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¿Han perdido los estadounidenses el miedo a la guerra nuclear?
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"no tienen ni idea de qué hacer en caso de ataque"

¿Han perdido los estadounidenses el miedo a la guerra nuclear?

Según las encuestas, un número sorprendentemente alto de estadounidenses apoyaría el uso de armas atómicas. Las autoridades tratan de concienciar sobre lo que supone un ataque nuclear

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

Un joven apuesto de pelo castaño pasea por una soleada calle de un suburbio californiano cuando se produce en el horizonte, tras él, una tremenda explosión. La nube de humo tiene una inconfundible forma de champiñón. El joven, entonces, lejos de asustarse, empieza a cantar con una guitarra que llevaba a mano: "Oh no, ha explotado. La nube está en el cielo. No corras, no grites, tienes que meterte en casa. Puedes sobrevivir incluso a una nube nuclear". La canción continúa con un estribillo de lo más pegadizo que sigue alertando sobre la necesidad de estar dentro de casa, y seguir las noticias. Pronto, un grupo de coloridos vecinos le acompaña a coro, hasta que terminan todos sentados en un salón frente a la televisión.

No es un 'sketch' de un programa de comedia, ni una broma de mal gusto de ningún 'youtuber'. Se trata de un anuncio público que el condado de Ventura, California, puso en circulación en septiembre de 2013. Una rareza, hoy en día, en EEUU. Casi nadie recuerda ya los sombríos anuncios en blanco y negro que amenazaban con el apocalipsis a la aterrorizada población de los primeros años de la Guerra Fría. Pero, con Corea del Norte y sus ensayos nucleares acaparando titulares, el anuncio musical, que se titula 'El arca de Noé', podría considerarse precursor de una nueva oleada de “pánico nuclear”. Aunque esta es muy distinta a la de la Guerra Fría.

“¿Estás de broma?”, responde a El Confidencial el doctor Robert Levin cuando se le pregunta si la población estadounidense sabe qué hacer en caso de ataque nuclear. “No tienen ni idea”. Además de ser el hombre detrás del citado anuncio, Levin es el responsable de salud pública de Ventura. Explica que una campaña de concienciación pública sobre las consecuencias de un bombardeo nuclear tenía especial sentido en ese condado, colindante con el de Los Ángeles por el norte y por el sur, porque Los Ángeles es uno de los objetivos más claros de un ataque de este tipo.

“En el área de la detonación y los alrededores, decenas de miles de personas morirán inmediatamente. Pero la lluvia ácida que acompaña a la explosión puede viajar decenas de kilómetros, y si estás en contacto con ella durante la primeras horas, te contamina hasta un grado que puede ser mortal. Durante los primeros minutos, y las primeras horas, a pesar de que la reacción natural de la gente sería la de salir corriendo, lo más importante es meterse dentro del edificio más grande que tengas cerca y quedarse dentro. Allí, seguir las noticias de la mejor manera que se pueda, porque la intensidad de la radiación disminuye rápidamente”, explica Levin. Otras nociones básicas incluyen, para el que ha estado en contacto con la lluvia ácida (que es visible, precisa), quitarse la ropa una vez en un interior, meterla en una bolsa de plástico, y darse una ducha con abundante jabón. "De esta manera, te has quitado un 90% de la radiación que podrías haber recibido".

Foto: Cada potencia nuclear tiene su propio sistema de activación de armas nucleares.

Comprometido funcionario público durante más de dos décadas, Levin empezó a interesarse por las consecuencias de un ataque nuclear justo después del 11-S. Y se convenció de que era necesario hacer algo cuando leyó el informe del Departamento de Seguridad Nacional de 2010 en el que se calculaba que el conocimiento de la población sobre lo que se debe hacer tras una explosión nuclear podría salvar 250.000 vidas. Se puso en marcha y lanzó, unos años después, la campaña de concienciación pública sobre las consecuencias de un ataque nuclear más completa que se ha publicado nunca en todo EEUU, con financiación del FEMA (la agencia federal de atención de emergencias) y el Centro para Prevención y Control de Enfermedades. Además del anuncio en vídeo, este médico y su equipo prepararon toda una campaña de información con folletos, envíos postales, guías de bolsillo, y dosieres de información para las escuelas, con instrucciones sobre cómo explicárselo a los niños y cómo llevar a cabo simulacros.

placeholder Uno de los carteles de la campaña diseñada por el doctor Robert Levin.
Uno de los carteles de la campaña diseñada por el doctor Robert Levin.

