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La condena a prisión de Lula allana el camino al Le Pen brasileño
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Jair Bolsonaro, el más votado en río

La condena a prisión de Lula allana el camino al Le Pen brasileño

"El error de la dictadura fue torturar y no matar". La frase es del líder del Partido Progresista, segundo en intención de voto. La condena prisión de Lula allana el camino para el exmilitar Bolsonaro

Foto: Jair Bolsonaro, un reconocido defensor de la dictadura, en un sesión de la Cámara de Diputados de Brasil. (EFE)
Jair Bolsonaro, un reconocido defensor de la dictadura, en un sesión de la Cámara de Diputados de Brasil. (EFE)

“Ya me puedo ir corriendo de Brasil. En menos de 24 horas han enterrado nuestras conquistas laborales y han borrado de un plumazo nuestras esperanzas para un futuro mejor. Entre el martes y el miércoles han colocado una lápida sobre nuestro Brasil”. Con estas palabras desesperanzadoras, Fátima Gonçalves, analista de sistemas en Río de Janeiro, resumía la situación de un país que desde hace meses está al borde del abismo político y económico. Esta joven ingeniera se refiere a la aprobación por parte del Senado de la polémica ley laboral, inspirada en la reforma introducida en España hace cinco años, y a la condena del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a 9 años y seis meses de prisión por corrupción.

El juez Sérgio Moro, responsable de la Operación Lava Jato, soltaba ayer una bomba que va a tener un efecto devastador en la agitada política del país tropical. Moro considera al expresidente culpable de los crímenes de corrupción pasiva y lavado de dinero por el caso del triplex de Guarujá, un apartamento de lujo localizado en el litoral de São Paulo y que, según los investigadores, le fue donado por OAS, una de las mayores constructoras de Brasil.

Según la sentencia publicada ayer, Lula se benefició de 3,7 millones de reales (equivalentes a un millón de euros) en propinas de la constructora OAS a cambio de favores. La defensa del líder del Partido de los Trabajadores tiene la opción de presentar un recurso, pero en caso de que Lula sea condenado en segunda instancia, no podrá presentarse a las elecciones, ni podrá ocupar un cargo público en los próximo 19 años. Esta condena corresponde al primero de los cinco juicios en los que Lula está involucrado desde que arrancó la Operación lava Jato.

El expresidente quedará en libertad mientras la defensa prepara el recurso, pero su enorme potencial político y electoral ha quedado mortalmente herido con esta sentencia. Lula era el gran favorito en los sondeos para las elecciones presidenciales de 2018. En febrero de este año lideraba la intención de voto con un 30,5% de preferencias y en abril tenía un 44%, según datos del Instituto Vox Populi que, dependiendo del candidato al que se enfrentaría, le atribuía hasta un holgado 51%.

El grande beneficiado en esta conturbada coyuntura política es sin duda Jair Bolsonaro, un exmilitar de extrema derecha que en los sondeos aparecía como la segunda opción para los brasileños. Con Lula fuera de combate, Bolsonaro podría alcanzar un peligroso protagonismo en los próximos comicios si los partidos tradicionales no se apresuran a escoger a un candidato fuerte, que no esté manchado por la corrupción. Ni el PT ni el partido del actual presidente Michel Temer, envuelto en una montaña de escándalos, tienen de momento una alternativa clara y capaz de despertar empatía en los desencantados electores brasileños. “Por muy triste que pueda parecer, Lula era la mejor opción o mejor dicho, la menos mala”, señala Fátima.

placeholder El expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva participa en el lanzamiento del museo digital 'Memorial de la Democracia' en el Palacio de las Artes de Belo Horizonte (Brasil).
El expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva participa en el lanzamiento del museo digital 'Memorial de la Democracia' en el Palacio de las Artes de Belo Horizonte (Brasil).

Quién es Bolsonaro

Este excapitán del Ejército y líder del Partido Progresista es conocido por sus posturas reaccionarias, machistas, homófobas y racistas. Sus escandalosas declaraciones en los últimos años le han valido una condena en los tribunales y la crítica casi unánime de la prensa internacional. A finales de 2014 su nombre alcanzó una cierta resonancia fuera de Brasil porque en plena Cámara, durante una sesión de Comisión de la Verdad sobre los crímenes de la dictatura, espetó a una diputada: “No te violo porque no te lo mereces”. En aquella ocasión el diario francés 'Le Monde' le llamó “homófobo, misógino y racista”.

Sus perlas son tantas que es difícil citarlas todas. Una de las más polémicas fue lanzada el año pasado en el Parlamento durante la votación del 'impeachment' de Dilma Rousseff. Delante de todos los diputados y de millones de brasileños, que seguían la votación en directo, Bolsonaro dedicó su voto a favor de la destitución de la expresidenta al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, que fue uno de los torturadores de Rousseff cuando estuvo encarcelada durante la dictadura (1964-1985).

En las elecciones de 2014 fue el diputado federal más votado en la circunscripción de Río de Janeiro

Bolsonaro ha defendido en varias ocasiones la dictadura brasileña con frases del tipo: “El error de la dictadura fue torturar y no matar”. También ha llegado a afirmar que “Pinochet debería haber matado a más gente” y que “los militares salvaron Brasil de una cubanización”. Cabe destacar que en las elecciones de 2014 fue el diputado federal más votado en la circunscripción de Río de Janeiro, con 464.000 sufragios.

El exmilitar no se ha destacado solo por su disparatada apología de la dictadura. Uno sus caballos de batalla es la homofobia y la defensa de la familia tradicional formada por hombre y mujer.“Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. Prefiero que mi hijo muera en un accidente a que aparezca con un tipo con bigote por ahí”, dijo tan ancho en una entrevista en 2011.

