Un padre salva por los pelos a su hija del ataque de un tiburón blanco en Australia

Hay pocas personas de las que pueda decirse con tanta propiedad que han vuelto a nacer como en el caso de Sarah Williams. Esta adolescente de 15 años se encontraba navegando en kayak en el mar en Normanville, al sur de Adelaida, Australia, cuando fue atacada por un enorme tiburón blanco de 4,5 metros. Tan solo la rápida intervención del padre de Sarah, Chris, evitó la tragedia.

“De la nada, el tiburón salió de abajo y golpeó el kayak en el que estaba ella, y la lanzó a ella y al kayak al aire”, ha explicado a la cadena Nine de su país Chris, quien afirma que jamás olvidará el grito de su hija. “Al darme la vuelta, vi una ráfaga de agua blanca y a ese gigantesco tiburón dando vueltas justo al lado mientras intentaba atrapar a Sarah cuando ella trataba de volver a subirse al kayak”, relata.

Afortunadamente para ella, su padre y su hermano se encontraban a unos 30 metros en una barca de aluminio motorizada. Por suerte, Chris logró encender el motor a la primera, y mientras se dirigía frenéticamente hacia allí ordenó a su hijo que se arrodillase sobre la cubierta para izar a su hermana a bordo. “Recuerdo cómo la arrastró por encima del lomo del tiburón para meterla en nuestra barca”, dice con espanto. “La enormidad de lo que podía haber pasado es lo que ahora nos atormenta. La diferencia entre que mi hija esté viva o que no estuviese hoy conmigo fue de 10 segundos”, comenta.

La joven dice que lo sucedido es “lo que te imaginas de la película 'Tiburón”. “Lo vi cuando estaba en el agua con él. Vi lo que era y vi su aleta”, afirma Sarah. La terrorífica escena no terminó con los tres familiares sobre la barca: el kayak de Sarah se había enredado en una red de pesca del bote de Chris, por lo que el grupo tuvo dificultades para salir de allí, mientras el escualo seguía acechándolos.

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La madre de Sarah y un amigo se encontraban en otros kayaks a unos 100 metros, y trataron de atraer la atención del tiburón para que las otras embarcaciones pudiesen marcharse. Durante 10 interminables minutos, Chris y sus hijos vieron cómo el animal daba vueltas a su alrededor preparándose para un nuevo ataque, hasta que se acercaron lo suficiente a la orilla y el escualo se perdió entre las aguas.

“Esto es algo que no quiero volver a experimentar nunca. Oír los gritos heladores de tu hija es algo indescriptible”, ha dicho Chris, llorando ante las cámaras. La familia ha decidido que jamás volverá a hacer kayak en ese lugar, por buenas razones.