"Quería causar mucho daño": los errores que evitaron una masacre en Bruselas
Tras intentar atacar a un primer grupo de personas, el terrorista cargó contra un agente de seguridad, que acabó por abatirle con una ráfaga de disparos
Eran las 20:39 horas cuando O. Z., un hombre marroquí de 36 años, entró en la Estación Central de Bruselas. Arrastrando una maleta, el hombre dio unas vueltas por el hall, cruzándose con otros viajeros que miraban el panel de llegadas y salidas de trenes o que compraban sus billetes. Descendió una de las escalinatas que Victor Horta diseñó para dar acceso a un segundo piso, donde aquellos que parten se apresuran a comprar agua y bocadillos y, aquellos que esperan, compran flores o chocolates de bienvenida.
En un primer momento, sobre las 20:44 horas, O. Z. se acercó a un grupo de personas que esperaban. Algo se cruzó por su mente que le impulsó a alejarse de la aglomeración. Se detuvo unos momentos. Y entonces decidió volverse hacia la gente. Se colocó entre ellos, los que había decidido como víctimas de su yihad, y comenzó a gritar. Entonces lo hizo.
Accionó el artefacto casero que llevaba en la maleta, pero éste solo explotó parcialmente. Insuficiente para causar ningún herido, ni daños de importancia. La maleta, que llevaba cargada con pequeñas bombonas de gas y clavos no respondió como esperaba. Comenzó a arder y O. Z., que no llevaba cinturón de explosivos como otros que le precedieron, decidió dejarla abandonada.
En ese momento, tomó la decisión de descender a las vías, persiguiendo a un jefe de estación. Poco después, la maleta abandonada explotó una segunda vez, con mucha más violencia, pero la detonación no alcanzó a nadie. El terrorista, del que se ha preservado la identidad mientras la investigación continúa, "quería causar mucho más daño, eso está claro, los daños podrían haber sido mucho peores", según el portavoz de la Fiscalía Federal belga, Eric Van Der Sypt.
Aún quedan varios interrogantes sobre el atentado, como si el hombre actuó como un lobo solitario, o si lo hizo al amparo de algún grupo terrorista
El terrorista cambió de rumbo una vez más y se encaminó al hall de entrada. Entonces trató de atacar a un soldado, al grito de 'Alá es grande'. No tuvo ocasión de herirle: el militar respondió con una ráfaga de tiros, que acabaron con la vida de O. Z. El relato de la Fiscalía Federal no esclarece aún varios interrogantes sobre el atentado cometido este miércoles en Bruselas, como si el hombre actuó como un lobo solitario, o si lo hizo al amparo de algún grupo terrorista. Nadie ha reivindicado el ataque. Y la investigación prosigue.
Nacido el 12 de enero de 1981, el atacante ya era conocido por la Justicia. 'Pero no por terrorismo', ha explicado Van Der Sypt. Sí ha transcendido que O. Z. era vecino de Molenbeek, el barrio de Bruselas que se hizo conocido a raíz de los atentados de París. Un golpe para esta antigua zona obrera que trata de desprenderse de la fama de 'nido de yihadistas' que se le atribuyó tras conocerse que es o ha sido hogar de varios de los hombres implicados en ataques terroristas acontecidos en los dos últimos años.
"Tuvimos la suerte de que era un amateur”
La noticia del atentado ha sido acogida con calma en Bruselas. "Nos estamos acostumbrando". Lo dice Javier Bernal, español afincado en la ciudad desde hace casi una década. Una sensación que comparten buena parte de los bruselenses, que retomaron su vida normal poco después del ataque. El calor pudo más que el terror, y cerca de la medianoche las terrazas de las calles adyacentes a la Grand Place estaban animadas. Tampoco se prevé cancelar el concierto de Cold Play que tendrá lugar en la noche de este miércoles en Bruselas, donde los asistentes podrán corear el 'Viva la vida' rodeados de una mayor seguridad.
Bruselas ya no es la ciudad que era en noviembre de 2015, cuando se decretó un bloqueo en el centro de la ciudad tras los atentados que dejaron 130 fallecidos en París. A ello contribuye el buen desenlace de un ataque que no ha dejado imágenes de pánico, ni de heridos, aunque los presentes en la estación están “bien físicamente, menos bien psicológicamente", según han declarado tres presentes al diario 'Dernière Heure'.
"Hemos tenido suerte de que era un amateur", afirma a 'RTL' un viajero que se encontraba en la mañana de este miércoles en la propia Gare Central. Otra mujer mostraba a la cadena su resignación, tras la serie de atentados que ha sufrido Europa. "Sabemos que tarde o temprano van a atacar", dice.
Felicitaciones a las fuerzas de seguridad
La intervención de las fuerzas de seguridad ha sido clave para evitar una tragedia. Y, tras meses en los que han soportado duras críticas y un fuerte cuestionamiento interno y externo, este miércoles se celebra su presencia en las calles, una medida no exenta de polémica. El alcalde designado de Bruselas, Philippe Close, les ha felicitado por su "profesionalidad" y aprovechó para pedir que se refuercen la seguridad de la ciudad con 200 policías más en su área central.
A la espera de conocer las decisiones del Consejo de Seguridad de Bélgica, se espera que se refuercen las medidas de seguridad. En primer lugar, de cara a la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno que se celebra este jueves y viernes en la capital europea. Pero también para tratar de transmitir seguridad a los más de 10 millones de turistas que cada año visitan la ciudad, un número que descendió notablemente tras los ataques de marzo de 2016 que costaron la vida a 32 personas, y que podría verse de nuevo afectado por un ataque perpetrado en el arranque de la temporada estival.
Eran las 20:39 horas cuando O. Z., un hombre marroquí de 36 años, entró en la Estación Central de Bruselas. Arrastrando una maleta, el hombre dio unas vueltas por el hall, cruzándose con otros viajeros que miraban el panel de llegadas y salidas de trenes o que compraban sus billetes. Descendió una de las escalinatas que Victor Horta diseñó para dar acceso a un segundo piso, donde aquellos que parten se apresuran a comprar agua y bocadillos y, aquellos que esperan, compran flores o chocolates de bienvenida.