Ya no hay bloques, solo alianzas: el G20 dibuja un mundo multipolar más complejo
La reunión de Hamburgo refleja la complejidad del nuevo panorama internacional. Es el nuevo orden multipolar de geometrías variables: confuso, táctico, voluble
La cumbre del G20 no ha sido una batalla con vencedores y vencidos. Ha sido duro, complejo, pero la sangre no ha llegado al río. La cita en Hamburgo de los líderes de las principales economías industrializadas y emergentes arroja una instantánea compleja, pero relativamente fidedigna, del nuevo panorama de las relaciones internacionales en el que no hay bloques consolidados, sino solo alianzas tácticas y temáticas. Es la imagen de un nuevo orden multipolar de geometrías variables.
Cambio climático: la soledad de Trump
Donald Trump abandonó el Acuerdo de París contra el cambio climático como quien lanza un órdago. Y aspiraba a darle el golpe de gracia a este instrumento en Hamburgo. Había estado presionando en la sombra a varios países como Turquía, Arabia Saudí o Indonesia para que abandonasen su compromiso con el documento, tratando de hacer la cama a la canciller alemana, Angela Merkel, y ael presidente francés, Emmanuel Macron, que tiraban en sentido contrario. Pero ha fracasado.
El comunicado final del G20 afirma que todos sus miembros menos Estados Unidos siguen comprometidos con el Acuerdo de París y aspiran a implementarlo "rápidamente". Además, subrayaron que es "inegociable", cerrando la puerta a la pretensión de Trump de introducir ciertos cambios que favoreciesen a su país. El reverso de este fracaso del presidente estadounidense es la victoria que se han anotado los europeos, principales valedores de la lucha contra el calentamiento global.
Comercio: la victoria de Trump
El presidente de Estados Unidos sí que se ha anotado un tanto al conseguir que el resto de países admitiesen en el comunicado final la introducción de medidas en contra de "prácticas comerciales injustas". En concreto el texto emplea la formulación "instrumentos legítimos de defensa comercial". Es cierto que el documento del G20 vuelve a defender las virtudes del libre comercio y condena el proteccionismo, pero por primera vez un comunicado de este foro incluye una cláusula con el claro sello de la casa Trump y su "America first".
No obstante, es difícil de valorar qué puede suponer esta cesión ante el presidente estadounidense. El documento bien podría marcar el inicio de una nueva era en la que se persiga alcanzar un comercio más "justo" en los términos que lo emplea Washington. O podría quedar en papel mojado y, con conceptos tan ambiguos como "legitimidad" y "justicia", no servir para frenar la guerra comercial que muchos expertos vaticinan que pueda estallar en cualquier momento en el mundo con Trump en la Casa Blanca.
Los triunfos de Europa
Europa sale reforzada en términos generales de esta cumbre. Suma sobre el optimismo de la última cita de líderes en Bruselas un par de victorias que marcar en la culata. En primer lugar, la de haber conseguido mantener unidos a todos los miembros del G20 frente a Estados Unidos en la cuestión del cambio climático. En segundo lugar, presentó con Japón un principio de acuerdo de libre comercio en la víspera de la cumbre y anunció en su último día, junto a Australia, que trataría de acelerar la negociación de un tratado bilateral.
Además, Europa puede anotarse el tanto de haber abortado un posible encontronazo comercial con Washington a causa del acero, una disputa que podría tener importantes repercusiones económicas. Pekín, Bruselas, París y Berlín han convencido a Estados Unidos para que no imponga ya sanciones al acero europeo y chino (al que acusa de "dumping"). A cambio Trump se ha mostrado dispuesto a esperar hasta noviembre, a que un grupo de expertos proponga "soluciones concretas" a esta controversia.
Merkel reiteró su defensa del multilateralismo y aseguró tras lograr el acuerdo de las partes que "juntos podemos alcanzar más cosas que en solitario". Pero después, pragmática y táctica, repitió su frase, ya famosa, de que Europa "debe agarrar el destino con sus propias manos".
El viejo continente, no obstante, tiene en el "brexit" un talón de Aquiles. Y hoy ha metido el dedo en esa llaga el presidente de Estados Unidos al reunirse con la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, y decir que los dos iban a alcanzar "muy, muy rápidamente" un acuerdo comercial "muy potente" y "muy, muy grande", "bueno para ambos países".
¿Un Trump más conciliador?
El habitual Trump arrogante ha dejado paso en la cita de Hamburgo a un político no ya diplomático, pero sí más comedido. No dudó en decir que era un "honor" reunirse por primera vez cara a cara con el presidente ruso, Vladímir Putin, e incluso destacó el "liderazgo increíble e inspirador" de Merkel, quizá la líder europea a la que más abiertamente ha criticado durante meses por sus políticas migratoria y comercial.
No obstante, puede ser que un tuit pueda hacer estallar en mil añicos esta nueva representación de Trump. La canciller alemana, preguntada al final de la cumbre si creía que la conducta del presidente de Estados Unidos en el G20 había sido algo puntual o un cambio de estrategia, se limitó a decir: "No puedo anticipar lo que va a suceder mañana". Sabía de lo que hablaba. Tras su visita a Washington de marzo, en la que las cosas discurrieron razonablemente bien, la canciller se encontró con un tuit bomba de Trump en la que se acusaba a Alemania de deber millones a la OTAN.
Putin: una relación condenada a ser difícil
Los presidentes de Estados Unidos y Rusia estuvieron reunidos durante más de dos horas en su primer cara a cara, celebrado en los márgenes de la cumbre. La duración del encuentro es insólita. El secretario de Estado, Rex Tillerson, habló de "química positiva". Y de hecho la entrevista produjo varios resultados: un alto el fuego para el suroeste de Siria que debería entrar en vigor hoy, y un nuevo "canal bilateral" para abordar el conflicto en Ucrania (que, sin embargo, torpedea los esfuerzos de mediación en esta crisis de Alemania y Francia). Ahora queda ver si se hacen realidad.
La canciller alemana, celebró que los dos presidentes se hubiesen reunido. Mejor hablar con el otro que sobre el otro, dijo. Además, argumentó Merkel, hay problemas que solamente se podrán resolver gracias a la actuación coordinada de EEUU y Rusia, y se refirió a Siria y a Corea del Norte. Es "en beneficio de todos" que haya buenos canales de comunicación entre Moscú y Washington, apostilló.
No obstante, la situación se agrió poco después. Porque Tillerson y el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, empezaron a ofrecer versiones contradictorias sobre el momento de la conversación en la que se abordó la supuesta injerencia rusa en las elecciones estadounidenses. El ruso aseguró que Trump había aceptado las palabras de Putin, en las que negó cualquier interferencia. Tillerson, por su parte, destacó que el presidente de Estados Unidos no había aceptado su explicación.
Trump está ante un dilema difícil de resolver. Acercarse a Putin para afrontar problemas internacionales le granjeará siempre críticas en casa. Pero mantener las distancias con Moscú agudizará ciertas cuestiones que repercutirán negativamente en su presidencia.
La cumbre del G20 no ha sido una batalla con vencedores y vencidos. Ha sido duro, complejo, pero la sangre no ha llegado al río. La cita en Hamburgo de los líderes de las principales economías industrializadas y emergentes arroja una instantánea compleja, pero relativamente fidedigna, del nuevo panorama de las relaciones internacionales en el que no hay bloques consolidados, sino solo alianzas tácticas y temáticas. Es la imagen de un nuevo orden multipolar de geometrías variables.
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