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Ocho meses de aislamiento por romper la careta democrática de Marruecos
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nasser zefzafi, líder del Movimiento Rifeño

Ocho meses de aislamiento por romper la careta democrática de Marruecos

El padre del líder del movimiento de protesta en el Rif viaja a España para pedir ayuda y lograr su liberación. El Gobierno español no ha condenado la represión en la región marroquí

Foto: Una manifestante levanta un pancarta en la que puede leerse "Todos somos Zafzafi", en alusión a Naser Zafzafi, el líder de las protestas. (EFE)
Una manifestante levanta un pancarta en la que puede leerse "Todos somos Zafzafi", en alusión a Naser Zafzafi, el líder de las protestas. (EFE)

Una pared es el horizonte al que los ojos de Nasser Zefzafi miran desde hace ocho meses, el tiempo que lleva encerrado en una celda de aislamiento de la prisión de Oukacha, en Casablanca. Según Amnistía Internacional y Human Rights Watch, Zefzafi no es un criminal y no ha cometido delito alguno. Para estas dos organizaciones, este desempleado de 39 años nacido en Alhucemas en 1979 es un inocente, un preso de conciencia. Ambas aseguran que las 24 horas diarias que Zefzafi pasa encarcelado en completa soledad se remiten más a lo que ha dicho que a lo que ha hecho; que su detención se debe a los discursos y llamamientos con los animó a las gentes de la región norteña marroquí del Rif a que se manifestaran para reclamar que se respetaran sus derechos. Hasta el día que fue apresado, el 29 de mayo de 2017.

Zefzafi es el líder del “Hirak”, el Movimiento Popular Rifeño, la organización que ha cristalizado en torno a unas protestas populares cuyo desencadenante fue la reclamación de justicia por la muerte de Mohcine Fikri, un joven vendedor de pescado que murió triturado en un camión de basura, en octubre de 2016, cuando trataba de recuperar el pez espada que la policía marroquí le había confiscado. La indignación y la reclamación de justicia por esa muerte atroz, que quedó grabada en vídeo, mutó después -catalizada por las torpezas del régimen marroquí- en unas manifestaciones masivas cuyas reivindicaciones fueron pan, trabajo y dignidad.

El fuerte componente identitario "amazigh" (bereber) de las marchas -en las que se exhibían banderas bereberes e incluso la de la efímera República del Rif (1921-1926), el Estado proclamado por Abdelkrim el Jatabi- ha llevado a las autoridades marroquíes a acusar al movimiento y a su líder de ser “nacionalistas rifeños”, “separatistas” y de recibir fondos del extranjero, unas acusaciones negadas rotundamente por Zefzafi y sus compañeros.

También por Ahmed Zefzafi, padre del líder del Hirak, que refuta estas acusaciones. A sus 75 años, este antiguo miembro del opositor Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) ha estado en España para explicar la situación de su hijo y pedir ayuda para que se le libere a él y a los otros centenares de detenidos -549, según el Comité de Apoyo al Hirak en España- en las protestas en el Rif, las manifestaciones que han provocado una de las peores oleadas de represión en Marruecos desde que Mohamed VI sucediera a su padre en el trono en 1999. Zefzafi participó en un debate en el Parlamento andaluz sobre la situación en el Rif el pasado fin de semana, en el que estuvieron presentes todos los grupos políticos excepto el PP, antes de viajar a Barcelona y, el lunes pasado, a Madrid, para reunirse con los respectivos tenientes de alcalde de las dos ciudades. También mantuvo una reunión con los miembros de la secretaría de Relaciones Internacionales de Podemos, en el Congreso de los Diputados.

placeholder Una protesta nocturna en la ciudad de Alhucemas en la que miles de rifeños reclamaban sus reivindicaciones económicas y sociales. (EFE)
Una protesta nocturna en la ciudad de Alhucemas en la que miles de rifeños reclamaban sus reivindicaciones económicas y sociales. (EFE)

España y Francia apoyan a Rabat

Pese a la represión en el Rif, ni la Unión Europea ni sus países miembros han condenado las detenciones ni mostrado, al menos públicamente, su inquietud a Marruecos. El presidente francés, Emmanuel Macron, que visitó Marruecos en junio, incluso alabó la "preocupación" de Mohamed VI por lo que estaba sucediendo en el Rif.

