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Elecciones en Austria: ¿vuelve la ultraderecha al gobierno?
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Elecciones en Austria: ¿vuelve la ultraderecha al gobierno?

La ultraderecha, segunda en los sondeos, tiene muchas opciones de alcanzar el gobierno. Kurz prefiere pactar con el FPÖ para auparse a la Cancillería que reeditar una gran coalición

Foto: El candidato del Partido Popular, Sebastian Kurz, a su llegada a un debate en Viena, el 12 de octubre de 2017. (Reuters)
El candidato del Partido Popular, Sebastian Kurz, a su llegada a un debate en Viena, el 12 de octubre de 2017. (Reuters)

Austria vota este domingo. Las encuestas vaticinan un terremoto. Según todos los sondeos, los socialdemócratas se derrumbarán y perderán el gobierno. Y los conservadores van a ganar las elecciones parlamentarias de la mano de su nuevo líder, Sebastian Kurz, una ambiciosa figura emergente de 31 años. Conocido por su dureza en cuestiones migratorias, este joven prefiere pactar con la ultraderecha para auparse a la Cancillería que reeditar una gran coalición. El tradicional sistema consensual austriaco está en jaque.

Los sondeos de intención de voto más recientes consolidan las tendencias de los últimos meses. El Partido Popular (ÖVP), de centro-derecha, aparece como la formación más votada, con un 33% de los sufragios, seguida a cierta distancia por el ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ) y por el Partido Socialdemócrata (SPÖ), técnicamente empatados. El primero obtendría entre un 25 y un 26%; el segundo, entre un 27 y un 24%. En la irrelevancia parlamentaria, por debajo del 5%, quedarían las demás formaciones, incluidos Los Verdes del presidente austriaco, Alexander van der Bellen. No obstante, parece que aún uno de cada cuatro austriacos no ha decidido su voto.

placeholder El presidente de Austria, Alexander Van der Bellen. (Reuters)
El presidente de Austria, Alexander Van der Bellen. (Reuters)

Kurz, ministro de Exteriores desde 2013 y presidente del ÖVP desde el pasado mayo tras una meteórica carrera, quiere dar un giro copernicano a su país tras tomar por asalto su partido. Su objetivo confeso es dar carpetazo a los últimos diez años de grandes coaliciones entre conservadores y socialdemócratas en Viena. Argumenta que estos pactos han erosionado a los dos grandes partidos tradicionales, envenenado sus relaciones y desilusionado a los ciudadanos. Kurz cree que esta fórmula de gobierno, la más frecuente en el país desde la II Guerra Mundial, está agotada.

Similar a los ultras en inmigración

Por eso, y a falta de otra pareja de baile factible, el líder conservador ha puesto sus ojos en el FPÖ para formar gobierno. Juntos tendrían una mayoría sólida. Kurz ha escorado en los últimos meses el discurso de su partido a la derecha de tal forma que sus programas son similares en cuestiones como la política migratoria, un tema candente en el país desde la crisis de los refugiados. Recientemente, cuando exigió el cierre de las guarderías musulmanas y alertó del riesgo de que sirviesen para crear "sociedades paralelas", el FPÖ le acusó directamente de copiar sus propuestas.

Además, no sería la primera vez que el centro-derecha se alía con la extrema derecha en Viena. A diferencia de los que sucede en otros países europeos, en Austria ya no es un tabú pactar con la ultraderecha. El ÖVP gobernó con ellos entre 2000 y 2006, en tiempos del controvertido Jörg Haider. La repudia internacional, que incluyó sanciones en Europa, no impidió esta coalición.

Kurz va a por todas. Y por el camino ha hecho saltar por los aires al ÖVP. Procedente de la base liberal de su partido, un calculado viraje a la derecha le ha procurado el aplauso de los sectores más conservadores. El joven ministro fue de los primeros en exigir la caída del anterior presidente de su formación, Reinhold Mitterlehner, por el declive en las encuestas y, cuando este anunció que daba un paso atrás, no dudó en postularse para asumir el timón. Pero no a cualquier precio. Puso una serie de condiciones que suponían, en la práctica, el 'harakiri' del 'establishment' conservador. Y los barones accedieron ante el temor a estrellarse en unas elecciones. Así, Kurz consiguió libertad absoluta para conformar a su antojo la lista de candidatos y para determinar el curso político del ÖVP. Este mayo logró el 99% de los apoyos dentro de su partido y la formación empezó a remontar en las encuestas.