"Métete en casa y mantente alerta"

Su campaña se centra en el mantra “métete en casa y mantente alerta” ('Go inside, Stay Inside and Stay Tuned'). Levin quería que fuese tan conocido como “tírate al suelo, cúbrete y agárrate” ('Drop, Cover and Hold-on') para terremotos o el “párate, tírate al suelo y rueda” ('Stop, Drop and Roll') para incendios. Y que la campaña fuese algo periódico, que se repitiera cada año. Pero no fue así.

El responsable de salud pública de Ventura no se engaña, sabe que la mayoría de la gente reacciona con escepticismo ante la posibilidad de un ataque nuclear. "Otros peligros los tenemos todos los días en las noticias, que recuerdan a la población lo que significa un terremoto, las consecuencias que tiene. Los incendios, los huracanes, suceden de vez en cuando y nos recuerdan sus consecuencias. Afortunadamente, no ha habido un ataque nuclear en ningún territorio del mundo desde 1945, por lo que no tenemos ninguna familiaridad con los efectos de una explosión semejante".

Foto: Recreación de un misil lanzado desde Corea del Norte a Estados Unidos

Una reciente encuesta realizada por dos historiadores de la Universidad de Stanford corroboraba esta percepción: un 60% de estadounidenses se mostraba, sorprendentemente, favorable a atacar con bomba atómica una ciudad iraní en lugar de enviar tropas, en caso de una escalada de las hostilidades. El uso de una bomba nuclear ha sido tabú en la sociedad estadounidense desde Hiroshima. El resultado de la encuesta parece indicar que el americano medio se está relajando ante la posibilidad de usar armamento nuclear, olvidando las consecuencias a largo plazo para la población civil, por no hablar de la posibilidad de una escalada.

Ahora que el tema vuelve a ocupar portadas de periódicos, quizá la amenaza nuclear empiece a abrirse paso en las mentes de los americanos. "Es improbable un ataque, desde luego, pero puede ocurrir. Dos figuras públicas de gran relevancia están hablando de esta posibilidad casi a diario: el presidente de EEUU y el presidente norcoreano, abiertamente", señala Levin.

placeholder Marines estadounidenses con equipación especial, durante un ejercicio de entrenamiento en Nueva York.
Marines estadounidenses con equipación especial, durante un ejercicio de entrenamiento en Nueva York.

Edificios sí, coches no

“Lamentablemente, hay un límite de información concreta que uno puede mantener en su cabeza respecto a cómo reaccionar en caso de catástrofe". Brooke Buddemeier, experto en los efectos de las explosiones nucleares del Laboratorio Lawrence Livermore, en California, lleva años ayudando a las autoridades federales y estatales a planificar la respuesta a un ataque nuclear. "En Los Ángeles, por ejemplo, es obvio que la prioridad es el riesgo de terremoto; no se puede culpar a las autoridades locales por no poner en marcha una campaña específica para alertar sobre la amenaza nuclear. Por eso, nuestro enfoque está siendo cada vez más el de hacer frente a todos los peligros con un plan unificado", dice a El Confidencial.

“Por fortuna, muchísimas de las cosas que uno debe hacer en caso de terremoto coinciden con las que uno debe hacer en otro tipo de catástrofe, entre ellas, la de un ataque nuclear", explica Buddemeier. "Tener la casa abastecida con agua y víveres para aguantar unos días dentro, tener una radio con batería de manivela para estar al tanto de las noticias, todas estas son cosas que uno puede tener preparadas y que pueden ser vitales en diferentes escenarios. O por ejemplo, en el caso de las escuelas, los simulacros para tiroteos [que se llaman 'encierro' porque se cierran todas las puertas y los alumnos no deben moverse de sus pupitres] sirven perfectamente para el caso de una explosión nuclear”. Una estrategia inteligente porque, entre los incendios, las olas de calor, los huracanes, los terremotos inminentes y el riesgo de verse envuelto en un tiroteo terrorista (sea de índole doméstica o de corte islamista), al ciudadano de las grandes urbes estadounidenses le queda poca paciencia para elucubrar sobre ninguna catástrofe más.

