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Quién es quién en las elecciones alemanas: de los pesos pesados a los extremos
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Quién es quién en las elecciones alemanas: de los pesos pesados a los extremos

Casi con seguridad Angela Merkel será reelegida en los comicios del próximo domingo 24, pero el sistema político alemán requiere de coaliciones donde conviene saber quiénes son los actores

Foto: Un trabajador renueva un poster electoral de la Unión Democristiana de Angela Merkel en Berlín, el 12 de septiembre de 2017. (Reuters)
Un trabajador renueva un poster electoral de la Unión Democristiana de Angela Merkel en Berlín, el 12 de septiembre de 2017. (Reuters)

Angela Merkel ganará el próximo domingo las elecciones generales alemanas y logrará su cuarta legislatura consecutiva. Pero no todo el pescado está vendido. Porque el panorama político alemán está mutando a pasos agigantados. El antiguo bipartidismo imperfecto, en el que una o dos formaciones menores ejercían de partidos bisagra para facilitar la gobernabilidad, ha saltado por los aires. La próxima coalición alemana es una incógnita.

Los liberales han regresado con fuerza tras cuatro años sin representación parlamentaria. Los Verdes han moderado su discurso y hacen guiños a izquierda y derecha. La Izquierda no descarta un inédito tripartito progresista con sus rivales socialdemócratas y verdes. Y la irrupción de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ha desdibujado diferencias programáticas tenidas hasta ahora por irreconciliables entre el resto de formaciones.

Paul Nolte, experto en Historia Reciente del Instituto Freidrich Meinecke, apunta que en Alemania se está estableciendo una constelación de partidos de "2+4", con dos grandes formaciones principales, las tradicionales de centro-derecha y centro-izquierda, y otras cuatro menores. Entre estas últimas distingue, por un lado, las que llama "centrales" y "decisivas", los liberales y Los Verdes, y las que tacha de "extremas", La Izquierda y AfD.

Los pesos pesados

placeholder Angela Merkel en un acto electoral en Berlín, el 17 de septiembre de 2017. (Reuters)
Angela Merkel en un acto electoral en Berlín, el 17 de septiembre de 2017. (Reuters)

Angela Merkel (Unión Cristianodemócrata/Unión Socialcristiana, CDU/CSU)

Tras doce años al frente de Alemania, Merkel se presenta a un cuarto mandato. A igualar el récord de su padre político, el excanciller Helmut Kohl, recientemente fallecido. Y tiene muchas opciones de conseguirlo. Las últimas encuestas le otorgan una intención de voto de entre el 36 y el 38 por ciento, con lo que se colocaría con holgura como primera fuerza política con el claro mandato de las urnas para formar un nuevo gobierno.

Pese a los disensos internos de esta legislatura, Merkel ha conseguido que todos los barones conservadores cierren filas en torno a ella de cara a las elecciones para evitar fugas hacia la abstención o la ultraderecha. La CDU/CSU es una partido de amplio espectro ideológico, abarca desde la derecha más conservadora hasta la centro-derecha liberal, y algunos posicionamientos de la canciller, como su decisión de mantener las fronteras abiertas a los refugiados, generaron más controversia entre sus correligionarios que con los demás partidos.

Foto: La canciller Angela Merkel saluda a simpatizantes durante un mitin de campaña en Bitterfeld-Wolfen, Alemania. (Reuters)

Pero Merkel sabe muy bien cómo actuar en esas situaciones. Exhibe una flexibilidad política inusual que unos consideran inteligencia cauta y pragmática y otros superficialidad ideológica y oportunismo. Un comportamiento de superviviente política que le ha servido tanto para quebrar algunas caderas dogmáticas como para canibalizar las políticas más atractivas de sus rivales. Como cuando poco después de aprobar la prolongación de la vida de las centrales nucleares decidió adelantar su cierre a raíz de la catástrofe atómica de Fukushima. O como en la crisis de los refugiados donde tras recibir elogios de unos y otros por mantener las fronteras abiertas, forzó un polémico acuerdo con Turquía para que Ankara no permitiese el paso a Grecia de los refugiados sirios a cambio de dinero, satisfaciendo así a sus bases antes contrariadas.