Foto: Migrantes y refugiados caminan por una autopista hacia Viena, cerca de Nickelsdorf, Austria (Reuters).

La crisis de los refugiados

La crisis del SPÖ, por su parte, tiene diversos factores. El principal es su desgaste como fuerza de gobierno durante los últimos diez años y, en especial, durante la crisis de los refugiados. La llegada masiva de peticionarios de asilo en 2015, además de disparar las perspectivas de la ultraderecha, castigó al partido que lideraba la coalición de gobierno. Tras varios meses de tensiones, el entonces canciller, el socialdemócrata Werner Faymann, cedió a las presiones y revertió su política de fronteras abiertas, que había pactado con la alemana Angela Merkel en el momento crítico de septiembre de 2015. Poco después dimitió.

Los candidatos del ÖVP y SPÖ, tradicionalmente los partidos mayoritarios, fueron descartados en la primera ronda de elecciones

Le sucedió Christian Kern, que hasta entonces había presidido la empresa nacional de ferrocarril. Ninguna otra figura socialdemócrata se atrevió a dar un paso al frente. La sensación general ya era de zozobra y los conservadores estaban tocando tambores de guerra, hartos de gran coalición, y pedían elecciones anticipadas. Para entonces, el SPÖ había cedido la primera posición en las encuestas. Poco después la ultraderecha lideraba los sondeos y a punto estuvo de hacerse con la presidencia del país.

En la segunda ronda de aquellas controvertidas elecciones, que tuvieron que repetirse por unas irregularidades en el recuento, el verde Van der Bellen se impuso con el 53,8% de los votos al ultraderechista Norbert Hofer, que logró el 46,2%. Los candidatos del ÖVP y SPÖ, tradicionalmente los partidos mayoritarios, fueron descartados en primera ronda.

El SPÖ se ha visto además salpicado en las últimas semanas por un turbio escándalo de difamación. Las evidencias, aireadas durante la campaña, han terminado de lastrar aún más las de por sí maltrechas opciones de los socialdemócratas en las urnas y allanarles el camino hacia la oposición.

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El líder del Partido Popular, Sebastian Kurz (i), ante el candidato de los socialdemócratas, Christian Kern (d), durante un debate, en Viena. (Reuters)

Campaña de desprestigio

Según reveló la revista Profil, el asesor externo de Kern,Tal Silberstein, montó una campaña para tratar de desacreditar a Kurz en Facebook en la que empleó bulos y 'fake news'. Una de las páginas creadas, llamada "La verdad sobre Sebastian Kurz", dibujaba al líder conservador como un político a favor de la inmigración que quería abrir las fronteras y que estaba conchabado con el multimillonario y filántropo estadounidense George Soros. Otra página le presentaba como un radical que buscaba cerrar la frontera con Italia para impedir la entrada de inmigrantes y refugiados. Para colmo, Silberstein fue detenido en agosto en Israel por un presunto delito de blanqueo de dinero. El SPÖ rescindió entonces su contrato.

Kern ha negado tener constancia de esta campaña, que ha tachado de "inmoral" y "tremendamente estúpida. Además, ha forzado la dimisión del secretario general del partido, Georg Niedermühlbichler. Pero el SPÖ sigue a la baja en los sondeos.

De conformarse la coalición entre el ÖVP y el FPÖ, el tradicional sistema austriaco, basado en el predominio de dos grandes fuerzas, de centro-derecha y centro-izquierda, quedaría en entredicho. Las elecciones presidenciales del año pasado ya evidenciaron la crisis del modelo que había predominado en el país desde el fin de la II Guerra Mundial, pero las urnas de este domingo podrían darle el golpe de gracia.

Austria vota este domingo. Las encuestas vaticinan un terremoto. Según todos los sondeos, los socialdemócratas se derrumbarán y perderán el gobierno. Y los conservadores van a ganar las elecciones parlamentarias de la mano de su nuevo líder, Sebastian Kurz, una ambiciosa figura emergente de 31 años. Conocido por su dureza en cuestiones migratorias, este joven prefiere pactar con la ultraderecha para auparse a la Cancillería que reeditar una gran coalición. El tradicional sistema consensual austriaco está en jaque.

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