostraron que el fin del armamento químico en el mundo depende de un acuerdo político. La embajadora estadounidense Nikki Haley culpó a Rusia de “enviarnos a la casilla número uno en los esfuerzos para terminar con las armas químicas en Siria”, manifestó. Con ello se refería a la capacidad de veto de Rusia, que el pasado mes de noviembre detuvo la extensión del JIM -el Mecanismo de Investigación Conjunta-, hasta ahora la entidad más efectiva en buscar responsables de las atrocidades cometidas por gases letales y agentes nerviosos y que logró, por primera vez, apuntar a la familia Assad como la responsable del uso de armamento químico en el país.

Este miércoles, la OPCW anunció que sí investigará las recientes acusaciones sobre lo ocurrido en Idlib o en Guta, aunque el mandato “no incluye identificar quien es el responsable del supuesto ataque”, puede leerse en el comunicado. La OPCW está sometida a un sistema estricto y sólo puede investigar a petición de un estado miembro. “Y mientras los ataques ocurran en lugares como Guta o Idlib -enclaves rebeldes- el régimen no puede facilitar el acceso”, asegura de Bretton-Gordon, quien ha realizado varias investigaciones independientes en las que evidenció pruebas del uso de gas cloro en Kafr Zita, en abril de 2014, tras analizar tierra con material especial. “Tanto la Convención de Armas Químicas -CWC- como la OPCW necesitan una urgente revisión que las haga más efectivas y útiles”, sostiene.

Con el paso de los años, los expertos han podido probar que el Gobierno sirio tampoco fue honesto en la declaración de su arsenal químico en el año 2014: 1.300 toneladas de sustancias precursoras para gas sarín, agentes nerviosos y otros elementos químicos. Además de conservar el gas cloro para el tratamiento de aguas, “el régimen guardó algunos precursores de gas sarín y mantuvo escondido el equipo de fabricación en la visita de los inspectores”, revela Higgins. “Probablemente tenía al menos 1.500 toneladas”, mantiene de Bretton-Gordon, y una gran cantidad de gas cloro, “supuestamente compraron 20.000 cilindros de gas cloro a China en 2012. Y esta es la base de los barriles bomba de gas cloro”, apunta.

placeholder Un hombre sostiene el cadáver de un niño tras el ataque químico de Guta, en agosto de 2013. (Reuters)
Un hombre sostiene el cadáver de un niño tras el ataque químico de Guta, en agosto de 2013. (Reuters)

Siria: el fin del tabú

Otro de los hechos que han contribuido al uso desenfrenado de armas químicas en la guerra de Siria fueron las falsas promesas del anterior presidente estadounidense, Barack Obama, cuando trazó como “línea roja” el uso de este armamento para lanzar una intervención militar contra Damasco. A pesar de la fatídica masacre de Duma en 2013, Washington se echó atrás y no inició ninguna campaña militar. Los expertos creen que la inacción de Estados Unidos en ese momento “rompió 100 años de tabú en el uso de las armas químicas”, sigue de Bretton-Gordon, algo que animó a ejércitos nacionales, dictadores, insurgentes y grupos terroristas a recurrir sin pudor a un arma que supone una amenaza para la paz y la salud mundial.

“Se trata del armamento más efectivo que existe -más devastador- y es más barato y fácil de producir que el nuclear”, asegura de Bretton-Gordon, quien cree que la guerra química en Siria está cambiando el modo de plantear los conflictos del futuro. Las pocas responsabilidades exigidas por la comunidad internacional, la incapacidad de los organismos de investigación y la pasividad de los líderes están sentando las bases para aceptar el uso de este tipo de munición ilegal, en un escenario de guerras híbridas y asimétricas, donde los agentes químicos son más efectivos y otorgan mayor margen para negociar los intereses.

Los paramédicos arrancan rápidamente la ropa del paciente mientras rocían con agua su cuerpo, rostro y pelo para eliminar los restos de material químico. La víctima, tendida sobre una camilla, hace repetidos esfuerzos por respirar. Este hombre es uno de los afectados por el último ataque químico en Siria, en la ciudad de Saraqib (Idlib), donde helicópteros del ejército sirio lanzaron el pasado domingo barriles bomba cargados con gas cloro. Según los datos publicados por Amnistía Internacional, 11 personas tuvieron que ser atendidas de urgencia. “Mientras conducía, comencé a sentir falta de aire”, relata uno de los testigos, “no podía respirar y también me picaban los ojos. Sentí náuseas, como si fuera a vomitar”.

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