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¿Qué buscaba el imán en Vilvoorde, la patria chica de los andaluces en Bélgica?
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su actitud levantó sospechas

¿Qué buscaba el imán en Vilvoorde, la patria chica de los andaluces en Bélgica?

Es Satty, que llegó a la zona en enero de 2016, se dejó ver por la mezquita en alguna ocasión “para rezar”. Pero no logró ningún puesto. Tres meses después de su llegada, desapareció

Foto: Vista del interior de la mezquita islámica Annour de Ripoll, en la cual el imán Abdelbaki Es Satty guiaba las oraciones. (EFE)
Vista del interior de la mezquita islámica Annour de Ripoll, en la cual el imán Abdelbaki Es Satty guiaba las oraciones. (EFE)

Unos cinco kilómetros separan la terminal del aeropuerto de Bruselas-Zaventem, golpeada el año pasado por el terrorismo, de la mezquita de Diegem. Este pequeño centro de culto, que pasa desapercibido como si de una casa más se tratara, fue el lugar elegido por el imán de Ripoll para pedir un trabajo. Pero la actitud “del hombre que se hacía llamar Abdelbaki Es Satty”, considerado el líder de la célula terrorista que causó la muerte de 15 personas en Barcelona y Cambrils, levantó sospechas, explica a El Confidencial el alcalde de Machelen-Diegem, Jean-Pierre De Groef.

Es Satty, que llegó a la zona en enero de 2016, se dejó ver por la mezquita en alguna ocasión “para rezar”. Pero no logró ningún puesto. Y apenas tres meses después de su llegada, en marzo, desapareció. Justo en el mes en que Salah Abdeslam, uno de los autores de la masacre que había dejado muertos en París el mes de noviembre anterior, fue arrestado. El mismo en que otros yihadistas se hicieron explotar en el metro de Bruselas y en la terminal de la que despegan los aviones que, si Es Satty levantaba la mirada, vería volar sobre su cabeza.

¿Qué buscaba Es Satty en esta zona? El alcalde de Diegem —una pedanía tranquila que hasta el momento había quedado al margen de las tensiones radicales que han marcado Bélgica— no esconde su sorpresa. Nunca había visto a ninguno de sus vecinos en las listas que manejan las fuerzas de seguridad sobre islamistas radicales, ni tampoco había tenido que despedir a ningún joven decidido a unirse al Estado Islámico en Siria. “No lo sabemos aún, se está investigando, y el director de la mezquita está fuera”, afirma el alcalde. Pero a nadie se le escapa su cercanía con Vilvoorde, uno de los puntos calientes del yihadismo en Bélgica.

El responsable de la mezquita de Diegem, Soliman Akaychouh, por el momento da pocas explicaciones. Contactado por El Confidencial, explica que se encuentra de vacaciones en Marruecos y pide ser contactado a su regreso a Bélgica. Tampoco se deja ver Mimoun Aquichouh, uno de los responsables de la mezquita de la vecina Vilvoorde. Esta ciudad, apenas a cinco kilómetros de Diegem, es la que eligió el imán de Ripoll para instalarse durante los tres primeros meses de 2016.

Aquichouh, que este domingo relató a 'El País' que Es Satty desapareció después de que se le pidieran sus antecedentes penales, mantiene su móvil desconectado y no se ha presentado este lunes en la mezquita de Vilvoorde ni para el rezo matutino, ni para el vespertino. Al término de la oración de la tarde, los asistentes miran a los periodistas que rondan la entrada del templo de Vilvoorde, pero casi ninguno muestra deseos de hablar.

El imán de Ripoll adoctrinó a los jóvenes que atentaron en Barcelona y Cambrils

Uno de los fieles, que prefiere no dar su nombre, se acerca al escuchar español. Afirma venir de Rosas, Cataluña, y vivir desde hace cuatro años en Bélgica, adonde llegó empujado por la crisis. Dice que el ataque que segó la vida de 15 personas en Cataluña “es malo para todos”. “Esto es un tema muy grave”, añade. Dice que durante las oraciones no se ha hablado del ataque a Barcelona, y pronto prefiere poner fin a la conversación.