Sus declaraciones irreverentes también han causado indignación entre los representantes de las comunidades negras, indígenas y hebraicas. En abril de este año consiguió enfadar a todas ellas durante una conferencia en la sede de la Asociación Hebraica, en Río de Janeiro, en la que explicó su postura en relación a la demarcación de tierras. “Pueden estar seguros de que si llegó allí [a la presidencia de Brasil en 2018], no habrá dinero para las ONGs (…). No va a haber ni un centímetro demarcado para las reservas indígenas o para los quilombolas [descendientes de los esclavos]. Donde hay una tierra indígena, hay una riqueza debajo de ella. Tenemos que cambiar eso”, afirmó. La conferencia, en la que llego a decir que “los quilombolas no sirven ni para procrear”, acabó con dos denuncias por racismo ante la Fiscalía General del Estado.

A pesar de estas declaraciones o quizás precisamente por ellas, la popularidad de Bolsonaro no para de crecer. A finales de abril tenía un llamativo 15% en la intención de voto, que lo colocaba como el segundo candidato más votado en el primer turno frente a Lula. En pocos meses, el número de brasileños dispuestos a llevarlo hasta la presidencia ha aumentado en seis puntos porcentuales. Todo apunta a que este dato puede subir aún más en los próximos meses.

“Un segundo turno con Bolsonaro no solo es posible, como puede estar en el horizonte. Solo este riesgo hipotético debería ser suficiente para acender las alertas de los demócratas de todos los espectros ideológicos. Sin embargo, como acontece con el calentamiento global, la gente solo se va a poner las pilas cuando el agua llegará hasta sus nalgas”, escribía en febrero el politólogo Leonardo Sakamoto.

Foto: Simpatizantes de Dilma Rousseff, con el rostro de Temer en su espalda, durante una protesta en Río de Janeiro, el 29 de agosto de 2016 (Reuters).

Bolsonaro es el candidato preferido de los varones y de los más jóvenes: entre los electores de 16 a 24 años tiene un 30,2% de popularidad. También gusta a las personas con estudios superiores (22%) y con una renta medio-alta (26%), y despierta simpatía entre policías y militares. Su base electoral está formada, por tanto, por jóvenes que nacieron después del impeachment del expresidentes Collor de Mello, entre 1993 y 2001.

Esta generación no conoció una alternativa de poder en la presidencia que no sea la izquierda desteñida representada por Lula y Dilma. Buscan en la extrema derecha algo lo más distante posible de lo que vivieron. Se suma a esto el hecho de no haber vivido en el periodo de la dictadura y de no haber sentido los ecos de aquellos tiempos, muy presentes en las décadas de 1980 e 1990, cuando el sentimiento de repulsión a este periodo negro de la historia brasileña era casi unánime. Esta fantasía es fruto de la fuerte desilusión y descontento con los Gobiernos democráticos corruptos e ineficientes”, escribe el columnista Ricardo Corrêa.

Para algunos analistas políticos, el auge de Bolsonaro colocaría Brasil en el mapa político de la extrema derecha, con el auge de algunos partidos ultras en Europa. En la actualidad no hay ni un solo político que posea el carisma y la legitimidad suficiente para contrarrestar su mensaje populista.

Ni Geraldo Alckmin ni el economista Ciro Gomes tienen tirón suficiente para aunar al electorado de la derecha moderada

El presidente Temer es un cadáver político con una popularidad inferior al 7% y una precaria situación jurídica. La Fiscalía General del Estado le ha acusado formalmente de corrupción y en los últimos días intenta conseguir apoyos a la desesperada para que el Parlamento no autorice su juicio en el Tribunal Supremo, que conllevaría automáticamente una suspensión de su cargo durante seis meses.

Desde el pasado fin de semana, el poderoso grupo mediático 'O Globo' y los principales empresarios del país, que apostaron por Temer durante el 'impeachment' de Rousseff, se han inclinado abiertamente a favor de Rodrigo Maia, el actual presidente de la Cámara. Como rezaba un editorial el domingo, lo único que importa ahora son las reformas de la ley laboral y del sistema de pensiones y no el nombre del líder que está en el poder. Es decir, los mercados ya han pedido la cabeza de Temer.

Aécio Neves, que en 2014 casi arrebató la presidencia a Dilma, también está involucrado en varios escándalos de la Lava Jato y, aunque todavía no hay una sentencia firme contra él, ya ha sido condenado por la opinión pública. Ni la ecologista Marina Silva, ni el exgobernador de São Paulo Geraldo Alckmin, ni el economista Ciro Gomes tienen tirón suficiente para aunar al electorado de la derecha moderada y atraer a los votantes del PT, huérfanos tras la sentencia contra Lula. Antes un escenario tan complejo y fragmentado, no es insensato temer que Bolsonaro pueda consolidarse como el gran salvador de Brasil a lo largo de los próximos meses.

“Ya me puedo ir corriendo de Brasil. En menos de 24 horas han enterrado nuestras conquistas laborales y han borrado de un plumazo nuestras esperanzas para un futuro mejor. Entre el martes y el miércoles han colocado una lápida sobre nuestro Brasil”. Con estas palabras desesperanzadoras, Fátima Gonçalves, analista de sistemas en Río de Janeiro, resumía la situación de un país que desde hace meses está al borde del abismo político y económico. Esta joven ingeniera se refiere a la aprobación por parte del Senado de la polémica ley laboral, inspirada en la reforma introducida en España hace cinco años, y a la condena del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a 9 años y seis meses de prisión por corrupción.

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