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La Kenia más vulnerable estudia con tablet: el talento dibuja su futuro con 'big data'
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La Kenia más vulnerable estudia con tablet: el talento dibuja su futuro con 'big data'

Un cambio de vida a golpe de click. El aula digital de ProFuturo abre un nuevo camino a los huérfanos del sida y a niños que van a clase entre los vapores del mayor vertedero de Nairobi

Foto: El profesor John Kioko da clase con las tablets de Profuturo en la escuela primaria de Nyumbani Village. (Foto: Ramón Sánchez Orense)
El profesor John Kioko da clase con las tablets de Profuturo en la escuela primaria de Nyumbani Village. (Foto: Ramón Sánchez Orense)

John Kioko traduce cada emoción en un registro y cambia de gesto sin apenas transiciones, como un actor de teatro kabuki. Así pasa de su faceta de profesor serio y concentrado, que organiza a los alumnos para que no salgan amontonados al terminar la clase de Ciencias, a la de maestro satisfecho con su labor, de ser el espejo en el que se miran sus estudiantes y de que le vean como a un igual -otro huérfano del sida en Kenia- que ha pasado por lo mismo que ellos y ha llegado alto.

"Yo soy su héroe, un ejemplo para ellos. ¿Sabes lo que es eso para mí?", dice Kioko, con una sonrisa de media luna. La sonrisa del orgullo. Lleva tres años dedicado a la docencia en la escuela primaria Hotcourses de Nyumbani Village, una aldea-orfanato ubicada a unas tres horas de Nairobi donde 964 niños y 100 abuelas, no necesariamente siempre con vínculos de sangre, conviven como familias para paliar la ausencia de esa segunda generación intermedia que murió sin poder ocuparse de sus niños y mayores, como manda la tradición en Kenia. Su historia es un caso de éxito tras décadas de políticas e iniciativas privadas, como la de esta ONG, para que los huérfanos de la pandemia tengan garantizado un futuro.

Por eso, Kioko se emplea a fondo por sus alumnos a través de la educación, que en su experiencia es "el único camino". "Siendo tan jóvenes y sin padres les ayuda mucho estar en un sitio como este. Me gusta trabajar aquí porque les incentivo para que aprendan, les estimulo para que sean buenas personas en el futuro", cuenta. A sus 24 años, es uno de los jóvenes profesores que desde hace unos meses incorpora tres horas semanales de clases con las tablets del proyecto de educación digital ProFuturo, la propuesta puesta en marcha por Fundación Telefónica y Fundación Bancaria "la Caixa" para reducir la brecha tecnológica en los entornos más vulnerables.

La lección de hoy ha sido especial. Un canon de vocecitas sale de los dispositivos; en la pantalla -con el sistema Weclass- los personajes de la plataforma viajan en un 'jeep' por el campo y plantean a los alumnos qué animal es un mamífero y cuál un anfibio. Kioko pasea por el aula mientras los alumnos terminan los ejercicios de Ciencias, con una nube de periodistas españoles deambulando alrededor. De vez en cuando se acerca a su ordenador, conectado con las tablets a través de un 'router', y comprueba los resultados de las respuestas y si han terminado todos. A su vez, todos esos datos viajan por la nube hasta las oficinas de ProFuturo en Madrid, donde se hace seguimiento del uso de la herramienta y más adelante el 'big data' permitirá identificar el talento en las escuelas más vulnerables. Desde 2016, ProFuturo ha llegado a 5,6 millones de niños y niñas que, según las previsiones serán 7,7 millones a finales de año y unos 10 millones para 2020.

Las tablets revolucionan los poblados de Kenia. (Imágenes: EFE)

Lo del calor asfixiante no es un problema para ellos pero concentrarse no parece una tarea fácil; sin embargo, Kioko tiene mano de hierro y no se oye un alma. Como no hay juegos ni conexión a internet en la aldea la tentación es mucho menor aunque alguno reconoce que la galería de la tablet está llena de 'selfies'. Para Mary Mutindi, de 12 años, lo mejor de dar clase con tablets es que es "más divertido" y que enseguida sabes si lo has hecho bien. "Y me pongo muy contenta si acierto", dice.

La vida después de las ayudas

Kioko es apenas diez años mayor que sus alumnos. Él pasó por lo mismo que ellos, más o menos. A diferencia de los estudiantes y de su propia hermana pequeña, él no pasó su infancia y parte de su adolescencia en la aldea, sino “fuera”. “Es pasado”, zanja. Y cambia de nuevo de registro a otro más sombrío.

Pero pasada ya la secundaria llegó con su hermana de la mano cuando ella apenas tenía 5 años, acompañados por "otro montón de niños huérfanos". Le agradece a Nyumbani Village, a la ONG homónima, (Nyumbani es ‘hogar’ en swahili, que cuenta con otro ) y a su directora, la religiosa irlandesa Sister Mary Owens el apoyo económico durante su formación como profesor de Educación Primaria.

"John vino después de terminar la escuela secundaria junto con su hermana pequeña, que es mucho más joven. Él pidió ayuda para formarse como profesor de Primaria y decidimos encargarnos de pagarle los gastos y cuando terminó quiso venir a este colegio, pidió la plaza y la consiguió", relata Owen. El agradecido profesor es el primer beneficiario de Nyumbani Village en revertir la ayuda que le fue dada, pero no el único. "Devolver la ayuda que un día recibiste es muy gratificante", comenta Kioko.