Pocos detalles se conocen mientras la Fiscalía federal belga sigue adelante con su investigación sobre un hombre que había pasado por Bélgica sin dejar constancia de ello ante la Oficina de Migración del país. Sin embargo, la presencia de Es Satty reabre viejas heridas en una ciudad que desde hace años trata de combatir el radicalismo. “Es una pena para Vilvoorde, siempre sale lo negativo en las noticias y es una ciudad muy chula para vivir. Me da un poco de vergüenza, nos conocen en todo el planeta como el sitio al que vienen los malos, pero no es así, hay gente estupenda”, dice Audre.

Vilvoorde es conocido por ser uno de los focos del extremismo islámico en Bélgica, como lo es el barrio de Molenbeek. A este se encuentra unido por uno de esos canales navegables que otrora simbolizaron la prosperidad del país y hoy se baten por salir del declive que acompañó el hundimiento de la vieja industria. El dinamismo que esta generaba a mitad del siglo pasado atrajo hasta la localidad a cientos de españoles que formaron una importante colonia en pleno Brabante flamenco.

“Nosotros somos nietos de inmigrantes españoles, como también hay nietos de inmigrantes marroquíes, que son muy buena gente. Aunque algunos son menos buena gente, vamos a decir”, comenta resignada Audre. Mientras conversa, su hijo Valentino —“mezcla de español, belga, italiano… un poco de todo”, como presume su madre— se acerca a la puerta de una peluquería regentada por un magrebí, que ofrece al chiquillo un caramelo. Un gesto espontáneo en el que Audre ve esa convivencia de la que habla con acento andaluz, pese a ser descendiente de asturianos.

Y es que los andaluces tienen una pequeña patria chica en esta tierra hoy un tanto maltratada. Luis y Laureano conversan a las puertas del Bar Madrid, donde cuelgan del techo la verdiblanca y las siete estrellas blancas rodeadas de carmín. Llegaron al norte de la mano de sus padres, que se marcharon al norte en busca del trabajo y el futuro que en la posguerra escaseaba, especialmente para los que formaban parte del bando perdedor.

Primero emigraron unos pocos vecinos de Peñarroya, un pueblito cordobés al que se dice que se mudaron los habitantes de Fuente Obejuna tras el famoso suceso que inmortalizó Lope de Vega. Y algo de aquello debe quedar en la sangre que corre por sus venas, porque poco a poco unos fueron arrastrando a otros, hasta que formaron una de las colonias más importantes de Bélgica. En Vilvoorde pusieron en pie comercios, bares, peñas e incluso el coro rociero que entonó la emotiva 'Salve' con la que se despidió a la reina Fabiola en su funeral.

Luis y Laureano relatan historias de cuando la comunidad española florecía, antes de que su identidad se fuera diluyendo poco a poco con las de sus vecinos. Lo explican con nostalgia: los lazos se están perdiendo, los jóvenes están a otras cosas. Aunque Laureano no puede evitar presumir de su sobrino, Yannick Ferreira Carrasco, jugador del Atlético de Madrid. “Es el orgullo de la familia”, dice sonriente.

Les preocupa, eso sí, que ya no se sienten igual de seguros. No es algo constante, explica Luis, pero sí que se le cruza un mal pensamiento si un coche acelera con fuerza a sus espaldas, mientras cruza esta ciudad anclada en el Brabante, territorio de disputa casi constante entre los flamencos y los francófonos belgas. Y es que la discordia es algo connatural a Vilvoorde, que ha sobrevivido a otras grandes disputas. Lo podría atestiguar William Tyndale, figura clave en el movimiento de la reforma protestante, que fue quemado en la hoguera por hereje en la propia Vilvoorde. Pero esa es ya otra historia.

Unos cinco kilómetros separan la terminal del aeropuerto de Bruselas-Zaventem, golpeada el año pasado por el terrorismo, de la mezquita de Diegem. Este pequeño centro de culto, que pasa desapercibido como si de una casa más se tratara, fue el lugar elegido por el imán de Ripoll para pedir un trabajo. Pero la actitud “del hombre que se hacía llamar Abdelbaki Es Satty”, considerado el líder de la célula terrorista que causó la muerte de 15 personas en Barcelona y Cambrils, levantó sospechas, explica a El Confidencial el alcalde de Machelen-Diegem, Jean-Pierre De Groef.

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