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Qué pasa si te metes con los trolls de Putin: "Me enviaron un SMS de mi padre muerto"
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Qué pasa si te metes con los trolls de Putin: "Me enviaron un SMS de mi padre muerto"

La periodista finlandesa Jessikka Aro se cruzó con ellos cuando investigaba cómo el Kremlin utiliza a voluntarios pagados para el hostigamiento en las redes sociales. De repente, se convirtió en objetivo

Foto: Jessikka Aro en Madrid (Foto: D. Iriarte)
Jessikka Aro en Madrid (Foto: D. Iriarte)

Jessikka Aro recuerda muy bien cuándo comenzó su ordalía: el 15 de septiembre de 2014. Hasta ese momento no era demasiado conocida en su país, Finlandia, fuera del mundillo periodístico en el que se desenvolvía como reportera de Yle, la radiotelevisión pública del país. Pero todo cambió cuando empezó a investigar sobre el trabajo de los trolls que operaban en las redes sociales, promoviendo narrativas favorables a Rusia y hostigando a aquellos que se atrevían a cuestionarlas. Aro publicó un post en la web de Yle pidiendo a aquellos lectores que hubiesen pasado por una experiencia así que la compartiesen con ella, aún sin mencionar a ningún troll por su nombre real. Eso bastó para ponerla en el punto de mira.

“Me convertí en el objetivo de informaciones falsas en medios en lengua rusa. Más de diez sitios a la vez empezaron a publicar mentiras sobre mí”, relata hoy. “Aseguraron que yo estaba recopilando una base de datos ilegal sobre los partidarios de [Vladímir] Putin en Finlandia, para pasársela a EEUU, y que mi lista y mis actividades suponían una persecución de opinión. Dijeron que trataba de fomentar el racismo contra los rusos en Finlandia y en el Báltico, que era una famosa agente de la OTAN, y hasta publicaron mi teléfono y mi dirección de correo electrónico”, dice a El Confidencial.

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A Aro, la experiencia parece haberle afectado profundamente. La encontramos en un hotel de Madrid, a donde viajó a mediados de junio para asistir a un evento organizado por el CIDOB y el Friedrich Ebert Stiftung, en un panel sobre “Influencia y desinformación rusa sobre el populismo en la Unión Europea”. Parece triste, pero a medida que cuenta su historia se va animando, y la indignación le devuelve el color a su piel.

“Empecé a recibir mensajes de odio y amenazas de todo el mundo rusoparlante. También me decían obscenidades. Llegué incluso a recibir una llamada de un número del Reino Unido, en el que solo se escuchó el sonido de un arma disparándome”, cuenta. “Mientras tanto, los trolls me atacaban en las redes sociales, cuestionando mi salud mental e investigando mi vida personal”, dice.

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Johan Bäckman, uno de los principales hostigadores de Aro, en el Donbas

"Mi año como imán para los trolls"

Aro ha descrito su calvario en detalle en un artículo titulado “Mi año como imán para los trolls pro-Rusia”. Allí aporta numerosos elementos que en las entrevistas, tal vez por puro hartazgo, ha dejado de comentar. Uno de ellos es el papel que jugó el activista y escritor Johan Bäckman, conocido por sus posiciones prorrusas y su defensa de la rebelión en el este de Ucrania. “Al instante de publicar mi primera pieza (…) Bäckman empezó a difundir información falsa sobre mí, principalmente en sitios de 'agencias de noticias' rusos, pero también a través de su cuenta de Facebook y Twitter. Su objetivo era atraer a trolls y acosadores para que me atacasen, pero también señalarme como de dudosa credibilidad antes de la publicación de los artículos que estaba preparando”, escribe.

“Como resultado de la operación de 'información' orquestada por Bäckman y algunos otros activistas troll, fui estigmatizada en Rusia y Finlandia. Si buscas en el “Google ruso”, Yandex, textos anónimos cuentan una historia de cómo soy un ejemplo del 'racismo institucional occidental y el odio hacia Rusia”, añade posteriormente. Otros activistas también se presentaron en sus conferencias y las filmaron, y editaron el contenido cuestionando cada una de sus afirmaciones. “El argumento de los trolls estaba claro: los blogueros pagados pro-Putin no existen”, escribió irónicamente la periodista.