Al menos 2,6 millones de niños huérfanos de Kenia se encuentran en una situación vulnerable, de acuerdo con el marco político de la estrategia contra el sida del Gobierno del país africano. Y de ellos, cerca del 46% perdieron a sus padres por cuenta del VIH. Afrontan una doble estigmatización, pues caminan por la cuerda floja de la exclusión en una sociedad en la que quedan trazas de puritanismo y cargan con la cruz de un virus que les arrebató a sus padres. La buena noticia es que la tasa de afectación del VIH en niños de entre 0 y 14 años se ha venido desplomando en los últimos años, desde los 12.000 afectados en 2013 a los 6.600 en 2015, según la agencia de Naciones Unidas contra el Sida (UNAIDS).

Evitar la transmisión maternoinfantil del VIH en Kenia es todo un desafío porque si la madre o el padre mueren, muchos niños son abandonados por la propia familia. Los niños de Nyumbani Village, en concreto, no son seropositivos.

ProFuturo ha enviado maletas con 'aulas digitales' a más de medio centenar de escuelas primarias en Kenia, hasta ahora todos ellos centros privados con contrapartes como los Salesianos de Don Bosco en Nairobi y en Nzikoni, y la Diócesis de Kitui en la región de Kitui, a la que pertenece la escuela de Nyumbani. El objetivo es llegar a un compromiso con el Gobierno de Kenia para llevar los dispositivos y el sistema a 100 colegios públicos, pero para ello habrá que destrabar primero la exención de aranceles. "La educación es la clave para romper estos círculos de pobreza. Es condición necesaria: o educas a estos niños o no hay futuro. Van a vivir toda su vida de proyectos asistenciales. Y la tecnología digital te permite educar de una manera asequible", explica a El Confidencial la directora general de ProFuturo, Sofía Fernández de Mesa Echevarría.

Y los beneficiarios no están solo en entornos rurales como Nyumbani Village: los niños que recorren el caos urbano de Nairobi también esperan ansiosos a su clase "de ProFuturo". Así lo reconocen Georgina Adongo y Hellen Muthoni, dos alumnas del colegio Saint John de los Hermanos Combonianos en Korogocho, el tercer mayor 'slum' de Kenia, que apuntan alto: quieren ser arquitecta y doctora, respectivamente. Y el primer plan que tiene Georgina en mente es "limpiar todo esto", dice despectivamente en alusión al gigantesco vertedero que asfixia a su colegio, por encima de los límites del urbanismo y la salud pública, y que sirve de sustento para muchas de las familias de sus compañeros. "Después de arreglar el vertedero, voy a construir parques, colegios y casas". "Y hospitales", añade Hellen, barriendo para casa, "pero no solo en Kenia. Igual podemos triunfar en todo el mundo".

El director del colegio, el italiano Maurizio Binaghi, pone en contexto a los visitantes. Este colegio de Korogocho tiene una lista de espera de 200 niños y en general hay un alto nivel de escolarización porque en el asentamiento irregular "hay pocas escuelas" y muchos menores. Si los niños faltan a clase es porque están enfermos, no tienen dinero para costear los 17 euros trimestrales que cuesta el colegio o porque las familias no pueden pagar uniformes y comidas; algo que solo el 60% de los alumnos pueden costear. Aunque hay quien, durante las vacaciones, tiene que dedicarse a reciclar basura para ayudar en casa, arriesgando su infancia en un mundo de mafias.

Reducción del absentismo y 'feedback'

El contenido del programa sigue la pauta de las 'Competencias del siglo XXI' que marca la Unesco para la educación primaria y que se centran en las asignaturas de lengua, matemáticas y competencias para la vida; y se trata de una plataforma abierta donde algunos profesores ya empiezan a cargar sus propios contenidos en swajili. Una de las primeras consecuencias del uso de las tablets en los últimos meses es que nadie se quiere perder una clase con el material de ProFuturo. "Antes solían faltar en torno a un 60% y ahora la asistencia es del 100%; todos quieren venir ahora a clase porque usan estas tablets, mucho más que antes", comenta el profesor Kioko.

También los coordinadores del programa que prestan asistencia a los docentes coinciden con este punto de vista, si bien es pronto para sacar una conclusión sobre el impacto de esta herramienta complementaria que apenas lleva en marcha un año. La tasa de abandono escolar antes de terminar la educación primaria es del 42% en África Subsahariana aunque en Kenia la primaria es obligatoria desde 2003.

"Es pronto para saber si los niños pasan los exámenes mejor que en otros colegios pero yo sí veo indicios", observa Fernández de Mesa al finalizar su viaje a Kenia. La directora general de ProFuturo añade también que "el aprendizaje así es mucho más rápido porque al esperar una respuesta inmediata ellos se quieren asegurar de que es correcta y eso les hace prestar muchísima atención".

John Kioko traduce cada emoción en un registro y cambia de gesto sin apenas transiciones, como un actor de teatro kabuki. Así pasa de su faceta de profesor serio y concentrado, que organiza a los alumnos para que no salgan amontonados al terminar la clase de Ciencias, a la de maestro satisfecho con su labor, de ser el espejo en el que se miran sus estudiantes y de que le vean como a un igual -otro huérfano del sida en Kenia- que ha pasado por lo mismo que ellos y ha llegado alto.

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