Por eso Merkel es el principal activo de la CDU/CSU en las urnas. El partido no necesita explicar su programa, a diferencia de lo que sucede con los socialdemócratas. Los conservadores tan sólo tienen que exhibir a su líder y asegurar que "Mutti" (mamá), el apodo que algunos otorgan a la canciller, es una líder fiable que, pase lo que pase en estos tiempos de incertidumbres geopolíticas, financieras y medioambientales, sabrá siempre decidir lo mejor para Alemania.

placeholder Martin Schulz durante un acto electoral en Múnich, el pasado 14 de septiembre de 2017. (Reuters)
Martin Schulz durante un acto electoral en Múnich, el pasado 14 de septiembre de 2017. (Reuters)

Martin Schulz (Partido Socialdemócrata, SPD)

El expresidente del Parlamento Europeo Martin Schulz regresó a la política alemana como el gran salvador de la socialdemocracia. Fue el pasado enero cuando aterrizó en su país como candidato. Y durante semanas pareció funcionar. El SPD abandonó las aciagas tasas de intención de voto que llevaba meses arrastrando en las encuestas, ganó apoyos y afiliados y para marzo estaba igualado en los sondeos a la CDU/CSU. Pero el suflé Schulz se desinfló. Los últimos estudios le dan entre un 20 y un 23 por ciento de los sufragios, lo que supondría -en el mejor de los casos- reeditar el peor resultado socialdemócrata en unas elecciones generales desde 1949 (el logrado en 2009 con Frank-Walter Steinmeier como candidato).

El diseño de la campaña ha sido un fracaso. Schulz apostó por la justicia social en Alemania y por un europeísmo más convencido y generoso en la UE. El tiro le salió en ambos casos por la culata. En política interna tenía sentido apostar por una mayor redistribución, es una "seña de identidad" del SPD, explica Oskar Niedermayer, politólogo de la Universidad Libre de Berlín. Pero la realidad es, prosigue este experto, que actualmente "apenas un 7 por ciento de los alemanes dice que le va mal económicamente". Además, los socialdemócratas arrastran aún el estigma de haber impulsado los mayores recortes en décadas cuando introdujeron con Gerhard Schröder a principios de siglo la Agenda 2010. En lo referente a Europa, el socialdemócrata se chocó con la pared de las reticencias alemanas a ser los paganos de lo que muchos perciben en el país como los derroches del sur.

Foto: Banderas del SPD antes de un mitin de Martin Schulz en Abensberg, Alemania. (Reuters)

Schulz parecía además un buen candidato porque no estaba lastrado por pertenecer al ejecutivo de la gran coalición. Para el socio minoritario es siempre difícil la siguiente campaña. Si defiende la labor del gobierno están dando alicientes para votar al partido principal; si critica lo hecho, está tirando piedras contra su propio tejado. En ese sentido, Schulz tenía las manos libres. Pero no ha podido o sabido aprovecharlo. El SPD no ha sabido diferenciarse de forma sustantiva de los conservadores. Tan próximos están ambos. En parte también porque el propio Schulz, tras dos décadas en Bruselas, tiene un perfil muy centrista dentro de su partido.

El SPD no ha sabido rentabilizar sus logros de esta legislatura, en la que ha conseguido instituir el primer salario mínimo interprofesional de Alemania, aprobar el matrimonio homosexual, elevar las rentas mínimas o instaurar reglas para evitar la brecha salarial entre mujeres y hombres.

Los decisivos

placeholder Christian Lindner, del FDP. (EFE)
Christian Lindner, del FDP. (EFE)

Christian Lindner (Partido Liberal, FDP)

Christian Lindner ha conseguido rescatar de la insignificancia extraparlamentaria a su partido y, con una estética moderna y "pija", devolverlo a su clásico papel de formación bisagra clave en la política alemana. De hecho, el FDP es la fuerza que más años ha estado en el gobierno desde 1949. Ora con los conservadores, ora con los socialdemócratas. Pero en 2013 obtuvieron sus peores resultados tras una legislatura en la que dieron una penosa imagen de falta de profesionalidad y oportunismo como socios minoritarios en la segunda legislatura de Merkel. Y quedaron fuera del Bundestag.

Su vuelta a la vida ha sido recibida con aplausos por quienes defienden el liberalismo económico. Pero también con críticas de quienes ven en el nuevo FDP cierta inconsistencia programática y una plataforma con tan sólo una cara conocida. Sea como fuere, los sondeos estiman que obtendrán en estos comicios entre un 8 y un 10 por ciento de los votos, con lo que tendrían muchas opciones de poner a varios ministros en el próximo gabinete.

placeholder Poster electoral con los candidatos de Los Verdes, Katrin Göring-Eckardt y Cem Özdemir, en Berlín. (EFE)
Poster electoral con los candidatos de Los Verdes, Katrin Göring-Eckardt y Cem Özdemir, en Berlín. (EFE)

Katrin Göring-Eckardt y Cem Özdemir (Los Verdes)

