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Los oficiales apátridas de la OTAN: hablan los militares purgados por Turquía
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UN AÑO DEL GOLPE DE ESTADO frustrado

Los oficiales apátridas de la OTAN: hablan los militares purgados por Turquía

El golpe fallido desató una purga sin precedentes contra miles de personas de todos los sectores. Un año después, entrevistamos a militares cesados que servían dentro y fuera de sus fronteras

Foto: Ersin Selin, excomandante del Ejército de Tierra turco, sentado en un banco de Bruselas. (Pilar Cebrián)
Ersin Selin, excomandante del Ejército de Tierra turco, sentado en un banco de Bruselas. (Pilar Cebrián)

Fue un golpe de Estado frustrado pero dejó una huella imborrable en la historia de Turquía. No solo el día del alzamiento –en el que perdieron la vida 249 personas, y el país sufrió una insurrección armada que intentó asaltar las instituciones democráticas–, sino por las secuelas –el inicio de una purga sin precedentes contra miles de personas, supuestos golpistas y afiliados, de todos los sectores y disciplinas–. Al menos 200.000 despedidos, procesados y arrestados han sufrido innumerables sanciones que afectan directamente a los miembros de sus familias. Las Fuerzas Armadas, además, han perdido la popularidad de la que siempre gozaron desde la instauración de la república –los guardianes del secularismo–, y los militares cesados tienen que arrastrar el estigma del golpista. La purga militar ha alcanzado a 7.655 efectivos, unos 3.000 gendarmes y 16.409 cadetes. Un año después del golpe fallido, El Confidencial entrevista a los militares purgados, oficiales que servían dentro y fuera de sus fronteras.

El exilio: los oficiales apátridas de la OTAN

"Mi padre estaba muy nervioso, estaba llorando cuando me preguntó 'Hijo, ¿qué vas a hacer?', le dije 'Papá, ya he perdido mi nacionalidad. ¿Puedo entrar en Turquía?. No. ¿Puedes visitarme en Bélgica?. No. ¿Puedo llamarte por teléfono? No. ¿Puedo enviarte una carta?. No, porque interceptan la correspondencia; incluso el Consulado turco de Bruselas me ha denegado la asistencia.' Así que nada cambiará si me retiran la nacionalidad, ¿cuál es la supuesta ciudadanía turca de la que ahora me beneficio?”.

En la tarde del 15 de julio de 2016, el entonces comandante del Ejército de Tierra turco Ersin Selin* disfrutaba de sus privilegios diplomáticos, en la compra de un nuevo automóvil en el concesionario Mercedes, como oficial de la OTAN en el Cuartel General de Bruselas. Era su segundo año como militar desplazado a la capital europea: disponía de un luminoso piso en el centro, coche de alta gama, colegio privado para los niños y un sustancioso sueldo de 7.000 euros al mes. Una vida entera dedicada al ejército, desde el ingreso en la Academia Militar de Izmir a los 14 años, había valido la pena. Incluso, el tiempo libre permitía el estudio de un doctorado en materia de seguridad.

“Esa noche, al llegar a casa, mi mujer me alertó: 'Cariño, algo está pasando, mira la televisión, dicen que es un golpe de Estado'”. Mientras observaba incrédulo lo que acontecía en su país, los disturbios sobre el puente Bogaziçi o el bombardeo sobre el Parlamento, Ersin recibió las primeras llamadas de sus compañeros. Incluso el Ministerio de Defensa de países de Oriente Medio, por el puesto que ocupaba en la Alianza Atlántica, requerían un primer análisis del levantamiento. “No sabía qué decirles, no entendía lo que estaba pasando. La ejecución, así como la hora –al final de la tarde, en lugar de a primera hora de la mañana– o la falta de sincronización me hacían dudar de que se tratara de una verdadera insurrección”, confiesa a El Confidencial.

Pasado el fin de semana, Ersin volvió a su puesto en las oficinas centrales de la OTAN, donde comentó el intento frustrado con militares de otras nacionalidades. “Nunca pensé que lo que acababa de ocurrir en Turquía podía afectarme a mí”, mantiene, “tenía la mejor coartada, estaba prestando servicio en el exterior”. Pero el mes siguiente, llegaron las primeras listas de aquellos militares que debían abandonar temporalmente su puesto para que las autoridades pudieran llevar a cabo una investigación –como la indagación en los archivos–. Ahí fue cuando el militar turco, que había seguido las ilimitadas detenciones posteriores al golpe –10.000 militares– entendió su nombre podría ser el siguiente.

placeholder Personal turco en la OTAN que ha sido purgado o que ha vuelto a Turquía.
Personal turco en la OTAN que ha sido purgado o que ha vuelto a Turquía.