Además de cierta fatiga, los ciudadanos también podrían verse aquejados de la reacción opuesta: ¿dónde está el límite entre estar preparado y vivir permanentemente en estado de pánico? Pero Levin, el médico pionero de Ventura, rechaza esta posibilidad, y asegura que, si la campaña no se ha mantenido, es por desgana de los cargos políticos intermedios, no porque a nadie le resultara alarmista. Desde el estilo, los colores o el tono, dista mucho de los sombríos anuncios de los cincuenta. "He participado, para preparar la campaña, en grupos de discusión y foros municipales. Nadie ha reaccionado con pánico. La gente agradece la información", insiste. Buddemeier, además, precisa: "Las investigaciones más recientes indican que un artefacto nuclear de hoy en día sería menos potente que las armas de la Guerra Fría. Y nuestras ciudades modernas protegerían a la población bastante más que las de entonces de los efectos inmediatos de la radiación".

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Efectivamente, como explica el mismo experto, "en una zona urbana, conseguir refugiarse en un edificio con un factor de protección 10 [un edificio de ladrillo y cemento, con más de cinco pisos] puede salvar a más de 250.000 personas. En una ciudad de casas pequeñas, unifamiliares, cuya capacidad de protección es de factor tres, si todo el mundo se quedara en sus casas, todavía podrían salvarse unas 150.000 personas. Aunque si estás a poca distancia de un edificio más grande, una iglesia, un centro comercial, estarías todavía más protegido allí. Siempre que te traslades antes de que comience a caer la lluvia ácida". Lo que está claro es que en el coche uno está prácticamente tan poco protegido como a cuerpo.

Ahora que la capacidad nuclear de Corea del Norte parece consolidarse, Buddemeier admite que está notando mayor interés por el tema, no solo por parte de los medios, sino también por parte de autoridades locales como las de Guam o Hawai, que están preparando campañas de concienciación pública semejantes a las de Ventura. "En realidad, desde la creación del Departamento de Seguridad Doméstica [después del 11-S], la amenaza nuclear se ha tratado con enorme seriedad y se le ha dado el mismo estatus que a cualquier otro riesgo de los que se barajan en el plan de respuesta federal", explica este experto nuclear. "Se han hecho campañas de preparación y de información a lo servicios de emergencia ejemplares, y la información está ahí fuera, disponible para cualquier ciudadano que quiera informarse".

El Centro para Control y Protección frente a Enfermedades dedica, por ejemplo, toda una sección de su web a cómo prevenir y evitar los efectos de la radiación nuclear. "A nivel local, los servicios de seguridad, y de emergencias, conocen el peligro, saben cómo actuar y están preparados. Pero pocas administraciones han pasado a tener un papel más proactivo de cara a la información pública", reconoce Buddemeier. "Hay pocos como el doctor Levin".

Un joven apuesto de pelo castaño pasea por una soleada calle de un suburbio californiano cuando se produce en el horizonte, tras él, una tremenda explosión. La nube de humo tiene una inconfundible forma de champiñón. El joven, entonces, lejos de asustarse, empieza a cantar con una guitarra que llevaba a mano: "Oh no, ha explotado. La nube está en el cielo. No corras, no grites, tienes que meterte en casa. Puedes sobrevivir incluso a una nube nuclear". La canción continúa con un estribillo de lo más pegadizo que sigue alertando sobre la necesidad de estar dentro de casa, y seguir las noticias. Pronto, un grupo de coloridos vecinos le acompaña a coro, hasta que terminan todos sentados en un salón frente a la televisión.

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