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Un 'selfie' con guerrilleros en Myanmar: turismo 'mochilero' en zona de conflicto
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EN EL PAÍS OPERA UNA VEINTENA DE GRUPOS ARMADOS

Un 'selfie' con guerrilleros en Myanmar: turismo 'mochilero' en zona de conflicto

Los visitantes del estado Shan, al noroeste del país, pueden encontrarse fácilmente con grupos de combatientes. El alto el fuego vigente es precario, pero nadie prohibe el acceso de turistas

Foto: Una turista de Taiwán con varios guerrilleros del Ejército del Estado Shan (cedida por P. Song)
Una turista de Taiwán con varios guerrilleros del Ejército del Estado Shan (cedida por P. Song)

Después de una hora y media caminando entre arrozales, plantaciones de té y palmerales, el guía turístico nos pide que aminoremos la marcha. A unos 50 metros de distancia, distintos hombres armados esperan en un modesto punto de control, formado por una barrera y distintas vallas con hilo de espino. Seguimos avanzando por el camino de tierra y, después de cruzar unas palabras con el guía, los milicianos observan indiferentes mientras cruzamos el polvoriento ‘checkpoint’. Sin más formalidades, y sin haber sido advertido de antemano, me adentro con un grupo de turistas en una de las regiones controladas por fuerzas insurgentes del norte de Myanmar, la antigua Birmania.

Se trata de una de las sorpresas que esperan a muchos de los visitantes de Hsipaw, un popular enclave turístico del estado Shan, en el noreste de Myanmar. Gracias a su ambiente relajado al lado del río Duthawadi, y a las numerosas excursiones a pueblos de minorías étnicas que ofrece la zona, la localidad se ha convertido en un punto de visita obligado del país. La guía ‘Lonely Planet’, por ejemplo, sitúa la población entre las 10 experiencias imprescindibles de Myanmar. Pero, pese al ambiente ‘mochilero’ del lugar, Hsipaw se encuentra también cerca de distintas zonas disputadas entre el ejército birmano y grupos étnicos armados, un hecho que los guías turísticos prefieren no mencionar a la hora de ofrecer excursiones a las colinas circundantes.

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“Se trata de soldados del Ejército del Estado Shan, que firmaron un alto el fuego con el ejército birmano”, explica con tranquilidad nuestro guía, que ha pedido permanecer en el anonimato, después de cruzar el punto de control. Según el experto local, las milicias ayudan a frenar el cultivo de droga en la región, y evitan que distintos poblados próximos sean tomados por otras fuerzas armadas rebeldes aún enfrentadas con el ejército birmano.

El estado Shan aúna muchas de las 135 minorías étnicas que habitan Myanmar, que cuentan con su propio lenguaje y tradiciones. Desde la independencia del país, en 1948, y durante la posterior dictadura militar, muchas etnias han tomado las armas para reclamar el control de los recursos de la su región, y una mayor autonomía respecto al gobierno central. El conflicto se ha convertido en una de las guerras civiles más duraderas del planeta, y se ve marcado por una red de alianzas en cambio constante y por la volatilidad de los numerosos altos el fuego locales. Actualmente, existen cerca de una veintena de formaciones armadas en toda Myanmar.

Un alto el fuego volátil

Poco después de cruzar la línea divisoria, paramos en un primer pueblo de etnia shan, Nar Mon, a descansar. Distintos milicianos nos observan sonrientes desde una mesa a la sombra, con sendos rifles sujetos entre sus piernas o apoyados en la mesa. Después de las reticencias iniciales, y de un tímido ‘hola’ en la lengua local, gesticulamos hacia nuestras cámaras, y empezamos a sacar fotografías.

Tal y como ha mencionado el guía, sus insignias revelan que forman parte del Ejército del Estado Shan. Según un estudio de 2015 de The Asia Foundation, existen dos formaciones que se identifican con ese nombre y operan en la región, pero nuestro acompañante asegura que se trata del brazo armado del Consejo de Restauración del Estado Shan (RCSS, por sus siglas en inglés), que cuenta con unos 8.000 efectivos. En cualquier caso, ambos grupos han firmado altos el fuego con el ejército, y participan en el proceso de paz que el gobierno liderado por la premio Nobel Aung San Suu Kyi ha impulsado desde su elección en 2015.

Foto: Aung San Suu Kyi sale del estrado tras dar un discurso sobre la situación de la minoría rohingyá, el 19 de septiembre de 2017. (Reuters) Opinión

Sin embargo, la región dista de estar completamente pacificada. Las dos formaciones administran zonas adyacentes a las controladas por el gobierno, y los choques de baja intensidad cerca de las líneas divisorias son habituales. A su vez, un tercer grupo, el Ejército Ta’ang de Liberación Nacional, impulsado por líderes de la minoría palaung, también sigue operativo en la región. A principios de enero, distintos choques entre el grupo palaung y el ejército provocaron la huida de más de 1.200 habitantes de pueblos de la zona hacia Kyaukme, una ciudad a 35 kilómetros de Hsipaw, según medios locales.