De los 53 efectivos turcos empleados en el HQ de Bruselas, 42 han sido finalmente despedidos; así como 80 de los 100 que servían en el cuartel militar (SHAPE) en Mons; en total, 450 de los 600 militares turcos que servían en distintas bases de la Alianza Atlántica han sido expulsados del cuerpo (según cifras del diario belga 'LaLibre'). “El 27 de septiembre llegó una lista con 221 nombres y el mío estaba entre ellos”, recuerda Ersin. Días más tarde, una carta oficial le instaba a “volver inmediatamente a Turquía” tras la apertura de una investigación administrativa y judicial contra él. “La mayoría de los que volvieron fueron inmediatamente enviados a prisión”, dice mientras garantiza que hay, incluso, pruebas de torturas, “así que decidí quedarme en Bélgica”.

placeholder Distintivos y medallas del ejército turco de Ersin.
Distintivos y medallas del ejército turco de Ersin.

De militar de la OTAN a demandante de asilo

Ersin colgó el uniforme, la gorra de plato y guardó en un cajón los distintivos y las condecoraciones. En el salón de su nuevo hogar en Bruselas, más modesto que el anterior, colgó el cuadro de la Academia Militar Kuleli, el centenario monumento a orillas del Bósforo que ha instruido a los cadetes desde el siglo XIX. Una escuela que ahora permanece cerrada después de que el Gobierno la clausurara por su implicación en el golpe del 15 de julio. Como si Ersin no quisiera olvidar su esencia de militar, mantiene la esperanza de esta sea solo una etapa provisional, “hasta que el Estado de derecho vuelva otra vez a Turquía”, opina.

Desde la suspensión en octubre, el comandante dejó de recibir su sueldo, por lo que él y su mujer cambiaron de residencia, buscaron un colegio público para los hijos y vendieron una propiedad para afrontar los nuevos gastos en el exilio. De la noche a la mañana, las autoridades turcas habían cancelado sus pasaportes, las cuentas corrientes en Turquía, los certificados profesionales, la licencia de armas, el acceso a un puesto en el sector público e incluso el fondo de ahorro para la pensión. El 27 de noviembre la acusación se hizo oficial: el decreto KHK/677 anunciaba la definitiva expulsión de Ersin de las Fuerzas Armadas turcas por pertenencia o afiliación a un grupo terrorista –movimiento de Fethullah Gülen, organización terrorista en Turquía y a quien el gobierno acusa de orquestar el asalto–.

Pero aquel golpe fallido, además de arrebatarle su carrera y su libertad, podría incluso retirarle a Ersin la nacionalidad. El decreto KHK/680, publicado el 6 de enero, enmendó la ley de ciudadanía, que será desde entonces retirada a los “sospechosos” de haber cometido crímenes “contra el gobierno” o a “los miembros de un grupo terrorista” si no vuelven a Turquía en un periodo de 3 meses. “Pronto nos afectará a nosotros”, asegura a El Confidencial un excomandante de las Fuerzas Aéreas turcas, ahora amigo de Ersin que también ha decidido continuar en Bélgica, “pero en términos prácticos ya no somos ciudadanos turcos. Incluso, la cancelación podría favorecer nuestro permiso de asilo (porque pasarían a ser apátridas)".

placeholder Ersin compra un libro para estudiar francés.
Ersin compra un libro para estudiar francés.

Los oficiales destituidos, ante la posibilidad de perder el pasaporte y no poder regresar a su país, han solicitado asilo político en Bélgica. “Pero nuestro caso está detenido por motivos políticos. Bélgica quiere evitar un enfrentamiento diplomático”, sugieren. Alemania se vio sumida en una crisis con Turquía tras conceder permisos a unos militares acusados de ser gulenistas. Mientras esperan, intentan aprender francés y flamenco para acceder al nuevo mercado laboral. Según confiesan, debido a la presencia de “servicios de inteligencia turcos en Bélgica”, llevan una vida en el más absoluto anonimato. “Ni siquiera hablamos turco entre nosotros en público”, revela la mujer de un Coronel de las Fuerzas Aéreas, a quien los servicios sociales han cancelado el pago de la quimioterapia después de que su marido fuera despedido.