Por su parte, el gobierno español no ha expresado la menor censura por la represión en el Rif, ni siquiera cuando, el pasado verano, cientos de jóvenes rifeños llegaron en patera a las costas españolas para evitar ser detenidos, según relató en este diario el periodista Ignacio Cembrero, una situación que no se vivía desde hacia 15 años. Es más, ese mismo mes, el Ejecutivo español se había alineado con Marruecos en dos ocasiones, cuando el secretario de Estado de Exteriores, Ildefonso Castro, afirmó en las Comisiones de Exteriores del Congreso y el Senado que Rabat "estaba intentando poner los medios para satisfacer las reivindicaciones de los rifeños". Las “relaciones internacionales priman por encima de los derechos humanos”, se lamenta Ahmed Zefzafi.

El padre del líder del Hirak se expresa en un castellano correcto que aprendió de niño, cuando el Rif estaba aún bajo protectorado español (1912-1956). Ahmed Zefzafi habla, pero sobre todo calla, y en sus silencios se adivina el temor por lo que pueda sucederle a ese hijo encarcelado a más de 600 kilómetros de su casa en Alhucemas. “Cuando vamos a visitarle a la prisión, le acompañan 30 guardias. Al menos tres se quedan con nosotros cuando hablamos con él. Él tiene siempre la moral alta. Mi hijo es inocente; él y los otros manifestantes sólo querían acabar con la ‘hogra’”, asegura Zefzafi.

Foto: Imagen de la protesta en Alhucemas, el 18 de mayo de 2017.

La "hogra", el término en árabe magrebí que significa humillación, pero también abuso de poder; el tratar a las personas con respeto, como ciudadanos, sólo si la cartera es abultada. La "hogra" es el sentimiento compartido por esas legiones de jóvenes marroquíes que, como Nasser Zefzafi, parado a sus 39 años tras encadenar trabajos temporales, sólo tienen ante sí un futuro yermo, impuesto por una sociedad profundamente desigual.

Marruecos intenta ofrecer al mundo una fachada de progreso económico y de modernidad -muy pronto entrará en servicio una línea de tren de alta velocidad entre Tánger y Casablanca, la primera de África- mientras uno de cada dos de sus ciudadanos sigue subsistiendo con menos del equivalente de 100 euros mensuales, según un informe de Oxfam. Este documento precisa que el reino alauí es el país magrebí en el que las diferencias entre ricos y pobres son más acusadas, con dos víctimas propiciatorias: los jóvenes y las mujeres, los dos colectivos más excluidos del acceso a los puestos de trabajo y por ende a servicios sociales de base como la sanidad, que en el país magrebí sigue sin ser universal.

Los derechos y libertades políticas, sobre todo en una región como el Rif, con una cultura y lengua propias- el "tarifit" o "chelja", dialecto local de la lengua bereber- no están más garantizados que los sociales. La pretendida democratización, tan alabada por unas cancillerías occidentales que no escatiman elogios hacia Mohamed VI, sigue siendo más formal que real cuando el próximo verano se cumplirán 19 años de su ascenso al trono. El actual soberano tiene un perfil más moderado que su padre pero no por ello ha renunciado a un poder que sigue concentrado fundamentalmente en sus manos.

“Estos jóvenes que se han manifestado en el Rif son cultos, muchas veces autodidactas que se han formado gracias a internet a pesar de la falta de oportunidades. Y aun así, no tienen nada. Las condiciones sociales en el Rif no son comparables ni a las de la España bajo la dictadura de Franco. Durante el protectorado español, en el Rif había aserraderos, fábricas de calzado, de pasta alimentaria, de gaseosa. Ahora no hay nada. Ni siquiera un hospital oncológico cuando somos la región de Marruecos con una incidencia más alta de cáncer. Por decir esto, las autoridades marroquíes me han acusado de ser un nostálgico del colonialismo, lo que es rotundamente falso; fuimos los rifeños quienes más luchamos por la independencia”, asegura Ahmed Zefzafi.

placeholder Ahmed Zefzafi, padre del líder del Movimiento Popular Rifeño, ante el Congreso de los Diputados. (T. Deiros)
Ahmed Zefzafi, padre del líder del Movimiento Popular Rifeño, ante el Congreso de los Diputados. (T. Deiros)