El Instituto para la Paz y la Seguridad de Myanmar registró durante 2016 once choques militares en el distrito de Hsipaw, mientras que las vecinas Kyaukme y Namhsan sumaron, en conjunto, más de 90 enfrentamientos. “Los grupos armados piden impuestos a los agricultores de la zona, y algunos están involucrados en el comercio de drogas internacional”, explica Tom Kramer, analista del Instituto Transacional centrado en el conflicto en las regiones fronterizas de Myanmar.

placeholder Grupo de guerrilleros del Ejército del Estado Shan en las colinas próximas a Hsipaw. (E. Fernández)
Grupo de guerrilleros del Ejército del Estado Shan en las colinas próximas a Hsipaw. (E. Fernández)

Disparos en el valle

Después de una larga caminata cruzando las colinas de la zona, salpicadas de monasterios budistas y altares para los ‘nats’, los espíritus locales, llegamos a Pankam, un pueblo de la minoría palaung incluido en distintos de los paquetes turísticos de Hsipaw. La visita a la aldea, donde viven unas 800 personas, permite a los visitantes dormir en una de las tradicionales casas elevadas de la zona, disfrutar de la cocina local y beber el tradicional licor de arroz shan alrededor de una fogata de campo.

No obstante, el conflicto es mencionado de nuevo al poco de llegar al pueblo. Durante la visita a la escuela local de Pankam, una de las profesoras nos explica en inglés que hace pocos días se habían producido combates en un asentamiento cercano. La joven teme especialmente a los rebeldes palaung, y cree que sin el apoyo de las milicias shan, la zona sería tomado rápidamente por este grupo insurgente. “Hace dos años, hubo enfrentamientos en la entrada del pueblo”, recuerda.

¿Cómo se justifica la presencia de extranjeros sin ningún conocimiento del conflicto en la zona? “El Consejo de Restauración del Estado Shan cuenta con presencia en la aldea visitada, ya que quieren proteger a los aldeanos, a su tierra y a los extranjeros”, dice nuestro guía. Según él, los operadores piden permiso a la milicia shan para realizar excursiones por la zona y, presumiblemente, reciben información sobre las zonas a evitar. Una de las principales fuentes de ingreso de estos grupos son los impuestos que cobran a los aldeanos y, por lo tanto, la llegada de turismo también beneficia sus arcas.

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Por otra parte, las guerrillas son, en general, percibidas como una amenaza menor para los extranjeros. “La mayoría de zonas donde siguen produciendo combates están restringidas a los turistas, así que no podrían ser visitadas aunque se quisiera, y la posibilidad que los enfrentamientos afecten grandes ciudades es remota, aunque ha ocurrido en el pasado”, explica Michele Penna, un periodista italiano con experiencia en distintas zonas fronterizas de Myanmar.

Por otra parte, Penna recuerda que ni el ejército ni los grupos rebeldes se muestran “hostiles ante los turistas extranjeros”, y que cualquier incidente que afectara a visitantes internacionales supondría “una publicidad terrible” para ambas partes. Esto no significa que la zona no pueda resultar peligrosa. En 2016, dos turistas alemanes y su guía resultaron heridos después que una mina explotara mientras hacían excursionismo cerca de Kyaukme.

Durante el segundo día de excursión por la zona, nos encontramos de nuevo con dos pequeños pelotones del Ejército del Estado Shan. Después de unos segundos de dudas, los milicianos aceptan posar con los turistas en distintas fotos con cara de pocos amigos, y los más aventureros se sacan algún ‘selfie’ con ellos. Acto seguido, cada grupo prosigue su camino. Los turistas finalizamos el día con un chapuzón en una de las cascadas de la zona, mientras que los guerrilleros se pierden de nuevo entre los bosques de la región, listos para mantener la defensa de una tierra por la que luchan desde hace décadas.

Después de una hora y media caminando entre arrozales, plantaciones de té y palmerales, el guía turístico nos pide que aminoremos la marcha. A unos 50 metros de distancia, distintos hombres armados esperan en un modesto punto de control, formado por una barrera y distintas vallas con hilo de espino. Seguimos avanzando por el camino de tierra y, después de cruzar unas palabras con el guía, los milicianos observan indiferentes mientras cruzamos el polvoriento ‘checkpoint’. Sin más formalidades, y sin haber sido advertido de antemano, me adentro con un grupo de turistas en una de las regiones controladas por fuerzas insurgentes del norte de Myanmar, la antigua Birmania.

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