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La estrategia de financiar y utilizar usuarios activos en internet y las redes sociales por parte del Kremlin -como de muchos otros Gobiernos de todo el mundo- es bien conocida. Numerosos especialistas occidentales, como Max Seddon de Buzzfeed o Daisy Sindelar de The Atlantic han entrevistado a muchos de ellos, y la existencia de una “granja de trolls” en San Petersburgo ha sido documentada por medios como el New York Times o The Guardian. Una de sus trabajadoras, la joven Lyudmila Savchuk, incluso llevó el caso a los tribunales rusos por “daños morales, impago e irregularidades laborales”. Pero el trabajo de Aro amenazaba con exponer estas actividades en un país clave para Moscú, donde la opinión pública respecto a la vecina Rusia -con la que comparte una frontera de 1.340 kilómetros- está muy dividida.

La lista de agravios sufridos por la reportera se prolonga: memes ridiculizándola, videos paródicos ("Produjeron una canción profesional que me calificaba de 'troll de la OTAN', y hasta contrataron a una actriz para que me representase como el Capitán América", cuenta), acoso físico, seguimientos intimidatorios. No obstante, el momento más impactante llegó en la primavera de 2015. A su teléfono llegó un SMS que pretendía haber sido escrito por su padre, fallecido dos décadas antes. Decía: "No estoy muerto, te estoy observando".

placeholder Fachada de la 'granja de trolls' de San Petersburgo
Fachada de la 'granja de trolls' de San Petersburgo

Información médica y datos privados

Ni siquiera entonces se detuvieron: en febrero del año siguiente hicieron público que en 2002, cuando era una adolescente, Aro había sido condenada por posesión de drogas. Aunque se trataba de un asunto de pequeño consumo, que se saldó con apenas una multa de 300 euros, fue suficiente para que medios prorrusos como MV-lehti publicasen historias con titulares como este: "La experta en información de la OTAN Jessikka Aro resulta ser una narcotraficante convicta". "Me presentaron como una especie de criminal, y llegaron a firmar que había sufrido daños cerebrales", relata. "También publicaron capturas de pantalla de las sentencias judiciales, que incluían mis datos personales y de salud. Ahora eran públicos y fueron usados para acosarme", dice.

El ataque se produjo además en otros frentes: "Contactaron a mi jefe y le pidieron que me despidiera", cuenta Aro. "Algunas personas se lo creyeron, y empezaron a verme como una amenaza. Incluso gente que me conoce resultó influenciada", indica.

Foto: Una mujer pasa por delante del logo de Yandex, el principal buscador de Rusia, en la sede de la empresa en Moscú, en 2014. (Reuters) Opinión

Hoy, con cierta perspectiva, Aro trata de tomarse todo el asunto con profesionalidad. "Como periodista no puedo aceptar presiones. Está prohibido en nuestro código ético", asegura. "También comprendo que una técnica de la guerra de la información es manipular los sentimientos para crear miedo y ansiedad, para impedirme informar sobre todo ello. Pero como he comprendido esto, me ha dado más perseverancia y fortaleza para perseguir esta historia, para seguir investigándola", nos dice.

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Montaje difundido en las redes sociales que muestra a Aro como una prostituta

Aro cree, además, que ha merecido la pena puesto que su caso ha generado una reacción en Finlandia. "Se han creado unidades especiales para contrarrestar el discurso de odio y la agitación. También he recibido mucho apoyo de la gente, incluso de desconocidos. Han comprendido que al apoyarme, están protegiendo a sus periodistas. Ahora el público es más consciente de cómo funcionan estas cosas", afirma.

"A veces me siento cansada, y generalmente tengo miedo. Recibo amenazas de muerte, pero confío en la policía finlandesa para lidiar con ello", confiesa. "Al principio había decidido hacer solo un artículo, pero he hecho muchos más y los seguiré haciendo. Lo que me ha sucedido me ha enseñado que esto es algo realmente importante".

Jessikka Aro recuerda muy bien cuándo comenzó su ordalía: el 15 de septiembre de 2014. Hasta ese momento no era demasiado conocida en su país, Finlandia, fuera del mundillo periodístico en el que se desenvolvía como reportera de Yle, la radiotelevisión pública del país. Pero todo cambió cuando empezó a investigar sobre el trabajo de los trolls que operaban en las redes sociales, promoviendo narrativas favorables a Rusia y hostigando a aquellos que se atrevían a cuestionarlas. Aro publicó un post en la web de Yle pidiendo a aquellos lectores que hubiesen pasado por una experiencia así que la compartiesen con ella, aún sin mencionar a ningún troll por su nombre real. Eso bastó para ponerla en el punto de mira.

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