“Tritura a su madre”

El cóctel de humillación, de falta de derechos y de futuro, de sentimiento de injusticia del que habla el septuagenario fue lo que llenó ese vaso que se desbordó con la muerte, el 28 de octubre de 2016, de Mohcine Fikri, el vendedor de pescado que murió en el camión de basura. Según el Comité de Apoyo al Hirak en España, aquella noche varios testigos oyeron cómo alguien daba órdenes por teléfono al conductor del vehículo para que pusiera en marcha el triturador de desechos, aun a sabiendas de que Fikri y otros dos jóvenes estaban dentro. Estos testigos sostienen que quien dio esa orden lo hizo utilizando una expresión que los rifeños suelen oír a la policía marroquí cuando carga en las manifestaciones. Esta expresión es “Tritura a su madre”.

Tras siete meses de protestas, en mayo pasado, Rabat optó definitivamente por la represión. La región ya estaba para entonces tomada por miles de antidisturbios, gendarmes e incluso miembros de las Fuerzas Armadas Reales. El Comité de Apoyo al Hirak en España calcula que unos 30.000 efectivos han sido desplegados en el Rif, buena parte de ellos en Alhucemas, una ciudad que cuenta con unos 56.000 habitantes. El 29 de mayo de 2017, Nasser Zefzafi era detenido, tres días después de haber afeado a un imán que criticara al movimiento durante el sermón del viernes en una mezquita de Alhucemas, la víspera del inicio de Ramadán. La orden de utilizar las mezquitas para denostar al "Hirak" y a sus manifestantes venía de Rabat, del Ministerio de Asuntos Islámicos.

"No le permiten hablar por teléfono y se tiene que lavar con agua helada. En un vídeo que hicieron público las autoridades, varios médicos han visto marcas en su piel"

“Tras detenerlo, a mi hijo le tuvieron que dar varios puntos en la cara por los golpes que había recibido, luego se lo llevaron en helicóptero a Casablanca, como a un criminal, y ahora lo tienen encerrado en aislamiento, incluso la media hora diaria que sale al patio, está solo. No le permiten hablar por teléfono y se tiene que lavar con agua helada. En un vídeo que hicieron público las autoridades, varios médicos han visto marcas en su piel”, recalca Zefzafi, que teme por la integridad de su hijo.

Los temores de Ahmed Zefzafi son también los de Amnistía Internacional. Esta organización ha denunciado que muchos detenidos han asegurado haber sido desnudados, golpeados salvajemente- alguno ha perdido varios dientes- y amenazados de violación. Otros dicen haber sufrido simulaciones de asfixia cuando la policía les introdujo en la boca trapos empapados en un líquido nauseabundo. El pasado 12 de enero, el mismo Nasser Zefzafi declaró ante el juez haber sido torturado. Su aislamiento de ocho meses es en sí una tortura, pues según las normas internacionales de Derechos Humanos, el obligar a un ser humano a permanecer enclaustrado a solas durante más de 15 días constituye un trato degradante que puede ser asimilado a una forma de tortura.

Los líderes del movimiento están acusados de cargos como el “atentado contra la seguridad del Estado”, que pueden conllevar varias décadas de cárcel. Amnistía Internacional teme que, en ese país, Marruecos, alabado por la Unión Europea y considerado un modelo de estabilidad en el Magreb, estas personas no tengan un juicio justo.

Una pared es el horizonte al que los ojos de Nasser Zefzafi miran desde hace ocho meses, el tiempo que lleva encerrado en una celda de aislamiento de la prisión de Oukacha, en Casablanca. Según Amnistía Internacional y Human Rights Watch, Zefzafi no es un criminal y no ha cometido delito alguno. Para estas dos organizaciones, este desempleado de 39 años nacido en Alhucemas en 1979 es un inocente, un preso de conciencia. Ambas aseguran que las 24 horas diarias que Zefzafi pasa encarcelado en completa soledad se remiten más a lo que ha dicho que a lo que ha hecho; que su detención se debe a los discursos y llamamientos con los animó a las gentes de la región norteña marroquí del Rif a que se manifestaran para reclamar que se respetaran sus derechos. Hasta el día que fue apresado, el 29 de mayo de 2017.

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