Una OTAN “degradada”

El comandante supremo de la OTAN en Europa, el General Curtis Scaparrotti, defendió al personal cesado y rechazó que se tratara de golpistas. Además, sugirió que la purga de oficiales tendría un impacto en la Alianza Atlántica, “porque era un amplio número de efectivos sénior, por lo que perdemos una buena apuesta y experiencia. Por ello nos enfrentamos a una leve degradación”, dijo. “¿Por qué creo que yo he sido purgado?”, se pregunta Ersin, “porque he sido educado en Estados Unidos y por mis valores occidentales”, afirma, “he probado los valores liberales de este mundo y creo que esos son los buenos. No creo que yo sea el tipo de individuo que vaya a facilitar la transición a una autocracia”.

"¿Por qué creo que yo he sido purgado?”, se pregunta Ersin, “porque he sido educado en EEUU y por mis valores occidentales”

Aunque ellos aseguran no haber sabido nada de la preparación del intento de golpe de Estado en los meses previos, afirman que había cierto descontento en las filas del ejército por el fracaso del proceso de paz kurdo, que dio inicio a una operación militar en el sureste; así como por los planes del Gobierno de intervenir en Siria, algo que ocurrió en agosto tras las principales destituciones. “Erdogan ya había neutralizado otros poderes en el aparato judicial y en la Policía”, sostiene el excomandante de las Fuerzas Aéreas. “Por lo que era el momento de las Fuerzas Armadas. Tras la purga, el ejército turco ha quedado reducido a erdoganistas y prorrusos, un desestabilizador para la propia OTAN”.

Entre el personal de las Fuerzas Armadas que ha sufrido la expulsión del cuerpo, es frecuente la teoría del complot para explicar el 15 de julio, una conspiración entre el Gobierno y los altos mandos en aras a eliminar los focos de oposición. Otro informe de IntCen, un órgano de inteligencia de la UE, y citado por TheTimes.co.uk, concluyó que fue la purga, que había sido preparada con antelación, la que precisamente motivó el alzamiento. Otras investigaciones como la del principal partido opositor CHP (Partido Republicano del Pueblo), sugirieron que se trató de un “golpe controlado” en el que el Gobierno dejó que el motín se desarrollara para poder responder después con una dura operación de represión.

placeholder Los tres oficiales purgados caminan por Bruselas. (P. C.)
Los tres oficiales purgados caminan por Bruselas. (P. C.)

En Turquía: los parias de Erdogan

“Cada noche, hacia las 2 o 3 de la mañana, cuando escuchamos el ruido del ascensor, nos levantamos exaltados y esperamos a que entre la Policía. Sabemos que tarde o temprano van a arrestarnos”. El excomandante de la Fuerzas Navales turcas Hakan Oztrak* ha cambiado varias veces de residencia y ahora se refugia en casa de un familiar en un pueblo perdido de Anatolia. Desde que fue expulsado de la marina tras el decreto KHK/679, Hakan y su mujer –profesora de secundaria– llevan una vida de incógnito en Turquía. Ambos han sido cesados en sus puestos por pertenecer al movimiento de Fethullah Gülen, por lo que apenas salen a la calle, no hablan por teléfono y han perdido el contacto con su familia.

placeholder Uniforme colgado de las Fuerzas Navales turcas de Hakan.
Uniforme colgado de las Fuerzas Navales turcas de Hakan.

La 'muerte civil' es el castigo para los cesados. Hakan y Huri han visto cancelados sus pasaportes, “no podemos ir a ningún país en el extranjero”, y también la prohibición a volver a trabajar en el sector público, “ni siquiera puedo encontrar un empleo en el ámbito privado porque han anulado mi certificado de navegación”, asegura. El estigma de los militares purgados, sobre los que se cierne la sombra de ser los golpistas, es un desdoro difícil de ignorar. “Si el contratante escribe mi nombre en la aplicación estatal, verá que he sido cesado del ejército por pertenecer a un grupo terrorista”.

El exoficial teme acabar entre rejas y aprieta con fuerza el volante cada vez que el coche atraviesa un puesto policial. “Nosotros no somos gulenistas”, insiste mientras señala a su mujer que viste una falda corta y luce una melena al descubierto, “somos socialdemócratas, los hijos de Ataturk”. Ambos viven presas de la paranoia y del miedo y dicen que en la Turquía 'post-coup', y bajo el régimen de emergencia, cualquier movimiento de protesta puede motivar nuevas detenciones. “Ahora Kiliçdaroglu [líder opositor] ha iniciado una marcha por la justicia Adalet. Por lo que hemos vuelto a mudarnos de casa”. Insiste en que “no existe ninguna base formal para nuestra acusación –los decretos legislativos no deben aportar pruebas ni informar mediante notificación–. La única prueba contra nosotros ha sido fabricada”.