Por primera vez en muchos años, Los Verdes han elegido para su tradicional doble candidatura (hombre y mujer) dos perfiles moderados. Lo habitual era elegir a un representante de su moderada familia "realo" (realista) y a otro del más izquierdista sector "fundi" (fundamentalista). Detrás estaba una estrategia más que evidente de, por primera vez, presentarse como potencial socio de gobierno no sólo de un SPD en horas bajas -y con pocas posibilidades de llegar a la Cancillería- sino también de los conservadores, liderados por una Merkel, ex ministra de Medio Ambiente, que siempre ha coqueteado con la protección del Medio Ambiente y la lucha contra el cambio climático.

Foto: La sombra de Bodo Ramelow, del partido La Izquierda, vista en el parlamento regional en Erfurt, en diciembre de 2014 (Reuters)

Esta decisión, no obstante, ha debilitado su imagen de cara a los electores y las últimas encuestas les pronostican entre un 6 y un 8 por ciento de los votos. Sólo podrían llegar al gobierno si fuese preciso trabar un tripartito, algo inédito a nivel federal. Encabezados por uno de los dos partidos tradicionales, estas alianzas incluirían con toda probabilidad a los dos partidos clave del centro del espectro ideológico, Los Verdes y el FDP.

Los extremos

placeholder Sahra Wagenknecht and Dietmar Bartsch, del partido La Izquierda, durante un congreso en Berlín, en junio de 2017. (Reuters)
Sahra Wagenknecht and Dietmar Bartsch, del partido La Izquierda, durante un congreso en Berlín, en junio de 2017. (Reuters)

Sahra Wagenknecht y Dietmar Bartsch (La Izquierda)

La Izquierda, un partido formado por políticos de la antigua Alemania oriental y una escisión izquierdista del SPD, son el partido mas programático de Alemania. La mayoría de sus carteles son tan sólo lemas, sin las caras de los candidatos. Sus postulados de izquierda clásica, del impuesto a los ricos a su oposición a la OTAN, pasando por sus críticas a la austeridad de Merkel, atraen a un electorado fiel (de entre el 8 y el 10 por ciento de los sufragios), pero les mantienen alejados de las responsabilidades de gobierno en Berlín. Pese a cogobernar en varios estados federados, tanto el SPD como Los Verdes ven entre difícil o imposible coaligarse con ellos para formar un tripartito de izquierdas.

placeholder Alexander Gauland y Alice Weidel en un poster electoral de Alternativa para Alemania, en Duisburg. (Reuters)
Alexander Gauland y Alice Weidel en un poster electoral de Alternativa para Alemania, en Duisburg. (Reuters)

Alice Wiedel y Alexander Gauland (Alternativa para Alemania, AfD)

AfD surgió en 2013 como un partido euroescéptico crítico con los rescates a Grecia y mutó, a lomos de la crisis de los refugiados, en una formación a la que, por sus mensajes xenófobos, nacionalistas, islamófobos y revisionistas, sólo se puede calificar de ultraderechista. En los últimos cuatro años han logrado entrar en 13 de los 16 parlamentos regionales de Alemania. Los sondeos les otorgan entre un 9 y un 12 por ciento de los votos en las elecciones del próximo domingo. Su respaldo social está vinculado a la tensión de la cuestión de los peticionarios de asilo. Cuando salta el asunto de nuevo en los medios, sus cifras suben en las encuestas. De ahí que aticen a diario el fuego.

Foto: Jörg Meuthen y Frauke Petry cantan durante el congreso de AfD en Stuttgart, en mayo de 2016. (Reuters)

Independientemente de su resultado en las urnas, no van a acceder al gobierno. Son unos apestados en el panorama político alemán. No obstante, cosecharían un gran éxito si, como pronostican algunas encuestas, quedan en tercera posición. Nunca antes en la República federal un partido ultraderechista ha accedido al Bundestag. Ahora entrarían a lo grande. Y en el caso de que se formase una gran coalición, se convertirían en primera fuerza de la oposición. Esto significaría que optarían a puestos clave en el parlamento y darían la primera réplica en los debates a Merkel.

Angela Merkel ganará el próximo domingo las elecciones generales alemanas y logrará su cuarta legislatura consecutiva. Pero no todo el pescado está vendido. Porque el panorama político alemán está mutando a pasos agigantados. El antiguo bipartidismo imperfecto, en el que una o dos formaciones menores ejercían de partidos bisagra para facilitar la gobernabilidad, ha saltado por los aires. La próxima coalición alemana es una incógnita.

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