La prueba de ser gulenista: ByLock 'app'

“Tres meses después del golpe el jefe de mi mujer la citó en su despacho”, relata Hakan a El Confidencial desde una cafetería en las afueras de Ankara, “le dijo que estaba suspendida en su puesto porque las autoridades habían iniciado una investigación contra ella”, sin ofrecer información, pruebas o acceso a su archivo. Como miles de casos, la acusación contra un funcionario ha servido para cesar a su cónyuge. “Entonces un almirante me llamó y me dijo que debía acudir al Cuartel General de Ankara porque querían interrogarme. Cuando acudí, la primera pregunta que me hicieron fue que dónde había conocido a mi mujer”.

Las medidas punitivas, como la cancelación de pasaportes o la pérdida del salario, repercuten también en sus familias

El responsable de inteligencia le mostró un documento, sin sello oficial, en el que el teléfono de su mujer se relacionaba con una cuenta de la aplicación ByLock. El servicio de mensajería fue supuestamente utilizado por una red de gulenistas relacionados con el golpe. La descarga de la aplicación ha servido como base de acusación para las autoridades de Turquía. Según el informe del Consejo de Europa, el criterio para identificar a los miembros de la organización ha sido precisamente “el uso del servicio de mensajería encriptada ByLock”, así como “transferencias realizadas en el Bank Asya –vinculado a Fethullah Gülen– desde 2014, asistencia a escuelas privadas del movimiento o confesiones de miembros”. También, “el robo de los resultados de exámenes oficiales” –una práctica habitual entre ellos para ganar influencia en las estructuras del Estado–.

Hakan fue definitivamente despedido en el decreto publicado en enero, sin ninguna justificación, e incluso un mes antes de que lo fuera su mujer. Ahí, inició una investigación para desarticular la inculpación. Se puso en contacto con los servidores centrales de ByLock, en Lituania –Cherry Servers–, a quienes solicitó la confirmación de la descarga por la dirección IP de su mujer y la transferencia de esos datos a las autoridades de Turquía. La compañía respondió: “Nosotros no hemos revelado ninguna información de clientes a terceras partes o instituciones, […] no nos sorprendería que hubieran entrado [de manera ilegal] en los servidores […] ya que el cibercrimen no es inusual estos días”. La directora de protección de datos de Lituania, Rita Vaitkeviciene, comunicó haber notificado sobre el asunto “a las autoridades competentes”.

La pareja, mientras, debe ajustarse a un régimen de “exclusión”, dicen, “solo tenemos la esperanza de un cambio de gobierno, porque mientras este continúe estamos condenados”, dice Hakan, que planea vender sus únicas propiedades: un piso en Izmir y un coche pequeño. Una marginación que ha afectado a cerca de un millón de personas en Turquía, según estimaciones del partido CHP, ya que las medidas punitivas, como la cancelación de pasaportes o la pérdida del salario familiar, repercuten no solo en los despedidos, procesados o arrestados, sino también en todos los miembros de sus familias. Familias que han quedado excluidas de la comunidad nacional como castigo por un intento de golpe militar. Un castigo que también perdurará para siempre en la memoria de Turquía.

*Los nombres de los protagonistas de esta historia han sido cambiados a solicitud de estos.

Fue un golpe de Estado frustrado pero dejó una huella imborrable en la historia de Turquía. No solo el día del alzamiento –en el que perdieron la vida 249 personas, y el país sufrió una insurrección armada que intentó asaltar las instituciones democráticas–, sino por las secuelas –el inicio de una purga sin precedentes contra miles de personas, supuestos golpistas y afiliados, de todos los sectores y disciplinas–. Al menos 200.000 despedidos, procesados y arrestados han sufrido innumerables sanciones que afectan directamente a los miembros de sus familias. Las Fuerzas Armadas, además, han perdido la popularidad de la que siempre gozaron desde la instauración de la república –los guardianes del secularismo–, y los militares cesados tienen que arrastrar el estigma del golpista. La purga militar ha alcanzado a 7.655 efectivos, unos 3.000 gendarmes y 16.409 cadetes. Un año después del golpe fallido, El Confidencial entrevista a los militares purgados, oficiales que servían dentro y fuera de sus fronteras.

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